Los republicanos legislarán para maniatar al Gobierno de Obama
Washington, El País
Cumplida la lectura del texto íntegro de la Constitución -entre algunas protestas de los congresistas demócratas, que no entendían la razón de este ejercicio escolar-, la nueva mayoría republicana en la Cámara de Representantes comenzó a discutir este jueves una serie de reformas encaminadas en su conjunto a reducir el tamaño del Estado y a atar en lo posible las manos del Gobierno para reducir su actividad al mínimo. Es el sueño liberal hecho realidad, una nueva revolución conservadora en marcha.
La más importante de esas reformas es la ley que impediría al Gobierno asumir nuevos gastos compensados con aumentos de impuestos. Hasta ahora, para que el Congreso pasara una ley, la oficina del Presupuesto debía certificar que los nuevos gastos solicitados por la Administración se contrarrestaban con otras reducciones o nuevos impuestos, con el objetivo de no aumentar el déficit público.
Lo que los republicanos pretenden ahora es que, por ley, el Gobierno tenga prohibidas las subidas de impuestos para compensar un gasto. Si quiere gastar más en ciertas partidas, la Administración tendrá que reducir cantidades idénticas en otras partidas.
La nueva mayoría justifica todas sus iniciativas sobre la base de una defensa a ultranza de la Constitución. Como prueba, además de la simbólica lectura del texto constitucional y sus enmiendas, se pretende que cada ley aprobada en la Cámara vaya acompañada de una llamada Declaración de Autoridad Constitucional en la que se demuestre en qué apartados de la Constitución está apoyada esa legislación.
Se busca también mayor transparencia. En ocasiones, los congresistas tienen que votar textos legislativos de 500 páginas a los que han tenido acceso apenas unas horas antes; es decir, los votan sin conocerlos o, al menos, sin conocerlos en profundidad. La nueva mayoría va a introducir una reforma que obliga a que cada proyecto que salga de una comisión sea colocado en Internet al menos tres días antes de su votación en el pleno.
Con el mismo propósito de hacer el trabajo del Congreso más accesible a los ciudadanos, los republicanos quieren que los debates en los comités sean transmitidos íntegramente en Internet, que cada comité haga un informe semestral de sus actuaciones y que los comités publiquen en la red sus votaciones como máximo 48 horas después de que se hayan producido.
"Estas reformas representan el primer paso para mantener la promesa que hicimos de cambiar la forma en que se trabaja en Washington", ha manifestado el nuevo presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner. Algunas de esas reformas, especialmente las que afectan a la transparencia del proceso legislativo, pueden ser fácilmente aceptadas por los demócratas. Otras, las que afectan al manejo del déficit y el gasto público, prometen abrir un fuerte debate ideológico sobre el papel del Estado, lo que, probablemente, hará poco productiva esta legislatura.
Relevo en la Casa Blanca
Mientras los republicanos comenzaban su ofensiva, Barack Obama empezaba también a reforzar sus líneas de resistencia con un ligero movimiento a la derecha. El nombramiento de William Daley, un veterano y moderado político con estrechos lazos con Wall Street, como nuevo jefe de Gabinete, es la muestra de que el presidente opta por un valor seguro, prudente y sin veleidades izquierdistas.
No es que su antecesor, Rahm Emanuel, fuera un socialista, pero sí era mucho más activista, temperamental y atrevido. Quizá era lo que se requería para un arranque de mandato impetuoso; como Daley, un antiguo secretario de Comercio de Bill Clinton que trabajó para J.P. Morgan, es lo que se requiere para un transcurrir tranquilo de estos dos últimos años. Entre Emanuel y Daley estuvo durante unos meses, de forma interina, Pete Rouse, que no es amante de las exigencias que ese cargo supone y nunca quiso ocuparlo de forma permanente.
Daley, de 62 años, aporta, probablemente, lo que Obama busca en estos momentos: formación económica, experiencia en el trato bipartidista y reconocimiento casi unánime en Washington. Su nombramiento, no obstante, supone una carambola política que ha despertado las suspicacias de algunos comentaristas.
Bill Daley es hermano de Richard Daley, el actual alcalde de Chicago, quien renunció a presentarse a la reelección para que Emanuel pudiera aspirar a ese puesto. En descargo de cualquier sospecha hay que decir que la familia Daley, la más poderosa de Chicago, no ha tenido nunca conexiones con Obama, que hizo su carrera política en esa ciudad. Aunque apoyaron la candidatura presidencial de su paisano, los Daley siempre han sido amigos de los Clinton.
Cumplida la lectura del texto íntegro de la Constitución -entre algunas protestas de los congresistas demócratas, que no entendían la razón de este ejercicio escolar-, la nueva mayoría republicana en la Cámara de Representantes comenzó a discutir este jueves una serie de reformas encaminadas en su conjunto a reducir el tamaño del Estado y a atar en lo posible las manos del Gobierno para reducir su actividad al mínimo. Es el sueño liberal hecho realidad, una nueva revolución conservadora en marcha.
La más importante de esas reformas es la ley que impediría al Gobierno asumir nuevos gastos compensados con aumentos de impuestos. Hasta ahora, para que el Congreso pasara una ley, la oficina del Presupuesto debía certificar que los nuevos gastos solicitados por la Administración se contrarrestaban con otras reducciones o nuevos impuestos, con el objetivo de no aumentar el déficit público.
Lo que los republicanos pretenden ahora es que, por ley, el Gobierno tenga prohibidas las subidas de impuestos para compensar un gasto. Si quiere gastar más en ciertas partidas, la Administración tendrá que reducir cantidades idénticas en otras partidas.
La nueva mayoría justifica todas sus iniciativas sobre la base de una defensa a ultranza de la Constitución. Como prueba, además de la simbólica lectura del texto constitucional y sus enmiendas, se pretende que cada ley aprobada en la Cámara vaya acompañada de una llamada Declaración de Autoridad Constitucional en la que se demuestre en qué apartados de la Constitución está apoyada esa legislación.
Se busca también mayor transparencia. En ocasiones, los congresistas tienen que votar textos legislativos de 500 páginas a los que han tenido acceso apenas unas horas antes; es decir, los votan sin conocerlos o, al menos, sin conocerlos en profundidad. La nueva mayoría va a introducir una reforma que obliga a que cada proyecto que salga de una comisión sea colocado en Internet al menos tres días antes de su votación en el pleno.
Con el mismo propósito de hacer el trabajo del Congreso más accesible a los ciudadanos, los republicanos quieren que los debates en los comités sean transmitidos íntegramente en Internet, que cada comité haga un informe semestral de sus actuaciones y que los comités publiquen en la red sus votaciones como máximo 48 horas después de que se hayan producido.
"Estas reformas representan el primer paso para mantener la promesa que hicimos de cambiar la forma en que se trabaja en Washington", ha manifestado el nuevo presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner. Algunas de esas reformas, especialmente las que afectan a la transparencia del proceso legislativo, pueden ser fácilmente aceptadas por los demócratas. Otras, las que afectan al manejo del déficit y el gasto público, prometen abrir un fuerte debate ideológico sobre el papel del Estado, lo que, probablemente, hará poco productiva esta legislatura.
Relevo en la Casa Blanca
Mientras los republicanos comenzaban su ofensiva, Barack Obama empezaba también a reforzar sus líneas de resistencia con un ligero movimiento a la derecha. El nombramiento de William Daley, un veterano y moderado político con estrechos lazos con Wall Street, como nuevo jefe de Gabinete, es la muestra de que el presidente opta por un valor seguro, prudente y sin veleidades izquierdistas.
No es que su antecesor, Rahm Emanuel, fuera un socialista, pero sí era mucho más activista, temperamental y atrevido. Quizá era lo que se requería para un arranque de mandato impetuoso; como Daley, un antiguo secretario de Comercio de Bill Clinton que trabajó para J.P. Morgan, es lo que se requiere para un transcurrir tranquilo de estos dos últimos años. Entre Emanuel y Daley estuvo durante unos meses, de forma interina, Pete Rouse, que no es amante de las exigencias que ese cargo supone y nunca quiso ocuparlo de forma permanente.
Daley, de 62 años, aporta, probablemente, lo que Obama busca en estos momentos: formación económica, experiencia en el trato bipartidista y reconocimiento casi unánime en Washington. Su nombramiento, no obstante, supone una carambola política que ha despertado las suspicacias de algunos comentaristas.
Bill Daley es hermano de Richard Daley, el actual alcalde de Chicago, quien renunció a presentarse a la reelección para que Emanuel pudiera aspirar a ese puesto. En descargo de cualquier sospecha hay que decir que la familia Daley, la más poderosa de Chicago, no ha tenido nunca conexiones con Obama, que hizo su carrera política en esa ciudad. Aunque apoyaron la candidatura presidencial de su paisano, los Daley siempre han sido amigos de los Clinton.