Hacia dónde van las protestas en el mundo islámico

Frank Gardner, BBC
Todavía no está claro hacia dónde se dirigen las revueltas en el mundo árabe. La ola que se formó tras la sublevación en las calles de Túnez en enero aún no llegó a la orilla, por así decirlo.

Manifestación
Desde Marruecos a Muscat, los gobernantes árabes están ahora recibiendo el mensaje claro de que el statu quo que ha existido en su país durante años, incluso décadas, le resulta inaceptable a una gran parte de su población.

Las protestas están en diferentes etapas en diferentes países y sería un error pensar que este es un único movimiento con una oposición unida y un programa común. Pero todavía hay elementos comunes que atraviesan toda la región.

Sí, se trata de puestos de trabajo y oportunidades, los precios de los alimentos y la corrupción, pero muchos -especialmente los jóvenes urbanos bien educados- quieren algo más que comodidad económica. Quieren un sistema político que no se vea obstaculizado por opresión de un gobierno autocrático.

Así que, a puertas cerradas, en palacios fastuosos y mansiones bien vigiladas, la pregunta fundamental que resuena en los círculos internos del gobierno es: ¿qué podemos darles para seguir en el poder?

Cuando en Túnez y Egipto los presidentes fueron derrocados en un corto espacio de tiempo todos los comentarios hacían alusión a un "efecto dominó" y se especulaba con que los regímenes autocráticos árabes inevitablemente irían cayendo, uno por uno.

La única cuestión, decía la gente, era cuál sería el próximo. Hemos visto una serie de concesiones hechas a toda prisa por parte de los gobernantes que presas del pánico tomaban medidas para evitar que su continuidad estuviera bajo amenaza.

El presidente de Yemen se comprometió a retirarse en 2013, el rey de Jordania despidió a su gabinete, Argelia levantó el estado de emergencia y Arabia Saudita y Bahréin anunciaron abultados desembolsos de dinero. Estas son medidas para salir del paso, por supuesto, y no soluciones a largo plazo.

Pero lo que sin duda ha apagado las expectativas de un cambio rápido y radical son los sucesos de Libia.

Si el líder libio Muamar Gadafi y su familia hubieran sido expulsados del poder en pocos días, el impulso de Túnez y El Cairo se habría mantenido.

Sin embargo, el régimen libio, como hemos visto la semana pasada, se atrincheró y está luchando contra sus adversarios, utilizando su fuerza militar e influencias.

Más allá de si Gadafi sobrevive durante días, meses o años, es evidente que derrocarlo no es pan comido y que habrá costado muchas vidas.

La agencia Reuters citaba el viernes a Brendan Simms, profesor de historia de las relaciones internacionales de la Universidad de Cambridge, diciendo que "Libia es donde el fuego de la revolución de Túnez y Egipto podía disiparse. Hay mucho en juego".

Ahora echemos un vistazo a cómo están hoy los levantamientos, país por país.
Libia

El único país árabe con un gran levantamiento, armado a gran escala, no es un buen punto muerto ya que hay un flujo y reflujo dinámico en el conflicto entre las fuerzas pro y anti-Gadafi.

Gadafi controla en gran medida la capital, Trípoli, Sirte, su ciudad natal, y otras ciudades más pequeñas al sur y al oeste. Sus oponentes controlan la mayor parte del este, incluida la segunda ciudad del país, Bengasi.

Gran parte de los recientes combates se produjeron alrededor de los estratégicos polos petroleros de Brega y Ras Lanuf. Gadafi las necesita si quiere mantenerse en el poder después de esta crisis.

Tanto él como los miembros de alto rango de su gobierno están aislados casi completamente en la esfera internacional, pero a la vez Occidente no tiene deseo de intervenir militarmente para ayudar a derrocarlo.

El presidente de Venezuela se ofreció como mediador entre él y los rebeldes, pero éstos no se conformarán con nada que no sea su partida.

Hay un puñado de países que posiblemente podrían ofrecerle refugio a Gadafi –se han mencionado Nicaragua y Zimbabue- pero él y su familia insisten en que se quedarán en Libia.

Seguramente consideran la posibilidad de ser perseguidos y detenidos por presuntos crímenes de guerra si huyen de su país.
Yemen

Aún se registran importantes protestas contra el gobierno del presidente Ali Abdulá Saleh, en el poder durante 33 años.

Yemen es el país árabe más pobre y sufre un alto desempleo, superpoblación, disminución de sus reservas de petróleo, la disminución de sus aguas subterráneas, una rebelión chiíta en el norte, un movimiento separatista en el sur, el resurgimiento de al-Qaeda en el este, una preocupación nacional sobre la hoja de kat –un estupefaciente- y además hay demasiadas armas en manos privadas.

Los manifestantes quieren más oportunidades de trabajo, en fin de la corrupción, una distribución más equitativa de la riqueza y el fin del gobierno del presidente Saleh. Éste aceptó no presentarse de nuevo cuando termine su mandato en 2013, pero no muestra indicios de querer irse antes de esa fecha.

Bahréin

Los enfrentamientos que estallaron en esta minúscula isla-Estado del Golfo el 14 de febrero rápidamente se volvió violenta. Cuando la policía disparó contra los manifestantes y murieron siete personas, una onda expansiva alteró la península arábiga, generalmente tranquila.

Los observadores extranjeros se apresuraron a atribuir la crisis a un enfrentamiento sectario -la llamada "división entre sunitas y chiítas", a partir del hecho de que la familia gobernante, al-Khalifa, proviene de la minoría sunita, mientras que el 70% de la población de Bahréin es chiíta.

Sin embargo, muchos de los manifestantes restan importancia al problema sectario y dicen que ese no es el principal motivo de sus protestas.

En cambio quieren abolir la constitución de 2002 y que haya elecciones libres para un parlamento con poder legislativo real.

También piden la liberación de los presos políticos, el fin de la corrupción y el amiguismo y la eliminación del envejecido primer ministro, el jeque Khalifa al-Khalifa, que ocupa ese cargo desde hace 40 años.

Algunos han ido más allá y piden la destitución del rey Hamad, mientras que otros directamente quieren ponerle fin al mandato de dos siglos de la dinastía al-Khalifa.

Pero las características del levantamiento de Bahrein no son tan claras como las de Egipto o Túnez. Ha habido una reacción significativa de los partidarios del gobierno, en cierta medida orquestada, pero también auténtica.

El rey le encomendó al príncipe heredero, el jeque Salman al-Khalifa, que llevara a cabo un "diálogo nacional" con la oposición.

Hasta ahora, ambas partes todavía aparecen distantes y las protestas continúan, con epicentro en la escultura gigante de la plaza de la Perla.
Omán

La erupción de protestas en Omán en el puerto de Sohar, en el Mar Árabe, sorprendió a todos. Omán ha sido un país pacífico desde que el gobernante popular, el sultán Qaboos, derrocara a su padre en 1970 y luego repeliera una insurgencia comunista en el sur.

Los disturbios recientes se debieron a una medida gubernamental que provocó el despido de varios trabajadores, pero fue, una vez más, la reacción desmesurada de las fuerzas de seguridad lo que llevó a una escalada en la violencia, en la que murieron dos personas.

Omán no es un país rico. A diferencia de sus vecinos del Golfo como Arabia Saudita, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos, no tiene una gran industria de hidrocarburos y gran parte de sus habitantes trabajan en la agricultura y la pesca.

En la actualidad existe la discusión de un "Plan Marshall" en todo el golfo para Omán y Bahrein que inyecte miles de millones de petrodólares en sus economías y les dé prioridad a sus nacionales para el empleo, con el fin de evitar nuevas protestas.

Irak

Irak puede haber sufrido ocho años dolorosos de invasión, ocupación e insurgencia, precedidos de décadas del gobierno brutal de Saddam Hussein, pero su doloroso proceso hacia la democracia plena no se termina.

Ha habido protestas en Bagdad y Mosul protagonizadas por iraquíes frustrados que exigen más trabajo y menos corrupción. La reacción de la policía dejó como resultado varios manifestantes muertos.

Egipto y Túnez
Estos son, por supuesto, los dos países que ya vivieron sus revoluciones, pero el proceso sigue y se hace cada vez más urgente que llegue a buen puerto medida que crece la agitación y el desplazamiento masivo de trabajadores migrantes provenientes del país ubicado entre ambos: Libia.

En los últimos días los primeros ministros interinos de ambos países tuvieron que renunciar, ante la creciente impaciencia de los manifestantes que no quieren ver que los avances democráticos que creen haber logrado se debiliten a causa de un resurgimiento de las viejas costumbres autocráticas.

Luego de que sus ex presidentes, Mubarak y Ben Ali, fueran destituidos de su cargo, ambos países están en una especie de limbo, a la espera de elecciones.

Las fuerzas de seguridad de Egipto aumentaron la represión al disparar contra los manifestantes recientemente.

Siendo realistas, es probable que vaya a tomar por lo menos una generación acabar con todas las tendencias represivas que se han institucionalizado en las fuerzas de seguridad interna de Egipto.

Los derechos humanos sólo son un opción si el gobierno los defiende. Será interesante ver si los líderes occidentales que los visiten tienen esto en cuenta.

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