EE UU establece contacto con los rebeldes y les ofrece "todo tipo de ayuda"
Trípoli, El País
Una vez establecido unánimemente por el Consejo de Seguridad de la ONU que Muamar Gadafi ha perdido toda legitimidad y merece acabar ante el Tribunal Internacional de La Haya, Estados Unidos se ha precipitado a entrar en contacto con las fuerzas rebeldes y a ofrecerles "cualquier clase de asistencia", según anunció la secretaria de Estado norteamericana, Hilllary Clinton, que se reunirá en Ginebra con sus colegas árabes y europeos para precisar y coordinar esa ayuda.
Ahora sí, la comunidad internacional está plenamente activa y movilizada para acelerar los acontecimientos en Libia, y Estados Unidos, después de algunos titubeos, parece decidido a asumir el liderazgo. "Estamos conversando con muchos diferentes libios en el Este mientras la revolución se traslada hacia el Oeste", declaró Clinton antes de salir de Washington. "Estamos listos y preparados para ofrecer cualquier tipo de asistencia", añadió. Durante el vuelo, la secretaria de Estado ha afirmado que la comunidad internacional debe desarrollar no solo una respuesta "humanitaria"sino también "política" a la crisis, "ahora que los libios tratan de organizar una era post Gadafi ".
Aunque la secretaria de Estado advirtió que "todavía es muy pronto para ver cómo esto va a funcionar", es claro que el mensaje que la Administración norteamericana quiere enviar es el de que su ayuda a los grupos insurgentes no tiene por qué limitarse a la de carácter puramente humanitario. En la medida en que el conflicto se prologue, los rebeldes anti Gadafi pueden requerir asistencia militar, pero antes de eso Estados Unidos y sus aliados podrían facilitar apoyo logístico y de inteligencia que facilitara el robustecimiento de las fuerzas de oposición.
Esa es la vía en la que ha empezada ya claramente a trabajar la Administración norteamericana: procurar que exista una alternativa lo más sólida posible para reemplazar a Gadafi, con quien ya no existe ninguna posibilidad de diálogo. Barack Obama y Clinton coincidieron el sábado en que lo único que caber pedirle al dictador libio es "irse ahora", y la secretaria de Estado confirmó que no existen contactos con Gadafi, ni siquiera para buscarle un destino al que huir. Gadafi no tiene ya en sus manos la alternativa del exilio.
La reacción del Gobierno estadounidense responde en parte a una creciente presión interior. A diferencia de la crisis egipcia, en la que Obama fue felicitado por los principales dirigentes republicanos, la actuación de la Casa Blanca hacia Libia ha sido duramente criticada por la oposición. Los senadores John McCain y Joe Lieberman volvieron a quejarse ayer de la pasividad de la Administración y pidieron que Washington entregue armas a los rebeldes y reconozca al Gobierno provisional que dicen haber constituído.
Es posible que Estados Unidos no llegue tan lejos de momento. La política oficial sigue siendo la de coordinar sus esfuerzos con la comunidad internacional. El grado de implicación dependerá, por tanto, en gran medida del clima que Clinton encuentre en sus contactos en Ginebra. Pero parece claro que se pretende tener un papel más activo para evitar el riesgo de un vacío de poder en Libia.
La conversión de Libia en un estado fallido al estilo de Somalia, sin un gobierno capaz de controlar la situación y sin una oposición con fuerza para reemplazarlo, es el peor escenario imaginable en Washington. En unas circunstancias así, no solo aumentaría el baño de sangre sino que se crearían las condiciones para la presencia de elementos antioccidentales como Al Qaeda.
La insurgencia actual, en cambio, no parece movida por esos sentimientos. Estados Unidos no cree la versión de Gadafi de que sus enemigos están manipulados por Al Qaeda. Todo lo contrario, está apostando a la baza de que son la mejor opción para contener al radicalismo.
Una mayor vinculación norteamericana al movimiento rebelde libio no está, sin embargo, exenta de riesgos: puede ser la oportunidad que espera Gadafi para denunciar una invasión extranjera y ganar algunas simpatías entre su población y otros pueblos árabes.
Ese riesgo disminuye considerablemente después de la firme actuación del Consejo de Seguridad, que por segunda vez en su historia -la anterior fue Darfur, con la abstención de Estados Unidos- remite una violación de derechos humanos a la justicia internacional. Todos los embajadores que hablaron en la maratoniana sesión del sábado condenaron sin paliativos el comportamiento de Gadafi. Aunque los delegados de Rusia y China consiguieron eliminar del texto final una referencia al compromiso de entregar alimentos a Libia "por todos los medios disponibles", que esos dos países entendían como una autorización del uso de la fuerza, las sanciones aprobadas dejan claro que la ONU excluye a Gadafi de la comunidad de naciones civilizadas.
El siguiente paso pues puede incluir algún tipo de acción militar para ayudar a los rebeldes. Una de las medidas bajo consideración es la de declarar el espacio aéreo libio como zona restringida de vuelos, para evitar que Gadafi utilice la aviación contra sus opositores. Eso exigiría una nueva resolución de la ONU y un acuerdo de la OTAN; ambas condiciones difíciles.
Una vez establecido unánimemente por el Consejo de Seguridad de la ONU que Muamar Gadafi ha perdido toda legitimidad y merece acabar ante el Tribunal Internacional de La Haya, Estados Unidos se ha precipitado a entrar en contacto con las fuerzas rebeldes y a ofrecerles "cualquier clase de asistencia", según anunció la secretaria de Estado norteamericana, Hilllary Clinton, que se reunirá en Ginebra con sus colegas árabes y europeos para precisar y coordinar esa ayuda.
Ahora sí, la comunidad internacional está plenamente activa y movilizada para acelerar los acontecimientos en Libia, y Estados Unidos, después de algunos titubeos, parece decidido a asumir el liderazgo. "Estamos conversando con muchos diferentes libios en el Este mientras la revolución se traslada hacia el Oeste", declaró Clinton antes de salir de Washington. "Estamos listos y preparados para ofrecer cualquier tipo de asistencia", añadió. Durante el vuelo, la secretaria de Estado ha afirmado que la comunidad internacional debe desarrollar no solo una respuesta "humanitaria"sino también "política" a la crisis, "ahora que los libios tratan de organizar una era post Gadafi ".
Aunque la secretaria de Estado advirtió que "todavía es muy pronto para ver cómo esto va a funcionar", es claro que el mensaje que la Administración norteamericana quiere enviar es el de que su ayuda a los grupos insurgentes no tiene por qué limitarse a la de carácter puramente humanitario. En la medida en que el conflicto se prologue, los rebeldes anti Gadafi pueden requerir asistencia militar, pero antes de eso Estados Unidos y sus aliados podrían facilitar apoyo logístico y de inteligencia que facilitara el robustecimiento de las fuerzas de oposición.
Esa es la vía en la que ha empezada ya claramente a trabajar la Administración norteamericana: procurar que exista una alternativa lo más sólida posible para reemplazar a Gadafi, con quien ya no existe ninguna posibilidad de diálogo. Barack Obama y Clinton coincidieron el sábado en que lo único que caber pedirle al dictador libio es "irse ahora", y la secretaria de Estado confirmó que no existen contactos con Gadafi, ni siquiera para buscarle un destino al que huir. Gadafi no tiene ya en sus manos la alternativa del exilio.
La reacción del Gobierno estadounidense responde en parte a una creciente presión interior. A diferencia de la crisis egipcia, en la que Obama fue felicitado por los principales dirigentes republicanos, la actuación de la Casa Blanca hacia Libia ha sido duramente criticada por la oposición. Los senadores John McCain y Joe Lieberman volvieron a quejarse ayer de la pasividad de la Administración y pidieron que Washington entregue armas a los rebeldes y reconozca al Gobierno provisional que dicen haber constituído.
Es posible que Estados Unidos no llegue tan lejos de momento. La política oficial sigue siendo la de coordinar sus esfuerzos con la comunidad internacional. El grado de implicación dependerá, por tanto, en gran medida del clima que Clinton encuentre en sus contactos en Ginebra. Pero parece claro que se pretende tener un papel más activo para evitar el riesgo de un vacío de poder en Libia.
La conversión de Libia en un estado fallido al estilo de Somalia, sin un gobierno capaz de controlar la situación y sin una oposición con fuerza para reemplazarlo, es el peor escenario imaginable en Washington. En unas circunstancias así, no solo aumentaría el baño de sangre sino que se crearían las condiciones para la presencia de elementos antioccidentales como Al Qaeda.
La insurgencia actual, en cambio, no parece movida por esos sentimientos. Estados Unidos no cree la versión de Gadafi de que sus enemigos están manipulados por Al Qaeda. Todo lo contrario, está apostando a la baza de que son la mejor opción para contener al radicalismo.
Una mayor vinculación norteamericana al movimiento rebelde libio no está, sin embargo, exenta de riesgos: puede ser la oportunidad que espera Gadafi para denunciar una invasión extranjera y ganar algunas simpatías entre su población y otros pueblos árabes.
Ese riesgo disminuye considerablemente después de la firme actuación del Consejo de Seguridad, que por segunda vez en su historia -la anterior fue Darfur, con la abstención de Estados Unidos- remite una violación de derechos humanos a la justicia internacional. Todos los embajadores que hablaron en la maratoniana sesión del sábado condenaron sin paliativos el comportamiento de Gadafi. Aunque los delegados de Rusia y China consiguieron eliminar del texto final una referencia al compromiso de entregar alimentos a Libia "por todos los medios disponibles", que esos dos países entendían como una autorización del uso de la fuerza, las sanciones aprobadas dejan claro que la ONU excluye a Gadafi de la comunidad de naciones civilizadas.
El siguiente paso pues puede incluir algún tipo de acción militar para ayudar a los rebeldes. Una de las medidas bajo consideración es la de declarar el espacio aéreo libio como zona restringida de vuelos, para evitar que Gadafi utilice la aviación contra sus opositores. Eso exigiría una nueva resolución de la ONU y un acuerdo de la OTAN; ambas condiciones difíciles.