Francia rechaza los planes de desarme nuclear de la Casa Blanca
Madrid, El País
La Administración de Obama ha encontrado en Nicolas Sarkozy al presidente francés "más proamericano desde la II Guerra Mundial" y los intereses de Estados Unidos y Francia coinciden en numerosos frentes como Afganistán, Irán y Oriente Próximo, como pone de manifiesto la correspondencia diplomática norteamericana hasta ahora secreta, pero hay un punto en el que los dos países discrepan frontalmente: París no quiere ni oír hablar de la agenda de desarme nuclear de la Casa Blanca. El llamamiento de Obama en El Cairo en abril de 2009 a favor de "un mundo libre de armas nucleares" no gustó en el Elíseo, que teme que esa política acabe "deslegitimando" la fuerza de disuasión francesa, seña de identidad estratégica de la república fundada por De Gaulle.
El regreso de Francia el año pasado al núcleo duro de la OTAN confirmó la nueva voluntad de París de convertirse en un aliado clave de Washington, pero no hasta el punto de hacer concesiones sobre su arsenal nuclear.
François Richier, consejero de Asuntos Estratégicos del Elíseo, se lo deja muy claro a los diplomáticos norteamericanos durante una conversación mantenida en octubre de 2009. Richier advierte que EE UU no puede imponer una "demonización" de las armas atómicas, cuya disuasión es parte central de la identidad francesa. Por tanto, afirma, Francia rechazará cualquier sugerencia para unirse a conversaciones multilaterales de reducción de armas nucleares -"Si nos lo pedís, diremos ¡no!"- y establece que este tema será una línea roja en las relaciones entre los dos países.
Celine Jurgensen, funcionaria del Ministerio de Exteriores, advierte además a los estadounidenses contra cualquier posibilidad de que negociaciones posteriores al acuerdo Nuevo START entre EE UU y Rusia -que el miércoles fue ratificado por el Senado norteamericano- se amplíen a otras potencias nucleares.
La diplomacia de EE UU trata de calmar los temores franceses consciente de la capacidad de París para "obstruir" otras políticas claves para la presidencia de Obama como la no proliferación nuclear. Pese a ello, el consejero Richier le advierte a la subsecretaria de Estado para el Control de Armas, Ellen Tauscher, en febrero de este año contra "cualquier cambio inoportuno en las declaraciones de EE UU que pudiera indicar la intención de insertar las mismas políticas [el desarme nuclear] en el Concepto Estratégico de la OTAN", en revisión en ese momento y que fue finalmente aprobado el pasado noviembre en la cumbre de la Alianza en Lisboa. Richier llega a decir, según las palabras que le atribuyen en el despacho diplomático, que "un intento de ese tipo podría tener consecuencias en la capacidad de Francia para integrar sus fuerzas nucleares en la OTAN". Una posibilidad jamás hecha pública por los funcionarios franceses.
La "obsesión" francesa por su arsenal nuclear, como la califican los cables de la Embajada de EE UU en París, se evidencia también en el escudo antimisiles europeo proyectado por la Administración de Obama. París apoya con reticencia el plan y plantea dos inquietudes: su coste y, sobre todo, cómo va a afectar a su force de frappe. Los funcionarios franceses insisten en que el escudo podrá "completar" su fuerza de disuasión pero nunca "sustituirla".
El entonces ministro de Defensa francés, Herve Morin, expresó de forma bastante explícita sus reservas hacia el escudo antimisiles en una comida con el jefe del Pentágono, Robert Gates, celebrada en París el pasado 8 de febrero. Según el informe secreto de la Embajada sobre el encuentro, Morin planteó que tal escudo "dará al público un falso sentido de la seguridad", se preguntó qué amenazas pretendía contrarrestar si "Estados nucleares o Estados irresponsables" y "cómo participarían los países europeos en la toma de decisiones y su mando y control".
El ministro se interrogó además sobre cómo iba ser financiado ya que "el gasto en Defensa en Europa ha caído en todos los países menos en Reino Unido y Francia", y concluyó declarando que era "de locos asumir que el escudo antimisiles iba a darnos más seguridad". Gates rebatió sus argumentos y le recordó que el presidente Obama quería tener una decisión afirmando el papel de la OTAN en el escudo en la cumbre de Lisboa, como asi ocurrió. El cable añade una nota final: "Los comentarios críticos de Morin fueron desautorizados por altos funcionarios de los Ministerios de Defensa y Exteriores, que dijeron que sus opiniones eran exclusivamente suyas y que EE UU debía 'borrar' todo lo que había dicho". Morin dejó de ser ministro hace un mes.
El interés francés en mantener a salvo su arsenal atómico se puso de manifiesto también en las discusiones sobre la revisión de la nueva doctrina estratégica de la OTAN . París logró que la Alianza desestimara la iniciativa de Alemania y otro grupo de países para desmantelar más de 200 bombas atómicas norteamericanas obsoletas en suelo europeo y consiguió que la OTAN volviera de definirse como una alianza nuclear. Un documento secreto de la Secretaría de Estado del pasado 17 de febrero informa de que Francia no está dispuesta a "una nueva redacción del Tratado de Washington" y que quiere una versión "lo más próxima posible al Concepto Estratégico de 1999 en todo lo relativo a los temas nucleares de la OTAN". Al final, Sarkozy se apuntó un tanto en la cumbre de Lisboa pero el partido no ha hecho más que comenzar.
La Administración de Obama ha encontrado en Nicolas Sarkozy al presidente francés "más proamericano desde la II Guerra Mundial" y los intereses de Estados Unidos y Francia coinciden en numerosos frentes como Afganistán, Irán y Oriente Próximo, como pone de manifiesto la correspondencia diplomática norteamericana hasta ahora secreta, pero hay un punto en el que los dos países discrepan frontalmente: París no quiere ni oír hablar de la agenda de desarme nuclear de la Casa Blanca. El llamamiento de Obama en El Cairo en abril de 2009 a favor de "un mundo libre de armas nucleares" no gustó en el Elíseo, que teme que esa política acabe "deslegitimando" la fuerza de disuasión francesa, seña de identidad estratégica de la república fundada por De Gaulle.
El regreso de Francia el año pasado al núcleo duro de la OTAN confirmó la nueva voluntad de París de convertirse en un aliado clave de Washington, pero no hasta el punto de hacer concesiones sobre su arsenal nuclear.
François Richier, consejero de Asuntos Estratégicos del Elíseo, se lo deja muy claro a los diplomáticos norteamericanos durante una conversación mantenida en octubre de 2009. Richier advierte que EE UU no puede imponer una "demonización" de las armas atómicas, cuya disuasión es parte central de la identidad francesa. Por tanto, afirma, Francia rechazará cualquier sugerencia para unirse a conversaciones multilaterales de reducción de armas nucleares -"Si nos lo pedís, diremos ¡no!"- y establece que este tema será una línea roja en las relaciones entre los dos países.
Celine Jurgensen, funcionaria del Ministerio de Exteriores, advierte además a los estadounidenses contra cualquier posibilidad de que negociaciones posteriores al acuerdo Nuevo START entre EE UU y Rusia -que el miércoles fue ratificado por el Senado norteamericano- se amplíen a otras potencias nucleares.
La diplomacia de EE UU trata de calmar los temores franceses consciente de la capacidad de París para "obstruir" otras políticas claves para la presidencia de Obama como la no proliferación nuclear. Pese a ello, el consejero Richier le advierte a la subsecretaria de Estado para el Control de Armas, Ellen Tauscher, en febrero de este año contra "cualquier cambio inoportuno en las declaraciones de EE UU que pudiera indicar la intención de insertar las mismas políticas [el desarme nuclear] en el Concepto Estratégico de la OTAN", en revisión en ese momento y que fue finalmente aprobado el pasado noviembre en la cumbre de la Alianza en Lisboa. Richier llega a decir, según las palabras que le atribuyen en el despacho diplomático, que "un intento de ese tipo podría tener consecuencias en la capacidad de Francia para integrar sus fuerzas nucleares en la OTAN". Una posibilidad jamás hecha pública por los funcionarios franceses.
La "obsesión" francesa por su arsenal nuclear, como la califican los cables de la Embajada de EE UU en París, se evidencia también en el escudo antimisiles europeo proyectado por la Administración de Obama. París apoya con reticencia el plan y plantea dos inquietudes: su coste y, sobre todo, cómo va a afectar a su force de frappe. Los funcionarios franceses insisten en que el escudo podrá "completar" su fuerza de disuasión pero nunca "sustituirla".
El entonces ministro de Defensa francés, Herve Morin, expresó de forma bastante explícita sus reservas hacia el escudo antimisiles en una comida con el jefe del Pentágono, Robert Gates, celebrada en París el pasado 8 de febrero. Según el informe secreto de la Embajada sobre el encuentro, Morin planteó que tal escudo "dará al público un falso sentido de la seguridad", se preguntó qué amenazas pretendía contrarrestar si "Estados nucleares o Estados irresponsables" y "cómo participarían los países europeos en la toma de decisiones y su mando y control".
El ministro se interrogó además sobre cómo iba ser financiado ya que "el gasto en Defensa en Europa ha caído en todos los países menos en Reino Unido y Francia", y concluyó declarando que era "de locos asumir que el escudo antimisiles iba a darnos más seguridad". Gates rebatió sus argumentos y le recordó que el presidente Obama quería tener una decisión afirmando el papel de la OTAN en el escudo en la cumbre de Lisboa, como asi ocurrió. El cable añade una nota final: "Los comentarios críticos de Morin fueron desautorizados por altos funcionarios de los Ministerios de Defensa y Exteriores, que dijeron que sus opiniones eran exclusivamente suyas y que EE UU debía 'borrar' todo lo que había dicho". Morin dejó de ser ministro hace un mes.
El interés francés en mantener a salvo su arsenal atómico se puso de manifiesto también en las discusiones sobre la revisión de la nueva doctrina estratégica de la OTAN . París logró que la Alianza desestimara la iniciativa de Alemania y otro grupo de países para desmantelar más de 200 bombas atómicas norteamericanas obsoletas en suelo europeo y consiguió que la OTAN volviera de definirse como una alianza nuclear. Un documento secreto de la Secretaría de Estado del pasado 17 de febrero informa de que Francia no está dispuesta a "una nueva redacción del Tratado de Washington" y que quiere una versión "lo más próxima posible al Concepto Estratégico de 1999 en todo lo relativo a los temas nucleares de la OTAN". Al final, Sarkozy se apuntó un tanto en la cumbre de Lisboa pero el partido no ha hecho más que comenzar.