Obama afronta una debacle electoral en noviembre
Antonio Caño, El País
Si un milagro no lo impide, Barack Obama se enfrenta a una debacle electoral en noviembre. Empequeñecida su figura, agigantados sus rivales -tanto más cuanto más extremos- y lastrado por un panorama económico pesimista, se muestra incapaz, a 55 días de los comicios para la renovación parcial del Congreso, de evitar que su partido pierda la mayoría, probablemente en ambas Cámaras.
En su discurso del Día del Trabajo en Milwaukee, este lunes, Obama mostró un brío desconocido en los últimos meses y prometió defender su causa sin desmayo hasta la misma jornada electoral. Pero, a estas alturas, parece una causa perdida. Sus argumentos para revertir la situación son insuficientes. Se le aprecia falto de confianza y de ideas, y las esperanzas de salvar su presidencia están ya depositadas en el periodo posterior a noviembre, cuando la creación de un nuevo escenario político pueda permitirle empezar de cero de cara a su reelección en 2012.
Todas las encuestas recientes ilustran un panorama desolador. Su índice de aprobación general ronda el 45%, y más del 60% de los votantes cree que el país camina en la dirección equivocada. Los republicanos superan a los demócratas por más de 10 puntos entre los votantes registrados y por cerca de 15 puntos entre los posibles votantes. Prácticamente todos los candidatos demócratas que buscan la reelección en noviembre están en peligro.
En una asamblea anual de analistas políticos, celebrada el pasado fin de semana en Washington, todos coincidieron en que los republicanos ganarán alrededor de 50 nuevos escaños en la Cámara de Representantes, más de los que necesitan para recuperar la mayoría. En el Senado, donde los demócratas cuentan actualmente con 59 asientos, pueden quedar con menos de 50, lejos de los 60 que se requieren para evitar las tácticas obstruccionistas de la oposición. Legislar en ese panorama será una proeza.
¿Quiénes son los responsables de esta situación? ¿Qué ha ocurrido para perder en tan poco tiempo la enorme ventaja con la que Obama asumió la presidencia? La Casa Blanca atribuye todas las culpas a la crisis económica heredada de la presidencia de George Bush y confía en que, cuando la cifra del paro -actualmente un 9,6%- mejore, mejorará también la valoración del presidente.
Pero los expertos no anticipan una mejora drástica de la situación económica a corto plazo, quizá ni siquiera a tiempo como para que resulte apreciable en 2012, y mientras tanto la imagen de Obama se deteriora sin tregua. Sus discursos suenan repetitivos, su figura está polarizando al país -solo un 28% de blancos lo votarían hoy- y la extrema derecha ha conseguido construir un aterrador perfil sobre él -el 18% de la población cree que es musulmán- sin que nadie en su entorno parezca capaz de impedirlo. Ha perdido su voz, su credibilidad y toda la iniciativa política.
Es cierto que el periodo que transcurre entre la toma de posesión y las primeras elecciones parciales es el más difícil de muchas presidencias. La popularidad de Ronald Reagan o de Bill Clinton no era mayor que la de Obama en esta fase. También es verdad que algunas de las carencias que se atribuyen a Obama le corresponden en realidad a un Partido Demócrata dividido y con malos candidatos. Igualmente puede decirse en su descargo que la herencia económica -por no hablar de la militar- recibida resultó ser incluso peor de lo que parecía en un principio.
Pero esos son males comunes en toda gestión política y con los que Obama contaba. La responsabilidad mayor del deterioro producido le corresponde al propio presidente y a su equipo de colaboradores. El Premio Nobel de Economía Paul Krugman atribuye el fracaso a la timidez del plan de estímulo económico puesto en marcha por la Casa Blanca. Hubiera sido necesario, según él, más inversión y durante más tiempo para garantizar una sólida recuperación. Los ciudadanos, sin embargo, se quejan del exceso del gasto público. Un 35% de los encuestados por The Wall Street Journal cree que la reforma sanitaria empeoró las cosas, mientras que solo un 28% lo considera una mejora.
Las medidas económicas que Obama irá anunciado esta semana están destinadas a corregir algunos errores, pero no llegan a tiempo de influir en las elecciones de noviembre. El presidente necesita mirar más allá de esa fecha y, probablemente, hacer cambios significativos de políticas y de personas.
Si un milagro no lo impide, Barack Obama se enfrenta a una debacle electoral en noviembre. Empequeñecida su figura, agigantados sus rivales -tanto más cuanto más extremos- y lastrado por un panorama económico pesimista, se muestra incapaz, a 55 días de los comicios para la renovación parcial del Congreso, de evitar que su partido pierda la mayoría, probablemente en ambas Cámaras.
En su discurso del Día del Trabajo en Milwaukee, este lunes, Obama mostró un brío desconocido en los últimos meses y prometió defender su causa sin desmayo hasta la misma jornada electoral. Pero, a estas alturas, parece una causa perdida. Sus argumentos para revertir la situación son insuficientes. Se le aprecia falto de confianza y de ideas, y las esperanzas de salvar su presidencia están ya depositadas en el periodo posterior a noviembre, cuando la creación de un nuevo escenario político pueda permitirle empezar de cero de cara a su reelección en 2012.
Todas las encuestas recientes ilustran un panorama desolador. Su índice de aprobación general ronda el 45%, y más del 60% de los votantes cree que el país camina en la dirección equivocada. Los republicanos superan a los demócratas por más de 10 puntos entre los votantes registrados y por cerca de 15 puntos entre los posibles votantes. Prácticamente todos los candidatos demócratas que buscan la reelección en noviembre están en peligro.
En una asamblea anual de analistas políticos, celebrada el pasado fin de semana en Washington, todos coincidieron en que los republicanos ganarán alrededor de 50 nuevos escaños en la Cámara de Representantes, más de los que necesitan para recuperar la mayoría. En el Senado, donde los demócratas cuentan actualmente con 59 asientos, pueden quedar con menos de 50, lejos de los 60 que se requieren para evitar las tácticas obstruccionistas de la oposición. Legislar en ese panorama será una proeza.
¿Quiénes son los responsables de esta situación? ¿Qué ha ocurrido para perder en tan poco tiempo la enorme ventaja con la que Obama asumió la presidencia? La Casa Blanca atribuye todas las culpas a la crisis económica heredada de la presidencia de George Bush y confía en que, cuando la cifra del paro -actualmente un 9,6%- mejore, mejorará también la valoración del presidente.
Pero los expertos no anticipan una mejora drástica de la situación económica a corto plazo, quizá ni siquiera a tiempo como para que resulte apreciable en 2012, y mientras tanto la imagen de Obama se deteriora sin tregua. Sus discursos suenan repetitivos, su figura está polarizando al país -solo un 28% de blancos lo votarían hoy- y la extrema derecha ha conseguido construir un aterrador perfil sobre él -el 18% de la población cree que es musulmán- sin que nadie en su entorno parezca capaz de impedirlo. Ha perdido su voz, su credibilidad y toda la iniciativa política.
Es cierto que el periodo que transcurre entre la toma de posesión y las primeras elecciones parciales es el más difícil de muchas presidencias. La popularidad de Ronald Reagan o de Bill Clinton no era mayor que la de Obama en esta fase. También es verdad que algunas de las carencias que se atribuyen a Obama le corresponden en realidad a un Partido Demócrata dividido y con malos candidatos. Igualmente puede decirse en su descargo que la herencia económica -por no hablar de la militar- recibida resultó ser incluso peor de lo que parecía en un principio.
Pero esos son males comunes en toda gestión política y con los que Obama contaba. La responsabilidad mayor del deterioro producido le corresponde al propio presidente y a su equipo de colaboradores. El Premio Nobel de Economía Paul Krugman atribuye el fracaso a la timidez del plan de estímulo económico puesto en marcha por la Casa Blanca. Hubiera sido necesario, según él, más inversión y durante más tiempo para garantizar una sólida recuperación. Los ciudadanos, sin embargo, se quejan del exceso del gasto público. Un 35% de los encuestados por The Wall Street Journal cree que la reforma sanitaria empeoró las cosas, mientras que solo un 28% lo considera una mejora.
Las medidas económicas que Obama irá anunciado esta semana están destinadas a corregir algunos errores, pero no llegan a tiempo de influir en las elecciones de noviembre. El presidente necesita mirar más allá de esa fecha y, probablemente, hacer cambios significativos de políticas y de personas.