Fútbol a borbotones, Barcelona arrolló a la Real Sociedad
Barcelona, As
Desde que el Hércules ganó en el Camp Nou en el pleistoceno de la Liga (jornada 2), nadie ha ganado al Barcelona . Desde que Nilmar marcó en el Camp Nou en la jornada 11, nadie le ha metido un gol al Barcelona en Liga. Él, este Barcelona que es el dueño del juego, suma 28. Ese 28-0 es uno de los datos sobre los que viaja esta dictadura de seda. En su mejor versión, tras los vaivenes post Mundial del inicio de curso, el Barça convierte a los rivales en seres inocuos carentes de identidad que mueren por inanición con más admiración que rabia. Con la boca abierta. Ahora, en los límites de su propia perfección, redefiniendo sus fronteras si es que las tiene, al Barcelona se le cae el fútbol de los bolsillos. Le desborda de las manos, llueve sobre el rival hasta empaparlo. Toneladas, kilómetros de fútbol: fútbol a borbotones.
Durante apenas diez minutos, la Real Sociedad sobrevivió de forma saludable. Llegó al Camp Nou con unos muy brillantes 22 puntos. Sin angustia y vigorizada tras su triunfo en el derbi vasco, salió valiente, apretando clavijas en la medular, robando y tocando rápido con orden y sin acularse. Unos diez minutos, poco más. Mucho después, o eso pareció, hubo un medio indulto durante la última media hora. Ya sin Xavi y Pedro, el Barcelona puso el piloto automático y dejó correr la noche entre una telaraña de combinaciones, un goteo de ocasiones y los dos últimos goles, el de Bojan y la enésima maravilla de Messi, hoy facilitador primero y ejecutor después. El resto, entre el meritorio arranque de la Real y el lento languidecer del partido, fue casi una hora de fútbol fabuloso. Una coreografía excepcional. Una de las actuaciones más hermosas, genuinas y salvajemente dulces de un equipo maravilloso que vive en un momento excelso de forma y confianza. Es la rutina del lujo. Partido a partido, rival tras rival. Algo que recordaremos a partir de mañana y durante muchos mañanas.
Durante ese trance en el que escribió una vibrante oda al balón, el Barcelona pareció alcanzar la quintaesencia de su fórmula, la piedra filosofal del método Guardiola. Sin Busquets y sin Piqué, reservado para regatear a la sanción a una semana del derbi catalán, pero con todo los demás. Con Alves, Messi, Villa, Iniesta, Xavi, un Pedro gigante y Puyol a la espalda para lo (poco) que sea menester. La Real no capituló en un gesto, no tiró la toalla en un momento determinado y definible. Fue perdiendo el aliento ante la más poética de las lógicas. Primero dejó de robar arriba y después fue perdiendo el contacto con el balón hasta que este dobló una esquina y desapareció para siempre. Sin darse cuenta se encontró con nueve jugadores alrededor de su área, con Valdés en las antípodas y persiguiendo sombras azulgranas que danzaban a su alrededor con una velocidad de pensamiento supersónica.
Durante ese trance y antes de que dejara de haber rival ya entrada la segunda parte, el Barcelona coreografió algunos de sus mejores minutos en mucho tiempo. Una mezcla de aritmética y poesía. Como si las matemáticas fueran arte o como si las musas usaran calculadora. A partir de la robustez integral que le permite no conceder ocasiones, navega con una confianza insultante en sus posibilidades. Su crecimiento como grupo se percibe según se hilvanan los minutos, cada jugador como individuo entra en un trance pleno de confianza y concentración. Los movimientos son corales, las combinaciones se hacen gigantescas, el balón dibuja rutas imposibles a ras de un césped al que van cayendo pedazos del muro rival, resquebrajado de forma lenta y brutalmente precisa. Paredes, movimientos sin balón, apoyos, desdoblamientos... casi como en una atávica llamada genética, como una gran migración futbolística escrita en un ADN perfeccionado desde los tiempos del Dream Team, el Barcelona escribió una sinfonía espléndida en la que las ocasiones eran una desembocadura inevitable para tal caudal de juego y los goles un trámite en acción. Un hermoso trámite: en el primero del cerebro de Xavi a las botas de Messi al aguijón de Pedro y al comillo de Villa. El Segundo cocinado y rematado por Iniesta. El tercero de Messi tras tres paredes imposibles con Alves entre jugadores de la Real (podían ser de cualquier equipo) que eran ya estatuas de sal. Así hasta cinco a pesar de que en este partido el discurso hizo cima con tal categoría que el número de goles parecía irrelevante.
Para la Real Sociedad no quedan reproches. Su temporada y su trabajo están fuera de duda y sus intenciones de salida fueron nobles, válidas para asustar en otros campos. Simplemente no era un buen día para pasar por el Camp Nou, donde el Barcelona sumó un triunfo de estilo que le reafirma en liderato y en ética. El equipo es mejor que el de la temporada pasada: Villa mejora en el sistema colectivo a Ibrahimovic, Iniesta tiene continuidad, Pedro se confirma y Messi sigue creciendo sin límite, sin que se le adivine techo. El equipo también es mejor que en el arranque de la temporada por una cuestión de confianza, ritmo y tono físico. El resto, todo lo demás, es el fútbol. Total, inconmensurable. Cantidad y calidad de fútbol: fútbol a borbotones.
Barcelona: Valdés; Alves, Puyol, Abidal, Maxwell; Mascherano (Busquets, m.52), Xavi (Keita, m.67), Iniesta; Pedro (Bojan, m.61), Messi y Villa.
Real Sociedad: Bravo; Carlos Martínez, Ansotegi, Mikel González, De la Bella; Rivas, Elustondo, Aranburu (Zurutuza, m.56); Xabi Prieto (Sarpong, m.80), Griezmann y Joseba Llorente (Tamudo, m.69)
Goles: 1-0, m.9: Villa. 2-0, m.33: Iniesta. 3-0, m.46: Messi. 4-0, m.87: Messi. 5-0, m.90: Bojan.
Árbitro: Fernández Borbalán (C. Andaluz). Mostró cartulina amarilla a Mascherano (m.7).
Incidencias: Asistieron al encuentro 74.931 espectadores, en partido correspondiente a la decimoquinta jornada de Primera División disputado en el Camp Nou.