Obama pide a los musulmanes implicarse en la derrota de Al Qaeda
Yakarta, El País
Obama utilizó su ejemplo personal, el de un niño que pasó cuatro años en este país aprendiendo a convivir con diferentes religiones, para reclamar un esfuerzo de entendimiento entre cristianos y musulmanes, entre Occidente y el Islam. "Ningún discurso puede por sí mismo erradicar años de desconfianza", admitió. "Pero creo que tenemos una alternativa: podemos optar por definirnos por nuestras diferencias y apostar por un futuro de sospechas y recelos, o podemos escoger el duro trabajo de buscar el terreno común y apostar por un futuro de progreso".
"Yo les puedo asegurar", añadió ante un público joven y entusiasmado, "que Estados Unidos está comprometido con el progreso humano; eso es lo que somos, eso es lo que hemos hecho y eso es lo que haremos".
Obama reconoció que "las relaciones entre Estados Unidos y las comunidades musulmanes han estado corroídas durante muchos años". "Como presidente", recordó, "he convertido en una prioridad la reparación de esas relaciones. Como parte de esos esfuerzos fui a El Cairo en junio pasado [2009] y pedí un nuevo comienzo entre Estados Unidos y los musulmanes en todo el mundo, un comienzo que nos permita avanzar por encima de nuestras diferencias". "Desde entonces", añadió, "se han alcanzado algunos progresos".
Obama reconoció que los avances no han sido tantos como son necesarios para la solución del problema palestino-israelí, pero prometió "no regatear esfuerzos hasta llegar a la meta que es justa y que beneficia a ambos: dos Estados, Israel y Palestina, viviendo al lado, en paz y con seguridad".
Pese a las expectativas despertadas, pocas cosas han cambiado, en realidad, desde el discurso de El Cairo. La popularidad de Obama ha caído entre los musulmanes y la frustración es el sentimiento que ha prevalecido con paso del tiempo.
Obama no cree, sin embargo, que haya sido un trabajo inútil y está dispuesto a perseverar. "Nuestros esfuerzos han sido honestos y continuos. No hemos derribado todos los prejuicios, pero estamos en el camino correcto", manifestó el presidente en una conferencia de prensa en Yakarta el martes. "Estamos construyendo puentes y ampliando nuestra comprensión con el fin de que todas nuestras relaciones con los países musulmanes no se limiten a los problemas de seguridad", añadió.
Los musulmanes están pidiendo pruebas de que las palabras de Obama pueden transformarse en hechos. Confían en su buena voluntad, pero no en su capacidad para cumplir sus promesas.
El problema palestino-israelí es, como siempre, el botón de muestra. Obama se ha convertido en los últimos meses en un fiero promotor del diálogo por la paz. Ha presionado al Gobierno israelí como pocos presidentes lo han hecho antes, especialmente para que congele la construcción de asentamientos en los territorios ocupados. Pero nada ha dado resultado. Los israelíes han reanudado las construcciones, y ayer mismo el presidente norteamericano tuvo que criticar esa decisión -"esta clase de actividades no ayudan", dijo- y lamentar que "las partes no estén haciendo el esfuerzo extra que se requiere para avanzar".
Pero la culpa de la inestabilidad de los puentes que Obama pretende tender con el mundo islámico no está sólo en un lado de la pasarela. También en el otro lado, en Estados Unidos, algunos sectores tratan permanentemente de minar los esfuerzos de la Casa Blanca. El mejor ejemplo es la polémica en torno a la supuesta confesión islámica a la que Obama se habría adherido durante su paso por esta ciudad, una polémica recrudecida después de que el presidente reconociera el derecho a la edificación de una mezquita en Manhattan cerca de la zona cero.
Obama ha visitado Indonesia a la defensiva por culpa de ese debate. "No venimos a hablar del pasado sino del futuro", declaró durante la conferencia de prensa. Para certificarlo, el presidente evitó visitar la casa en la que vivió aquí entre 1967 y 1971 con su madre y su padrastro indonesio. Tampoco quiso tener contacto con sus compañeros de aquellos años ni con los familiares que dejó aquí.
El presidente norteamericano estudió en Yakarta en dos colegios distintos, ninguno islámico. Uno era un centro católico privado y el otro una escuela pública a la que acceden estudiantes de distintas confesiones. En ningún momento, como se ha dicho en Estados Unidos, realizó estudios del Corán ni, por supuesto, adquirió la nacionalidad indonesia ni la religión islámica. Durante sus años en Chicago acudía frecuentemente a una iglesia protestante. Ahora, en Washington, no está inscrito en ninguna iglesia pero ha hecho insistente manifestación de su fe cristiana.
En su discurso de hoy ha recordado que es cristiano y ha mencionado su caso y el de Indonesia como la prueba de que cristianos y musulmanes pueden convivir en el progreso y en la democracia.
Obama utilizó su ejemplo personal, el de un niño que pasó cuatro años en este país aprendiendo a convivir con diferentes religiones, para reclamar un esfuerzo de entendimiento entre cristianos y musulmanes, entre Occidente y el Islam. "Ningún discurso puede por sí mismo erradicar años de desconfianza", admitió. "Pero creo que tenemos una alternativa: podemos optar por definirnos por nuestras diferencias y apostar por un futuro de sospechas y recelos, o podemos escoger el duro trabajo de buscar el terreno común y apostar por un futuro de progreso".
"Yo les puedo asegurar", añadió ante un público joven y entusiasmado, "que Estados Unidos está comprometido con el progreso humano; eso es lo que somos, eso es lo que hemos hecho y eso es lo que haremos".
Obama reconoció que "las relaciones entre Estados Unidos y las comunidades musulmanes han estado corroídas durante muchos años". "Como presidente", recordó, "he convertido en una prioridad la reparación de esas relaciones. Como parte de esos esfuerzos fui a El Cairo en junio pasado [2009] y pedí un nuevo comienzo entre Estados Unidos y los musulmanes en todo el mundo, un comienzo que nos permita avanzar por encima de nuestras diferencias". "Desde entonces", añadió, "se han alcanzado algunos progresos".
Obama reconoció que los avances no han sido tantos como son necesarios para la solución del problema palestino-israelí, pero prometió "no regatear esfuerzos hasta llegar a la meta que es justa y que beneficia a ambos: dos Estados, Israel y Palestina, viviendo al lado, en paz y con seguridad".
Pese a las expectativas despertadas, pocas cosas han cambiado, en realidad, desde el discurso de El Cairo. La popularidad de Obama ha caído entre los musulmanes y la frustración es el sentimiento que ha prevalecido con paso del tiempo.
Obama no cree, sin embargo, que haya sido un trabajo inútil y está dispuesto a perseverar. "Nuestros esfuerzos han sido honestos y continuos. No hemos derribado todos los prejuicios, pero estamos en el camino correcto", manifestó el presidente en una conferencia de prensa en Yakarta el martes. "Estamos construyendo puentes y ampliando nuestra comprensión con el fin de que todas nuestras relaciones con los países musulmanes no se limiten a los problemas de seguridad", añadió.
Los musulmanes están pidiendo pruebas de que las palabras de Obama pueden transformarse en hechos. Confían en su buena voluntad, pero no en su capacidad para cumplir sus promesas.
El problema palestino-israelí es, como siempre, el botón de muestra. Obama se ha convertido en los últimos meses en un fiero promotor del diálogo por la paz. Ha presionado al Gobierno israelí como pocos presidentes lo han hecho antes, especialmente para que congele la construcción de asentamientos en los territorios ocupados. Pero nada ha dado resultado. Los israelíes han reanudado las construcciones, y ayer mismo el presidente norteamericano tuvo que criticar esa decisión -"esta clase de actividades no ayudan", dijo- y lamentar que "las partes no estén haciendo el esfuerzo extra que se requiere para avanzar".
Pero la culpa de la inestabilidad de los puentes que Obama pretende tender con el mundo islámico no está sólo en un lado de la pasarela. También en el otro lado, en Estados Unidos, algunos sectores tratan permanentemente de minar los esfuerzos de la Casa Blanca. El mejor ejemplo es la polémica en torno a la supuesta confesión islámica a la que Obama se habría adherido durante su paso por esta ciudad, una polémica recrudecida después de que el presidente reconociera el derecho a la edificación de una mezquita en Manhattan cerca de la zona cero.
Obama ha visitado Indonesia a la defensiva por culpa de ese debate. "No venimos a hablar del pasado sino del futuro", declaró durante la conferencia de prensa. Para certificarlo, el presidente evitó visitar la casa en la que vivió aquí entre 1967 y 1971 con su madre y su padrastro indonesio. Tampoco quiso tener contacto con sus compañeros de aquellos años ni con los familiares que dejó aquí.
El presidente norteamericano estudió en Yakarta en dos colegios distintos, ninguno islámico. Uno era un centro católico privado y el otro una escuela pública a la que acceden estudiantes de distintas confesiones. En ningún momento, como se ha dicho en Estados Unidos, realizó estudios del Corán ni, por supuesto, adquirió la nacionalidad indonesia ni la religión islámica. Durante sus años en Chicago acudía frecuentemente a una iglesia protestante. Ahora, en Washington, no está inscrito en ninguna iglesia pero ha hecho insistente manifestación de su fe cristiana.
En su discurso de hoy ha recordado que es cristiano y ha mencionado su caso y el de Indonesia como la prueba de que cristianos y musulmanes pueden convivir en el progreso y en la democracia.