Megaeventos deportivos: ¿vitrina o calvario para organizadores?
BBC Mundo
Los Juegos de la Mancomunidad Británica, que acaban de finalizar en Nueva Delhi, han sido un motivo de orgullo y al mismo tiempo de humillación para India, el país organizador.
En el plano estrictamente deportivo, India (38 oros) tuvo la satisfacción de desplazar a Inglaterra (37) del segundo lugar en el medallero, aunque muy lejos de Australia (74), la gran potencia deportiva en el ámbito de la Mancomunidad.
Esta satisfacción queda opacada por la comprobación de graves problemas, tanto de ejecución de las obras como de organización en general, muchos de ellos atribuibles a corrupción y algunos tan flagrantes que bordean la caricatura.
Este resultado debería ser estudiado con mucha atención por países que buscan consolidar su imagen internacional a través de la organización de eventos deportivos, de gran prestigio pero costosos y expuestos a muchos reveses.
Además de Gran Bretaña, que en 2012 realizará los Juegos Olímpicos en Londres, Rusia será sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014 (en Sochi) y Brasil se prepara para el Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.
Al mismo tiempo, Inglaterra, Rusia y España (para mencionar sólo a los que tienen más posibilidades) se batirán por conseguir la sede de los Mundiales de Fútbol de 2018 y/o 2022.
Costos elevados
La energía y recursos que todos estos países invierten en los preparativos se han multiplicado en los últimos años, al hacerse evidente el prestigio y las oportunidades que un eventual éxito representa para los gobiernos de turno.
Una característica común a todos estos eventos es que los costos siempre terminan siendo mucho más elevados que lo calculado inicialmente.
Esto se debe básicamente a que las autoridades presentan presupuestos bajos para hacer el proyecto atractivo, pero luego deben aceptar la dura realidad: los costos reales se multiplican por dictados del mercado y también por el inevitable derroche, en muchos casos impulsados por la corrupción.
En el caso de Nueva Delhi, el presupuesto inicial de US$1.500 millones trepó a US$2.500 millones, según unas fuentes, y hasta US$3.800 millones, según otras.
El costo de los Juegos Olímpicos de Londres ha subido a 9.300 millones de libras (unos US$14.900 millones), aunque este monto dista muchísimo de los US$33.000 millones que China gastó en los Juegos de 2008.
El respetado columnista Simon Jenkins, del Guardian británico, ex director del Times, es un severo crítico del "derroche" que significa la organización de estos eventos "faraónicos", especialmente en momentos de crisis económica.
En el caso de Londres, menciona la inversión de 308 millones de libras (caso US$500 millones) en un centro de prensa que "será usado por dos semanas y luego demolido".
En este punto confluyen las diferentes interpretaciones sobre el "valor multiplicador" social y económico de las obras destinadas al deporte.
Los organizadores y los gobiernos dicen que los eventos fomentarán el deporte y que las obras quedarán para ser disfrutadas por la población en general.
Expectativas irreales
Los escépticos aseguran que la experiencia muestra que la práctica del deporte no cambia en forma apreciable después de un esfuerzo tan grande, y que muchos estadios o instalaciones después no pueden ser utilizados a pleno.
Los críticos también mencionan las "expectativas irreales" de los organizadores, que esperan centenares de miles de turistas, que al fin nunca aparecen.
La mayoría de los encuentros deportivos en Nueva Delhi, al comienzo de los juegos, se realizaron con poquísimos espectadores, y una de las informaciones más divulgadas fue que muchos miles de habitaciones en casas de familia, registradas oficialmente como casas de huéspedes, quedaron sin alquilar.
El balance del Mundial de Sudáfrica se caracterizó por la divergencia de opiniones, pero en lo que todos coinciden es que el gran beneficiario resultó la FIFA, organización multimillonaria, que se llevó el grueso de los ingresos.
Para Sudáfrica quedó, básicamente, la satisfacción de remozar su imagen en el plano internacional, una de las motivaciones básicas de los organizadores.
Esa fue la motivación principal de China, y todos concuerdan en que tuvo un éxito rotundo.
Ahora, en el mismo juego, India se ha encontrado con un resultado negativo.
Este contraste se debe a que el régimen chino controló todos los resortes del proyecto, desde la financiación hasta la ejecución, primero, y luego garantizando que el público asistiría a los estadios.
Los organizadores indios, en cambio, se vieron desbordados por los problemas y al final comprobaron que si no repartían las entradas gratis en escuelas y fábricas los estadios quedarían virtualmente vacíos, como ocurrió al principio.
Se habla mucho de la corrupción en India. Es una realidad, claro, pero la corrupción existe en todas partes: las diferencias se marcan por el éxito o el fracaso de los esfuerzos para ponerle coto.
Esto es particularmente importante para los países que están poniendo en marcha sus respectivos proyectos: a mayor costo, mayor tentación.
"Concurso de belleza"
En el caso de Rusia, por ejemplo, el gobierno ya ha invertido US$17.000 millones en Sochi y ahora se las ve en figurillas para rebatir las denuncias de derroche y mala organización.
El principal crítico es Boris Nemtsov, un ex vice primer ministro, quien acusa a las autoridades de "elegir el único lugar en Rusia que no tiene nieve en invierno para realizar los juegos de invierno".
Nemtsov dice que "Sochi no tiene infraestructura ni experiencia en deportes de invierno, ni siquiera tiene un equipo de hockey". De modo que todo se ha construido a partir de la nada, con jugosas ganancias para las empresas que recibieron los contratos, según denuncia el ex funcionario ruso.
De modo que el éxito de un proyecto requiere de un difícil equilibrio entre la inversión, que debe ser cuantiosa para ganar el llamado "concurso de belleza" en el Comité Olímpico o la FIFA, y los posibles beneficios para la sociedad.
Ahora cabe preguntarse si ese equilibrio es posible.
Un número creciente de críticos pide que la infraestructura, las instalaciones deportivas, todos esos beneficios, se consigan a través de inversiones directas, o que sería mejor invertir en hospitales, escuelas y programas sociales.
Los organizadores y el gobierno alegan que un gran evento deportivo canaliza la energía social, que el proyecto, la inversión oficial y la expectativa popular crean una sinergia propia, que impulsa el cambio.
Este debate se acentuará a medida que se acerque la fecha del mundial y los juegos olímpicos en Brasil.
Los Juegos de la Mancomunidad Británica, que acaban de finalizar en Nueva Delhi, han sido un motivo de orgullo y al mismo tiempo de humillación para India, el país organizador.
En el plano estrictamente deportivo, India (38 oros) tuvo la satisfacción de desplazar a Inglaterra (37) del segundo lugar en el medallero, aunque muy lejos de Australia (74), la gran potencia deportiva en el ámbito de la Mancomunidad.
Esta satisfacción queda opacada por la comprobación de graves problemas, tanto de ejecución de las obras como de organización en general, muchos de ellos atribuibles a corrupción y algunos tan flagrantes que bordean la caricatura.
Este resultado debería ser estudiado con mucha atención por países que buscan consolidar su imagen internacional a través de la organización de eventos deportivos, de gran prestigio pero costosos y expuestos a muchos reveses.
Además de Gran Bretaña, que en 2012 realizará los Juegos Olímpicos en Londres, Rusia será sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014 (en Sochi) y Brasil se prepara para el Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.
Al mismo tiempo, Inglaterra, Rusia y España (para mencionar sólo a los que tienen más posibilidades) se batirán por conseguir la sede de los Mundiales de Fútbol de 2018 y/o 2022.
Costos elevados
La energía y recursos que todos estos países invierten en los preparativos se han multiplicado en los últimos años, al hacerse evidente el prestigio y las oportunidades que un eventual éxito representa para los gobiernos de turno.
Una característica común a todos estos eventos es que los costos siempre terminan siendo mucho más elevados que lo calculado inicialmente.
Esto se debe básicamente a que las autoridades presentan presupuestos bajos para hacer el proyecto atractivo, pero luego deben aceptar la dura realidad: los costos reales se multiplican por dictados del mercado y también por el inevitable derroche, en muchos casos impulsados por la corrupción.
En el caso de Nueva Delhi, el presupuesto inicial de US$1.500 millones trepó a US$2.500 millones, según unas fuentes, y hasta US$3.800 millones, según otras.
El costo de los Juegos Olímpicos de Londres ha subido a 9.300 millones de libras (unos US$14.900 millones), aunque este monto dista muchísimo de los US$33.000 millones que China gastó en los Juegos de 2008.
El respetado columnista Simon Jenkins, del Guardian británico, ex director del Times, es un severo crítico del "derroche" que significa la organización de estos eventos "faraónicos", especialmente en momentos de crisis económica.
En el caso de Londres, menciona la inversión de 308 millones de libras (caso US$500 millones) en un centro de prensa que "será usado por dos semanas y luego demolido".
En este punto confluyen las diferentes interpretaciones sobre el "valor multiplicador" social y económico de las obras destinadas al deporte.
Los organizadores y los gobiernos dicen que los eventos fomentarán el deporte y que las obras quedarán para ser disfrutadas por la población en general.
Expectativas irreales
Los escépticos aseguran que la experiencia muestra que la práctica del deporte no cambia en forma apreciable después de un esfuerzo tan grande, y que muchos estadios o instalaciones después no pueden ser utilizados a pleno.
Los críticos también mencionan las "expectativas irreales" de los organizadores, que esperan centenares de miles de turistas, que al fin nunca aparecen.
La mayoría de los encuentros deportivos en Nueva Delhi, al comienzo de los juegos, se realizaron con poquísimos espectadores, y una de las informaciones más divulgadas fue que muchos miles de habitaciones en casas de familia, registradas oficialmente como casas de huéspedes, quedaron sin alquilar.
El balance del Mundial de Sudáfrica se caracterizó por la divergencia de opiniones, pero en lo que todos coinciden es que el gran beneficiario resultó la FIFA, organización multimillonaria, que se llevó el grueso de los ingresos.
Para Sudáfrica quedó, básicamente, la satisfacción de remozar su imagen en el plano internacional, una de las motivaciones básicas de los organizadores.
Esa fue la motivación principal de China, y todos concuerdan en que tuvo un éxito rotundo.
Ahora, en el mismo juego, India se ha encontrado con un resultado negativo.
Este contraste se debe a que el régimen chino controló todos los resortes del proyecto, desde la financiación hasta la ejecución, primero, y luego garantizando que el público asistiría a los estadios.
Los organizadores indios, en cambio, se vieron desbordados por los problemas y al final comprobaron que si no repartían las entradas gratis en escuelas y fábricas los estadios quedarían virtualmente vacíos, como ocurrió al principio.
Se habla mucho de la corrupción en India. Es una realidad, claro, pero la corrupción existe en todas partes: las diferencias se marcan por el éxito o el fracaso de los esfuerzos para ponerle coto.
Esto es particularmente importante para los países que están poniendo en marcha sus respectivos proyectos: a mayor costo, mayor tentación.
"Concurso de belleza"
En el caso de Rusia, por ejemplo, el gobierno ya ha invertido US$17.000 millones en Sochi y ahora se las ve en figurillas para rebatir las denuncias de derroche y mala organización.
El principal crítico es Boris Nemtsov, un ex vice primer ministro, quien acusa a las autoridades de "elegir el único lugar en Rusia que no tiene nieve en invierno para realizar los juegos de invierno".
Nemtsov dice que "Sochi no tiene infraestructura ni experiencia en deportes de invierno, ni siquiera tiene un equipo de hockey". De modo que todo se ha construido a partir de la nada, con jugosas ganancias para las empresas que recibieron los contratos, según denuncia el ex funcionario ruso.
De modo que el éxito de un proyecto requiere de un difícil equilibrio entre la inversión, que debe ser cuantiosa para ganar el llamado "concurso de belleza" en el Comité Olímpico o la FIFA, y los posibles beneficios para la sociedad.
Ahora cabe preguntarse si ese equilibrio es posible.
Un número creciente de críticos pide que la infraestructura, las instalaciones deportivas, todos esos beneficios, se consigan a través de inversiones directas, o que sería mejor invertir en hospitales, escuelas y programas sociales.
Los organizadores y el gobierno alegan que un gran evento deportivo canaliza la energía social, que el proyecto, la inversión oficial y la expectativa popular crean una sinergia propia, que impulsa el cambio.
Este debate se acentuará a medida que se acerque la fecha del mundial y los juegos olímpicos en Brasil.