Los desplantes de Riquelme cansaron a Falcioni
Buenos Aires, Olé
La no-relación entre el 10 y el DT se terminó de quebrar. JC lo puso de suplente, Román la rompió, hizo un gol, lo gritó y, de postre, lo miró. El técnico ya no lo aguanta y lo sacó de la lista de concentrados.
A las 9.55 del miércoles 23 de febrero del 2011 se produjo un hecho que quedará en la historia de Boca: por primera vez desde que es el jugador que es, Juan Román Riquelme arrancó para los suplentes la práctica de fútbol. Hubo veces en las que no integró el equipo titular, como cuando subió a Primera o tomaba ritmo tras una lesión. Pero ayer, Falcioni tomó una decisión que no tomó ningún otro DT: lo sacó por una decisión táctica. Táctica y algo más: en realidad, JC está cansado de algunas actitudes del 10 (declaraciones criticando al equipo, por ejemplo) y de que no esté como él pretende físicamente. Y esta decisión es, ante todo, un gesto de autoridad avisando que nadie se pone o se saca del equipo. La historia del día (¿del año?), claro, no terminó con esa pechera que Javier Sanguinetti, ayudante del DT, le acercó a un asombrado Román. Ahí comenzó.
Con una mueca de fastidio, el 10 la agarró y se alejó unos metros de su equipo (mezcla de suplentes y pibes de 5ª). Cuando estaba por empezar el partido, dirigido por Omar Píccoli (el otro ayudante), Riquelme fue a ocupar su posición en el campo y recién ahí se colocó esa pechera que nunca se quiso poner. En esos 40 minutos que duró el PT, se lo vio activo, participativo y desequilibrante. Como intentando demostrarle a Falcioni, que observaba desde la raya de cal, que está equivocado. A los 15’, un pase suyo fue cabeceado por Viatri y obligó a que Javier García se esforzara para enviar la pelota al córner. Cinco minutos más tarde, Viatri lo asistió y Román, desde el borde del área, definió con un derechazo cruzado, inatajable. La noticia se multiplicaba vía twitter: los suplentes les ganaban 1-0 a los titulares... ¡con gol de Riquelme! Pero su obra más significativa no fue esa joya sino lo que hizo al instante: cerró el puño, gritó “gol” y enseguida sus ojos buscaron la figura de Falcioni. Román le clavó la mirada, casi una dedicatoria.
Antes de que terminara ese primer tiempo en el que los titulares no generaron ni una situación de gol, Riquelme volvió a usar el guante que tiene en su botín derecho y dejó a Araujo mano a mano con García. El tiro se fue afuera. De un lado no había juego. Del otro estaba Riquelme.
En el descanso, Falcioni se acercó y le dijo: “Román, dame la pechera”. Y agregó: “Vení”. Lo mismo le repitió Sanguinetti, quien acompañó al DT hacia la mitad de cancha. ¿Qué hizo Román? Transitó esos metros con mucha parsimonia. Y cuando llegó al círculo central, en lugar de acercarse a los titulares para escuchar las indicaciones del técnico, se puso de espaldas, mirando hacia otro lado. Cero bola.
Con Riquelme, los titulares se arrimaron al arco. Hubo cuatro situaciones y en todas participó él. En la primera, un disparo suyo desde afuera fue enviado al córner por un Lucchetti que debió estirarse. Al rato, le metió un pase largo a Palermo para dejarlo mano a mano, pero el Laucha llegó antes. Después, la abrió a la derecha para Battaglia; Seba, en lugar de devolvérsela, definió al primer palo y el arquero la sacó al córner. En la cuarta pateó el 10, desviado.
El lunes declaró que estaba 100% y el miércoles, en esos 65 minutos, lo demostró en la cancha. Nadie generó más peligro que él. Nadie incomoda tanto a Falcioni, porque le rompe los esquemas. “Si me quiere limpiar, que me lo diga en la cara”, le mandó el 10 el mensaje a través del PF Otero. Al final, Falcioni lo sacó, con el costo que pueda tener de cara a la hinchada, si mañana, ante All Boys, Boca no gana y, peor aún, lo hace sin fútbol.
La no-relación entre el 10 y el DT se terminó de quebrar. JC lo puso de suplente, Román la rompió, hizo un gol, lo gritó y, de postre, lo miró. El técnico ya no lo aguanta y lo sacó de la lista de concentrados.
A las 9.55 del miércoles 23 de febrero del 2011 se produjo un hecho que quedará en la historia de Boca: por primera vez desde que es el jugador que es, Juan Román Riquelme arrancó para los suplentes la práctica de fútbol. Hubo veces en las que no integró el equipo titular, como cuando subió a Primera o tomaba ritmo tras una lesión. Pero ayer, Falcioni tomó una decisión que no tomó ningún otro DT: lo sacó por una decisión táctica. Táctica y algo más: en realidad, JC está cansado de algunas actitudes del 10 (declaraciones criticando al equipo, por ejemplo) y de que no esté como él pretende físicamente. Y esta decisión es, ante todo, un gesto de autoridad avisando que nadie se pone o se saca del equipo. La historia del día (¿del año?), claro, no terminó con esa pechera que Javier Sanguinetti, ayudante del DT, le acercó a un asombrado Román. Ahí comenzó.
Con una mueca de fastidio, el 10 la agarró y se alejó unos metros de su equipo (mezcla de suplentes y pibes de 5ª). Cuando estaba por empezar el partido, dirigido por Omar Píccoli (el otro ayudante), Riquelme fue a ocupar su posición en el campo y recién ahí se colocó esa pechera que nunca se quiso poner. En esos 40 minutos que duró el PT, se lo vio activo, participativo y desequilibrante. Como intentando demostrarle a Falcioni, que observaba desde la raya de cal, que está equivocado. A los 15’, un pase suyo fue cabeceado por Viatri y obligó a que Javier García se esforzara para enviar la pelota al córner. Cinco minutos más tarde, Viatri lo asistió y Román, desde el borde del área, definió con un derechazo cruzado, inatajable. La noticia se multiplicaba vía twitter: los suplentes les ganaban 1-0 a los titulares... ¡con gol de Riquelme! Pero su obra más significativa no fue esa joya sino lo que hizo al instante: cerró el puño, gritó “gol” y enseguida sus ojos buscaron la figura de Falcioni. Román le clavó la mirada, casi una dedicatoria.
Antes de que terminara ese primer tiempo en el que los titulares no generaron ni una situación de gol, Riquelme volvió a usar el guante que tiene en su botín derecho y dejó a Araujo mano a mano con García. El tiro se fue afuera. De un lado no había juego. Del otro estaba Riquelme.
En el descanso, Falcioni se acercó y le dijo: “Román, dame la pechera”. Y agregó: “Vení”. Lo mismo le repitió Sanguinetti, quien acompañó al DT hacia la mitad de cancha. ¿Qué hizo Román? Transitó esos metros con mucha parsimonia. Y cuando llegó al círculo central, en lugar de acercarse a los titulares para escuchar las indicaciones del técnico, se puso de espaldas, mirando hacia otro lado. Cero bola.
Con Riquelme, los titulares se arrimaron al arco. Hubo cuatro situaciones y en todas participó él. En la primera, un disparo suyo desde afuera fue enviado al córner por un Lucchetti que debió estirarse. Al rato, le metió un pase largo a Palermo para dejarlo mano a mano, pero el Laucha llegó antes. Después, la abrió a la derecha para Battaglia; Seba, en lugar de devolvérsela, definió al primer palo y el arquero la sacó al córner. En la cuarta pateó el 10, desviado.
El lunes declaró que estaba 100% y el miércoles, en esos 65 minutos, lo demostró en la cancha. Nadie generó más peligro que él. Nadie incomoda tanto a Falcioni, porque le rompe los esquemas. “Si me quiere limpiar, que me lo diga en la cara”, le mandó el 10 el mensaje a través del PF Otero. Al final, Falcioni lo sacó, con el costo que pueda tener de cara a la hinchada, si mañana, ante All Boys, Boca no gana y, peor aún, lo hace sin fútbol.