Detenido el jefe de seguridad de Ben Ali mientras aumenta la tensión en Túnez

Túnez, El País
A pesar de las dudas y de los disturbios, los pasos hacia la transición en Túnez y hacia la depuración de responsabilidades del régimen del depuesto Zine el Abidine Ben Ali se suceden. Ali Seriati, el responsable de la seguridad del ex dictador, ha sido detenido y será juzgado por fomentar la violencia y amenazar la seguridad nacional, según informan la televisión pública tunecina y las agencias Reuters y AFP. El ex responsable de seguridad está acusado de haber creado divisiones entre el pueblo, de haber fomentado el caos y los disturbios y de haber incentivado la violencia armada. Otras fuentes hablan incluso de la detención del ex ministro del Interior, Rafik Belhaj Kacem, cuando huía en dirección a Argelia desde su residencia en el campo, en la localidad de Béja. Esto indicaría una operación de la Administración interina de Túnez para poner a disposición judicial a la cúpula del antiguo régimen.

Los militares han asaltado el palacio presidencial en la zona de Cartago (en las afueras de la ciudad) tras un intercambio de disparos con las milicias leales a Ben Ali. El Ejército se ha responsabilizado también de la muerte de dos francotiradores durante un intenso intercambio de disparos en las inmediaciones del Ministerio del Interior. "No va a haber ninguna tolerancia con el caos", ha anunciado el primer ministro, Mohamed Ghanuchi

En unos hechos todavía confusos, la Policía ha detenido además al menos a tres individuos inmediatamente después del ataque con armas de fuego que han perpetrado contra la sede del principal partido opositor, el Partido Democrático Progresista (PDP), en el centro de la capital tunecina. Un agente mostró el exterior de dos pasaportes suecos que pertenecerían a dos de los detenidos, quienes habrían disparado contra la sede del PDP. El tercer arrestado sería tunecino. Otras fuentes hablan de cuatro alemanes detenidos. También se informa del arresto de un ciudadano francés. Al parecer los detenidos viajaban en tres taxis portando armas. Dos de ellos (los de nacionalidad sueca) podrían ser ajenos a los disturbios y tratarse de agentes de viajes expertos en la organización de safaris. Poco antes de los arrestos, el PDP había informado de que efectivos policiales y militares detuvieron a unos hombres que viajaban en un vehículo, a quienes describía como extranjeros y que habían realizado disparos en las inmediaciones de la sede del partido. Según el PDP, las fuerzas de seguridad persiguieron a los asaltantes hasta un edificio residencial cercano.

Todo indica que milicias armadas afines a Ben Ali se están acantonando y respondiendo a las acciones del Ejército que poco a poco ha ido desplazando a la policía en las labores de seguridad. Mientras la institución militar es muy respetada por la población, la policía (que cuenta con unos 160.000 miembros, muchos de ellos incondicionales de Ben Ali) no es percibida con simpatía. Ayer el Ejército llegó a arrojar cañones de agua contra agentes de policía. En el centro de Túnez, si bien algunos agentes de policía acompañan a las cada vez más numerosas patrullas militares, la presencia del Ejército es muy superior a la que había ayer. En el resto del país una fuente que ha viajado hoy desde Argelia hacia la capital informa de que existen controles militares cada cuatro o cinco kilómetros.

Tras cuatro semanas de revuelta popular, culminada el viernes, sin ayuda de nadie, con el derrocamiento del sátrapa Ben Ali, ayer se inició el camino que puede conducir a la democracia con importantes decisiones del Consejo Constitucional como el nombre del presidente interino -el primer ministro Mohamed Ghanuchi fue forzado a dimitir tras 16 horas en el cargo- y la convocatoria de elecciones en un plazo máximo de 60 días.

Para mañana (en un principio iba a ser hoy) se espera un segundo paso no menos importante: el anuncio de la formación de un Gobierno de unidad nacional que acabe con el vacío de poder, ponga coto a los violentos y conduzca al país a esos esenciales comicios tras 23 años de dictadura. Una de las incógnitas por despejar es si quienes se opusieron con vigor a Ben Ali pueden coincidir en un proyecto común.

Gobierno de unidad


Ghanuchi, un dirigente que, pese a su afiliación a la Asamblea Constitucional Democrática, el partido de Ben Ali, no está entre los sospechosos de haber amasado fortuna al amparo del poder, inició ayer los contactos para lograr formar un gobierno de unidad nacional. "Sin excluir a nadie", prometió en su primera declaración pública nuevo presidente interino, Fuad Mebaza. Una de las tres fuerzas políticas legales en Túnez y la única con representación parlamentaria -apenas dos diputados- anunció su disposición a formar parte de este gobierno. De momento, no hay grandes novedades en este capítulo, salvo que continúan los contactos y reuniones y que se mantiene la previsión de que el país tenga hoy mismo nuevo ejecutivo. Los primeros signos parecen positivos, pero los problemas pueden llegar con la negociación concreta de los ministerios que serán asignados a miembros de la oposición.

En concreto, Ghanuchi se entrevistará con el líder del principal partido opositor, Ettajdid, Ahmed Ibrahim, y con otros dirigentes opositores, según ha revelado el propio Ibrahim. "Lo principal para nosotros es poner fin a todo este desorden. Estamos de acuerdo en varios principios relativos al nuevo gobierno. Seguiremos dialogando", ha explicado. Los opositores quieren garantías de que la campaña de las próximas elecciones presidenciales sea libre y que haya suficiente tiempo para ella, por lo que apuestan por esperar unos seis meses. También exigen una mayor apertura democrática y que el sistema se sacuda la influencia de la Agrupación Constitucional Democrática, el partido de Ben Alí, que funcionaba prácticamente como un partido único. Pero en un país regido con puño de hierro durante 53 años, sin oposición organizada, sin liderazgos convincentes, azotado por el desempleo, sometido a un terremoto político e institucional y vapuleado ahora por la violencia, de nada hay garantías.

El ejército gana presencia

Mientras tanto, cada vez son más los indicios que apuntan a que detrás de los saqueos y de los incendios provocados en bancos, comercios, cárceles y estaciones de transporte de este Túnez subido a la vorágine del cambio no está la población, desesperada por la falta de recursos y de futuro, sino milicias del antiguo régimen organizadas con el fin de sembrar el caos y desestabilizar el país. La tesis de las autoridades es que a los adeptos de Ben Ali se han sumado parte de los 160.000 efectivos de la policía, que vivían de la dictadura y que ven que lo están perdiendo todo. Un desarrapado que tiene hambre saquea un comercio, no le prende fuego. Un joven universitario que ha salido pacíficamente a la calle a manifestarse contra la situación económica primero y contra el dictador después, no se sube a una ambulancia robada para asaltar a sus vecinos en sus casas haciéndose pasar por policía. Una joven que aspira a vivir en un país democrático no se sube a un coche a disparar a todo el que se cruza en su camino.

La noche ha sido más tranquila. Poco a poco, el Ejército, que se mantuvo al margen de las protestas y que ahora está tomando el timón para garantizar la seguridad del país, está logrando poner coto a los violentos y frenar los disturbios. En un primer paseo esta mañana por las calles de la capital, se aprecian algunos comercios limpiados por la rapiña y bancos calcinados, pero menos que ayer. En la proporción inversa, han aumentado los agentes de paisano y los soldados, que están apostados casi en cada esquina. Los militares controlan y registran todos los bolsos y coches que se ponen a tiro. Las calles están en relativa calma., hay gente comprando alimentos y por primera vez en días se ven vehículos comerciales haciendo repartos. Durante la noche apenas se pudieron escuchar disparos en la capital, a diferencia de los intensos disturbios de la noche del viernes al sábado.

Hoy se aprecian además los rpimeros síntomas de lo que puede ser un gran éxodo. La situación de inseguridad ha convencido a muchos habitantes de la capital de que lo mejor es huir. Para proteger a sus familias de disturbios y pillajes, miles de habitantes de Túnez están escapando hacia el sur, donde hay una menor presencia del Ejército. precisamente, otra gran duda es qué estará pasando en el resto del país, del cual llegan noticias con cuentagotas y lo poco que se sabe es que el Ejército no da abasto y su presencia es residual en muchos pueblos y ciudades del interior. Estos son, por tanto, los lugares más propios para que siga prendiendo la mecha de la inestabilidad.

En este estado de confusión, uno de los incidentes más destacables es la muerte de Imed Trabelsi, sobrino de la esposa de Ben Ali y alcalde de la ciudad costera de La Goulette, que falleció ayer en el hospital militar de Túnez tras llegar herido de arma blanca. Imed, que se encontraba en paradero desconocido desde la huida del presidente, formaba parte de ese grupo de parientes de la primera dama que controlaban la economía del país, asociados siempre a la corrupción del régimen y objeto de la ira de los manifestantes. Un juez francés había abierto una investigación contra Imed Trabelsi por su supuesta implicación en el robo de un yate que pertenecía a Bruno Roger, directivo de la Banca Lazard. Esta mañana ha muerto uno de los primeros extranjeros de los que se tiene noticia y también el primer periodista. Se trata de Lucas Mebrouk Dolega, de 32 años, herido por una granada de gas lacrimógeno durante las protestas del pasado viernes.

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