Wilstermann sufrió por su falta de combustible

La caída de Wilstermann (dado el anómalo contexto en el que debió asumir su participación en esta edición de la Copa Libertadores) es bastante lógica, básicamente si colocamos en la balanza los diferenciales de preparación y ritmo competitivo expuestos por ambos. La ausencia de rodaje penalizó más a los rojos (vestidos de blanco en Tuxtla Gutiérrez) que el beneficio extraído por Jaguares de su activa participación en la competencia mexicana, donde va último, arrastrando cuatro caídas al hilo.

Wilstermann careció de sustento físico para dotar de vitalidad a una ofensiva escuálida, patéticamente abandonada en la lejanía serrana. Como lo prioritario era defender, la disciplina posicional era fundamental para la protección de los espacios, aunque supusiese una implícita renuncia al quehacer ofensivo. Cierto es que, por momentos, Wilstermann condujo el balón con acierto y cierta elegancia, pero siempre exhibió fracturas para conectarse, dificultades de recorrido para cubrir las grandes distancias entre líneas, aquellas planteadas por las rigideces del esquema de Neveleff, que exigen mucho desgaste físico a un equipo de escaso combustible. Lógico fue, en consecuencia, que sus escasas aproximaciones carecieran de profundidad, más aún si nunca pudo encontrar a García Uribe como eje referencial, como eje distribuidor, del juego ofensivo. El enganche peruano, adicto a las desapariciones públicas, se movió muy poco para buscar el espacio libre y, por tanto, casi nunca apareció comandando las evoluciones ofensivas. Quien sufrió aún más fue el punta Toscanini, obligado a correr balones náufragos o a enfrentarse, en desventaja, a centinelas de granito.

Lo que permitió a Wilstermann salir con vida de la primera parte fue, además de su orden posicional, la lentitud del fútbol de Jaguares. El cuadro mexicano expuso, durante la laxitud de horrendos 45 minutos, las razones de sus coyunturales penurias. Con un sistema análogo al planteado por los rojos, fue víctima de la lentitud que lo hizo mortalmente predecible, además de errático y tozudo. Falto de ideas, intentó lo mismo, con un repertorio rutinario y fragmentado.

Para la segunda mitad, Wilstermann se vino abajo. Jaguares (ya sin Manso en el eje) tuvo más ritmo ante un adversario cada vez más parado y menos articulado.

El gol (un disparo que Domisate bloqueó deficientemente) dividió el trámite, mostrando a un Wilstermann sin recursos para torcer la historia (y agrietado por un súbito apagón de energía) y a un Jaguares suficiente, en control del trámite a partir de la circulación de pelota.

Aún lógica, la caída de Wilstermann (0-2) preocupa más por el nivel de exposición ante uno de los peores cuadros que, seguramente, encontrará en este tortuoso camino.

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