Francia intenta doblegar a Sarkozy con un martes de huelga feroz
París, El País
Hoy será uno de esos días clave que pueden decidir el pulso cada vez más férreo que disputan los sindicatos y Sarkozy. Este seguirá desde Normandía el desarrollo de la jornada de protesta. Aquellos sacarán de nuevo la protesta a la calle para presionar a los senadores que, actualmente, debaten el proyecto de ley que votarán, definitivamente, mañana o el jueves.
Un sindicalista francés de la CGT aseguró ayer a una agencia de noticias: "El Gobierno ha decidido que él no se mueve; nosotros, que no se mueva nadie". Hace dos semanas, la frase habría sonado a baladronada sindical. Ahora no tanto. La paralización de las 12 refinerías del país desde hace casi una semana y el bloqueo de varios importantes depósitos de carburante han provocado escasez de gasolina en Francia -multiplicada por la psicosis que empuja a los automovilistas a buscar carburante como sea- amenaza con petrificar el país y estrangular su economía. Todos los ministros (empezando por el primer ministro François Fillon) tranquilizan (o intentan tranquilizar) a la población asegurando que no faltará el carburante.
Pero según los Productores Independientes de Petróleo ya hay entre 1.000 y 1.500 gasolineras sin nada y según una asociación de distribuidores de combustible, ya se cuentan en 3.500 las estaciones de servicio "en situación dramática", muchas de ellas en poblaciones rurales.
Mientras, Nicolas Sarkozy, desplazado a Deauville para participar en una cumbre compartida con Angela Merkel y Dmitri Medvédev, sigue decidido a culminar esta reforma, que retrasa la edad legal de jubilación de 60 a los 62 años, por considerarla "necesaria", tal y como ha mantenido en los últimos meses. "Francia la va llevar a cabo y la va a aplicar", manifestó. Nada contracorriente, a juzgar por un sondeo publicado ayer por el periódico Le Parisien, que aseguraba que el 71% de los franceses "apoyan o simpatizan" con la movilización.
Las ciudades siguen en marcha, cierto (aunque Marsella acumula varias huelgas superpuestas que afectan a la recogida de basuras, a los transportes y su puerto). París continúa siendo una capital trepidante abarrotada de coches circulando de un lugar a otro. También es cierto. Pero basta acercarse a las gasolineras parisienses para descubrir que o bien se encuentran cerradas sin reservas o bien soportan colas kilométricas. Hay quien espera una hora entera para poder echar gasolina y hay estaciones de servicio que previenen a sus clientes que, dado el panorama, solo se puede comprar gasolina por un valor de 50 euros.
El presidente Sarkozy se reunió ayer con varios ministros para seguir la crisis. Horas después, el ministro del Interior, Brice Hortefeux, anunciaba la creación de una célula de crisis encaminada a observar de cerca el desarrollo de la falta de carburante. Luego, dos prefectos, el de Las Ardennes y Le Marne, por medio de sendos comunicados, pedían a los automovilistas de sus departamentos que "limitaran sus desplazamientos en coche". Era la primera vez que una autoridad francesa pedía que se ahorrara gasolina desde que empezó la huelga.
Un portavoz de la Agencia Internacional de Energía aseguró a la agencia France Presse que las industrias petroleras ya recurren a las reservas que tienen siempre almacenadas para situaciones apuradas. Este portavoz calculó que estas reservas garantizan el consumo de los franceses para 30 días. La falta de gasolina es particularmente grave en las regiones del sureste, en Normandía y en la región parisiense.
El Gobierno, además de emplearse en el desbloqueo de depósitos (un sindicalista avisó el domingo que iba a comenzar una especie de juego "del gato y el ratón" por estos depósitos) intentó ayer, sin éxito, abrir la estratégica refinería de Grandpuits, en Seine-et-Marne, obligando a algunos empleados a incorporarse a su trabajo a base de requerimientos que apelaban al orden público y al bien general. "Yo recibí uno. Y lo acepté, claro, porque no hacerlo equivalía arriesgarme a una pena de cárcel", contaba ayer Cédric Franco, sindicalista de la CGT. A pesar de eso, Franco no pudo entrar a trabajar gracias a una estratagema de sus compañeros: formaron por la mañana temprano una cadena humana que impedía a nadie acceder a la refinería.
Todo amenaza con revolucionarse más hoy, en una nueva jornada de protesta (la sexta desde septiembre), con manifestaciones y nuevos sectores que se sumarán a las huelgas. El aeropuerto parisiense de Orly ya ha anunciado que anulará el 50% de sus vuelos; el resto de los aeropuertos registrarán cerca de un 30% de anulaciones. Puede que sean más, si se cumplen las amenazas del sindicato CGT, que ya ha avisado de que "se reserva la posibilidad de bloquear aeropuertos". Los trenes de largo y medio recorrido funcionarán, previsiblemente, al 50%, tal y como lo hicieron ayer. Los camioneros, que ayer se incorporaron a la protesta, se hicieron notar organizando "operaciones caracol" y taponando autopistas, seguirán hoy en la calle.
Hoy será uno de esos días clave que pueden decidir el pulso cada vez más férreo que disputan los sindicatos y Sarkozy. Este seguirá desde Normandía el desarrollo de la jornada de protesta. Aquellos sacarán de nuevo la protesta a la calle para presionar a los senadores que, actualmente, debaten el proyecto de ley que votarán, definitivamente, mañana o el jueves.
Un sindicalista francés de la CGT aseguró ayer a una agencia de noticias: "El Gobierno ha decidido que él no se mueve; nosotros, que no se mueva nadie". Hace dos semanas, la frase habría sonado a baladronada sindical. Ahora no tanto. La paralización de las 12 refinerías del país desde hace casi una semana y el bloqueo de varios importantes depósitos de carburante han provocado escasez de gasolina en Francia -multiplicada por la psicosis que empuja a los automovilistas a buscar carburante como sea- amenaza con petrificar el país y estrangular su economía. Todos los ministros (empezando por el primer ministro François Fillon) tranquilizan (o intentan tranquilizar) a la población asegurando que no faltará el carburante.
Pero según los Productores Independientes de Petróleo ya hay entre 1.000 y 1.500 gasolineras sin nada y según una asociación de distribuidores de combustible, ya se cuentan en 3.500 las estaciones de servicio "en situación dramática", muchas de ellas en poblaciones rurales.
Mientras, Nicolas Sarkozy, desplazado a Deauville para participar en una cumbre compartida con Angela Merkel y Dmitri Medvédev, sigue decidido a culminar esta reforma, que retrasa la edad legal de jubilación de 60 a los 62 años, por considerarla "necesaria", tal y como ha mantenido en los últimos meses. "Francia la va llevar a cabo y la va a aplicar", manifestó. Nada contracorriente, a juzgar por un sondeo publicado ayer por el periódico Le Parisien, que aseguraba que el 71% de los franceses "apoyan o simpatizan" con la movilización.
Las ciudades siguen en marcha, cierto (aunque Marsella acumula varias huelgas superpuestas que afectan a la recogida de basuras, a los transportes y su puerto). París continúa siendo una capital trepidante abarrotada de coches circulando de un lugar a otro. También es cierto. Pero basta acercarse a las gasolineras parisienses para descubrir que o bien se encuentran cerradas sin reservas o bien soportan colas kilométricas. Hay quien espera una hora entera para poder echar gasolina y hay estaciones de servicio que previenen a sus clientes que, dado el panorama, solo se puede comprar gasolina por un valor de 50 euros.
El presidente Sarkozy se reunió ayer con varios ministros para seguir la crisis. Horas después, el ministro del Interior, Brice Hortefeux, anunciaba la creación de una célula de crisis encaminada a observar de cerca el desarrollo de la falta de carburante. Luego, dos prefectos, el de Las Ardennes y Le Marne, por medio de sendos comunicados, pedían a los automovilistas de sus departamentos que "limitaran sus desplazamientos en coche". Era la primera vez que una autoridad francesa pedía que se ahorrara gasolina desde que empezó la huelga.
Un portavoz de la Agencia Internacional de Energía aseguró a la agencia France Presse que las industrias petroleras ya recurren a las reservas que tienen siempre almacenadas para situaciones apuradas. Este portavoz calculó que estas reservas garantizan el consumo de los franceses para 30 días. La falta de gasolina es particularmente grave en las regiones del sureste, en Normandía y en la región parisiense.
El Gobierno, además de emplearse en el desbloqueo de depósitos (un sindicalista avisó el domingo que iba a comenzar una especie de juego "del gato y el ratón" por estos depósitos) intentó ayer, sin éxito, abrir la estratégica refinería de Grandpuits, en Seine-et-Marne, obligando a algunos empleados a incorporarse a su trabajo a base de requerimientos que apelaban al orden público y al bien general. "Yo recibí uno. Y lo acepté, claro, porque no hacerlo equivalía arriesgarme a una pena de cárcel", contaba ayer Cédric Franco, sindicalista de la CGT. A pesar de eso, Franco no pudo entrar a trabajar gracias a una estratagema de sus compañeros: formaron por la mañana temprano una cadena humana que impedía a nadie acceder a la refinería.
Todo amenaza con revolucionarse más hoy, en una nueva jornada de protesta (la sexta desde septiembre), con manifestaciones y nuevos sectores que se sumarán a las huelgas. El aeropuerto parisiense de Orly ya ha anunciado que anulará el 50% de sus vuelos; el resto de los aeropuertos registrarán cerca de un 30% de anulaciones. Puede que sean más, si se cumplen las amenazas del sindicato CGT, que ya ha avisado de que "se reserva la posibilidad de bloquear aeropuertos". Los trenes de largo y medio recorrido funcionarán, previsiblemente, al 50%, tal y como lo hicieron ayer. Los camioneros, que ayer se incorporaron a la protesta, se hicieron notar organizando "operaciones caracol" y taponando autopistas, seguirán hoy en la calle.