Dólares contra votos
Antonio Caño, Washington, El País
En el ala norte del Parque Lafayette, justo enfrente de la Casa Blanca, el enorme edificio de columnas donde tiene su base la Cámara de Comercio despliega periódicamente grandes pancartas que reflejan la causa última de esta poderosa organización. El texto de estos días es: "Jobs, Jobs, Jobs" (empleos). Ningún mensaje más oportuno para recordar la razón principal por la que Barack Obama y los demócratas se preparan para una fuerte derrota el próximo 2 de noviembre.
Con más de tres millones de propietarios de negocios entre sus miembros, la Cámara de Comercio es la mayor asociación empresarial del mundo. Bajo la presidencia de Thomas Donohue, un ideólogo político más que un ejecutivo, se ha convertido también en uno de los más poderosos lobbies de Washington, donde ha conseguido victorias sonadas a favor de recortar impuestos, liberalizar las reglas comerciales y favorecer en términos generales los principios de la libre empresa.
Recientemente, la Cámara de Comercio ha ido actuando más y más como un rival de los demócratas progresistas y como una sucursal del Partido Republicano. Su perfil ha crecido en todo el país y también su capacidad para recolectar dinero y organizar campañas de propaganda. Se calcula que maneja cada año, para su actividad de difusión de ideas e influencia política, unos 150 millones de dólares procedentes de donaciones de individuos o empresas, como la de un millón de dólares que recientemente hizo el dueño de medios de comunicación Rupert Murdoch. En esta campaña de elecciones primarias ha invertido 75 millones de dólares.
El aumento de las recaudaciones de la Cámara de Comercio para fines políticos se explica por tres razones principales: la hostilidad del mundo empresarial hacia la gestión de Obama, la decisión de enero del Tribunal Supremo que levantó el límite a las donaciones de las empresas a las campañas políticas y la ley que permite a instituciones sin ánimo de lucro ni objetivos políticos, como formalmente es la Cámara, mantener en secreto el origen de sus donaciones.
El Partido Demócrata considera que la actividad de la Cámara de Comercio y otras organizaciones similares, como Americanos por la Prosperidad o el Comité por la Verdad en la Política, está influyendo a gran escala en la suerte de las próximas elecciones. Gran parte de los anuncios de estos días a favor de los candidatos republicanos o en contra de los demócratas están financiados por organizaciones similares.
"El pueblo norteamericano merece saber quién está decidiendo estas elecciones", dijo el domingo Obama en un mitin en Filadelfia. "No sabemos si es la industria del petróleo o incluso empresas extranjeras. No lo sabemos porque no lo dicen". El pasado fin de semana, el principal asesor político de la Casa Blanca, David Axelrod, manifestó en un programa de televisión que la práctica de la Cámara de Comercio y otros grupos similares estaba "socavando los principios de la democracia norteamericana. (...) La Cámara debe abrir sus libros y explicar de dónde procede el dinero que está invirtiendo en política".
Tres organizaciones ciudadanas vinculadas al Partido Demócrata -MoveOn.org, Public Citizen y Public Campaign- han solicitado oficialmente esta semana al Departamento de Justicia y al IRS (servicio de recaudación de impuestos) una investigación sobre la financiación de la Cámara de Comercio. Un portavoz de esa institución ha asegurado que el dinero que recibe del extranjero -a lo que está legalmente autorizada- se añade al fondo de gastos generales y jamás ha sido dedicado -lo que sería ilegal- al fondo para los gastos políticos.
Parte de la cólera manifestada ahora por los demócratas obedece, sin duda, a su mala situación electoral. No había ninguna protesta hace dos años, cuando Obama renunciaba a la financiación pública para no limitarse las aportaciones privadas. Tampoco se mencionan otras contribuciones actuales, como las de los despachos de abogados, que van dirigidas mayormente a los demócratas.
Pero otra parte de las quejas de los demócratas están bien fundamentadas. Mientras que las aportaciones de los sindicatos -los principales contribuyentes de los demócratas- son obligatoriamente públicas, las donaciones de los empresarios -los principales contribuyentes republicanos- encuentran vías para ser secretas. Mientras ese secretismo siga protegiendo a instituciones tan claramente vinculadas a la política como la Cámara de Comercio, la sospecha de que se utilice dinero extranjero en la política norteamericana será irrebatible.
En el ala norte del Parque Lafayette, justo enfrente de la Casa Blanca, el enorme edificio de columnas donde tiene su base la Cámara de Comercio despliega periódicamente grandes pancartas que reflejan la causa última de esta poderosa organización. El texto de estos días es: "Jobs, Jobs, Jobs" (empleos). Ningún mensaje más oportuno para recordar la razón principal por la que Barack Obama y los demócratas se preparan para una fuerte derrota el próximo 2 de noviembre.
Con más de tres millones de propietarios de negocios entre sus miembros, la Cámara de Comercio es la mayor asociación empresarial del mundo. Bajo la presidencia de Thomas Donohue, un ideólogo político más que un ejecutivo, se ha convertido también en uno de los más poderosos lobbies de Washington, donde ha conseguido victorias sonadas a favor de recortar impuestos, liberalizar las reglas comerciales y favorecer en términos generales los principios de la libre empresa.
Recientemente, la Cámara de Comercio ha ido actuando más y más como un rival de los demócratas progresistas y como una sucursal del Partido Republicano. Su perfil ha crecido en todo el país y también su capacidad para recolectar dinero y organizar campañas de propaganda. Se calcula que maneja cada año, para su actividad de difusión de ideas e influencia política, unos 150 millones de dólares procedentes de donaciones de individuos o empresas, como la de un millón de dólares que recientemente hizo el dueño de medios de comunicación Rupert Murdoch. En esta campaña de elecciones primarias ha invertido 75 millones de dólares.
El aumento de las recaudaciones de la Cámara de Comercio para fines políticos se explica por tres razones principales: la hostilidad del mundo empresarial hacia la gestión de Obama, la decisión de enero del Tribunal Supremo que levantó el límite a las donaciones de las empresas a las campañas políticas y la ley que permite a instituciones sin ánimo de lucro ni objetivos políticos, como formalmente es la Cámara, mantener en secreto el origen de sus donaciones.
El Partido Demócrata considera que la actividad de la Cámara de Comercio y otras organizaciones similares, como Americanos por la Prosperidad o el Comité por la Verdad en la Política, está influyendo a gran escala en la suerte de las próximas elecciones. Gran parte de los anuncios de estos días a favor de los candidatos republicanos o en contra de los demócratas están financiados por organizaciones similares.
"El pueblo norteamericano merece saber quién está decidiendo estas elecciones", dijo el domingo Obama en un mitin en Filadelfia. "No sabemos si es la industria del petróleo o incluso empresas extranjeras. No lo sabemos porque no lo dicen". El pasado fin de semana, el principal asesor político de la Casa Blanca, David Axelrod, manifestó en un programa de televisión que la práctica de la Cámara de Comercio y otros grupos similares estaba "socavando los principios de la democracia norteamericana. (...) La Cámara debe abrir sus libros y explicar de dónde procede el dinero que está invirtiendo en política".
Tres organizaciones ciudadanas vinculadas al Partido Demócrata -MoveOn.org, Public Citizen y Public Campaign- han solicitado oficialmente esta semana al Departamento de Justicia y al IRS (servicio de recaudación de impuestos) una investigación sobre la financiación de la Cámara de Comercio. Un portavoz de esa institución ha asegurado que el dinero que recibe del extranjero -a lo que está legalmente autorizada- se añade al fondo de gastos generales y jamás ha sido dedicado -lo que sería ilegal- al fondo para los gastos políticos.
Parte de la cólera manifestada ahora por los demócratas obedece, sin duda, a su mala situación electoral. No había ninguna protesta hace dos años, cuando Obama renunciaba a la financiación pública para no limitarse las aportaciones privadas. Tampoco se mencionan otras contribuciones actuales, como las de los despachos de abogados, que van dirigidas mayormente a los demócratas.
Pero otra parte de las quejas de los demócratas están bien fundamentadas. Mientras que las aportaciones de los sindicatos -los principales contribuyentes de los demócratas- son obligatoriamente públicas, las donaciones de los empresarios -los principales contribuyentes republicanos- encuentran vías para ser secretas. Mientras ese secretismo siga protegiendo a instituciones tan claramente vinculadas a la política como la Cámara de Comercio, la sospecha de que se utilice dinero extranjero en la política norteamericana será irrebatible.