Versión argentina: Una exhibición ante el campeón
Buenos Aires, Olé
Una exhibición ante el campeón del mundo. Cuatro goles y un toqueteo infernal. Hay un camino para la Selección: es éste, pero es largo. España sigue siendo el espejo en el que todos queremos reflejarnos.
España no deja de ser, pese a esta derrota, el espejo en el que todos nos gustaría reflejarnos. Hay que jugar como ellos: era, y es, la sentencia post Mundial. Hay, en este triunfo, varios destellos que invitan a soñar. Hay una intención de toque casi religiosa que se nota en cuanto la pelota empieza a rodar. Hay una verticalidad que es paciente y espera el momento justo para el pase entrelíneas. Hay precisión de tipos que, se sabe, son precisos. Hay un golazo de Messi, toda la clase en ese empeine izquierdo, revancha por todos esos remates que en Sudáfrica resultaron infructuosos. Hay una definición de alta gama de Higuaín, con slalom ante Reina y todo. Hay premio también para Tevez, asistidor por duplicado antes, infructuoso guerrero ahora para olfatear el resbalón del arquero y convertir el 3-0. Hasta hay una frutilla para este postre empalagoso, ese cabezazo de Agüero para cerrar el 4-1. Y ole, ole, ole. Hay un triunfazo. Pero es un amistoso. Y entonces, hay que medirse, poner el freno de mano, porque faltan más de tres años para intentar trasladar estos primeros 45 minutos a la Copa del Mundo de Brasil.
Batista pidió que no se lo juzgara por este amistoso. La sentencia, entonces, vale para este triunfo tanto como para una eventual derrota. Mesura. No nos creamos más de lo que somos. España, jugando mal, metió tres remates en los palos. Pero pecó de confiado, salió a jugar este encuentro como si fuera un amistoso, y enfrente tuvo a un equipo que pisó el césped convencido de que se trataba de la final del Mundial que se había perdido. Inédito en este equipo de Del Bosque, achicó en forma suicida y se encontró dos goles abajo. Porque la Selección fue un canto al pase limpito, voraz. Luego de dos asistencias de un Tevez enorme, generoso, conductor, Messi e Higuaín obligaron a todos los presentes a pellizcarse. Pero habría más...
Como si la eliminación del Mundial hubiera generado amnesia, no hubo reproches de los hinchas para nadie. Y hasta una pizca de fortuna apareció con ese resbalón de Reina que el Apache agradeció con el 3-0. Era baile. Xabi Alonso, sacado, les reprochaba por la falta de luces y de entrega a sus compañeros. El Monumental deliraba. Era creer o reventar.
La categoría del campeón del mundo asomó en el cierre de la etapa, con el segundo remate en el palo izquierdo de Villa, y en la etapa final. Control de pelota, paciencia y movilidad. La Selección, agazapada, esperaba alguna contra. La tuvo, con ese slalom divino de Messi que terminó en gol de Di María, bien anulado por un offside pequeño. España, entera, mostró que el toque no se negocia. El travesaño le negó el descuento, pero el gol del honor apareció con Llorente. Era tarde, ya. A Llorente a la iglesia.
Ovación para Messi. Para Tevez. Para Higuaín. Y a Masche. Fueron 90 y pico de minutos sanadores. Claro que sirve. Da placer. Vale disfrutar el mientras, hasta ver si se logra conseguir la cura de las cicatrices en Brasil 2014.