El Gobierno británico cierra filas ante la dureza del ajuste

Londres, El País
Reino Unido sigue conmocionado por la amplitud del ajuste fiscal presentado el miércoles en los Comunes por la coalición de conservadores y liberales-demócratas. Los expertos siguen analizando el impacto de cada una de las medidas, que suponen un recorte del gasto público de 81.000 millones de libras (más de 91.000 millones de euros), de los que más de 20.000 millones de euros afectan a las políticas de bienestar social.

El Gobierno lanzó ayer a sus pesos pesados a defender los recortes, con el primer ministro David Cameron, el viceprimer ministro Nick Clegg y el responsable del Tesoro y canciller del Exchequer, George Osborne, a la cabeza. Su objetivo es defender no solo la necesidad del ajuste, sino la equidad de las medidas.

Pero chocaron de entrada con el dictamen del prestigioso Instituto de Estudios Fiscales (IFS, en sus siglas en inglés) de que la mitad más pobre del país aporta más que la mitad más rica en el conjunto de las medidas. Sin querer pronunciarse sobre si el paquete de medidas es equitativo -"la equidad depende siempre de los ojos del que mira", advirtió el director en funciones del IFS, Carl Emmerson- el Instituto concluyó que el paquete de ajuste es "regresivo". "En conjunto, las familias con hijos parecen los grandes perdedores", aseguró James Browne, analista del IFS.

Los pesos pesados del Gobierno parecieron ayer a la defensiva, pero sin ninguna intención de dar marcha atrás. En declaraciones a primera hora de la mañana al programa Today de BBC Radio 4, Osborne aseguró que el país necesita "un plan enérgico" y que no dará marcha atrás aunque el crecimiento se vea afectado, dejando claro que el Banco de Inglaterra tiene margen de maniobra a través de la política monetaria. Osborne rechazó los llamamientos del IFS para que el plan de ajuste sea revisado dentro de dos años: "Cuando un país pierde el control de sus finanzas públicas la gente que va a sufrir más son los pobres", advirtió.

Cameron y Clegg se fueron juntos por el centro y el norte del país para participar en debates no ya en los medios sino con los votantes, y sufrieron en carne propia el descontento que el ajuste fiscal está provocando entre los afectados. En Nottingham, una mujer discapacitada que les echó en cara que va a afectar sobre todo a los más débiles no pareció convencida con los argumentos que le dieron el primer ministro y su número dos.

La imagen de la coalición se puede ver afectada no solo por las consecuencias directas de sus decisiones, sino por el ambiente festivo que rodeó la presentación del ajuste, con los diputados del Gobierno jaleando al canciller del Exchequer a medida que iba desgranando las medidas. En lugar de recibirlas con gravedad, los diputados parecieron disfrutar con los anuncios de un recorte de gasto aquí o un encarecimiento de las prestaciones allá.

Su euforia dio a los laboristas valiosa munición ante el futuro, porque les permite insistir en su tesis de que el Gobierno se ha decantado por un ajuste de tal dimensión y celeridad no porque sea realmente necesario sino porque no hace más que seguir "sus pulsiones ideológicas de recortar el Estado sea como sea".

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