Plácido Domingo, el 70 cumpleaños de un titán
JESÚS RUIZ MANTILLA - Madrid
Finalmente no pudo cumplir su promesa. "No cantaré", dijo una hora antes de que el Teatro Real festejara antológicamente su 70 cumpleaños. Pero Plácido Domingo no pudo sostener su palabra y se arrancó. Lo hizo fuera, en el balcón, ante los cientos de aficionados que habían aguantado más de tres horas a dos grados en la Plaza de Oriente el espectáculo que se desarrollaba dentro para festejar y homenajear al tenor madrileño más grande de la historia. Fue entonces cuando entonó el chotis universal: "Madrid, Madrid, Madrid, en México se piensa mucho en ti...".
Eran las 23.15. Llevaba bufanda y debía guardarse del frío porque estos días, canta Ifigenia en Tauride, de Gluck. Después les despidió: "¡Qué público! Andad id a casa que no quiero que nadie se ponga malo. ¡Viva a Madrid! ¡Viva los madrileños!". Cantó Plácido porque es lo que hace desde que debutara hace medio siglo en México como Alfredo en La Traviata. Porque es lo que ama y lo que juró ayer que seguiría haciendo: "Hasta el día que pueda y no más de lo que deba". Se lo ha pedido al año nuevo: "Sé que llevo 50 años, pero no me importaría seguir unos pocos más". Es el veneno del escenario, al que tiene claro que dedicará su último latido: "O cantando, o dirigiendo, no sé", comentaba emocionado, delante de la orquesta, el coro y los 20 cantantes que le regalaron su presencia y su voz ayer en el Real.
Con sorpresas no anunciadas como la de la gran Teresa Berganza, que se marcó un Happy Birthday Mr Domingo tan sensual y sentido como el de Marilyn. Dos gigantes madrileños entre tenores, barítonos, bajos, sopranos y mezzos entre los que había 7 salidos de su concurso Operalia.
Aunque minutos antes de que comenzara todo, Plácido confesara que se había quedado seco le faltaban varias lágrimas por derramar. Se le quebraba la voz a la hora de agradecer, a la hora de prometer. No había querido saber quién saldría a escena. "He pasado como un caballo por los camerinos, sin fijarme en los nombres". Tan sólo sabía que James Conlon -su director musical en la Ópera de Los Ángeles- dirigiría la orquesta. Iñaki Gabilondo, ese barítono de la comunicación, presentó el acto con solemnidad. Una pequeña muestra del, dijo, "ancho y variado" repertorio que Plácido ha abordado en su medio siglo de carrera desde que pisara el escenario del Teatro María Teresa Montoya en México, adonde había ido a parar con sus padres y una compañía de Zarzuela cuando tenía 8 años.
La primera imagen que vio el público fue el cartel de la calle Ibiza, donde nació en 1941. El resto fueron las voces de Deborah Polaski, Angela Denoke, Anja Kampe, Paul Groves, Bryn Terfel, Joan Pons, Dolora Zajick, José Bros, René Pape, Inva Mula, Ainhoa Arteta, Erwin Schrott, Ana María Martínez, Sonya Yoncheva, lado Ataneli.... Y también el estreno mundial de 'PLA-CI-DO', una breve fanfarria compuesta por su amigo Tan Dum por encargo del Real.
Le homenajearon con arias y piezas de Verdi, de Wagner, de Bizet, Puccini, Giordano, Leoncavallo. Una pequeña muestra, un ínfimo resumen de la inabarcable carrera de titán que Plácido ha desarrollado sin descanso por todo el mundo. Sus más de 130 títulos, sus más de 3.000 representaciones, sus cinco olimpiadas, sus otros tantos mundiales. "He cantado ya para cuatro papás", decía. De Juan XIII a Benedicto XVI, un recorrido por la historia, una carrera envidiable, asombrosa, la del mejor tenor de todos los tiempos, tal y como le catalogó la BBC no hace mucho.
Lo contempló todo como un regalo del cielo junto a la reina Sofía y su mujer, Marta, recibiendo los saludos, el aplauso desde que entró por la puerta del teatro. Era su noche, su recompensa merecida. La gala se desarrolló con aplausos crecientes y artistas en plena forma. Impecables las arias de Polaski y Denoke -El monólogo de la mariscala de El caballero de la rosa, de Strauss y 'Ich sah das kind' del Parsifal, respectivamente-, electrizante Zajick con 'O don fatale', de Don Carlo y Pons con su Credo in un Dio crudele de Otello. Gracioso y seductor Schrott con su Don Gionvani, serio y profundo René Pape en el aria de Felipe II de Don Carlo, impecable Bros interpretando L'alba separa dalla luce l'ombra, de Paolo Tosti. Un festejo perfecto para terminar con la fiesta de Falstaff: Todo en el mundo es burla. Menos algunas cosas serias. Como Plácido Domingo.
Finalmente no pudo cumplir su promesa. "No cantaré", dijo una hora antes de que el Teatro Real festejara antológicamente su 70 cumpleaños. Pero Plácido Domingo no pudo sostener su palabra y se arrancó. Lo hizo fuera, en el balcón, ante los cientos de aficionados que habían aguantado más de tres horas a dos grados en la Plaza de Oriente el espectáculo que se desarrollaba dentro para festejar y homenajear al tenor madrileño más grande de la historia. Fue entonces cuando entonó el chotis universal: "Madrid, Madrid, Madrid, en México se piensa mucho en ti...".
Eran las 23.15. Llevaba bufanda y debía guardarse del frío porque estos días, canta Ifigenia en Tauride, de Gluck. Después les despidió: "¡Qué público! Andad id a casa que no quiero que nadie se ponga malo. ¡Viva a Madrid! ¡Viva los madrileños!". Cantó Plácido porque es lo que hace desde que debutara hace medio siglo en México como Alfredo en La Traviata. Porque es lo que ama y lo que juró ayer que seguiría haciendo: "Hasta el día que pueda y no más de lo que deba". Se lo ha pedido al año nuevo: "Sé que llevo 50 años, pero no me importaría seguir unos pocos más". Es el veneno del escenario, al que tiene claro que dedicará su último latido: "O cantando, o dirigiendo, no sé", comentaba emocionado, delante de la orquesta, el coro y los 20 cantantes que le regalaron su presencia y su voz ayer en el Real.
Con sorpresas no anunciadas como la de la gran Teresa Berganza, que se marcó un Happy Birthday Mr Domingo tan sensual y sentido como el de Marilyn. Dos gigantes madrileños entre tenores, barítonos, bajos, sopranos y mezzos entre los que había 7 salidos de su concurso Operalia.
Aunque minutos antes de que comenzara todo, Plácido confesara que se había quedado seco le faltaban varias lágrimas por derramar. Se le quebraba la voz a la hora de agradecer, a la hora de prometer. No había querido saber quién saldría a escena. "He pasado como un caballo por los camerinos, sin fijarme en los nombres". Tan sólo sabía que James Conlon -su director musical en la Ópera de Los Ángeles- dirigiría la orquesta. Iñaki Gabilondo, ese barítono de la comunicación, presentó el acto con solemnidad. Una pequeña muestra del, dijo, "ancho y variado" repertorio que Plácido ha abordado en su medio siglo de carrera desde que pisara el escenario del Teatro María Teresa Montoya en México, adonde había ido a parar con sus padres y una compañía de Zarzuela cuando tenía 8 años.
La primera imagen que vio el público fue el cartel de la calle Ibiza, donde nació en 1941. El resto fueron las voces de Deborah Polaski, Angela Denoke, Anja Kampe, Paul Groves, Bryn Terfel, Joan Pons, Dolora Zajick, José Bros, René Pape, Inva Mula, Ainhoa Arteta, Erwin Schrott, Ana María Martínez, Sonya Yoncheva, lado Ataneli.... Y también el estreno mundial de 'PLA-CI-DO', una breve fanfarria compuesta por su amigo Tan Dum por encargo del Real.
Le homenajearon con arias y piezas de Verdi, de Wagner, de Bizet, Puccini, Giordano, Leoncavallo. Una pequeña muestra, un ínfimo resumen de la inabarcable carrera de titán que Plácido ha desarrollado sin descanso por todo el mundo. Sus más de 130 títulos, sus más de 3.000 representaciones, sus cinco olimpiadas, sus otros tantos mundiales. "He cantado ya para cuatro papás", decía. De Juan XIII a Benedicto XVI, un recorrido por la historia, una carrera envidiable, asombrosa, la del mejor tenor de todos los tiempos, tal y como le catalogó la BBC no hace mucho.
Lo contempló todo como un regalo del cielo junto a la reina Sofía y su mujer, Marta, recibiendo los saludos, el aplauso desde que entró por la puerta del teatro. Era su noche, su recompensa merecida. La gala se desarrolló con aplausos crecientes y artistas en plena forma. Impecables las arias de Polaski y Denoke -El monólogo de la mariscala de El caballero de la rosa, de Strauss y 'Ich sah das kind' del Parsifal, respectivamente-, electrizante Zajick con 'O don fatale', de Don Carlo y Pons con su Credo in un Dio crudele de Otello. Gracioso y seductor Schrott con su Don Gionvani, serio y profundo René Pape en el aria de Felipe II de Don Carlo, impecable Bros interpretando L'alba separa dalla luce l'ombra, de Paolo Tosti. Un festejo perfecto para terminar con la fiesta de Falstaff: Todo en el mundo es burla. Menos algunas cosas serias. Como Plácido Domingo.