Venezuela: ropa barata en la tienda del Alba
Yolanda Valery, BBC Mundo, Venezuela
Ubicada en el casco histórico del centro de Caracas, la más reciente inciativa comercial del gobierno venezolano atrae todos los días largas filas de compradores, que resisten el sol o el agua con tal de hacerse de una prenda de ropa a precio imbatible. Se trata de la primera sucursal de las tiendas Alba.
La tienda, que ofrece pantalones, conjuntos y camisas para damas, caballeros y niños, se une así al Café Venezuela -ubicado a unos metros de distancia- o a la arepera socialista, en una novel red de comercios estatales que prometen vender toda clase de productos con importantes descuentos.
Los jeanes y chemises de adulto, por ejemplo, cuestan unos US$12 (80% menos que "en la calle"), las camisas de vestir para dama también US$12 (86% de descuento), y los sweaters o sudaderas cuestan unos US$14 (76% de descuento). La prenda más cara es el mono o buzo completo para niño, por el que se piden unos US$16. Todo calculado a la tasa de cambio intermedia de 4,30 bolívares por dólar.
Es lo que el oficialismo llama "precios justos", e intenta demostrar que el sistema capitalista especula y se aprovecha de los compradores para amasar grandes sumas de dinero, que van a parar al bolsillo de unos pocos.
clic Lea: un cafecito socialista
Críticos señalan que esos precios son cualquier cosa menos justos. Los atribuyen a que los comercios estatales gozan de ventajas fuera del alcance de los privados, como el uso de locales propiedad del Estado -libres del pago de arrendamiento o servicios-, exenciones de impuestos y tasas preferenciales en la importación de productos.
Mientras sean baratos
Encargados de algunos de estos establecimientos han confirmado que, en efecto, no tienen que enfrentar algunos de los costos que la competencia privada no puede evitar.
Esto puede llegar a incluir una importante reducción en el pago de personal: en la inauguración de la arepera socialista, el entonces ministro de Comercio, Eduardo Samán, explicó que parte de los empleados trabajaría en calidad de voluntarios. El mismo Samán prometió dedicarle una mañana semanal a la preparación y expendio de arepas.
Pero a los compradores de la tienda Alba parece resultarles totalmente indiferente de dónde salen los descuentos, siempre que puedan hacerse con uno de ellos.
La mercancía cuelga de ganchos y se apila, dispersa, sobre los mesones, como muestra de que muchas manos la han revuelto ya en busca de nueva oferta. La fila en la caja es tan larga como lo permite el local, más bien pequeño. La cola en la puerta puede extenderse a todo lo largo de toda una cuadra del centro de Caracas.
El calor arrecia, a pesar del aire acondicionado. Y los niños corretean entre los adultos apiñados alrededor de los colgadores, mientras aguardan pacientemente a que sus representantes paguen la compra.
"Esto ha sido igual desde que abrimos el 30 de agosto pasado. Como unas 300 personas compran todos los días. Y todo lo revuelven", le dice a BBC Mundo Kasandra, encargada de la tienda, mientras intenta poner algo de orden entre camisas desarregladas y conjuntos que amenazan con caerse de los ganchos.
"¿Que si está barato? ¡Niña, lo están regalando! ¡Se armó una limpia!", dice, emocionada, una señora que se prueba un conjunto de pantalón y blusa sobre la ropa, ya que, por el limitado espacio, la tienda no cuenta con probadores.
Made in Bolivia
"Este swéater lo busqué en una tienda por Catia (oeste de la ciudad) y estaba a 180 bolívares. Aquí lo tienen a 60. Lástima que no traje casi dinero", se lamenta otra compradora, que dice visitar el establecimiento por primera vez.
Una tercera compradora arquea las cejas y asiente, silenciosa, cuando se le pregunta si cree que esos precios demuestran especulación en tiendas privadas. "Por de más, ya que no se explica por qué aquí son tan baratos. Piensa que aún con estos precios le sacan ganancia", dice.
Kasandra explica que la clave está en que la mercancía proviene de un convenio de intercambio entre países del Alba. Por ahora, la mayoría de las piezas son hechas en Bolivia. "Pero estamos esperando un lote de blue jeans de Cuba y otras prendas de Ecuador, las tradicionales que hacen ellos", añade.
Esto incluye prendas de conocidas marcas, como Polo, Manhattan o Averroe, de fabricación boliviana. La dependienta asegura que la manufactura es de la más alta calidad. Algunos de los clientes se dicen satisfechos en este sentido. Kasandra asegura que el éxito es tal, que todos los días deben volver a surtir la tienda, con prendas guardadas en un almacén central.
En un local cercano, Daniel, un vendedor privado, pone en duda que las camisas y pantalones de la tienda Alba sobrevivan a una primera lavada. "Ya tienen hasta las etiquetas medio despegadas", dice. ¿Lo impulsará la competencia a bajar los precios? "No son competencia. Eso es sólo una tienda, y no tiene la variedad que ofrecemos nosotros", asegura.
Ubicada en el casco histórico del centro de Caracas, la más reciente inciativa comercial del gobierno venezolano atrae todos los días largas filas de compradores, que resisten el sol o el agua con tal de hacerse de una prenda de ropa a precio imbatible. Se trata de la primera sucursal de las tiendas Alba.
La tienda, que ofrece pantalones, conjuntos y camisas para damas, caballeros y niños, se une así al Café Venezuela -ubicado a unos metros de distancia- o a la arepera socialista, en una novel red de comercios estatales que prometen vender toda clase de productos con importantes descuentos.
Los jeanes y chemises de adulto, por ejemplo, cuestan unos US$12 (80% menos que "en la calle"), las camisas de vestir para dama también US$12 (86% de descuento), y los sweaters o sudaderas cuestan unos US$14 (76% de descuento). La prenda más cara es el mono o buzo completo para niño, por el que se piden unos US$16. Todo calculado a la tasa de cambio intermedia de 4,30 bolívares por dólar.
Es lo que el oficialismo llama "precios justos", e intenta demostrar que el sistema capitalista especula y se aprovecha de los compradores para amasar grandes sumas de dinero, que van a parar al bolsillo de unos pocos.
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Críticos señalan que esos precios son cualquier cosa menos justos. Los atribuyen a que los comercios estatales gozan de ventajas fuera del alcance de los privados, como el uso de locales propiedad del Estado -libres del pago de arrendamiento o servicios-, exenciones de impuestos y tasas preferenciales en la importación de productos.
Mientras sean baratos
Encargados de algunos de estos establecimientos han confirmado que, en efecto, no tienen que enfrentar algunos de los costos que la competencia privada no puede evitar.
Esto puede llegar a incluir una importante reducción en el pago de personal: en la inauguración de la arepera socialista, el entonces ministro de Comercio, Eduardo Samán, explicó que parte de los empleados trabajaría en calidad de voluntarios. El mismo Samán prometió dedicarle una mañana semanal a la preparación y expendio de arepas.
Pero a los compradores de la tienda Alba parece resultarles totalmente indiferente de dónde salen los descuentos, siempre que puedan hacerse con uno de ellos.
La mercancía cuelga de ganchos y se apila, dispersa, sobre los mesones, como muestra de que muchas manos la han revuelto ya en busca de nueva oferta. La fila en la caja es tan larga como lo permite el local, más bien pequeño. La cola en la puerta puede extenderse a todo lo largo de toda una cuadra del centro de Caracas.
El calor arrecia, a pesar del aire acondicionado. Y los niños corretean entre los adultos apiñados alrededor de los colgadores, mientras aguardan pacientemente a que sus representantes paguen la compra.
"Esto ha sido igual desde que abrimos el 30 de agosto pasado. Como unas 300 personas compran todos los días. Y todo lo revuelven", le dice a BBC Mundo Kasandra, encargada de la tienda, mientras intenta poner algo de orden entre camisas desarregladas y conjuntos que amenazan con caerse de los ganchos.
"¿Que si está barato? ¡Niña, lo están regalando! ¡Se armó una limpia!", dice, emocionada, una señora que se prueba un conjunto de pantalón y blusa sobre la ropa, ya que, por el limitado espacio, la tienda no cuenta con probadores.
Made in Bolivia
"Este swéater lo busqué en una tienda por Catia (oeste de la ciudad) y estaba a 180 bolívares. Aquí lo tienen a 60. Lástima que no traje casi dinero", se lamenta otra compradora, que dice visitar el establecimiento por primera vez.
Una tercera compradora arquea las cejas y asiente, silenciosa, cuando se le pregunta si cree que esos precios demuestran especulación en tiendas privadas. "Por de más, ya que no se explica por qué aquí son tan baratos. Piensa que aún con estos precios le sacan ganancia", dice.
Kasandra explica que la clave está en que la mercancía proviene de un convenio de intercambio entre países del Alba. Por ahora, la mayoría de las piezas son hechas en Bolivia. "Pero estamos esperando un lote de blue jeans de Cuba y otras prendas de Ecuador, las tradicionales que hacen ellos", añade.
Esto incluye prendas de conocidas marcas, como Polo, Manhattan o Averroe, de fabricación boliviana. La dependienta asegura que la manufactura es de la más alta calidad. Algunos de los clientes se dicen satisfechos en este sentido. Kasandra asegura que el éxito es tal, que todos los días deben volver a surtir la tienda, con prendas guardadas en un almacén central.
En un local cercano, Daniel, un vendedor privado, pone en duda que las camisas y pantalones de la tienda Alba sobrevivan a una primera lavada. "Ya tienen hasta las etiquetas medio despegadas", dice. ¿Lo impulsará la competencia a bajar los precios? "No son competencia. Eso es sólo una tienda, y no tiene la variedad que ofrecemos nosotros", asegura.