Egipto celebra el adiós de Mubarak

Los militares destituyen al Gobierno del expresidente y disuelven el Parlamento. -Las Fuerzas Armadas prometen levantar el estado de excepción vigente desde 1981. -El anuncio desata la euforia entre los manifestantes que exigían su marcha desde hace 18 días.


El Cairo, El País

Egipto ha empezado a caminar hacia un futuro lleno de esperanzas. No puede esperar un camino fácil, pero el primer paso ha constituido un momento casi aéreo de orgullo y euforia. La algarabía se extiende a esta hora como una fuerza imparable capaz de arrasar un régimen. Las voces se alzan con la convicción, esta vez, de haber puesto un pie en la Historia.

Los egipcios han demostrado en 18 jornadas extraordinarias que la unión entre las nuevas redes sociales y las viejas manifestaciones puede derribar cualquier muro. La libertad se ha abierto ante ellos dulce, enorme, casi inabarcable. Fueron pacientes, constantes y pacíficos ante los últimos zarpazos de la tiranía, y han triunfado: Hosni Mubarak,dictador durante 30 años, ha dimitido y huyó hacia su mansión de Sharm el Sheij, en el mar Rojo. Con el colofón de que Suiza congeló pocas horas después buena parte de su fortuna, estimada en varios miles demillones de euros.

"Mabruk, Mabruk!", felicitaba un soldado al borde de las lágrimas a un anciano con galabeya (túnica) y turbante que se abrazaba a él. A su alrededor todo era rojo, blanco y negro. Los colores de la bandera ondean por cualquier rincón, asoman por las ventanillas de los coches o decoran los rostros.

Desvanecimientos, ataques de nervios y torceduras han tomado el relevo a las heridas de bala y las pedradas. Egipto entero canta y baila. Los clásicos sirven para cualquier ocasión: "Nuestra canción habla del pueblo, de los pobres que no tienen nada pero lo pueden todo y luchan por su libertad, porque son fuertes y tienen convicciones y dignidad", gritaba Samer Maher mientras sus amigos bailaban con los brazos alzados chasqueando los dedos al compás de una canción de Said Darwish.

"Es el mejor día de mi vida". "Es lo que siempre quise para mis hijos"."Tengo 27 años y nunca pensé que podría elegir al próximo presidente.En unas elecciones libres, en democracia.... Este es solo el primerpaso, mañana estaremos otra vez en Tahrir". Todo el mundo tiene unahistoria que contar esta noche en la plaza Tahrir.

En los tanques, los soldados tratan de contenerse mientras de todas partes surgen espontáneos que les besan o cubren con banderas. En la entrada de un puesto de zumos un hombre insistía en invitar a un jugo de caña a dos militares de escaso mostacho a los que sacaba varias cabezas.

El Ejército ha asumido temporalmente el poder, con la promesa de una "transición pacífica" hacia "una sociedad democrática". El papel de los militares en la victoria que los egipcios celebran ha sido considerado fundamental por un pueblo que puso en ellos sus esperanzas, pero temió por un momento haberse confiado demasiado. Durante los primeros minutos los jóvenes soldados no se atrevieron a unirse a la celebración, pero el pueblo empujaba fuerte y no fueron capaces de mantener la serenidad mucho tiempo. Sin perder el control de la situación, manteniendo las identificaciones y los cacheos, los militares terminaron uniéndose a la fiesta.

Nueva etapa en Oriente

La caída del rais, celebrada por Estados Unidos y Europa, abre también una nueva etapa en Oriente Próximo. Mientras Israel y Arabia Saudí han expresado su inquietud por el cambio, los islamistas de Gaza, Irán y Líbano lo ven como una oportunidad. Tras las revoluciones de Túnez y Egipto, millones de ciudadanos árabes y norteafricanos han constatado que pueden elegir su propio destino.

Los grandes momentos históricos, y el de ayer lo fue sin duda, se resumen en pocas palabras. Como la breve declaración de Omar Suleimán, el vicepresidente que intentó heredar un régimen y fue engullido por los acontecimientos [Aquí puedes ver el vídeo]: "En las difíciles circunstancias que atraviesa el país, el presidente Hosni Mubarak ha decidido abandonar su cargo. Ha encargado al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas que dirija los asuntos del Estado". Eso fue todo. Segundos después, como si 80 millones de egipcios hubieran estado escuchando el mensaje televisado, el país entero estalló en júbilo.

El tono desafiante que Mubarak y el propio Suleimán habían utilizado la víspera, la inmensa decepción y rabia que habían provocado en la multitud, han quedado lejos en un instante. Probablemente ambos sabían, cuando aparecieron en televisión el jueves por la noche, que el poder se les escurría de las manos. Mubarak habló esa noche con un amigo personal, el ministro israelí Benjamín Ben-Eliezer, y le confesó que había llegado el final de su era. "Solo aspiraba a marcharse con dignidad", comentó Ben-Eliezer. Ni eso consiguió. En el último momento, solo pudo huir en helicóptero de un palacio rodeado por manifestantes. Con el colofón habitual en estos casos: la congelación de su fortuna, estimada en muchos miles de millones de euros, por parte de los bancos suizos.

Presión del Ejército

Aún no se conoce bien el desarrollo de los momentos finales. Parece claro, en cualquier caso, que los mandos militares hicieron saber a Mubarak, en algún momento del jueves, que su resistencia ya era inútil. Los generales, sin embargo, no han querido empujar hasta la calle al que había sido su héroe y seguía siendo un amigo y un jefe respetado. Eso explicaría los confusos comunicados del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, el incomprensible discurso de Mubarak, mezcla de arrogancia, sentimentalismo y minucias constitucionales, y la confusión que dominó la jornada. "Hubo un pulso oculto entre el Ejército y el dúo Mubarak-Suleimán", explicó a la edición digital de Al Ahram el general Safwat el-Zayat, exdirigente de los servicios secretos egipcios.

Ante Egipto se abren enormes esperanzas. También grandes incógnitas. El nuevo máximo dirigente, el general Mohamed Tantaui, se dirigió anoche a la nación para decir que el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas estudiaba la situación y sus próximas medidas, para homenajear a los jóvenes "mártires" de la revuelta y para rendir tributo a Hosni Mubarak por "sus sacrificios en tiempos de paz y de guerra". De Tantaui se esperaba una tutela temporal en la transición hacia la democracia. Eso era lo que había prometido en un anterior comunicado: conducir pacíficamente a los egipcios a una sociedad democrática. El Ejército ya había prometido levantar el estado de excepción cuando la gente desmontara el campamento de la plaza de la Liberación.

Sus primeras órdenes, no confirmadas oficialmente, han consistido en la destitución del Gobierno y en la disolución del Parlamento. En cualquier otra situación, esas decisiones serían interpretadas como el inicio de una dictadura de los espadones. En Egipto han puesto fin a un sistema tiránico, cruel y corrupto hasta la médula. El hecho de que el general Tantaui no mencionara siquiera a Suleimán se he interpretado como una ruptura seca con el poder caído. No ha habido el menor intento de simular alguna continuidad constitucional con el pasado.

Nueva generación de políticos

Conviene recordar, en cualquier caso, que Tantaui es amigo de Mubarak y le ha sido fiel hasta el final. Y que los generales de mayor rango, Tantaui y el resto de los miembros del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, han sido parte esencial de la dictadura y se beneficiaron de la corrupción. El Ejército se negó a disparar contra la multitud en los momentos más críticos de la revuelta y eso, además de acrecentar su prestigio entre la población, permitió que la caída del régimen no conllevara un baño de sangre. No existe indicio alguno, sin embargo, de que los generales sean fervientes demócratas, ni de que estén dispuestos a renunciar a su poder y privilegios. Cabe suponer más bien lo contrario. La evolución de Egipto hacia un sistema de libertad y justicia no ha hecho más que empezar.

La mayor potencia del mundo árabe dispone, al menos, de una nueva generación de políticos. No son los ancianos Mohamed el Baradei o Amr Musa, que desde el inicio de la revuelta se postularon como posibles futuros presidentes de un Egipto democrático, sino los 20 o 30 jóvenes profesionales que organizaron a través de Facebook y el correo electrónico una revolución inspirada en la de Túnez, pero de volumen y consecuencias mucho mayores. El líder de ese grupo, Wael Ghoneim, ejecutivo comercial de Google en la región, casado con una estadounidense e ideológicamente liberal, representa mejor que nadie tanto el rostro como el impulso de una generación egipcia que desea libertad política, económica, social y religiosa, en un sistema capaz de integrar con igual comodidad a los Hermanos Musulmanes, a los profesionales laicos y al Egipto profundo, rural y analfabeto.

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