Los sindicatos franceses convocan una nueva huelga contra la reforma de las pensiones
París, Agencias
Los sindicatos franceses decidieron hoy mantener la movilización y convocar una nueva jornada de protesta para el próximo día 23 contra la reforma de las pensiones, disconformes con las concesiones que anunció el presidente del país, Nicolas Sarkozy, tras la jornada de huelga general de ayer.
El 23 de septiembre los sindicatos volverán a intentar paralizar el país y superar la asistencia a las marchas convocadas hasta el momento, que ayer fue de 2,5 millones de personas, según sus cuentas, y de algo más de uno, de acuerdo con las del Gobierno.
Números, en ambos casos, superiores a los del pasado 24 de junio, durante la pasada huelga contra la reforma de las pensiones, lo que para los sindicatos demuestra que la oposición a los planes del Gobierno va en aumento.
La nueva convocatoria a una huelga se produce ante el disgusto causado por el anuncio de Sarkozy de que mantendrá la medida estrella de su proyecto de reforma de las pensiones, que consiste en retrasar la edad de jubilación de los 60 a los 62 años.
El presidente aseguró que habrá suavizaciones en los casos más extremos, como los oficios de particular dureza y dificultad, o en las carreras largas, aquellas que comenzaron antes de los 18 años.
Para ellos la edad de jubilación podrá ser a los 60 años, al igual que para aquellos que demuestren una incapacidad del 10 por ciento, frente al 20 por ciento previsto inicialmente.
Esas medidas, anunciadas después de la gran movilización de la víspera, "no modifican el carácter injusto e inaceptable de la reforma", indicaron los sindicatos para justificar su nueva convocatoria de huelga.
"Es un bricolaje de la reforma que no soluciona el problema de fondo", aseguró el sindicato CFDT, mientras que para el líder de FO, Jean-Claude Mailly, las propuestas de Sarkozy no cambian en nada "el corazón de la reforma".
Ese corazón es el retraso de la edad de jubilación, precisamente el punto en el que Sarkozy se mantiene inflexible, puesto que lo considera la única forma de hacer duradero el sistema de pensiones.
El presidente recordó que alargar la vida activa de los trabajadores es el camino que han elegido otros países para salvar un sistema confrontado a un creciente envejecimiento de la población que incrementa el número de pensionistas.
Sin embargo, se declaró muy sensible a las preocupaciones de los manifestantes que ayer ocuparon las calles de las principales ciudades del país, por lo que suavizó algo su proyecto.
Lo hará para aquellos que hayan ingresado antes de los 18 años en el mercado laboral y que hayan cotizado los años necesarios, a los que se permitirá jubilarse a los 60.
Al igual que aquellos que demuestren tener una incapacidad del 10 por ciento o a quienes hayan trabajado en un oficio considerado duro o difícil, entre quienes se incluirá a los agricultores.
El presidente recordó también que la reforma contempla el aumento de las cotizaciones de las rentas más altas, de los beneficios del capital y de las empresas, lo que supone algunas de las reivindicaciones de los sindicatos.
Pero Sarkozy deberá enfrentarse al pulso que le plantean las centrales obreras, que quieren incrementar la presión sabedoras de que es la única forma de hacer recular al presidente.
La fuerza de la calle ya hizo a anteriores presidentes pasar de largo ante la reforma de las pensiones, un asunto muy delicado en Francia.
En diciembre de 1995 y en mayo de 2003, las grandes manifestaciones que se organizaron en el país disuadieron a los diferentes gobiernos de retrasar la edad de jubilación, que en Francia es una de las más bajas de Europa.
Sarkozy ha indicado en muchas ocasiones que él no se detendrá y que impulsará, cueste lo que cueste, la que considera como la principal reforma de su mandato.
La ausencia por el momento de citas electorales y la holgada mayoría con la que cuenta en las cámaras le dan cierto margen, sólo limitado por el clamor que desde la calle le pide rectificar.
Los sindicatos franceses decidieron hoy mantener la movilización y convocar una nueva jornada de protesta para el próximo día 23 contra la reforma de las pensiones, disconformes con las concesiones que anunció el presidente del país, Nicolas Sarkozy, tras la jornada de huelga general de ayer.
El 23 de septiembre los sindicatos volverán a intentar paralizar el país y superar la asistencia a las marchas convocadas hasta el momento, que ayer fue de 2,5 millones de personas, según sus cuentas, y de algo más de uno, de acuerdo con las del Gobierno.
Números, en ambos casos, superiores a los del pasado 24 de junio, durante la pasada huelga contra la reforma de las pensiones, lo que para los sindicatos demuestra que la oposición a los planes del Gobierno va en aumento.
La nueva convocatoria a una huelga se produce ante el disgusto causado por el anuncio de Sarkozy de que mantendrá la medida estrella de su proyecto de reforma de las pensiones, que consiste en retrasar la edad de jubilación de los 60 a los 62 años.
El presidente aseguró que habrá suavizaciones en los casos más extremos, como los oficios de particular dureza y dificultad, o en las carreras largas, aquellas que comenzaron antes de los 18 años.
Para ellos la edad de jubilación podrá ser a los 60 años, al igual que para aquellos que demuestren una incapacidad del 10 por ciento, frente al 20 por ciento previsto inicialmente.
Esas medidas, anunciadas después de la gran movilización de la víspera, "no modifican el carácter injusto e inaceptable de la reforma", indicaron los sindicatos para justificar su nueva convocatoria de huelga.
"Es un bricolaje de la reforma que no soluciona el problema de fondo", aseguró el sindicato CFDT, mientras que para el líder de FO, Jean-Claude Mailly, las propuestas de Sarkozy no cambian en nada "el corazón de la reforma".
Ese corazón es el retraso de la edad de jubilación, precisamente el punto en el que Sarkozy se mantiene inflexible, puesto que lo considera la única forma de hacer duradero el sistema de pensiones.
El presidente recordó que alargar la vida activa de los trabajadores es el camino que han elegido otros países para salvar un sistema confrontado a un creciente envejecimiento de la población que incrementa el número de pensionistas.
Sin embargo, se declaró muy sensible a las preocupaciones de los manifestantes que ayer ocuparon las calles de las principales ciudades del país, por lo que suavizó algo su proyecto.
Lo hará para aquellos que hayan ingresado antes de los 18 años en el mercado laboral y que hayan cotizado los años necesarios, a los que se permitirá jubilarse a los 60.
Al igual que aquellos que demuestren tener una incapacidad del 10 por ciento o a quienes hayan trabajado en un oficio considerado duro o difícil, entre quienes se incluirá a los agricultores.
El presidente recordó también que la reforma contempla el aumento de las cotizaciones de las rentas más altas, de los beneficios del capital y de las empresas, lo que supone algunas de las reivindicaciones de los sindicatos.
Pero Sarkozy deberá enfrentarse al pulso que le plantean las centrales obreras, que quieren incrementar la presión sabedoras de que es la única forma de hacer recular al presidente.
La fuerza de la calle ya hizo a anteriores presidentes pasar de largo ante la reforma de las pensiones, un asunto muy delicado en Francia.
En diciembre de 1995 y en mayo de 2003, las grandes manifestaciones que se organizaron en el país disuadieron a los diferentes gobiernos de retrasar la edad de jubilación, que en Francia es una de las más bajas de Europa.
Sarkozy ha indicado en muchas ocasiones que él no se detendrá y que impulsará, cueste lo que cueste, la que considera como la principal reforma de su mandato.
La ausencia por el momento de citas electorales y la holgada mayoría con la que cuenta en las cámaras le dan cierto margen, sólo limitado por el clamor que desde la calle le pide rectificar.