Duelo en ropa interior
Madrid, El País
Es interesante atesorar lo que es capaz de hacer el exquisito Miguel Palacio cuando se enfrenta con la obligación de vender. En el desfile que inauguró su colaboración con Hoss Intropia, un tercio de las prendas correspondían a la colección que ha diseñado para la marca high street española, presente en 48 países, por lo que recurrió a algunos tejidos inusualmente baratos. Como ocurrió con Amaya Arzuaga, Ana Locking y Juanjo Oliva, lejos de entorpecer su propuesta, entrar en la batalla de los precios le otorgó un vigoroso realismo. Cuatro días después del arranque de Cibeles, resulta sugerente comprobar la sensatez con la que algunos interiorizan las inclemencias del mercado.
Si esta pasarela fuera un verdadero oráculo, los inspirados vestidos maxitroquelados con cristales en rojo o azul -con una actualización bastante personal de la famosa hombrera de Balmain incluida- podrían convertir a Palacio en tendencia. Con todo, algunos rasos y costuras de peor factura le jugaron una mala pasada, pero el conjunto -cosmopolita y nostálgico, en la línea de su musa y amiga Laura Ponte, convenientemente ¿escondida? en segunda fila- respiraba identidad. Nada que ver con los impersonales vestidos de volantes que presentó Alma Aguilar. Exactamente el tipo de colección que confunde esta semana de la moda con la de las rebajas de Inditex. La firma de lencería Andrés Sardà se sumergió en un universo de referencias del que era difícil salir airoso: los mitos femeninos de distintos folclores hispanoamericanos. De la Virgen de Guadalupe a los unkus limeños, las faldas de flamenca o María Félix. Sin el menor complejo. Un embrollo de estereotipos que resolvieron -no les quedaba otra- con chispa y petardeo. Amén de una ración extra de purpurina y plataformón, por obra y gracia del estilista Alberto Murtra, un antídoto contra la absurda solemnidad que gobierna la cita madrileña. Realismo mágico, versión SuperMartXé.
Menos televisiva resultó TCN. La otra marca catalana de ropa interior del certamen compite con una estrategia radicalmente opuesta. Abrazó solventemente las tendencias (arropando sus culottes de microvolantes con prendas en tweed y tricot) y concentró el circo mediático en primera fila (Ana Boyer, Alonso Aznar...). El éxito (o fracaso) solo podrá medirse en minutos y páginas de exposición. Y en las tiendas, ya que ambas compiten en el mundo real.
La siempre correcta Sita Murt facturó su enésima relectura de las tendencias de las últimas temporadas, esta vez con una paleta cromática particularmente olvidable. Y cerró la jornada otro que conoce las inclemencias del mercado, Adolfo Domínguez. Resultaron interesantes los abrigos masculinos de inspiración militar en lana algodón, que le conferían ligereza y un divertido aire chandalero. Su colección de mujer, en cambio, se estrelló en una maraña caótica de colores flúor que se antojaba demasiado ajena al universo minimalista del gallego. Pese a ello, se agradeció que asumiera cierto riesgo.
Es interesante atesorar lo que es capaz de hacer el exquisito Miguel Palacio cuando se enfrenta con la obligación de vender. En el desfile que inauguró su colaboración con Hoss Intropia, un tercio de las prendas correspondían a la colección que ha diseñado para la marca high street española, presente en 48 países, por lo que recurrió a algunos tejidos inusualmente baratos. Como ocurrió con Amaya Arzuaga, Ana Locking y Juanjo Oliva, lejos de entorpecer su propuesta, entrar en la batalla de los precios le otorgó un vigoroso realismo. Cuatro días después del arranque de Cibeles, resulta sugerente comprobar la sensatez con la que algunos interiorizan las inclemencias del mercado.
Si esta pasarela fuera un verdadero oráculo, los inspirados vestidos maxitroquelados con cristales en rojo o azul -con una actualización bastante personal de la famosa hombrera de Balmain incluida- podrían convertir a Palacio en tendencia. Con todo, algunos rasos y costuras de peor factura le jugaron una mala pasada, pero el conjunto -cosmopolita y nostálgico, en la línea de su musa y amiga Laura Ponte, convenientemente ¿escondida? en segunda fila- respiraba identidad. Nada que ver con los impersonales vestidos de volantes que presentó Alma Aguilar. Exactamente el tipo de colección que confunde esta semana de la moda con la de las rebajas de Inditex. La firma de lencería Andrés Sardà se sumergió en un universo de referencias del que era difícil salir airoso: los mitos femeninos de distintos folclores hispanoamericanos. De la Virgen de Guadalupe a los unkus limeños, las faldas de flamenca o María Félix. Sin el menor complejo. Un embrollo de estereotipos que resolvieron -no les quedaba otra- con chispa y petardeo. Amén de una ración extra de purpurina y plataformón, por obra y gracia del estilista Alberto Murtra, un antídoto contra la absurda solemnidad que gobierna la cita madrileña. Realismo mágico, versión SuperMartXé.
Menos televisiva resultó TCN. La otra marca catalana de ropa interior del certamen compite con una estrategia radicalmente opuesta. Abrazó solventemente las tendencias (arropando sus culottes de microvolantes con prendas en tweed y tricot) y concentró el circo mediático en primera fila (Ana Boyer, Alonso Aznar...). El éxito (o fracaso) solo podrá medirse en minutos y páginas de exposición. Y en las tiendas, ya que ambas compiten en el mundo real.
La siempre correcta Sita Murt facturó su enésima relectura de las tendencias de las últimas temporadas, esta vez con una paleta cromática particularmente olvidable. Y cerró la jornada otro que conoce las inclemencias del mercado, Adolfo Domínguez. Resultaron interesantes los abrigos masculinos de inspiración militar en lana algodón, que le conferían ligereza y un divertido aire chandalero. Su colección de mujer, en cambio, se estrelló en una maraña caótica de colores flúor que se antojaba demasiado ajena al universo minimalista del gallego. Pese a ello, se agradeció que asumiera cierto riesgo.