Entierran a un hondureño y oran por las 72 víctimas de la matanza de Tamaulipas
El Guante, Agencias
Los restos del hondureño Miguel Ángel Cárcamo fueron enterrados hoy en la aldea El Guante entre el dolor de su familia, amigos y vecinos, que se preguntaban "por qué mataron a un buen hombre", mientras en una iglesia oraban por los 72 latinoamericanos asesinados en México hace dos semanas.
"¿Por qué mataron a un buen hombre?. Han asesinado a un hombre humilde, trabajador, quien se fue a cruzar fronteras para que su familia no siguiera en tanta pobreza y vino muerto", expresó compungido a Efe el suegro de Cárcamo, Gustavo Obdulio Suárez.
"Mi yerno quería mejorar su casa, educar bien a sus hijos, pero la pobreza no se lo permitía. Mire la casita en que vivía", indicó Suárez, un campesino de 73 años, mientras mostraba una vivienda de dos cuartos hecha con madera rústica y un tejado de láminas de zinc, cubierto con piedras para que el viento no se lo lleve.
Los pobladores de El Guante, en el departamento de Francisco Morazán, en el centro de Honduras, recibieron hoy conmocionados los restos de Cárcamo, quien tras ser velado unas pocas horas en su casa fue sepultado en el cementerio de la comunidad.
Durante el velatorio, la misa por su descanso oficiada por mujeres en un templo católico y el sepelio se vivieron momentos desgarradores por el llanto de su mujer, Marleny Suárez, y tres de sus cuatro hijos, que se aferraban al ataúd pidiéndole que no se fuera.
"¡Dios mío, qué vamos a hacer sin ti, mi viejo!", gritaba llorando Marleny, una humilde mujer de 34 años que compartió su vida con Miguel Ángel durante unos 20 años.
Miguel Ángel, de 40 años, es uno de los al menos 16 hondureños asesinados hace dos semanas en un rancho del estado de Tamaulipas, México, junto con otros 56 inmigrantes latinoamericanos.
La pregunta de su suegro: "por qué mataron a un buen hombre", también se la hacía el transportista Ángel Darío Montes, desde hace unos 25 años amigo de Miguel Ángel.
Los restos de otros 11 de los 16 hondureños asesinados también fueron llevados hoy a sus comunidades de origen para su funeral, mientras que cuatro de los cadáveres permanecen en Medicina Forense del Ministerio Público a la espera de confirmar su identidad.
"Miguel Ángel era una persona humilde, pobre, muy trabajador y se fue de aquí porque aquí no hay dónde trabajar", comentó Margarita Zelaya, una vecina de la familia del hondureño asesinado en México.
Zelaya recordó que la mayor parte de los habitantes de El Guante viven de una agricultura de subsistencia, "pero ahora ni de eso porque las lluvias han destruido los cultivos".
El suegro de Miguel Ángel también recordó que su yerno era de Armenia, una comunidad al sur de Tegucigalpa, y que hace unos 22 años "llegó a El Guante a visitar a su madre (María del Pilar Oseguera), porque estaba enferma".
"Resulta que vino, se enamoró de mi hija y se quedó a vivir con nosotros", añadió el suegro de Miguel Ángel, quien vive con su esposa en el mismo solar, a unos 15 metros de la casa de su "maravilloso yerno".
"Lo quise y seguiré queriendo como a un hijo; me deja cuatro nietos a los que ahora veremos cómo hacer para mantenerlos porque aquí la pobreza hay veces que sólo nos permite comer un tiempo al día, esperamos que el Gobierno nos ayude", enfatizó Suárez al describir como en una radiografía la pobreza en El Guante.
Cuando Miguel Ángel no tenía trabajo en su aldea se trasladaba a Tegucigalpa una o dos semanas a extraer arena de una quebrada, que vendía para construcción por metro cúbico o volquete, indicaron a Efe sus hermanos Ana Cristina y Felipe Santiago Cárcamo.
Cada año, miles de hondureños abandonan su país con el sueño de llegar a Estados Unidos y conseguir un trabajo para aliviar su pobreza y la de sus familias.
Ese sueño de los inmigrantes deja cada año más de un centenar de muertos entre Guatemala y México, mientras que entre 40.000 y 60.000 son deportados, en su mayoría de Estados Unidos.
Otros sufren mutilaciones de brazos o piernas al ser arrollados por trenes y abundan los que son víctimas de todo tipo de vejámenes desde que ingresan a Guatemala, según organismos de derechos humanos.
Los restos de Miguel Ángel fueron enterrados al lado de la tumba de su madre, quien falleció el 13 de noviembre de 1989.
Los restos del hondureño Miguel Ángel Cárcamo fueron enterrados hoy en la aldea El Guante entre el dolor de su familia, amigos y vecinos, que se preguntaban "por qué mataron a un buen hombre", mientras en una iglesia oraban por los 72 latinoamericanos asesinados en México hace dos semanas.
"¿Por qué mataron a un buen hombre?. Han asesinado a un hombre humilde, trabajador, quien se fue a cruzar fronteras para que su familia no siguiera en tanta pobreza y vino muerto", expresó compungido a Efe el suegro de Cárcamo, Gustavo Obdulio Suárez.
"Mi yerno quería mejorar su casa, educar bien a sus hijos, pero la pobreza no se lo permitía. Mire la casita en que vivía", indicó Suárez, un campesino de 73 años, mientras mostraba una vivienda de dos cuartos hecha con madera rústica y un tejado de láminas de zinc, cubierto con piedras para que el viento no se lo lleve.
Los pobladores de El Guante, en el departamento de Francisco Morazán, en el centro de Honduras, recibieron hoy conmocionados los restos de Cárcamo, quien tras ser velado unas pocas horas en su casa fue sepultado en el cementerio de la comunidad.
Durante el velatorio, la misa por su descanso oficiada por mujeres en un templo católico y el sepelio se vivieron momentos desgarradores por el llanto de su mujer, Marleny Suárez, y tres de sus cuatro hijos, que se aferraban al ataúd pidiéndole que no se fuera.
"¡Dios mío, qué vamos a hacer sin ti, mi viejo!", gritaba llorando Marleny, una humilde mujer de 34 años que compartió su vida con Miguel Ángel durante unos 20 años.
Miguel Ángel, de 40 años, es uno de los al menos 16 hondureños asesinados hace dos semanas en un rancho del estado de Tamaulipas, México, junto con otros 56 inmigrantes latinoamericanos.
La pregunta de su suegro: "por qué mataron a un buen hombre", también se la hacía el transportista Ángel Darío Montes, desde hace unos 25 años amigo de Miguel Ángel.
Los restos de otros 11 de los 16 hondureños asesinados también fueron llevados hoy a sus comunidades de origen para su funeral, mientras que cuatro de los cadáveres permanecen en Medicina Forense del Ministerio Público a la espera de confirmar su identidad.
"Miguel Ángel era una persona humilde, pobre, muy trabajador y se fue de aquí porque aquí no hay dónde trabajar", comentó Margarita Zelaya, una vecina de la familia del hondureño asesinado en México.
Zelaya recordó que la mayor parte de los habitantes de El Guante viven de una agricultura de subsistencia, "pero ahora ni de eso porque las lluvias han destruido los cultivos".
El suegro de Miguel Ángel también recordó que su yerno era de Armenia, una comunidad al sur de Tegucigalpa, y que hace unos 22 años "llegó a El Guante a visitar a su madre (María del Pilar Oseguera), porque estaba enferma".
"Resulta que vino, se enamoró de mi hija y se quedó a vivir con nosotros", añadió el suegro de Miguel Ángel, quien vive con su esposa en el mismo solar, a unos 15 metros de la casa de su "maravilloso yerno".
"Lo quise y seguiré queriendo como a un hijo; me deja cuatro nietos a los que ahora veremos cómo hacer para mantenerlos porque aquí la pobreza hay veces que sólo nos permite comer un tiempo al día, esperamos que el Gobierno nos ayude", enfatizó Suárez al describir como en una radiografía la pobreza en El Guante.
Cuando Miguel Ángel no tenía trabajo en su aldea se trasladaba a Tegucigalpa una o dos semanas a extraer arena de una quebrada, que vendía para construcción por metro cúbico o volquete, indicaron a Efe sus hermanos Ana Cristina y Felipe Santiago Cárcamo.
Cada año, miles de hondureños abandonan su país con el sueño de llegar a Estados Unidos y conseguir un trabajo para aliviar su pobreza y la de sus familias.
Ese sueño de los inmigrantes deja cada año más de un centenar de muertos entre Guatemala y México, mientras que entre 40.000 y 60.000 son deportados, en su mayoría de Estados Unidos.
Otros sufren mutilaciones de brazos o piernas al ser arrollados por trenes y abundan los que son víctimas de todo tipo de vejámenes desde que ingresan a Guatemala, según organismos de derechos humanos.
Los restos de Miguel Ángel fueron enterrados al lado de la tumba de su madre, quien falleció el 13 de noviembre de 1989.