Golazo y polémica en la victoria de Real Madrid en Sevilla
Sevilla, As
Real Madrid y Sevilla están destinados a discutir por todo. Antes de los encuentros, por lo que pueda pasar; durante, por lo que pasa; y después, por lo que pasó. Los partidos parecen sólo un pretexto para encontrarse en el camino. Necesitan un escenario para dirimir sus diferencias. Y este partido, lejos de regar de tranquilidad esta complicada convivencia, alimentará la polémica con varios argumentos. Pero antes, lo bueno. Y nada hubo mejor que el golazo de Benzema, una ejecución perfecta, un muestrario de las enormes virtudes de este delantero, con las cualidades suficientes para ser el delantero del Madrid, pero que todavía no ha demostrado la personalidad necesaria para ello. Si la actitud y la movilidad que demostró en el Sánchez Pizjuán fueran una costumbre y no una rareza, nadie discutiría su titularidad. Un gol que valió la victoria y sirvió para que el Madrid diera un pasito más hacia la final de Copa del Rey.
Todo sucedió apenas superado el cuarto de hora. Benzema recibió el balón de Özil en la zona de medios del Sevilla, se fue hacia el área, superó en carrera a Alexis, mandó al suelo con un recorte a Escudé y batió a Palop con la izquierda. Un golazo. Una demostración de velocidad, potencia, habilidad y capacidad de definición. En definitiva, los atributos que poseen los grandes delanteros.
Hasta entonces, la vida del partido fue una y a partir de ahí fue otra bien diferente. El encuentro tuvo un comienzo intenso, con los equipos midiendo su fútbol y su personalidad. Complicó la vida el Sevilla al Madrid, al que atacó por las bandas, en especial por la defendida por Arbeloa, que logró salir indemne, no sin sufrimiento, de las acometidas de Navas, al que su todavía escaso fondo físico le impidió hacer más daño.
El gol de Benzema descentró al Sevilla, que necesita poco para descentrarse. Se olvidó de sus virtudes, de ese juego por las bandas que martirizó al Madrid durante el primer cuarto de hora, y se obcecó atacando por el centro, con lo que facilitó las maniobras defensivas del Madrid.
El Sevilla llevó la iniciativa, con el Madrid esperando atrás para buscar el contragolpe. Es la mejor fórmula para explotar las virtudes del Madrid y disimular sus carencias para crear fútbol. El equipo de Mourinho no puede presumir de virtuosismo en el juego, pero sí de ser un conjunto muy difícil de ganar cuando tiene ventaja en el marcador. Es entonces cuando tira de oficio y de personalidad.
Un oficio que nadie representa mejor que Xabi Alonso, quien corta, distribuye, ayuda y se ofrece. Lo hace con tal sencillez y naturalidad que no se valora en su justa medida lo que significa para su equipo. Escoltado esta vez por Khedira a su derecha y Lass a la izquierda, en ese centro del campo chirriante que compuso Mourinho, Xabi se vio más solo que nunca. La aportación del alemán y del francés en ataque no pasa de la anécdota y en defensa no aportan la consistencia que se requiere de ellos, en especial Lass, que tiene una forma muy particular de entender el juego. En su manual táctico no estaban contempladas esta vez las ayudas al lateral de su zona, Arbeloa, que se vio solo y en inferioridad demasiadas veces.
Lass vio la amarilla, que pudo ser algo más, por una dura patada a Sergio Sánchez, que se retiró lesionado, y a la media hora el Sevilla reclamó la segunda por una entrada a Navas. No fue el mejor día del francés.
Gol fantasma
Al cierre de la primera parte se vivió la acción más polémica, que servirá para justificar teorías persecutorias y quién sabe si una eliminación. Luis Fabiano se fue de Casillas y Albiol terminó sacando el balón con los pies cuando pareció que había superado completamente la línea. Debió ser gol, pero la acción es tan justa que no se puede demonizar ni a Undiano ni a su asistente, Fermín, por no haberlo concedido.
El Sevilla no se rindió y siguió buscando el empate, pero cada vez con menos ideas y menos aire. Desaparecidos Kanouté y Perotti, una rémora para su equipo, la responsabilidad recayó casi exclusivamente en Navas, al que su físico no le dio más que para ataques esporádicos.
Una vez más, Mourinho movió sus piezas mejor que su rival y fue dando oxígeno a un conjunto que estuvo siempre bien plantado y contuvo sin excesivos problemas las acometidas locales. Marcelo entró por Lass y fue una ayuda extra en el centro del campo, que contó con el despliegue de Di María en los últimos 20 minutos. Sustituyó el argentino a Benzema y ese último tramo lo jugó Cristiano como única referencia en ataque.
Con el Sevilla agotado, el Madrid no supo sentenciar. En una contra nacida de un córner sacado por el Sevilla, cerca estuvo de llegar el segundo gol. Lo evitó Palop, que desvió a córner un cabezazo de Carvalho después de un pase de Özil. El central portugués es uno de los futbolistas que mejor interpreta el arte del contragolpe en el Madrid.
Después, Cristiano y Özil fallaron lo que parecía imposible después de otro contragolpe. Entre los dos complicaron una maniobra que parecía sencilla y Alexis alcanzó a enviar al córner el tiro del alemán.
Tuvo también su ocasión el Sevilla, con un tiro de Negredo, sustituto de Luis Fabiano, después de una errática salida de Casillas cuando el choque consumía sus últimos instantes. Un encuentro que se cerró con una acción lamentable, con una agresión a Casillas, quien fue golpeado con un objeto lanzado desde la grada.
Sevilla: Palop; Sergio Sánchez (Martín Cáceres, m.17), Alexis, Escudé, Fernando Navarro; Jesús Navas, Zokora, Romaric (Renato, m.51), Perotti; Kanouté y Luis Fabiano (Negredo, m.75).
Real Madrid: Casillas; Albiol, Sergio Ramos, Carvalho, Arbeloa; Khedira, Xavi Alonso, Lass (Marcelo, m.56); Özil (Granero, m.85), Cristiano Ronaldo; y Benzamá (Di María, m.68).
Gol: 0-1, M.17: Benzemá.
Árbitro: Alberto Undiano Mallenco (Comité Navarro). Amonestó a los visitantes Lass (m.08), Arbeloa (m.32), Khedira (m.57), Ronaldo (m.58) y Sergio Ramos (m.90), y a los locales Luis Fabiano (m.20), Zokora (m.46), Alexis (m.48) y Fernando Navarro (m.83).
Incidencias: partido de ida de las semifinales de la Copa del Rey disputado en el estadio Ramón Sánchez Pizjuán ante 40.000 espectadores. Terreno de juego en buenas condiciones pese a la fina lluvia que calló antes del encuentro. Al final del choque tuvo que ser asistido sobre el terreno de juego Iker Casillas, que fue golpeado en la cabeza por un objeto lanzado desde la grada.