El temperamento no debe vencer a la razón


Javier Gil Navarro, Buenos Aires
Suele decirse que River exacerba todo. Por ejemplo, que los talentos moderados se convierten en figuras casi idílicas con apenas un par de buenas actuaciones; que una racha inspirada transforma a un equipo en candidato al título (cualquier similitud con la realidad -no- es pura coincidencia); que las ilusiones se derrumban y se levantan con diferencia de una semana; y así podríamos seguir enumerando cosas. Pero es cierto, en River todo se agiganta, lo bueno y lo malo toma una dimensión, muchas veces, desmesurada.

Prueba de esto es lo vivido en el post partido del Amalfitani. Más allá de las intenciones de Ángel Cappa de colaborar con su pulida retórica para levantar la moral de sus jugadores (dijo que se iban conforme con el rendimiento del equipo), lo cierto es que aquel clima de euforia, por momentos desmedida, que se vivió en el Monumental luego de la victoria ante independiente, que se moderó tras el empate con Argentinos, en la noche del domingo recibió un golpe en el mentón.

Quizás no tanto por la derrota en sí misma o por haber perdido el invicto, sino más bien porque muchos empezaron a ver lo que negaban, a comprender que aquella sobre a la cual habían podido burlar en las primeras fechas del torneo, era realmente tangible y seguí ahí, acuciando. Es que más allá de las conjeturas que se puedan hacer, de todos los atenuantes que se pongan, el traspié puso hoy a River en zona de descenso directo (sólo tiene a Quilmes por detrás).

Hay mucho camino por delante y todo lo que usted quiera, pero de a poco está demostrado que este tipo de temas no hay que abordarlo con proyecciones, que casi siempre, en el caso de los clubes grandes, ofrecen una visión indulgente. Así fue como en Núñez empezaron a tratar, con incredulidad, la posibilidad de ingresar en zona de promoción, primero, y de descenso, después.

Cuando desde esta página publicamos hace mucho tiempo una tabla en la cual se marcaba un destino con complicaciones si el Millo no comenzaba a sumar, muchos no observaron la situación como un problema. Pues bien, la sucesión de malos resultados continuó y hoy River vive un presente con ambivalencias de pensamiento. La cabeza de muchos protagonistas se debate entre pensar en luchar por el título o en sumar puntos para salir del fondo de la tabla de promedios. Hace apenas un par de semanas atrás, cuando hablaba con algunos jugadores, directivos o hasta hinchas, la respuesta que salía espontáneamente cuando se tocaba el tema descenso, era: "Esto es River y hay que pensar en grande". Excelente lectura. River debe soñar con recuperar su historia de éxitos, pero también tiene que sincerarse a la hora de autoanalizarse. Trazarse una hoja de ruta (en la intimidad, no hace falta que lo haga públicamente) en la cual plasme aquello para lo que realmente está. Y a partir de ahí plantear los partidos en consecuencia.

Intentar jugarle de igual a igual a Vélez en Liniers puede ser, como finalmente sucedió, un experimento riesgoso. Por más que los de Gareca vengan de dos derrotas consecutivas. Si hasta el mismo Cappa se deshizo en elogios a su rival del domingo y hasta dijo que no podía compararse con River porque "ellos tienen ya mucho tiempo trabajando juntos". Entonces, aunque duela asumirlo, en este contexto donde el descenso apremia, tal vez habría que ser menos idealista. Existen matices que muchas veces obligan a ponderar otras cuestiones y, si hoy miramos la tabla de promedios, nos vamos a dar cuenta cuáles son.

Una derrota no va a encender las alarmas, pero sí para River se vuelve indispensable que abran los ojos aquellos que aún no quieren ver la realidad. Tiene mucho tiempo aún para recuperarse y hasta puede salir campeón sin ganar todos los partidos. Eso sí, necesita jugar y pensar con inteligencia (esto último, algo que el cuerpo técnico dio muestras de tener). Como están empezando a decir mucho por lo bajo, el temperamento no tiene que vencer a la razón.

Entradas populares