China se retrata

Pekín exhibe los límites del régimen con su campaña contra el Nobel para Liu Xiaobo

Si el Gobierno chino pretendía amortiguar la repercusión internacional de la entrega del Premio Nobel de la Paz al disidente Liu Xiaobo, prevista para hoy en Oslo, la consecuencia de su actuación ha sido la contraria. El régimen le ha condenado a once años de cárcel como escarmiento para todos los disidentes, según revelan los Papeles del Departamento de Estado a los que EL PAÍS ha tenido acceso a través de Wikileaks. Y ahora, una vez premiado, ha conseguido rebajar la presencia de representantes extranjeros en la ceremonia tras una contundente campaña de amenazas diplomáticas, al coste de exhibir crudamente los límites de su régimen político; algo que, sumado a la operación de acoso y desprestigio contra el galardonado, su familia y sus amigos, daña seriamente la imagen internacional de Pekín.

La condición de potencia emergente ha convertido a China en interlocutor imprescindible. Con el premio a Liu, su Gobierno tenía la oportunidad de haber prolongado una situación de hecho en la que las principales potencias, con Estados Unidos a la cabeza, optaban por minimizar las exigencias de respeto a los derechos humanos frente a la necesidad de entenderse con un país determinante en el futuro mundial. Tras una reacción tan airada, se hace más difícil el mantenimiento de este equilibrio en el que cinismo y realismo parecían confundirse.

Entre las medidas de respuesta al galardón, Pekín ha incluido la creación de un premio alternativo al Nobel, el Confucio. La intención última de esta distinción improvisada es oponer la singularidad de la mirada de China sobre principios aceptados internacionalmente, como la necesidad de respetar los derechos humanos y las libertades políticas y civiles. Se trata de un nuevo error de cálculo. El razonamiento que hay detrás del Premio Confucio no difiere del utilizado por algunos regímenes autoritarios ante denuncias por violación de los derechos humanos. China hace ahora causa común con ellos.

No será fácil para la comunidad internacional gestionar la situación creada por Pekín con su respuesta al Nobel de Liu Xiaobo. Cinismo y realismo no podrán confundirse a partir de este momento. Y de la misma forma que China ha debido retratarse, también deberán hacerlo los Gobiernos que mantienen un trato cada vez más intenso con la potencia emergente. (Editorial de El País)

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