El recuerdo de Saramago recoge el cariño de escritores y lectores en la FIL
Guadalajara, Agencias
Presidido por su viuda Pilar del Río, el recuerdo al escritor portugués José Saramago gozó del afecto de lectores y escritores en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), mayor cita editorial del mundo hispano.
"A veces le hablo a mi mujer como si él estuviera aquí, recién", evocó el poeta argentino Juan Gelman, quien fuera gran amigo del fallecido autor y que calificó su muerte de "pérdida enorme".
El Premio Cervantes habló de cómo Saramago escribió en su día una carta al presidente uruguayo Julio María Sanguinetti para interceder por la búsqueda que Gelman hacía de su nieta, robada en el fragor de represión de la dictadura y criada por otra familia como si fuera suya.
El portugués escribió una misiva que disparó un movimiento de más de 100.000 firmas, provenientes de 122 países, y que Sanguinetti "no pudo ni supo contestar", apuntaló Gelman. "Él me acompañaba en una apuesta imposible", dijo sobre su amigo, "solidario con las causas más justas, más nobles".
Gelman habló también de cómo fue objeto de la última aparición pública de Saramago, quien a pesar de que no puedo estar en la presentación de un libro del autor argentino y de hallarse a las puertas de la muerte, envío una grabación en vídeo por Internet.
Ante un salón abarrotado, Pilar del Río desgranó después las virtudes del autor que tuvo tan cerca y el vigor mortecino de sus últimos días.
"En los tres últimos años de vida, tocado por la enfermedad (...), escribió tres libros", refirió. Su amor por la literatura persistió incluso cuando la medicación le impedía sentir el tacto del teclado.
El legado inconcluso del escritor, una novela sobre un fabricante de armas -un trabajador común- que sabotea su labor para que lo que hace no destruya vidas, verá próximamente la luz, dijo Del Río. Las cenizas del literato, asimismo, reposaran en unos meses a la vera de su fundación, en Lisboa, frente a las aguas del Tajo.
El homenaje había empezado con la lectura de algunos pasajes de la obra de Saramago escogidos por sus colegas de vocación, como la colombiana Laura Restrepo, los mexicanos Ángeles Mastretta e Ignacio Padilla y el nicaragüense Sergio Ramírez, entre otros.
Todos ellos fueron prologados por unas palabras enviadas por los escritores en las que despedían al amigo y reflexionaban sobre la fuerza de sus palabras.
El mensaje de Mastretta fue breve pero contundente: "¿Por qué leer a Saramago? Porque leerlo consuela y ayuda a seguir vivos, porque suena bendito como el mar". Acto seguido, una lectora sacó de su encierro unos versos del portugués.
Restrepo eligió un fragmento de "El evangelio según Jesucristo" y quiso ahondar en la profundidad de las novelas del homenajeado, una hondura y "dolorosa belleza" que reside en su capacidad para propiciar "el regreso a casa".
"A ese lugar donde logramos acercarnos los unos a los otros y descubrimos el lugar que nos corresponde en la historia colectiva", expresaron sus líneas.
El director de cine brasileño Fernando Meirelles, que adaptó al séptimo arte "Ensayo sobre la ceguera", también contribuyó a la velada y subrayó la "fragilidad de la civilización", puesta en evidencia por Saramago en un texto con multitud de niveles.
"Descubrí que en realidad los humanos somos muy primitivos; jugamos a ser civilizados y sofisticados, pero detrás de todo eso nos revelamos como lo que somos", apuntó.
El acto se prolongó por espacio de dos horas, donde las palabras fueron archipiélagos en un océano de aplausos, bajo la mirada tras gruesas gafas que lanzaba Saramago desde la eternidad de la fotografía, sobre el blanco finito de una pantalla.
Presidido por su viuda Pilar del Río, el recuerdo al escritor portugués José Saramago gozó del afecto de lectores y escritores en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), mayor cita editorial del mundo hispano.
"A veces le hablo a mi mujer como si él estuviera aquí, recién", evocó el poeta argentino Juan Gelman, quien fuera gran amigo del fallecido autor y que calificó su muerte de "pérdida enorme".
El Premio Cervantes habló de cómo Saramago escribió en su día una carta al presidente uruguayo Julio María Sanguinetti para interceder por la búsqueda que Gelman hacía de su nieta, robada en el fragor de represión de la dictadura y criada por otra familia como si fuera suya.
El portugués escribió una misiva que disparó un movimiento de más de 100.000 firmas, provenientes de 122 países, y que Sanguinetti "no pudo ni supo contestar", apuntaló Gelman. "Él me acompañaba en una apuesta imposible", dijo sobre su amigo, "solidario con las causas más justas, más nobles".
Gelman habló también de cómo fue objeto de la última aparición pública de Saramago, quien a pesar de que no puedo estar en la presentación de un libro del autor argentino y de hallarse a las puertas de la muerte, envío una grabación en vídeo por Internet.
Ante un salón abarrotado, Pilar del Río desgranó después las virtudes del autor que tuvo tan cerca y el vigor mortecino de sus últimos días.
"En los tres últimos años de vida, tocado por la enfermedad (...), escribió tres libros", refirió. Su amor por la literatura persistió incluso cuando la medicación le impedía sentir el tacto del teclado.
El legado inconcluso del escritor, una novela sobre un fabricante de armas -un trabajador común- que sabotea su labor para que lo que hace no destruya vidas, verá próximamente la luz, dijo Del Río. Las cenizas del literato, asimismo, reposaran en unos meses a la vera de su fundación, en Lisboa, frente a las aguas del Tajo.
El homenaje había empezado con la lectura de algunos pasajes de la obra de Saramago escogidos por sus colegas de vocación, como la colombiana Laura Restrepo, los mexicanos Ángeles Mastretta e Ignacio Padilla y el nicaragüense Sergio Ramírez, entre otros.
Todos ellos fueron prologados por unas palabras enviadas por los escritores en las que despedían al amigo y reflexionaban sobre la fuerza de sus palabras.
El mensaje de Mastretta fue breve pero contundente: "¿Por qué leer a Saramago? Porque leerlo consuela y ayuda a seguir vivos, porque suena bendito como el mar". Acto seguido, una lectora sacó de su encierro unos versos del portugués.
Restrepo eligió un fragmento de "El evangelio según Jesucristo" y quiso ahondar en la profundidad de las novelas del homenajeado, una hondura y "dolorosa belleza" que reside en su capacidad para propiciar "el regreso a casa".
"A ese lugar donde logramos acercarnos los unos a los otros y descubrimos el lugar que nos corresponde en la historia colectiva", expresaron sus líneas.
El director de cine brasileño Fernando Meirelles, que adaptó al séptimo arte "Ensayo sobre la ceguera", también contribuyó a la velada y subrayó la "fragilidad de la civilización", puesta en evidencia por Saramago en un texto con multitud de niveles.
"Descubrí que en realidad los humanos somos muy primitivos; jugamos a ser civilizados y sofisticados, pero detrás de todo eso nos revelamos como lo que somos", apuntó.
El acto se prolongó por espacio de dos horas, donde las palabras fueron archipiélagos en un océano de aplausos, bajo la mirada tras gruesas gafas que lanzaba Saramago desde la eternidad de la fotografía, sobre el blanco finito de una pantalla.