Bruselas calcula que rescatar a Portugal costará hasta 75.000 millones
Bruselas, El País
La búsqueda de soluciones a la crisis financiera de Portugal, que provocó ayer la dimisión del primer ministro, José Sócrates, está marcando completamente la agenda de la cumbre de jefes de Estado o de Gobierno de los Veintisiete que ha empezado hoy en Bruselas. Además, aunque el Gobierno de Lisboa asegura que no va pedir el rescate todavía, ya se baraja una cifra sobre lo que costaría. De hecho, el propio Jean-Claude Jüncker, presidente del Eurogrupo -el órgano que agrupa a los ministros de Economía de los países del euro-, ha admitido a preguntas de la prensa que la cifra que se baraja sobre el montante del rescate sería de entre 70.000 millones a 75.000 millones de euros. "Es una cifra apropiada", ha respondido.
En la apertura del evento, el presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, ha dicho que espera que los problemas se resuelvan "lo antes posible" para recuperar la confianza en la economía, aunque no se ha pronunciado sobre si Lisboa necesitará un rescate de la UE. Barroso espera que el Consejo Europeo, tras escuchar el análisis de Sócrates, confirme el apoyo a las medidas de consolidación fiscal y reformas estructurales que, a su juicio, son "indispensables" para recuperar la confianza en la economía portuguesa pese al rechazo del Parlamento. También la canciller alemana, Angela Merkel, se ha mostrado inflexible sobre este extremo y ha solicitado al futuro Gobierno que asuma "como propio" el "ambicioso" programa de ajuste.
A pesar del rechazo del Parlamento portugués a las medidas de austeridad presentadas por el Gobierno de José Sócrates, los líderes europeos intentarán adoptar una posición constructiva que no desestabilice más aún la situación de Portugal y a la de la zona euro en su conjunto. Los procesos electorales de Finlandia y Alemania retrasarán la validación de los acuerdos sobre los mecanismos de rescate, lo que no ha sentado bien en los mercados. En la calle, los sindicatos han convocado manifestaciones, que están siendo masivas, contra los recortes de derechos sociales que conlleva el Pacto del Euro.
Los líderes intentarán también calmar a los mercados, donde la presión de los inversores ha llevado a máximos la rentabilidad exigida a los bonos portugueses con un 7,6% a 10 años y un 8,2% a cinco, lo que complica, y mucho, las opciones del país para financiarse. Un coste superior al 7% resulta insostenible, de ahí que los mercados creen que el rescate es inminente. "Es bastante inevitable", ha asegurado a Bloomberg Jacques Cailloux, economista del Royal Bank of Scotland. Además, ha advertido de que "las condiciones del mercado se irán deteriorando en ausencia de nuevas medidas". Por este motivo, ha señalado que "existe el riesgo de nuevos recortes en su nota de solvencia, lo que será anticipado por los mercados y puede provocar una nueva profecía autocumplida". Precisamente, horas después de estas palabras, la agencia Fitch ha recortado hoy en dos peldaños la nota de solvencia de Portugal de A+ a A-. Esta agencia era la única que mantenía todavía el rating del país en los mismos niveles que en 2010 porque S&P y Moody's ya habían sacado la tijera en los últimos meses. En cualquier caso, sigue en un nivel considerado como "bueno".
No obstante, aunque Lisboa active la ayuda, ya que la decisión última es suya, la incertidumbre sobre el futuro político de Sócrates y la tardanza en las elecciones, que no se pueden celebrar hasta el verano, hace muy difícil cerrar un acuerdo sobre el plan de auxilio. Sobre todo en lo relativo a las ineludibles medidas de ajuste que lleva implícitas acudir al mecanismo de emergencia. Asimismo, hay que recordar que poner en marcha el rescate no ayudó al Gobierno de Dublín a resolver sus problemas en los mercados. Más bien tuvo el efecto contrario y de hecho acabó extendiendo las dudas al resto de los llamados periféricos, un grupo en el que junto a Portugal y los ya rescatados Irlanda y Grecia también están España, Bélgica e Italia.
Las próximas decisiones de Portugal y Bruselas dependen de si el país ibérico cuenta con fondos suficientes para hacer frente a los vencimientos que tiene de aquí al 11 de junio. En total son 8.300 millones de euros. Si puede abonarlos echando mano de la caja, el rescate podrá esperar, pero en caso contrario tendrá que intentar llegar a un acuerdo con Bruselas que también cuente con el apoyo de la oposición para cerrar un crédito y no caer en la insolvencia. La cifra que se baraja hoy de hasta 75.000 millones es inferior a los 85.000 millones del préstamo otorgado a Irlanda. No obstante, si el problema de esta último país estaba en sus bancos, en el caso de Portugal su punto flaco pasan por la necesidad de reformas estructurales para reforzar su débil tasa de crecimiento, un factor indispensable para lograr reducir su deuda, según afirma Barclays Capital en su análisis. Otra entidad, el Royal Bank of Scotland, cifra las necesidades de Lisboa en 80.000 millones. En cuanto a Grecia, el dinero que necesita Portugal también es inferior a los 110.000 millones prestados a Atenas.
De momento, para la UE, lo fundamental es el acuerdo previo alcanzado entre el Gobierno y la oposición portugueses, en el que se aprobó un durísimo ajuste del déficit público para bajarlo al 4,6% en 2011; al 3% en 2012 y al 2% en 2013. El detalle sobre las medidas de austeridad para lograr estos objetivos es lo que Europa deja en manos de los políticos portugueses y que fue el objeto del polémico debate de ayer.
El clima político se deterioró sustancialmente en Lisboa cuando trascendió que Sócrates había consensuado las duras medidas de ajuste, algunas muy contestadas como el recorte de pensiones y de empleos públicos, con la Comisión Europea y el Banco Central Europeo al margen de los demás partidos. La UE confía en que, con independencia de la lucha política, las autoridades portuguesas encontrarán las medidas adecuadas para cumplir los objetivos de déficit acordados.
La reunión se celebrará con otras importantes incertidumbres. Una de ellas es la negativa de Finlandia, pendiente de las elecciones del 17 de abril, a aumentar la dotación del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), de carácter temporal para que sean efectivos los 440.000 millones previstos.
En el marco del semestre europeo, los líderes deberán fijar "las prioridades en materia de saneamiento presupuestario y reformas estructurales", que después los Estados tendrán que reflejar en los presupuestos de 2012. Las medidas de ajuste que ello implicará y la filosofía de recorte del Pacto del Euro volverán a desatar protestas populares. Y no solo en Portugal sino en Bruselas, donde acudirán los sindicatos.
La búsqueda de soluciones a la crisis financiera de Portugal, que provocó ayer la dimisión del primer ministro, José Sócrates, está marcando completamente la agenda de la cumbre de jefes de Estado o de Gobierno de los Veintisiete que ha empezado hoy en Bruselas. Además, aunque el Gobierno de Lisboa asegura que no va pedir el rescate todavía, ya se baraja una cifra sobre lo que costaría. De hecho, el propio Jean-Claude Jüncker, presidente del Eurogrupo -el órgano que agrupa a los ministros de Economía de los países del euro-, ha admitido a preguntas de la prensa que la cifra que se baraja sobre el montante del rescate sería de entre 70.000 millones a 75.000 millones de euros. "Es una cifra apropiada", ha respondido.
En la apertura del evento, el presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, ha dicho que espera que los problemas se resuelvan "lo antes posible" para recuperar la confianza en la economía, aunque no se ha pronunciado sobre si Lisboa necesitará un rescate de la UE. Barroso espera que el Consejo Europeo, tras escuchar el análisis de Sócrates, confirme el apoyo a las medidas de consolidación fiscal y reformas estructurales que, a su juicio, son "indispensables" para recuperar la confianza en la economía portuguesa pese al rechazo del Parlamento. También la canciller alemana, Angela Merkel, se ha mostrado inflexible sobre este extremo y ha solicitado al futuro Gobierno que asuma "como propio" el "ambicioso" programa de ajuste.
A pesar del rechazo del Parlamento portugués a las medidas de austeridad presentadas por el Gobierno de José Sócrates, los líderes europeos intentarán adoptar una posición constructiva que no desestabilice más aún la situación de Portugal y a la de la zona euro en su conjunto. Los procesos electorales de Finlandia y Alemania retrasarán la validación de los acuerdos sobre los mecanismos de rescate, lo que no ha sentado bien en los mercados. En la calle, los sindicatos han convocado manifestaciones, que están siendo masivas, contra los recortes de derechos sociales que conlleva el Pacto del Euro.
Los líderes intentarán también calmar a los mercados, donde la presión de los inversores ha llevado a máximos la rentabilidad exigida a los bonos portugueses con un 7,6% a 10 años y un 8,2% a cinco, lo que complica, y mucho, las opciones del país para financiarse. Un coste superior al 7% resulta insostenible, de ahí que los mercados creen que el rescate es inminente. "Es bastante inevitable", ha asegurado a Bloomberg Jacques Cailloux, economista del Royal Bank of Scotland. Además, ha advertido de que "las condiciones del mercado se irán deteriorando en ausencia de nuevas medidas". Por este motivo, ha señalado que "existe el riesgo de nuevos recortes en su nota de solvencia, lo que será anticipado por los mercados y puede provocar una nueva profecía autocumplida". Precisamente, horas después de estas palabras, la agencia Fitch ha recortado hoy en dos peldaños la nota de solvencia de Portugal de A+ a A-. Esta agencia era la única que mantenía todavía el rating del país en los mismos niveles que en 2010 porque S&P y Moody's ya habían sacado la tijera en los últimos meses. En cualquier caso, sigue en un nivel considerado como "bueno".
No obstante, aunque Lisboa active la ayuda, ya que la decisión última es suya, la incertidumbre sobre el futuro político de Sócrates y la tardanza en las elecciones, que no se pueden celebrar hasta el verano, hace muy difícil cerrar un acuerdo sobre el plan de auxilio. Sobre todo en lo relativo a las ineludibles medidas de ajuste que lleva implícitas acudir al mecanismo de emergencia. Asimismo, hay que recordar que poner en marcha el rescate no ayudó al Gobierno de Dublín a resolver sus problemas en los mercados. Más bien tuvo el efecto contrario y de hecho acabó extendiendo las dudas al resto de los llamados periféricos, un grupo en el que junto a Portugal y los ya rescatados Irlanda y Grecia también están España, Bélgica e Italia.
Las próximas decisiones de Portugal y Bruselas dependen de si el país ibérico cuenta con fondos suficientes para hacer frente a los vencimientos que tiene de aquí al 11 de junio. En total son 8.300 millones de euros. Si puede abonarlos echando mano de la caja, el rescate podrá esperar, pero en caso contrario tendrá que intentar llegar a un acuerdo con Bruselas que también cuente con el apoyo de la oposición para cerrar un crédito y no caer en la insolvencia. La cifra que se baraja hoy de hasta 75.000 millones es inferior a los 85.000 millones del préstamo otorgado a Irlanda. No obstante, si el problema de esta último país estaba en sus bancos, en el caso de Portugal su punto flaco pasan por la necesidad de reformas estructurales para reforzar su débil tasa de crecimiento, un factor indispensable para lograr reducir su deuda, según afirma Barclays Capital en su análisis. Otra entidad, el Royal Bank of Scotland, cifra las necesidades de Lisboa en 80.000 millones. En cuanto a Grecia, el dinero que necesita Portugal también es inferior a los 110.000 millones prestados a Atenas.
De momento, para la UE, lo fundamental es el acuerdo previo alcanzado entre el Gobierno y la oposición portugueses, en el que se aprobó un durísimo ajuste del déficit público para bajarlo al 4,6% en 2011; al 3% en 2012 y al 2% en 2013. El detalle sobre las medidas de austeridad para lograr estos objetivos es lo que Europa deja en manos de los políticos portugueses y que fue el objeto del polémico debate de ayer.
El clima político se deterioró sustancialmente en Lisboa cuando trascendió que Sócrates había consensuado las duras medidas de ajuste, algunas muy contestadas como el recorte de pensiones y de empleos públicos, con la Comisión Europea y el Banco Central Europeo al margen de los demás partidos. La UE confía en que, con independencia de la lucha política, las autoridades portuguesas encontrarán las medidas adecuadas para cumplir los objetivos de déficit acordados.
La reunión se celebrará con otras importantes incertidumbres. Una de ellas es la negativa de Finlandia, pendiente de las elecciones del 17 de abril, a aumentar la dotación del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), de carácter temporal para que sean efectivos los 440.000 millones previstos.
En el marco del semestre europeo, los líderes deberán fijar "las prioridades en materia de saneamiento presupuestario y reformas estructurales", que después los Estados tendrán que reflejar en los presupuestos de 2012. Las medidas de ajuste que ello implicará y la filosofía de recorte del Pacto del Euro volverán a desatar protestas populares. Y no solo en Portugal sino en Bruselas, donde acudirán los sindicatos.