Wilstermann volverá
Jorge Escalante Gutiérrez
Qué difícil se hace hablar con el querido Wilstermann en una situación tan desastrosa. Las palabras no fluyen con facilidad. La impotencia es gigantesca. La bronca le cede su lugar a las lágrimas. Esas son mis sensaciones ahora, ya cuando el descenso es una dura realidad. Imposible de sobrellevar.
Quisiera que nadie pase por este momento. Uno desea que el domingo no llegue nunca cuando se está tan cerca del final. Al final, el mundo se vino encima.
Es complicado explicar por qué se llegó a tal extremo. Cuando se resignan puntos al principio se llega con angustia al final. Pero para que eso ocurra, para quedar al borde del peñasco, muchas cosas debieron hacerse mal. Y Wilstermann hizo todo mal. Pero no desde el inicio de este nefasto Clausura. La cosa viene de muy atrás, cuando Eduardo Pereyra decidió hacer de Wilstermann una escuela de fútbol. Y, en el camino, aportaron al desastre, con proporcional alícuota apocalíptica, Vladimir Soria, Mauricio Soria, Luis Galarza, Eduardo Villegas (ángel y demonio) y Jorge Brandoni, sin olvidar los groseros yerros directivos que competen a las administraciones de Jordán y López. Entre todos (más los jugadores que eligieron y que corresponden a su responsabilidad) propiciaron el ruinoso esenario actual, el temido infierno descrito por Dante.
Muchos se preguntan por qué el descenso es tan temido. La segunda división nacional es otro fútbol. El juego, las hinchadas, los terrenos, los salarios. Todo es diferente. Cuesta mucho adaptarse y regresar. Aurora, Guabirá o Destroyers son pruebas de ello. Además, la máxima categoría tiene otro atractivo. No hay puntos de contacto.
Esta vez no pudo ser. La historia, como nunca, nos dio la espalda. ¿Cómo olvidarme de 2009 y de los goles de Gabriel Ríos y Pablo Salinas? Tampoco podré borrar de mi mente ese mortal duelo con Ciclón por el indirecto. Siempre, por una cosa o la otra, nos salvábamos.
Confieso que lloré y lloraré bastante. Wilstermann me dio, quizá, las más grandes alegrías de mi vida. Hoy me dio un dolor que me costará sobrellevar, al menos durante los próximos 18 meses de vida en el inframundo. Confieso que yo le di todo a Wilstermann. Menos la vida, creo que entregaría lo que me pidieran por ver al rojo en primera división en 2012. Estoy seguro de que así será. Así debe ser.
Quisiera que nadie pase por este momento. Uno desea que el domingo no llegue nunca cuando se está tan cerca del final. Al final, el mundo se vino encima.
Es complicado explicar por qué se llegó a tal extremo. Cuando se resignan puntos al principio se llega con angustia al final. Pero para que eso ocurra, para quedar al borde del peñasco, muchas cosas debieron hacerse mal. Y Wilstermann hizo todo mal. Pero no desde el inicio de este nefasto Clausura. La cosa viene de muy atrás, cuando Eduardo Pereyra decidió hacer de Wilstermann una escuela de fútbol. Y, en el camino, aportaron al desastre, con proporcional alícuota apocalíptica, Vladimir Soria, Mauricio Soria, Luis Galarza, Eduardo Villegas (ángel y demonio) y Jorge Brandoni, sin olvidar los groseros yerros directivos que competen a las administraciones de Jordán y López. Entre todos (más los jugadores que eligieron y que corresponden a su responsabilidad) propiciaron el ruinoso esenario actual, el temido infierno descrito por Dante.
Muchos se preguntan por qué el descenso es tan temido. La segunda división nacional es otro fútbol. El juego, las hinchadas, los terrenos, los salarios. Todo es diferente. Cuesta mucho adaptarse y regresar. Aurora, Guabirá o Destroyers son pruebas de ello. Además, la máxima categoría tiene otro atractivo. No hay puntos de contacto.
Esta vez no pudo ser. La historia, como nunca, nos dio la espalda. ¿Cómo olvidarme de 2009 y de los goles de Gabriel Ríos y Pablo Salinas? Tampoco podré borrar de mi mente ese mortal duelo con Ciclón por el indirecto. Siempre, por una cosa o la otra, nos salvábamos.
Confieso que lloré y lloraré bastante. Wilstermann me dio, quizá, las más grandes alegrías de mi vida. Hoy me dio un dolor que me costará sobrellevar, al menos durante los próximos 18 meses de vida en el inframundo. Confieso que yo le di todo a Wilstermann. Menos la vida, creo que entregaría lo que me pidieran por ver al rojo en primera división en 2012. Estoy seguro de que así será. Así debe ser.