El modelo económico sueco vence la crisis
Andrea Rizzi, El País
Mientras gran parte de Occidente sigue renqueando, empantanado en una crisis que no amaina, Suecia se aproxima a sus elecciones generales del domingo como un velero con el viento en popa y repleto de lecciones interesantes para sus socios europeos. El Gobierno conservador de Fredrik Reinfeldt deja un país con un crecimiento del producto interior bruto (PIB) que rondará el 4,5% en 2010, con el menor déficit público de la UE (0,5% en 2009; 1% en 2010) y con un paro en el 8% tras varios meses de reducción.
La notable reacción de la economía sueca a la crisis es la principal explicación del consenso que cosecha la coalición de Reinfeldt en los sondeos. La agrupación -que reúne a cuatro partidos del área liberal-conservadora- ronda en las encuestas el 50% de los votos, pese al preocupante auge en su flanco derecho de la formación xenófoba de los Demócratas Suecos que, por primera vez, debería entrar en el Parlamento al superar el umbral del 4%. El bloque opositor -compuesto por socialdemócratas, izquierda y verdes- anda entre 5 y 10 puntos por detrás del conservador.
El Gobierno saca pecho cada vez que puede y tiene sin duda algunos méritos, entre ellos una equilibrada gestión fiscal. Es un hecho que, frente a una recesión en 2009 comparable a la media europea, Suecia ahora crece a un ritmo que casi triplica la media. Reinfeldt pide otro mandato para seguir bajando impuestos y avanzar con las privatizaciones. El bloque progresista rechaza estas medidas y se propone como baluarte de la legendaria protección social sueca. Sin embargo, el actual éxito económico trasciende las políticas contrapuestas y reside, según muchos analistas, en el propio modelo sueco, en sus valores compartidos.
Suecia es el mayor inversor en I+D de la UE, capítulo al que dedica un 3,6% del PIB (el triple que España). Es el segundo país por número de patentes registradas por habitante. Destaca entre los principales inversores en educación del mundo. Anhela y fomenta el desarrollo de empresas competitivas y exportadoras. Esta actitud no está en discusión, y la campaña electoral demuestra un elevado grado de convergencia entre los partidos sobre el modelo de desarrollo.
El distrito empresarial de Kista Science City, en la periferia de Estocolmo, es el paradigma de por qué Suecia anda fuerte, con un crecimiento que ha doblado el de la zona euro en los últimos 15 años. En Kista están afincadas unas 600 empresas con alto nivel de I+D y varios centros de investigación universitaria. El distrito da empleo a 67.000 personas. Un tercio trabaja en el sector de la tecnología de la información y de la comunicación. En sus ordenadas calles y edificios se cruzan con gran frecuencia rostros de otras latitudes.
Cuando Ericsson se mudó aquí en los setenta, en la zona había casi solo prados. Todavía queda en los alrededores alguna granjita. Pero, hoy, el distrito está repleto de empresas que exportan servicios a todo el mundo. Durante la crisis, aquí no se destruyó empleo. Kista es una bandera de un país que cree en la investigación, que forma bien a sus trabajadores, atrae cerebros y crea empresas competitivas.
"Las exportaciones representan un 50% del PIB y son parte fundamental del crecimiento actual. Suecia exporta, entre otros motivos, porque el gasto en educación, en I+D y la adopción de medidas que han incrementado la productividad facilitan la constitución de empresas competitivas", observa Robert Bergqvist, economista jefe del banco sueco SEB.
"Estos factores han facilitado la transición hacia una economía menos manufacturera y más volcada en los servicios", considera Olof Zetterberg, director de la Stockholm Business Region. Kista ejemplifica ese nuevo equilibrio. En uno de los impersonales restaurantes del distrito, el joven empresario Niklas Stalberg no duda: "Está claro que Europa no tiene alternativa a moverse más arriba en la cadena de valor añadido". Stalberg desarrolla aplicaciones musicales para teléfonos móviles. Cree que las diferencias entre los bloques políticos en materia económica son limitadas.
Las virtudes no impiden que haya graves problemas. La docena de analistas, profesionales y empresarios consultados para este reportaje coinciden todos en destacar el elevado paro juvenil. Ahí está el caldo electoral de la derecha xenófoba, cuyo ascenso parece el aspecto patológico de algunas pulsiones individualistas que se abren camino en una sociedad tradicionalmente colectivista como la sueca.
Mientras gran parte de Occidente sigue renqueando, empantanado en una crisis que no amaina, Suecia se aproxima a sus elecciones generales del domingo como un velero con el viento en popa y repleto de lecciones interesantes para sus socios europeos. El Gobierno conservador de Fredrik Reinfeldt deja un país con un crecimiento del producto interior bruto (PIB) que rondará el 4,5% en 2010, con el menor déficit público de la UE (0,5% en 2009; 1% en 2010) y con un paro en el 8% tras varios meses de reducción.
La notable reacción de la economía sueca a la crisis es la principal explicación del consenso que cosecha la coalición de Reinfeldt en los sondeos. La agrupación -que reúne a cuatro partidos del área liberal-conservadora- ronda en las encuestas el 50% de los votos, pese al preocupante auge en su flanco derecho de la formación xenófoba de los Demócratas Suecos que, por primera vez, debería entrar en el Parlamento al superar el umbral del 4%. El bloque opositor -compuesto por socialdemócratas, izquierda y verdes- anda entre 5 y 10 puntos por detrás del conservador.
El Gobierno saca pecho cada vez que puede y tiene sin duda algunos méritos, entre ellos una equilibrada gestión fiscal. Es un hecho que, frente a una recesión en 2009 comparable a la media europea, Suecia ahora crece a un ritmo que casi triplica la media. Reinfeldt pide otro mandato para seguir bajando impuestos y avanzar con las privatizaciones. El bloque progresista rechaza estas medidas y se propone como baluarte de la legendaria protección social sueca. Sin embargo, el actual éxito económico trasciende las políticas contrapuestas y reside, según muchos analistas, en el propio modelo sueco, en sus valores compartidos.
Suecia es el mayor inversor en I+D de la UE, capítulo al que dedica un 3,6% del PIB (el triple que España). Es el segundo país por número de patentes registradas por habitante. Destaca entre los principales inversores en educación del mundo. Anhela y fomenta el desarrollo de empresas competitivas y exportadoras. Esta actitud no está en discusión, y la campaña electoral demuestra un elevado grado de convergencia entre los partidos sobre el modelo de desarrollo.
El distrito empresarial de Kista Science City, en la periferia de Estocolmo, es el paradigma de por qué Suecia anda fuerte, con un crecimiento que ha doblado el de la zona euro en los últimos 15 años. En Kista están afincadas unas 600 empresas con alto nivel de I+D y varios centros de investigación universitaria. El distrito da empleo a 67.000 personas. Un tercio trabaja en el sector de la tecnología de la información y de la comunicación. En sus ordenadas calles y edificios se cruzan con gran frecuencia rostros de otras latitudes.
Cuando Ericsson se mudó aquí en los setenta, en la zona había casi solo prados. Todavía queda en los alrededores alguna granjita. Pero, hoy, el distrito está repleto de empresas que exportan servicios a todo el mundo. Durante la crisis, aquí no se destruyó empleo. Kista es una bandera de un país que cree en la investigación, que forma bien a sus trabajadores, atrae cerebros y crea empresas competitivas.
"Las exportaciones representan un 50% del PIB y son parte fundamental del crecimiento actual. Suecia exporta, entre otros motivos, porque el gasto en educación, en I+D y la adopción de medidas que han incrementado la productividad facilitan la constitución de empresas competitivas", observa Robert Bergqvist, economista jefe del banco sueco SEB.
"Estos factores han facilitado la transición hacia una economía menos manufacturera y más volcada en los servicios", considera Olof Zetterberg, director de la Stockholm Business Region. Kista ejemplifica ese nuevo equilibrio. En uno de los impersonales restaurantes del distrito, el joven empresario Niklas Stalberg no duda: "Está claro que Europa no tiene alternativa a moverse más arriba en la cadena de valor añadido". Stalberg desarrolla aplicaciones musicales para teléfonos móviles. Cree que las diferencias entre los bloques políticos en materia económica son limitadas.
Las virtudes no impiden que haya graves problemas. La docena de analistas, profesionales y empresarios consultados para este reportaje coinciden todos en destacar el elevado paro juvenil. Ahí está el caldo electoral de la derecha xenófoba, cuyo ascenso parece el aspecto patológico de algunas pulsiones individualistas que se abren camino en una sociedad tradicionalmente colectivista como la sueca.