La embarazosa semana de Hillary Clinton
Washington, Agencias
La secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, ha vivido la semana más incómoda desde que llegó al cargo, no solamente por las revelaciones embarazosas surgidas de cables diplomáticos de su departamento, sino porque ha tenido que verse, cara a cara, con muchos de los aludidos.
Clinton concluye hoy una amplia gira por Asia Central y el golfo Pérsico que inició el lunes, horas después de que cinco medios internacionales comenzaran a divulgar el contenido de parte de los 250.000 telegramas confidenciales filtrados por WikiLeaks.
Lejos de esconderse, su primera respuesta el lunes fue comparecer en Washington para condenar la filtración, que calificó como un ataque a EEUU y a la diplomacia mundial.
Era un primer intento público de controlar el daño innegable a la imagen de EEUU. En privado, Clinton ya había hecho gestiones previas por teléfono para advertir a algunos gobiernos que no les iba a gustar lo que iban a leer en los días posteriores.
Tras gestionar la crisis por vía telefónica, la secretaria tendría que enfrentarse cara a cara con algunos de sus interlocutores en la cumbre de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), en Kazajistán.
Allí se vio en la incómoda situación de disculparse ante líderes que su departamento suponía envueltos en "fiestas salvajes", como el italiano Silvio Berlusconi, y otros que consideraba "poco creativos" y con aversión al riesgo, como la alemana Ángela Merkel.
También tuvo que dar explicaciones al ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, después de que los diplomáticos estadounidenses caracterizaran la relación entre el primer ministro Vladímir Putin y el presidente, Dimitri Medvédev, como la que mantienen los personajes de cómic Batman y Robin.
Desde Moscú, Putin dijo que no se esperaba tanta "arrogancia, grosería y falta de ética" por parte de EEUU, un país que no obvió detalles al describir la corrupción que impera en Rusia.
Pero la cita bilateral más esperada del viaje fue la que se produjo entre Clinton y el primer ministro italiano, a quien no le gustó nada que EEUU le calificaran en los cables de "perro faldero" de Putin, según publicó la prensa que cubrió la cumbre.
La jefa de la diplomacia estadounidense, en un intento apresurado de salvar la situación, aseguró a Berlusconi que el cable en cuestión fue solamente uno de miles y no reflejaba en absoluto la posición oficial del Gobierno de EEUU sobre él.
Incluso antes de la reunión, Clinton alabó al mandatario ante los periodistas al afirmar que Washington "no tiene mejor amigo, no tiene a ninguno que haya respaldado las políticas estadounidenses tan constantemente" como Berlusconi.
En su gira internacional, que concluye hoy viernes, Clinton admitió que había discutido la filtración con muchos de los líderes, con los que llegó al entendimiento de que el incidente, del que había pasar página, no iba a interferir en sus relaciones.
Ni una palabra hubo de su encuentro con el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, quizás uno de los más incómodos, tras conocerse que los diplomáticos estadounidenses habían recibido ordenes de espiar al surcoreano y a otros altos funcionarios de la organización, una de las revelaciones más embarazosas para EEUU y que podría representar una violación de las leyes internacionales.
Con todo, Clinton apenas ha tenido tiempo para olvidarse de un golpe que algunos han calificado como el '11-S' de la diplomacia estadounidense.
Además de sus entrevistas personales, ha tenido que llamar por teléfono a varios líderes, entre ellos a la presidenta argentina, Cristina Fernández, sobre cuya salud mental indagó el Departamento de Estado.
El portavoz del Departamento de Estado, Philip Crowley, explicó que Clinton hizo el jueves dos llamadas "muy breves" desde Uzbekistán al presidente paquistaní, Asif Alí Zardari, y a Fernández, para disculparse por la filtración y subrayar la importancia de la amistad entre sus respectivos países.
Hoy viernes, último día de su gira, se encontrará en Bahrein, en el marco el Diálogo de Manama, con líderes de Oriente Medio, donde la reacción ha sido más suave que en otros países.
En los próximos días Clinton seguirá haciendo más llamadas en la medida en que su agenda se lo permita.
El Departamento de Estado no ha revelado de momento el tono de las respuestas que ha recibido la secretaria en sus contactos con los mandatarios internacionales.
La única revelada por Clinton, y quizás las más inesperada, fue la de un dirigente que trató de consolarle diciéndole "no te preocupes. Deberías ver lo que décimos nosotros de ti".
La secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, ha vivido la semana más incómoda desde que llegó al cargo, no solamente por las revelaciones embarazosas surgidas de cables diplomáticos de su departamento, sino porque ha tenido que verse, cara a cara, con muchos de los aludidos.
Clinton concluye hoy una amplia gira por Asia Central y el golfo Pérsico que inició el lunes, horas después de que cinco medios internacionales comenzaran a divulgar el contenido de parte de los 250.000 telegramas confidenciales filtrados por WikiLeaks.
Lejos de esconderse, su primera respuesta el lunes fue comparecer en Washington para condenar la filtración, que calificó como un ataque a EEUU y a la diplomacia mundial.
Era un primer intento público de controlar el daño innegable a la imagen de EEUU. En privado, Clinton ya había hecho gestiones previas por teléfono para advertir a algunos gobiernos que no les iba a gustar lo que iban a leer en los días posteriores.
Tras gestionar la crisis por vía telefónica, la secretaria tendría que enfrentarse cara a cara con algunos de sus interlocutores en la cumbre de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), en Kazajistán.
Allí se vio en la incómoda situación de disculparse ante líderes que su departamento suponía envueltos en "fiestas salvajes", como el italiano Silvio Berlusconi, y otros que consideraba "poco creativos" y con aversión al riesgo, como la alemana Ángela Merkel.
También tuvo que dar explicaciones al ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, después de que los diplomáticos estadounidenses caracterizaran la relación entre el primer ministro Vladímir Putin y el presidente, Dimitri Medvédev, como la que mantienen los personajes de cómic Batman y Robin.
Desde Moscú, Putin dijo que no se esperaba tanta "arrogancia, grosería y falta de ética" por parte de EEUU, un país que no obvió detalles al describir la corrupción que impera en Rusia.
Pero la cita bilateral más esperada del viaje fue la que se produjo entre Clinton y el primer ministro italiano, a quien no le gustó nada que EEUU le calificaran en los cables de "perro faldero" de Putin, según publicó la prensa que cubrió la cumbre.
La jefa de la diplomacia estadounidense, en un intento apresurado de salvar la situación, aseguró a Berlusconi que el cable en cuestión fue solamente uno de miles y no reflejaba en absoluto la posición oficial del Gobierno de EEUU sobre él.
Incluso antes de la reunión, Clinton alabó al mandatario ante los periodistas al afirmar que Washington "no tiene mejor amigo, no tiene a ninguno que haya respaldado las políticas estadounidenses tan constantemente" como Berlusconi.
En su gira internacional, que concluye hoy viernes, Clinton admitió que había discutido la filtración con muchos de los líderes, con los que llegó al entendimiento de que el incidente, del que había pasar página, no iba a interferir en sus relaciones.
Ni una palabra hubo de su encuentro con el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, quizás uno de los más incómodos, tras conocerse que los diplomáticos estadounidenses habían recibido ordenes de espiar al surcoreano y a otros altos funcionarios de la organización, una de las revelaciones más embarazosas para EEUU y que podría representar una violación de las leyes internacionales.
Con todo, Clinton apenas ha tenido tiempo para olvidarse de un golpe que algunos han calificado como el '11-S' de la diplomacia estadounidense.
Además de sus entrevistas personales, ha tenido que llamar por teléfono a varios líderes, entre ellos a la presidenta argentina, Cristina Fernández, sobre cuya salud mental indagó el Departamento de Estado.
El portavoz del Departamento de Estado, Philip Crowley, explicó que Clinton hizo el jueves dos llamadas "muy breves" desde Uzbekistán al presidente paquistaní, Asif Alí Zardari, y a Fernández, para disculparse por la filtración y subrayar la importancia de la amistad entre sus respectivos países.
Hoy viernes, último día de su gira, se encontrará en Bahrein, en el marco el Diálogo de Manama, con líderes de Oriente Medio, donde la reacción ha sido más suave que en otros países.
En los próximos días Clinton seguirá haciendo más llamadas en la medida en que su agenda se lo permita.
El Departamento de Estado no ha revelado de momento el tono de las respuestas que ha recibido la secretaria en sus contactos con los mandatarios internacionales.
La única revelada por Clinton, y quizás las más inesperada, fue la de un dirigente que trató de consolarle diciéndole "no te preocupes. Deberías ver lo que décimos nosotros de ti".