Argelia, ¿la tercera revolución?
La división de la oposición y el miedo a la violencia lastran la movilización contra el régimen de Buteflika - Los grupos laicos convocarán nuevas protestas
Argel, El País
Argel, El País
¿Fue el inicio de la tercera revolución en el mundo árabe o mostró más bien el desinterés de la población argelina por las reivindicaciones formuladas en Túnez y Egipto? Al día siguiente de la primera manifestación callejera convocada en Argelia para "cambiar el sistema", actores políticos y comentaristas de la prensa, que goza de un amplio margen de libertad, polemizaban sobre su alcance.
La manifestación del sábado fue, en realidad, una concentración, en la plaza del 1 de Mayo, de algo más de 2.000 personas a las que miles de antidisturbios impidieron efectuar el recorrido anunciado. Varios cientos o quizá miles de aspirantes a protestar ni siquiera pudieron hacerlo porque las fuerzas de seguridad les privaron de medios de transporte y les impidieron físicamente llegar al lugar de la cita.
Ningún miembro del Ejecutivo argelino que encabeza desde hace 12 años Abdelaziz Buteflika evaluó el desarrollo de la protesta, pero su opinión quedó reflejada en la portada del diario gubernamental El Moudjahid, que tituló: "Manifestación con escaso eco". Aunque los manifestantes fueran 10.000, como sostienen los convocantes, sigue siendo una cifra muy baja en una ciudad de cuatro millones de habitantes en la que, a finales de los años ochenta del siglo pasado, cientos de miles se echaron a la calle.
¿Por qué fueron tan pocos el sábado si las características sociales de Argelia, segundo país más poblado de África del Norte, son similares a las de sus vecinos en cuanto a niveles de paro, peso demográfico de la juventud, desesperación de los jóvenes, etcétera? Se diferencia de Túnez y Egipto por la riqueza -al igual que sucede en Libia- de las arcas del Estado gracias a los hidrocarburos (155.000 millones de dólares en reservas, lo que equivale a unos 115.000 millones de euros) y por un régimen político bicéfalo con una cabeza civil, Buteflika, y otra militar, el potente servicio DRS.
"La gente tenía miedo de la violencia", responde Mustafá Buchache, portavoz de la Coordinadora que agrupa a los partidos y asociaciones convocantes. "Aun así estamos satisfechos", añade. "2011 será el año del cambio y de la democracia", vaticina, al tiempo que proyecta nuevas convocatorias. La próxima está prevista para el sábado. "Un primer paso hacia el cambio", titulaba en portada El Watan, el más leído de los diarios francófonos.
Al miedo porque la manifestación había sido prohibida y porque las protestas callejeras acaban en disturbios con muertos, hay que añadir, quizá, la división de la oposición al régimen en tres bloques: la Coordinadora compuesta por formaciones laicas; la Alianza, en la que los islamistas moderados tienen peso, y los socialdemócratas del Frente de Fuerzas Socialistas. Estos dos últimos no convocaron el sábado.
Esta segmentación de los adversarios del régimen se debe, en parte, a viejas rencillas, pero también a recelos ideológicos. Los laicos desconfían de los "barbudos". Prueba de ello es que el único islamista que se apuntó a la manifestación del sábado, Ali Belhadj, que pasó 12 de sus 54 años en la cárcel, fue abucheado cuando apareció en la plaza del 1 de Mayo.
Este tímido arranque de la protesta "no significa que los ciudadanos van a seguir mucho tiempo al margen del debate sobre el cambio que la oposición tiene el mérito de haber abierto", escribía el columnista Kharroubi Habib en Le Quotidien d'Oran. "El poder se equivocaría si considerase la prevención ante estas iniciativas como la expresión del apoyo del que goza". "Está claro que la mayoría de los argelinos quieren el cambio del actual sistema".
Se pondrán en marcha para promoverlo cuando la oposición se una y sea capaz de movilizarles o cuando se produzca una chispa detonante como sucedió en Túnez, el 17 de diciembre, con la inmolación de un vendedor ambulante humillado por la policía. En menos de un mes en Argelia ya han fallecido cuatro personas que se prendieron fuego.
El sistema es más complejo que en Túnez, explicaba, el 18 de enero, tras la primera inmolación de un argelino, Xavier Driencourt, embajador de Francia en Argel. Aun así, afirmó ante la comisión parlamentaria de Asuntos Exteriores que si la experiencia tunecina tenía éxito "tendrá consecuencias" en Argelia. Falta por saber cuándo.
La manifestación del sábado fue, en realidad, una concentración, en la plaza del 1 de Mayo, de algo más de 2.000 personas a las que miles de antidisturbios impidieron efectuar el recorrido anunciado. Varios cientos o quizá miles de aspirantes a protestar ni siquiera pudieron hacerlo porque las fuerzas de seguridad les privaron de medios de transporte y les impidieron físicamente llegar al lugar de la cita.
Ningún miembro del Ejecutivo argelino que encabeza desde hace 12 años Abdelaziz Buteflika evaluó el desarrollo de la protesta, pero su opinión quedó reflejada en la portada del diario gubernamental El Moudjahid, que tituló: "Manifestación con escaso eco". Aunque los manifestantes fueran 10.000, como sostienen los convocantes, sigue siendo una cifra muy baja en una ciudad de cuatro millones de habitantes en la que, a finales de los años ochenta del siglo pasado, cientos de miles se echaron a la calle.
¿Por qué fueron tan pocos el sábado si las características sociales de Argelia, segundo país más poblado de África del Norte, son similares a las de sus vecinos en cuanto a niveles de paro, peso demográfico de la juventud, desesperación de los jóvenes, etcétera? Se diferencia de Túnez y Egipto por la riqueza -al igual que sucede en Libia- de las arcas del Estado gracias a los hidrocarburos (155.000 millones de dólares en reservas, lo que equivale a unos 115.000 millones de euros) y por un régimen político bicéfalo con una cabeza civil, Buteflika, y otra militar, el potente servicio DRS.
"La gente tenía miedo de la violencia", responde Mustafá Buchache, portavoz de la Coordinadora que agrupa a los partidos y asociaciones convocantes. "Aun así estamos satisfechos", añade. "2011 será el año del cambio y de la democracia", vaticina, al tiempo que proyecta nuevas convocatorias. La próxima está prevista para el sábado. "Un primer paso hacia el cambio", titulaba en portada El Watan, el más leído de los diarios francófonos.
Al miedo porque la manifestación había sido prohibida y porque las protestas callejeras acaban en disturbios con muertos, hay que añadir, quizá, la división de la oposición al régimen en tres bloques: la Coordinadora compuesta por formaciones laicas; la Alianza, en la que los islamistas moderados tienen peso, y los socialdemócratas del Frente de Fuerzas Socialistas. Estos dos últimos no convocaron el sábado.
Esta segmentación de los adversarios del régimen se debe, en parte, a viejas rencillas, pero también a recelos ideológicos. Los laicos desconfían de los "barbudos". Prueba de ello es que el único islamista que se apuntó a la manifestación del sábado, Ali Belhadj, que pasó 12 de sus 54 años en la cárcel, fue abucheado cuando apareció en la plaza del 1 de Mayo.
Este tímido arranque de la protesta "no significa que los ciudadanos van a seguir mucho tiempo al margen del debate sobre el cambio que la oposición tiene el mérito de haber abierto", escribía el columnista Kharroubi Habib en Le Quotidien d'Oran. "El poder se equivocaría si considerase la prevención ante estas iniciativas como la expresión del apoyo del que goza". "Está claro que la mayoría de los argelinos quieren el cambio del actual sistema".
Se pondrán en marcha para promoverlo cuando la oposición se una y sea capaz de movilizarles o cuando se produzca una chispa detonante como sucedió en Túnez, el 17 de diciembre, con la inmolación de un vendedor ambulante humillado por la policía. En menos de un mes en Argelia ya han fallecido cuatro personas que se prendieron fuego.
El sistema es más complejo que en Túnez, explicaba, el 18 de enero, tras la primera inmolación de un argelino, Xavier Driencourt, embajador de Francia en Argel. Aun así, afirmó ante la comisión parlamentaria de Asuntos Exteriores que si la experiencia tunecina tenía éxito "tendrá consecuencias" en Argelia. Falta por saber cuándo.