El Ejército intenta aplastar a sangre y fuego la mayor revuelta contra Gadafi
Trípoli, El País
La policía no basta y además no siempre está siendo leal. Así que el régimen de Muamar el Gadafi ha sacado a la calle al Ejército en Bengasi y Derna para tratar de acabar con la mayor oleada de protestas desde que hace casi 42 años llegó al poder. Amnistía Internacional señaló ayer que la represión, en la mayoría de los casos por disparos de la policía, ha causado desde jueves la muerte de al menos 46 personas.
Desde Londres y Ginebra, donde cuentan con una pequeña infraestructura, la oposición libia y un par de ONG de defensa de los derechos humanos aseguran que esa cifra es mucho mayor. Un residente en Bengasi, la segunda ciudad del país, a unos 1.000 kilómetros al este de Trípoli, indicó que ayer fueron enterradas unas 30 víctimas de la represión fallecidas durante las protestas del jueves. Parte de Bengasi escapaba anoche al control de las autoridades; los manifestantes se habían apoderado de la radio.
Varios testimonios en las redes sociales -el acceso a Facebook y Twitter fue cortado a última hora de la tarde de ayer por el Gobierno- apuntan incluso a que en algunas ciudades del este de Libia las autoridades incitaron a inmigrantes subsaharianos, a los que proporcionaron palos y armas blancas, a atacar a los manifestantes. En el país magrebí hay 1,2 millones de inmigrantes, casi la quinta parte de la población del país, pero en los numerosos vídeos colgados en la Red no se ve a mercenarios africanos agrediendo a manifestantes.
En Libia prácticamente no hay prensa internacional acreditada, por lo que el grueso de la información que llega a los medios de comunicación extranjeros procede de sus propios ciudadanos y de los grupos de exiliados en Europa.
Las autoridades no han facilitado ningún balance de víctimas y las televisiones ignoran por completo las protestas. Sí ofrecieron ayer, en cambio, imágenes de Gadafi rodadas por la mañana en la plaza Verde, en el centro de Trípoli. El líder aparecía rodeado de sus partidarios, pero no pronunció palabra alguna. Por la tarde, en cambio, cientos de jóvenes irrumpieron en la céntrica calle de Gumhuria de la capital para criticar al líder libio.
El diario privado Quryna de Bengasi, vinculado a Saif el Islam, el hijo predilecto de Gadafi, señaló que en la ciudad habían fallecido 20 personas a causa de los disparos y mostró algunas fotografías de los hospitales con heridos. En la cercana ciudad de Derna, la misma fuente informaba de la muerte de otros siete manifestantes.
Si solo en Bengasi han muerto 20 manifestantes, la cifra global de fallecidos debe de ser mucho más alta, porque, sobre todo en el este del país, pero también en el oeste, se han producido múltiples manifestaciones. En Trípoli se escucharon disparos, presumiblemente de las fuerzas del orden.
Quryna también confirmó implícitamente que la muchedumbre abrió las puertas de la cárcel de Kuwafiya, en Bengasi, y excarceló a un millar de presos, de los que 150 habrían sido capturados por las fuerzas de seguridad. Otras fuentes sospechan que fueron los propios prisioneros amotinados los que lograron evadirse. En la cárcel de El Jedida, en Trípoli, fueron los reos los que intentaron escaparse, según la agencia France Presse. Tres de ellos fueron abatidos por funcionarios de prisiones.
Dos ONG con sede en Ginebra -Solidaridad y Derechos Humanos en Libia y el Comité Libio para la Verdad y la Justicia- señalaron que manifestantes y policías desertores se habían adueñado durante horas de Al Baida, una ciudad de 120.000 habitantes al noreste de Bengasi. Informaciones posteriores difundidas por el diario Quryna aseguraban que al menos dos policías fueron ahorcados por grupos de personas que participaban en la revuelta. El Ejército fue el encargado de recuperar el control de la ciudad.
Algunos testimonios aseguraban que se produjeron también escenas de confraternización entre policías antidisturbios y manifestantes en Darnah, una ciudad portuaria de 50.000 habitantes en la misma región, y en Al Majr, de 54.000 habitantes. Un vídeo rodado ayer en Tobruk, en la misma área, muestra cómo una multitud derriba un gran retrato de Gadafi colgado en un edificio mientras corea eslóganes contra el régimen.
La rebelión alcanzó también a los imanes, nombrados por el Ministerio de Asuntos Religiosos y a los que el Gobierno remite todos los viernes las directrices de los sermones que deben pronunciar en las mezquitas. El texto oficial para la predicación exhortaba al pueblo a ignorar las informaciones "sionistas e imperialistas" sobre las revueltas procedentes del extranjero. Testimonios coincidentes de varios lugares de Libia, pero sobre todo de Bengasi, indican que muchos de ellos desobedecieron las instrucciones.
La situación debe de ser lo suficientemente grave para que Libia, que ostenta la presidencia de turno de la Liga Árabe, haya anunciado que aplaza la próxima cumbre de jefes de Estado árabes prevista para finales de marzo en Bagdad. El Gobierno iraquí afirmó no tener constancia de esta decisión, e insistió en que cualquier cambio de fecha debe ser aprobado por la secretaría general de la Liga Árabe, en El Cairo.
La policía no basta y además no siempre está siendo leal. Así que el régimen de Muamar el Gadafi ha sacado a la calle al Ejército en Bengasi y Derna para tratar de acabar con la mayor oleada de protestas desde que hace casi 42 años llegó al poder. Amnistía Internacional señaló ayer que la represión, en la mayoría de los casos por disparos de la policía, ha causado desde jueves la muerte de al menos 46 personas.
Desde Londres y Ginebra, donde cuentan con una pequeña infraestructura, la oposición libia y un par de ONG de defensa de los derechos humanos aseguran que esa cifra es mucho mayor. Un residente en Bengasi, la segunda ciudad del país, a unos 1.000 kilómetros al este de Trípoli, indicó que ayer fueron enterradas unas 30 víctimas de la represión fallecidas durante las protestas del jueves. Parte de Bengasi escapaba anoche al control de las autoridades; los manifestantes se habían apoderado de la radio.
Varios testimonios en las redes sociales -el acceso a Facebook y Twitter fue cortado a última hora de la tarde de ayer por el Gobierno- apuntan incluso a que en algunas ciudades del este de Libia las autoridades incitaron a inmigrantes subsaharianos, a los que proporcionaron palos y armas blancas, a atacar a los manifestantes. En el país magrebí hay 1,2 millones de inmigrantes, casi la quinta parte de la población del país, pero en los numerosos vídeos colgados en la Red no se ve a mercenarios africanos agrediendo a manifestantes.
En Libia prácticamente no hay prensa internacional acreditada, por lo que el grueso de la información que llega a los medios de comunicación extranjeros procede de sus propios ciudadanos y de los grupos de exiliados en Europa.
Las autoridades no han facilitado ningún balance de víctimas y las televisiones ignoran por completo las protestas. Sí ofrecieron ayer, en cambio, imágenes de Gadafi rodadas por la mañana en la plaza Verde, en el centro de Trípoli. El líder aparecía rodeado de sus partidarios, pero no pronunció palabra alguna. Por la tarde, en cambio, cientos de jóvenes irrumpieron en la céntrica calle de Gumhuria de la capital para criticar al líder libio.
El diario privado Quryna de Bengasi, vinculado a Saif el Islam, el hijo predilecto de Gadafi, señaló que en la ciudad habían fallecido 20 personas a causa de los disparos y mostró algunas fotografías de los hospitales con heridos. En la cercana ciudad de Derna, la misma fuente informaba de la muerte de otros siete manifestantes.
Si solo en Bengasi han muerto 20 manifestantes, la cifra global de fallecidos debe de ser mucho más alta, porque, sobre todo en el este del país, pero también en el oeste, se han producido múltiples manifestaciones. En Trípoli se escucharon disparos, presumiblemente de las fuerzas del orden.
Quryna también confirmó implícitamente que la muchedumbre abrió las puertas de la cárcel de Kuwafiya, en Bengasi, y excarceló a un millar de presos, de los que 150 habrían sido capturados por las fuerzas de seguridad. Otras fuentes sospechan que fueron los propios prisioneros amotinados los que lograron evadirse. En la cárcel de El Jedida, en Trípoli, fueron los reos los que intentaron escaparse, según la agencia France Presse. Tres de ellos fueron abatidos por funcionarios de prisiones.
Dos ONG con sede en Ginebra -Solidaridad y Derechos Humanos en Libia y el Comité Libio para la Verdad y la Justicia- señalaron que manifestantes y policías desertores se habían adueñado durante horas de Al Baida, una ciudad de 120.000 habitantes al noreste de Bengasi. Informaciones posteriores difundidas por el diario Quryna aseguraban que al menos dos policías fueron ahorcados por grupos de personas que participaban en la revuelta. El Ejército fue el encargado de recuperar el control de la ciudad.
Algunos testimonios aseguraban que se produjeron también escenas de confraternización entre policías antidisturbios y manifestantes en Darnah, una ciudad portuaria de 50.000 habitantes en la misma región, y en Al Majr, de 54.000 habitantes. Un vídeo rodado ayer en Tobruk, en la misma área, muestra cómo una multitud derriba un gran retrato de Gadafi colgado en un edificio mientras corea eslóganes contra el régimen.
La rebelión alcanzó también a los imanes, nombrados por el Ministerio de Asuntos Religiosos y a los que el Gobierno remite todos los viernes las directrices de los sermones que deben pronunciar en las mezquitas. El texto oficial para la predicación exhortaba al pueblo a ignorar las informaciones "sionistas e imperialistas" sobre las revueltas procedentes del extranjero. Testimonios coincidentes de varios lugares de Libia, pero sobre todo de Bengasi, indican que muchos de ellos desobedecieron las instrucciones.
La situación debe de ser lo suficientemente grave para que Libia, que ostenta la presidencia de turno de la Liga Árabe, haya anunciado que aplaza la próxima cumbre de jefes de Estado árabes prevista para finales de marzo en Bagdad. El Gobierno iraquí afirmó no tener constancia de esta decisión, e insistió en que cualquier cambio de fecha debe ser aprobado por la secretaría general de la Liga Árabe, en El Cairo.