El auge del plagio: Ctrl+C, Ctrl+V
Tom Geoghegan, BBC
El problema del plagio captó la atención mundial esta semana. Ha sido una mala semana para la honestidad, hay que reconocerlo. Primero el ministro alemán de Defensa, Karl-Theodor zu Guttenberg, renunció tras admitir que había copiado amplios pasajes de su tesis doctoral.
Horas después la London School of Economics (LSE), en el Reino Unido, anunció que estaba indagando si uno de los hijos del líder libio Muamar Gadafi, Saif-al Islam, también "robó" textos o usó los servicios de un "escritor fantasma" para la suya.
Y este viernes, en Japón, la policía arrestó a un adolescente acusado de hacer trampa en su examen de ingreso a la universidad por consultar las respuestas en foros de internet a través de su teléfono móvil.
Surge entonces la pregunta: ¿está el plagio fuera de control?
Los de Zu Guttenberg y el hijo de Gadafi son casos llamativos, pero en el mundo de literario, el del periodismo y el de la educación la copia es un problema desde hace muchos años.
"Hoy, internet les ofrece a los estudiantes mayores oportunidades de duplicar y fabricar", le explicó a la BBC Jude Carroll, de la Universidad Oxford Brookes, en Inglaterra, y autora de "Manual para evitar el plagio en la educación superior".
"Google les ha dado a los estudiantes acceso a un catálogo de textos aún mayor", afirmó.
"Las oportunidades de recolectar material se han incrementado".
Copiar y pegar
Hubo un tiempo en que el plagio implicaba una detenida lectura del contenido y la copia de puño y letra, pero ahora es tan fácil como "googlear" el tema en cuestión y acudir a la fórmula Ctrl+C, Ctrl+V.
Y es que desde Wikipedia hasta otras fuentes gratuitas, pasando por bases de datos académicas del tipo JSTOR, existe un universo de tesoros por encontrar para los amantes del plagio.
"El poeta Lord Byron nunca dejó que alguien entrara a su biblioteca porque no quería que nadie se enterara de lo que estaba copiando", recordó Carroll.
"La diferencia con entonces es que hoy todos podemos copiar información de las bibliotecas de otros", ironizó.
El plagio ha estado con nosotros desde que existe la palabra escrita. Desde los clásicos dramaturgos griegos hasta Martin Luther King, incluso las más figuras más renombradas han estado rodeadas de esta polémica.
Pero en la última década los académicos han alzado la voz con exasperación por la marea de estudiantes que utilizan desde Wikipedia hasta servicios de empresas que redactan informes a la medida para obtener buenas calificaciones.
Y las universidades se han visto involucradas en el juego del gato y el ratón para ponerles freno a los plagiadores.
¿Cómo descubrirlos?
En el Reino Unido, el 98% de las universidades utilizan un programa llamado clic Turnitin para analizar trabajos sospechosos, según le dijo a la BBC la compañía que lo comercializa.
Este software escanea pasajes del texto y los compara con una base de datos que contiene 155 millones de informes de estudiantes, 110 millones de documentos y 14.000 millones de sitios de internet.
Karl-Theodor zu Guttenberg
El ministro alemán de Defensa, Karl-Theodor zu Guttenberg, debió renunciar por acusaciones de plagio.
Tan sólo en el ciclo académico 2006/2007, más de 600.000 ensayos fueron evaluados con este programa en el Reino Unido. El año pasado la cifra ascendió a tres millones.
Por supuesto, un pasaje que concuerde con la base de datos no necesariamente indica un plagio. Un buen ensayo académico suele contener referencias y citas de obras ajenas.
"Este programa no es un arma de precisión absoluta", aclaró Barry Calvert, de iParadigms, la empresa que creó el software. "Todavía hace falta la ayuda de un ser humano para detectar a un tramposo".
Muy a menudo, detrás de un aparente fraude está un estudiante que simplemente es incapaz de escribir adecuadamente un ensayo o que se olvida de atribuir una cita.
En los casos en los que efectivamente hubo copia, las sospechas surgen frecuentemente no bien se lee el escrito y se advierte que "hay algo que no suena bien".
Pero, ¿quiénes son realmente plagiadores? Muchos son estudiantes no graduados copian y pegan porque no han recibido instrucciones apropiadas sobre cómo escribir un informe, le explicó a la BBC el doctor John Olsson, del Instituto de Lingüística Forense del Reino Unido.
"Acabas de salir de la escuela secundaria y de pronto te piden que escribas 3.000 palabras para el lunes. Es una tarea ardua".
"He visto casos de estudiantes que fueron expulsados de cursos por copiar varios párrafos", señala, en desacuerdo, Olsson.
¿Original o auténtico?
Hay quienes afirman que lo que se considera aceptable o no varía entre generaciones.
Cuando en 2006 la joven escritora Kaavya Viswanathan publicó en Estados Unidos una exitosa novela, fue blanco de duras críticas por presunto plagio. La estudiante de la Universidad de Harvard reconoció la falta y debió enfrentarse a la ira de su editor.
Más recientemente, Helen Hagemann, una autora alemana de 17 años, se defendió de acusaciones de plagio hablando de "incorporación" e insistió: "No existe eso llamado originalidad, sólo autenticidad".
Estos episodios han impulsado debates sobre la larga tradición de autores que han utilizado el trabajo de otros.
Algunos querrían ver un cambio hacia una tendencia más moderna de utilizar obras ajenas, recuperando y reconociendo antiguas nociones sobre la propiedad de las ideas.
Pero los académicos quieren dejar la línea bien trazada. Que la tecnología haya avanzado no necesariamente significa que debamos redefinir el concepto de plagio, afirmó Olsson.
"Creo que no deberíamos cambiar nuestros estándares. Eso sería muy dañino para la educación superior", agregó.
Carroll coincidió: "Ser 'original' no significa tener ideas nuevas, nunca antes expresadas por el ser humano; simplemente quiere decir que hagas tu propio trabajo".
El problema del plagio captó la atención mundial esta semana. Ha sido una mala semana para la honestidad, hay que reconocerlo. Primero el ministro alemán de Defensa, Karl-Theodor zu Guttenberg, renunció tras admitir que había copiado amplios pasajes de su tesis doctoral.
Horas después la London School of Economics (LSE), en el Reino Unido, anunció que estaba indagando si uno de los hijos del líder libio Muamar Gadafi, Saif-al Islam, también "robó" textos o usó los servicios de un "escritor fantasma" para la suya.
Y este viernes, en Japón, la policía arrestó a un adolescente acusado de hacer trampa en su examen de ingreso a la universidad por consultar las respuestas en foros de internet a través de su teléfono móvil.
Surge entonces la pregunta: ¿está el plagio fuera de control?
Los de Zu Guttenberg y el hijo de Gadafi son casos llamativos, pero en el mundo de literario, el del periodismo y el de la educación la copia es un problema desde hace muchos años.
"Hoy, internet les ofrece a los estudiantes mayores oportunidades de duplicar y fabricar", le explicó a la BBC Jude Carroll, de la Universidad Oxford Brookes, en Inglaterra, y autora de "Manual para evitar el plagio en la educación superior".
"Google les ha dado a los estudiantes acceso a un catálogo de textos aún mayor", afirmó.
"Las oportunidades de recolectar material se han incrementado".
Copiar y pegar
Hubo un tiempo en que el plagio implicaba una detenida lectura del contenido y la copia de puño y letra, pero ahora es tan fácil como "googlear" el tema en cuestión y acudir a la fórmula Ctrl+C, Ctrl+V.
Y es que desde Wikipedia hasta otras fuentes gratuitas, pasando por bases de datos académicas del tipo JSTOR, existe un universo de tesoros por encontrar para los amantes del plagio.
"El poeta Lord Byron nunca dejó que alguien entrara a su biblioteca porque no quería que nadie se enterara de lo que estaba copiando", recordó Carroll.
"La diferencia con entonces es que hoy todos podemos copiar información de las bibliotecas de otros", ironizó.
El plagio ha estado con nosotros desde que existe la palabra escrita. Desde los clásicos dramaturgos griegos hasta Martin Luther King, incluso las más figuras más renombradas han estado rodeadas de esta polémica.
Pero en la última década los académicos han alzado la voz con exasperación por la marea de estudiantes que utilizan desde Wikipedia hasta servicios de empresas que redactan informes a la medida para obtener buenas calificaciones.
Y las universidades se han visto involucradas en el juego del gato y el ratón para ponerles freno a los plagiadores.
¿Cómo descubrirlos?
En el Reino Unido, el 98% de las universidades utilizan un programa llamado clic Turnitin para analizar trabajos sospechosos, según le dijo a la BBC la compañía que lo comercializa.
Este software escanea pasajes del texto y los compara con una base de datos que contiene 155 millones de informes de estudiantes, 110 millones de documentos y 14.000 millones de sitios de internet.
Karl-Theodor zu Guttenberg
El ministro alemán de Defensa, Karl-Theodor zu Guttenberg, debió renunciar por acusaciones de plagio.
Tan sólo en el ciclo académico 2006/2007, más de 600.000 ensayos fueron evaluados con este programa en el Reino Unido. El año pasado la cifra ascendió a tres millones.
Por supuesto, un pasaje que concuerde con la base de datos no necesariamente indica un plagio. Un buen ensayo académico suele contener referencias y citas de obras ajenas.
"Este programa no es un arma de precisión absoluta", aclaró Barry Calvert, de iParadigms, la empresa que creó el software. "Todavía hace falta la ayuda de un ser humano para detectar a un tramposo".
Muy a menudo, detrás de un aparente fraude está un estudiante que simplemente es incapaz de escribir adecuadamente un ensayo o que se olvida de atribuir una cita.
En los casos en los que efectivamente hubo copia, las sospechas surgen frecuentemente no bien se lee el escrito y se advierte que "hay algo que no suena bien".
Pero, ¿quiénes son realmente plagiadores? Muchos son estudiantes no graduados copian y pegan porque no han recibido instrucciones apropiadas sobre cómo escribir un informe, le explicó a la BBC el doctor John Olsson, del Instituto de Lingüística Forense del Reino Unido.
"Acabas de salir de la escuela secundaria y de pronto te piden que escribas 3.000 palabras para el lunes. Es una tarea ardua".
"He visto casos de estudiantes que fueron expulsados de cursos por copiar varios párrafos", señala, en desacuerdo, Olsson.
¿Original o auténtico?
Hay quienes afirman que lo que se considera aceptable o no varía entre generaciones.
Cuando en 2006 la joven escritora Kaavya Viswanathan publicó en Estados Unidos una exitosa novela, fue blanco de duras críticas por presunto plagio. La estudiante de la Universidad de Harvard reconoció la falta y debió enfrentarse a la ira de su editor.
Más recientemente, Helen Hagemann, una autora alemana de 17 años, se defendió de acusaciones de plagio hablando de "incorporación" e insistió: "No existe eso llamado originalidad, sólo autenticidad".
Estos episodios han impulsado debates sobre la larga tradición de autores que han utilizado el trabajo de otros.
Algunos querrían ver un cambio hacia una tendencia más moderna de utilizar obras ajenas, recuperando y reconociendo antiguas nociones sobre la propiedad de las ideas.
Pero los académicos quieren dejar la línea bien trazada. Que la tecnología haya avanzado no necesariamente significa que debamos redefinir el concepto de plagio, afirmó Olsson.
"Creo que no deberíamos cambiar nuestros estándares. Eso sería muy dañino para la educación superior", agregó.
Carroll coincidió: "Ser 'original' no significa tener ideas nuevas, nunca antes expresadas por el ser humano; simplemente quiere decir que hagas tu propio trabajo".