Túnez se asoma al vacío de poder
Túnez, El País
Superada, al menos por el momento, la violencia en las calles, Túnez se asoma a un peligroso vacío de poder. El partido del dictador Ben Ali ha sido disuelto, la policía se ha retirado de las calles, el Ejército permanece expectante pero nadie sabe lo que se cuece en su seno; y en una coyuntura dominada por la incertidumbre y el temor, la oposición no inspira suficiente confianza. Casi nadie conoce a las figuras políticas que emergen y que fueron silenciadas totalmente durante décadas.
El comité central de Reagrupamientol Constitucional Democrático (RCD), el partido del dictador fugado, fue disuelto ayer después de que gran parte de sus miembros, y a la vez ministros, abandonaran sus filas. A las puertas de su sede en la capital, miles de manifestantes exigían su desaparición definitiva. Sin cambalaches. Y prometían que no cejarán en su empeño hasta conseguir que Ghanuchi y el Gobierno dimitan. Pero entonces, una semana después de la huida de Zine el Abidine Ben Ali -al que muchos han bautizado Zinochet-, surge el interrogante. ¿Quién se hará cargo del Ejecutivo?
El Gobierno -al que ayer presentó su renuncia el ministro de Estado, Zuheir M'Dhaffar, el quinto miembro del Gabinete que tira la toalla- aseguró que todos los partidos políticos serán legalizados, incluido el islamista En Nahda (Renacimiento). Y también que hay un acuerdo sobre un proyecto de ley de amnistía para excarcelar a los presos políticos de cualquier tendencia ideológica. ¿Incluidos los fundamentalistas? "Sí, por supuesto", contestó a Reuters el ministro de Educación Superior, Ahmed Ibrahim. La confusión reinaba entre algunos familiares de estos prisioneros porque el miércoles ya se anticipó la liberación de todos ellos y muchos permanecieron en prisión. Asimismo, otro ministro, tras la primera reunión oficial del Gabinete, afirmó que el Estado se incautará de todos los bienes inmuebles, acciones, empresas y demás pertenencias de la familia del depuesto presidente y del RCD.
"Esta táctica del gota a gota no funciona. Necesitamos un golpe positivo que desligue totalmente al Ejecutivo del RCD", señala Mustafa Benjaafar, uno de los cinco ministros dimisionarios. "Hay gran confusión", agrega, "sobre las personalidades del RCD y tecnócratas del partido que no respaldaban al régimen. Pero la gente los mete a todos en el mismo saco". El RCD tenía hasta dos millones de afiliados, casi el 20% de la población. Sin esa fidelidad, uno era un apestado.
"Queremos un nuevo Gobierno, un nuevo Parlamento y una nueva Constitución. Todo nuevo", resume en la céntrica avenida Habib Burghiba el sociólogo Jamli Habi, que desde hace una década se gana el pan haciendo chapuzas. "Cuando haya libertad y conozcamos los programas de los partidos", añade, "decidiré a quién votar". Es un grave problema. Exigen la ruptura absoluta con el pasado ignorando completamente el panorama que afrontan. El diario Le Quotidien ofrecía ayer perfiles de algunos de los líderes opositores con los datos biográficos más elementales. Casi nadie los conoce. Algún líder en el exilio, con más voz en el exterior que en su propio país, ha sido recibido en el aeropuerto por apenas 200 personas. "Yo no sé a quién votaría, pero le digo que no me fío de nadie", apunta el profesor Kamel Sahli, que vivió la transición española mientras estudiaba en Madrid, en un espléndido castellano.
No parece necesario convocar nuestras protestas: la arteria principal de Túnez se ha convertido en escenario de una manifestación permanente que desoye la catarata de decisiones del Ejecutivo, por agradables que suenen a oídos de cualquier persona que odie al antiguo régimen, que se desmorona a pasos agigantados. No solo en la capital, en cuya zona urbana reside un 20% de los 11 millones de tunecinos. Miles de ciudadanos llenaron ayer plazas y calles también en Sfax -segunda ciudad del país-, en Kef, en la región minera de Gafsa... O se esfuman del Ejecutivo los ministros que pertenecieron al RCD o las protestas continuarán, juran todos.
Los retratos otrora omnipresentes de Ben Ali son arrancados de cuajo, como lo fue el cartel del RCD en la sede principal del partido, en el centro de la capital. Una buena señal: la detestada policía casi ha desaparecido de ciudades y pueblos, pero los disturbios son muy aislados. "Este país está dando una lección de civismo. Los policías se han quitado el uniforme y se han ido a casa. A pesar de ello, no sucede nada grave", destaca Sahli. No obstante, el inmediato porvenir está plagado de sombras. Porque nadie puede aventurar si en pocas horas o días habrá otro cataclismo en el Ejecutivo. Que es lo que desean precisamente los manifestantes que no se cansan de chillar, apuntando con el dedo hacia abajo: "Ghanuchi fuera, Gobierno abajo".
Al Gabinete se le amontonan los desafíos. Y los económicos, suspendidas desde el martes las transacciones financieras y la actividad en la Bolsa, no andan a la zaga de los políticos. Es la razón por la que el Banco Central de Túnez se apresuró a lanzar un mensaje de confianza a los inversores y acreedores extranjeros. La entidad enfatizó que dispone de reservas de divisas -6.500 millones de euros- para afrontar sus obligaciones financieras durante los próximos cinco meses.
Superada, al menos por el momento, la violencia en las calles, Túnez se asoma a un peligroso vacío de poder. El partido del dictador Ben Ali ha sido disuelto, la policía se ha retirado de las calles, el Ejército permanece expectante pero nadie sabe lo que se cuece en su seno; y en una coyuntura dominada por la incertidumbre y el temor, la oposición no inspira suficiente confianza. Casi nadie conoce a las figuras políticas que emergen y que fueron silenciadas totalmente durante décadas.
El comité central de Reagrupamientol Constitucional Democrático (RCD), el partido del dictador fugado, fue disuelto ayer después de que gran parte de sus miembros, y a la vez ministros, abandonaran sus filas. A las puertas de su sede en la capital, miles de manifestantes exigían su desaparición definitiva. Sin cambalaches. Y prometían que no cejarán en su empeño hasta conseguir que Ghanuchi y el Gobierno dimitan. Pero entonces, una semana después de la huida de Zine el Abidine Ben Ali -al que muchos han bautizado Zinochet-, surge el interrogante. ¿Quién se hará cargo del Ejecutivo?
El Gobierno -al que ayer presentó su renuncia el ministro de Estado, Zuheir M'Dhaffar, el quinto miembro del Gabinete que tira la toalla- aseguró que todos los partidos políticos serán legalizados, incluido el islamista En Nahda (Renacimiento). Y también que hay un acuerdo sobre un proyecto de ley de amnistía para excarcelar a los presos políticos de cualquier tendencia ideológica. ¿Incluidos los fundamentalistas? "Sí, por supuesto", contestó a Reuters el ministro de Educación Superior, Ahmed Ibrahim. La confusión reinaba entre algunos familiares de estos prisioneros porque el miércoles ya se anticipó la liberación de todos ellos y muchos permanecieron en prisión. Asimismo, otro ministro, tras la primera reunión oficial del Gabinete, afirmó que el Estado se incautará de todos los bienes inmuebles, acciones, empresas y demás pertenencias de la familia del depuesto presidente y del RCD.
"Esta táctica del gota a gota no funciona. Necesitamos un golpe positivo que desligue totalmente al Ejecutivo del RCD", señala Mustafa Benjaafar, uno de los cinco ministros dimisionarios. "Hay gran confusión", agrega, "sobre las personalidades del RCD y tecnócratas del partido que no respaldaban al régimen. Pero la gente los mete a todos en el mismo saco". El RCD tenía hasta dos millones de afiliados, casi el 20% de la población. Sin esa fidelidad, uno era un apestado.
"Queremos un nuevo Gobierno, un nuevo Parlamento y una nueva Constitución. Todo nuevo", resume en la céntrica avenida Habib Burghiba el sociólogo Jamli Habi, que desde hace una década se gana el pan haciendo chapuzas. "Cuando haya libertad y conozcamos los programas de los partidos", añade, "decidiré a quién votar". Es un grave problema. Exigen la ruptura absoluta con el pasado ignorando completamente el panorama que afrontan. El diario Le Quotidien ofrecía ayer perfiles de algunos de los líderes opositores con los datos biográficos más elementales. Casi nadie los conoce. Algún líder en el exilio, con más voz en el exterior que en su propio país, ha sido recibido en el aeropuerto por apenas 200 personas. "Yo no sé a quién votaría, pero le digo que no me fío de nadie", apunta el profesor Kamel Sahli, que vivió la transición española mientras estudiaba en Madrid, en un espléndido castellano.
No parece necesario convocar nuestras protestas: la arteria principal de Túnez se ha convertido en escenario de una manifestación permanente que desoye la catarata de decisiones del Ejecutivo, por agradables que suenen a oídos de cualquier persona que odie al antiguo régimen, que se desmorona a pasos agigantados. No solo en la capital, en cuya zona urbana reside un 20% de los 11 millones de tunecinos. Miles de ciudadanos llenaron ayer plazas y calles también en Sfax -segunda ciudad del país-, en Kef, en la región minera de Gafsa... O se esfuman del Ejecutivo los ministros que pertenecieron al RCD o las protestas continuarán, juran todos.
Los retratos otrora omnipresentes de Ben Ali son arrancados de cuajo, como lo fue el cartel del RCD en la sede principal del partido, en el centro de la capital. Una buena señal: la detestada policía casi ha desaparecido de ciudades y pueblos, pero los disturbios son muy aislados. "Este país está dando una lección de civismo. Los policías se han quitado el uniforme y se han ido a casa. A pesar de ello, no sucede nada grave", destaca Sahli. No obstante, el inmediato porvenir está plagado de sombras. Porque nadie puede aventurar si en pocas horas o días habrá otro cataclismo en el Ejecutivo. Que es lo que desean precisamente los manifestantes que no se cansan de chillar, apuntando con el dedo hacia abajo: "Ghanuchi fuera, Gobierno abajo".
Al Gabinete se le amontonan los desafíos. Y los económicos, suspendidas desde el martes las transacciones financieras y la actividad en la Bolsa, no andan a la zaga de los políticos. Es la razón por la que el Banco Central de Túnez se apresuró a lanzar un mensaje de confianza a los inversores y acreedores extranjeros. La entidad enfatizó que dispone de reservas de divisas -6.500 millones de euros- para afrontar sus obligaciones financieras durante los próximos cinco meses.