Rodrígo López, autor del gran éxito de Estudiantes

La Plata, Olé
Rodrigo López durmió al Fortín y despertó a Estudiantes con sus goles. Con sólo 120’ jugados en todo el certamen, la labor del 9 fue clave en este título “especial”.

¡¿750.000 dólares para jugar apenas 88 minutos en todo el torneo?! La ecuación hizo bufar a más de un dirigente, a innumerables hinchas. Esos mismos que ayer, cuando Vélez se ilusionaba en Avellaneda y Estudiantes trastabillaba frente a Arsenal, con la cuenta regresiva ahogando la felicidad, hubieran pelado sus mismísimas billeteras para hacer una vaquita, llegar a semejante cash y asegurar el título y el mote de pentacampeón argento.

Los 750.000 verdes resultaron, pues, una gran inversión. Porque fue Rodrigo López quien desbloqueó las gargantas, los nervios, la ansiedad, tanta tensión. Fue el delantero quien, en sus nuevos 32 minutos, puso la cabeza para que la marea pincharata pueda, al fin, desabrocharse el corazón, desinhibirse, gritar, al menos, dale camp... La puso una vez y los flashes se fueron con la Gata, que quiso chafarle el gol. Y la puso de nuevo, pero ya solo en el área, para que no quedaran dudas de su autoría, testazo bombeado, golazo, 2-0, éxtasis. Y título. Y dale campeón con todas las letras. Para los que reflexionen acerca del negocio sean, ahora, los dirigentes e hinchas de Vélez, cultores de la política de no reforzar rivales directos.

Ese festejo/desahogo enérgico, visceral, la camiseta revoleada, la mandíbula y la gola suspendidas en la o, reflejaron el sinuoso trecho de ripio que debió recorrer Rodrigo López para justificar que el mejor equipo de la Argentina le haya echado el ojo a mitad de año pese a no estar, aún, recuperado de una artroscopía en la rodilla que finalmente sanó en City Bell. Porque después de sumar sus primeros minutos, lo aquejó una tendinitis en el cuádriceps y otra vez a acumular puchitos de hierba. Así y todo, y mientras media La Plata y el periodismo nacional resaltaban la falencia (devenida en virtud) de un equipo que sabía ir primero sin tener un 9 puro, Rorro se las arregló para intervenir, gol mediante, en triunfos clave ante Quilmes (también asistió a Braña) y Olimpo, e Independiente. Sobre todo contra el Rojo. Porque, si bien no festejó, fue el delantero quien parió un triunfo que se olfateaba cada vez más chivo, centro perfecto para que la Gata hiciera lo suyo con la sien. Y lo de ayer, claro, plumereó el runrún chismoso sobre él. Nadie se va a acordar de que nunca fue titular, que pateó sólo durante 120 minutos en el certamen (distribuidos en siete encuentros), tuvo un promedio Olé de 6,67 e hizo cuatro goles. Todo Estudiantes recordará su extraordinaria contribución en la última fecha. Porque valió un campeonato.

“Todo esto es una consecuencia del trabajo. Yo colaboré en algunos momentos del campeonato, pero gran parte del mérito lo tienen mis compañeros”, esbozó entre algarabía ayer, todavía con el corazón galopando. ¿Un corazón, acaso, partío, por haber sido héroe y verdugo de su ex Fortín? “Es especial, Vélez fue dónde llegué al principio de mi carrera en Argentina. Hicieron un esfuerzo tremendo, pero Estudiantes es un digno campeón y Vélez un digno participante”, arropó a Vélez, a Ro-Ro mi Vélez...

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