Las controvertidas relaciones Bolivia-Chile-Perú
Eduardo Paz Rada
A pesar de no tener relaciones diplomáticas oficiales a través de Embajadores, los gobiernos de Bolivia con Evo Morales y Chile con Michelle Bachelet primero y ahora con Sebastián Piñera, han alcanzado inéditos niveles de diálogo y acercamiento, a pesar de los profundos y controvertidos problemas históricos y geopolíticos que atraviesan los dos países desde hace mas de un siglo, en medio de una cautelosa expectativa del gobierno peruano presidido por Alan Garcia, cuando se han cumplido ciento treinta y un años de la Guerra del Pacífico.
La Guerra del Pacífico (1879-1883), que significó la pérdida del litoral boliviano en el Océano Pacífico y de la región de Arica por parte del Perú, fue impulsada por los intereses de empresas inglesas interesadas en la explotación del guano y el salitre, importantes recursos destinados a la fertilización de campos agrícolas e inauguró una rivalidad profunda de Chile con Perú y Bolivia.
En los últimos años, las mutuas visitas de Morales a Santiago de Chile y Bachelet a La Paz y los elogios de Piñera y Morales abrieron un nuevo panorama en las relaciones internacionales y han permitido que las Fuerzas Armadas de ambos países realicen actividades y homenajes a sus héroes respectivos. En este contexto y como hecho extraordinario, el Comandante del Ejército de Bolivia, General Antonio Cueto, fue condecorado por los militares chilenos, en tanto que el Comandante del Ejército de Chile, General Miguel Fuentealba recibió similar halago de sus colegas bolivianos.
Sin embargo, los visos de solución a la mayor controversia entre los dos países, la reivindicación boliviana de una salida soberana al mar, son prácticamente nulos, tomando en cuenta las declaraciones del conservador Sebastián Piñera y de la Cancillería de Santiago en sentido de que el asunto requiere un tratamiento muy cuidadoso, aunque otros temas binacionales se encuentran en la Agenda de trabajo de las Cancillerías.
Este panorama diplomático y geopolítico está atravesado, a su vez, por la contundente demanda interpuesta por el gobierno peruano ante el Tribunal Internacional de la Haya contra Chile, por la delimitación de los derechos marítimos y terrestres en la zona de frontera. Esta demanda se ha convertido en una jugada estratégica de la cual Bolivia es una ficha muy importante, aunque no se advierte una reflexión oficial al respecto.
En este diferendo los gobiernos de Santiago y de Lima han apostado, el primero a través de su Consulado General y el segundo a través de su Embajada, a conseguir determinadas posiciones bolivianas para favorecer sus expectativas, a pocos meses de una decisión final que asumirá el Tribunal Internacional que trata este tipo de asuntos y ante el cual los dos gobiernos han orientado toda su astucia diplomática.
Lo medular del asunto es que Bolivia mantiene la expectativa de contar con un territorio soberano en la costa marítima en medio de los territorios de Perú y Chile, donde precisamente se ubica el conflicto diplomático internacional o en territorio que fue boliviano antes de la Guerra y hoy está bajo control chileno, lo que significaría, sin embargo, romper la continuidad territorial de ese país.
En una reunión realizada en La Paz en julio último, los Vicecancilleres de Relaciones Exteriores Mónica Soriano de Bolivia y Fernando Schmidt de Chile han abierto una Agenda de trabajo donde se incluyeron 13 puntos, varios de ellos sensibles a las pretensiones de ambos países. Si bien el tema marítimo está presente, su lugar es secundario puesto que otros han sido los aspectos de mayor debate.
La reivindicación marítima soberana ha sido una bandera cívica durante más de un siglo que llevó a romper las relaciones diplomáticas en 1963 cuando Chile desvió el Río Lauca y, abrió el encuentro de los dictadores Hugo Banzer y Augusto Pinochet en el denominado “Abrazo de Charaña” en 1975 y en 2003 se convirtió en la consigna mas efectiva de la movilización nacional y popular que expulsó al entonces Presidente Gonzalo Sanchez de Lozada por plantear la venta de gas natural a Chile.
Los otros puntos son: el uso comercial que hacen, desde hace cien años, empresas chilenas de las reservas de agua del Silala, consideradas por Bolivia como bofedal en territorio boliviano y por Chile como río internacional, sin que exista pago alguno. La población de Potosí reclama el pago retroactivo por el agua mientras el gobierno chileno plantea pagar sólo el 50% a partir de la fecha. Chile se niega a realizar cualquier pago retroactivo por las aguas consumidas durante un siglo.
También están bajo tratamiento el tema de las relaciones comerciales muy favorables a Chile puesto que Bolivia utiliza los puertos de ese país para desarrollar sus actividades de importación y exportación y demanda el cumplimiento de acuerdos adoptados en el pasado y que no son reconocidos porque los puertos fueron privatizados; y el tema del retiro de minas antipersonales que Chile “sembró” en la zona de frontera, aspecto que ha sido iniciado por las Fuerzas Armadas de ese país.
En 1904, después de 25 años de finalizada la Guerra del Pacífico, se firmó el Tratado de Paz y Amistad boliviano-chileno por el cual Bolivia cede sus derechos sobre el litoral a cambio de la construcción de un ferrocarril y en 1929 Chile y Perú firman el Pacto de Bogotá por el cual se definen los límites de ambos países, además Chile se compromete a no ceder territorios que fueron peruanos a terceras potencias.
Estos acuerdos internacionales han generado varias tesis respecto a la demanda boliviana: a) conseguir una salida soberana por territorio chileno dividiendo su continuidad, b) conseguir una salida soberana por territorio que fue peruano superando el veto de Perú, c) crear un territorio trinacional con soberanía compartida en la frontera Chile-Perú y d) conseguir el uso libre de puertos chilenos con administración boliviana pero sin soberanía plena.
Al gobierno se le presenta un desafío: resolver la reivindicación histórica y así avanzar sustancialmente y consolidar una política internacional en un tema de vital importancia en Bolivia o quedar en el camino generando una nueva frustración en el país, tomando en cuenta que recientemente inauguró su gestión el conservador Piñera y aún hasta el próximo año continuará Alan Garcia, con quien las relaciones no son de las mejoras en la historia.
A pesar de no tener relaciones diplomáticas oficiales a través de Embajadores, los gobiernos de Bolivia con Evo Morales y Chile con Michelle Bachelet primero y ahora con Sebastián Piñera, han alcanzado inéditos niveles de diálogo y acercamiento, a pesar de los profundos y controvertidos problemas históricos y geopolíticos que atraviesan los dos países desde hace mas de un siglo, en medio de una cautelosa expectativa del gobierno peruano presidido por Alan Garcia, cuando se han cumplido ciento treinta y un años de la Guerra del Pacífico.
La Guerra del Pacífico (1879-1883), que significó la pérdida del litoral boliviano en el Océano Pacífico y de la región de Arica por parte del Perú, fue impulsada por los intereses de empresas inglesas interesadas en la explotación del guano y el salitre, importantes recursos destinados a la fertilización de campos agrícolas e inauguró una rivalidad profunda de Chile con Perú y Bolivia.
En los últimos años, las mutuas visitas de Morales a Santiago de Chile y Bachelet a La Paz y los elogios de Piñera y Morales abrieron un nuevo panorama en las relaciones internacionales y han permitido que las Fuerzas Armadas de ambos países realicen actividades y homenajes a sus héroes respectivos. En este contexto y como hecho extraordinario, el Comandante del Ejército de Bolivia, General Antonio Cueto, fue condecorado por los militares chilenos, en tanto que el Comandante del Ejército de Chile, General Miguel Fuentealba recibió similar halago de sus colegas bolivianos.
Sin embargo, los visos de solución a la mayor controversia entre los dos países, la reivindicación boliviana de una salida soberana al mar, son prácticamente nulos, tomando en cuenta las declaraciones del conservador Sebastián Piñera y de la Cancillería de Santiago en sentido de que el asunto requiere un tratamiento muy cuidadoso, aunque otros temas binacionales se encuentran en la Agenda de trabajo de las Cancillerías.
Este panorama diplomático y geopolítico está atravesado, a su vez, por la contundente demanda interpuesta por el gobierno peruano ante el Tribunal Internacional de la Haya contra Chile, por la delimitación de los derechos marítimos y terrestres en la zona de frontera. Esta demanda se ha convertido en una jugada estratégica de la cual Bolivia es una ficha muy importante, aunque no se advierte una reflexión oficial al respecto.
En este diferendo los gobiernos de Santiago y de Lima han apostado, el primero a través de su Consulado General y el segundo a través de su Embajada, a conseguir determinadas posiciones bolivianas para favorecer sus expectativas, a pocos meses de una decisión final que asumirá el Tribunal Internacional que trata este tipo de asuntos y ante el cual los dos gobiernos han orientado toda su astucia diplomática.
Lo medular del asunto es que Bolivia mantiene la expectativa de contar con un territorio soberano en la costa marítima en medio de los territorios de Perú y Chile, donde precisamente se ubica el conflicto diplomático internacional o en territorio que fue boliviano antes de la Guerra y hoy está bajo control chileno, lo que significaría, sin embargo, romper la continuidad territorial de ese país.
En una reunión realizada en La Paz en julio último, los Vicecancilleres de Relaciones Exteriores Mónica Soriano de Bolivia y Fernando Schmidt de Chile han abierto una Agenda de trabajo donde se incluyeron 13 puntos, varios de ellos sensibles a las pretensiones de ambos países. Si bien el tema marítimo está presente, su lugar es secundario puesto que otros han sido los aspectos de mayor debate.
La reivindicación marítima soberana ha sido una bandera cívica durante más de un siglo que llevó a romper las relaciones diplomáticas en 1963 cuando Chile desvió el Río Lauca y, abrió el encuentro de los dictadores Hugo Banzer y Augusto Pinochet en el denominado “Abrazo de Charaña” en 1975 y en 2003 se convirtió en la consigna mas efectiva de la movilización nacional y popular que expulsó al entonces Presidente Gonzalo Sanchez de Lozada por plantear la venta de gas natural a Chile.
Los otros puntos son: el uso comercial que hacen, desde hace cien años, empresas chilenas de las reservas de agua del Silala, consideradas por Bolivia como bofedal en territorio boliviano y por Chile como río internacional, sin que exista pago alguno. La población de Potosí reclama el pago retroactivo por el agua mientras el gobierno chileno plantea pagar sólo el 50% a partir de la fecha. Chile se niega a realizar cualquier pago retroactivo por las aguas consumidas durante un siglo.
También están bajo tratamiento el tema de las relaciones comerciales muy favorables a Chile puesto que Bolivia utiliza los puertos de ese país para desarrollar sus actividades de importación y exportación y demanda el cumplimiento de acuerdos adoptados en el pasado y que no son reconocidos porque los puertos fueron privatizados; y el tema del retiro de minas antipersonales que Chile “sembró” en la zona de frontera, aspecto que ha sido iniciado por las Fuerzas Armadas de ese país.
En 1904, después de 25 años de finalizada la Guerra del Pacífico, se firmó el Tratado de Paz y Amistad boliviano-chileno por el cual Bolivia cede sus derechos sobre el litoral a cambio de la construcción de un ferrocarril y en 1929 Chile y Perú firman el Pacto de Bogotá por el cual se definen los límites de ambos países, además Chile se compromete a no ceder territorios que fueron peruanos a terceras potencias.
Estos acuerdos internacionales han generado varias tesis respecto a la demanda boliviana: a) conseguir una salida soberana por territorio chileno dividiendo su continuidad, b) conseguir una salida soberana por territorio que fue peruano superando el veto de Perú, c) crear un territorio trinacional con soberanía compartida en la frontera Chile-Perú y d) conseguir el uso libre de puertos chilenos con administración boliviana pero sin soberanía plena.
Al gobierno se le presenta un desafío: resolver la reivindicación histórica y así avanzar sustancialmente y consolidar una política internacional en un tema de vital importancia en Bolivia o quedar en el camino generando una nueva frustración en el país, tomando en cuenta que recientemente inauguró su gestión el conservador Piñera y aún hasta el próximo año continuará Alan Garcia, con quien las relaciones no son de las mejoras en la historia.