El gobierno de Evo Morales sorprende por sus logros
"Evoconomista", las claves del caso de Bolivia
Jean Friedman-Rudovsky
La Razón
Terminaba 2009, el año de la mayor contracción económica mundial en décadas, y Bolivia, el país más pobre de Sudamérica, y gobernado por un presidente de retórica izquierdista, recibía los elogios del Fondo Monetario Internacional (FMI). Sí, leyó bien.
“Los directores ejecutivos felicitan a las autoridades bolivianas por su sólida gestión macroeconómica y una eficaz respuesta política para mitigar el impacto de la crisis global”, se lee en un informe que el consejo ejecutivo del FMI publicó en enero de 2010. “El crecimiento ha sido uno de los más altos de América Latina y la inflación ha caído significativamente”.
La lista de elogios es amplia y proviene de instituciones de tradición económica conservadora: una política fiscal sólida, una actitud favorable a algunas reformas y una flexibilidad en administrar una banda cambiaria móvil. En parte gracias a ello, la economía boliviana creció 3,4% en 2009, el crecimiento más alto de toda América. En 2008 registró un fuerte 6,1%.
Es porque la Bolivia de Morales se ha transformado en el alumno más aplicado del bloque de países que componen el ALBA (Alternativa Bolivariana para América Latina), el grupo de países liderado por la Venezuela de Hugo Chávez. Bolivia no sólo ha salido airosa de la crisis, sino también de los prejuicios políticos hacia un gobierno que, por su discurso de izquierda y tinte indigenista, no estaba precisamente entre los favoritos del establishment económico, ni tampoco de esta revista.
Pero el país que pelea por dejar el cetro de ser el más pobre de Sudamérica (algunos estudios señalan que habría sobrepasado a Paraguay en ingreso per cápita) ha tenido un sorprendente desempeño económico en el que se han combinado buena suerte, ingenio administrativo y un sólido manejo fiscal. “A nivel macro, Bolivia está mostrando resultados interesantes y, de hecho, destacables”, dice Gonzalo Chávez, un académico formado en la Universidad de Harvard que dirige la maestría para el desarrollo de la Universidad Católica Boliviana.
Las autoridades aún enfrentan un coro de críticas, especialmente respecto de la austeridad fiscal en un país donde más del 60% de la población está en la pobreza. Además, Bolivia no logra subir sus tasas de inversión (una de las más bajas del hemisferio), continúa con dificultades para atraer capitales foráneos y requiere mejorar su gestión administrativa, así como su infraestructura, una de las peores del continente. Pero el análisis de las bases económicas de Bolivia lleva a una conclusión: el horizonte luce hoy más promisorio que nunca para este país.
La apuesta fiscal
Cuando la economía mundial comenzó a tambalearse en 2008, Bolivia pudo colapsar. Los bajos precios de las materias primas eran una pésima noticia para un país que obtiene 80% de sus ingresos de estos bienes. Además, su segunda mayor fuente de recaudación son las remesas del extranjero, que siempre caen cuando hay recesión en los países desarrollados.
Uno de cada cuatro bolivianos vive fuera del país; enviaron 1.023 millones de dólares a sus familias en 2009. Una cifra equivalente a 5,8% del PIB, la proporción más alta de remesas en Sudamérica. La inestabilidad política en los llanos de la región oriental, controlada por la oposición, siguió afectando a un presidente popular en el resto del país, sembrando dudas acerca de la posibilidad de mantener siquiera algún nivel de inversión extranjera. Y ese mismo año Washington revocó las preferencias comerciales para Bolivia.
Sin embargo, la economía boliviana ha crecido sistemáticamente desde que Evo Morales llegó a la presidencia en 2006. El promedio de crecimiento bajo su gobierno ha sido de 5,2% anual, la tasa de expansión más alta de los últimos 30 años. Gran parte de ello se debe al auge en los precios de los commodities. Pero Bolivia también supo aprovechar mejor esta bonanza que otros países de la región. Parte de eso se consiguió con la nacionalización de la industria de hidrocarburos en mayo de 2006, una polémica medida que obligó a las petroleras que operaban en el país a renegociar las regalías que pagaban al gobierno, incrementando la participación del Estado en las utilidades del sector de 20% a 80%.
“Antes la plata se iba”, dice Luis Arce, ministro de Economía y Finanzas de Bolivia. “Ahora se queda acá”.
Entre 2004 y 2008 el Estado obtuvo ingresos de 3.500 millones de dólares, pasando de una recaudación per cápita de 58 a 401 dólares. Esto explica el grueso del aumento de los ingresos fiscales de los últimos seis años, que hoy representan 20% del PIB, contra un promedio de 18,7% del gobierno estadounidense en los últimos 40 años. Y el gobierno se ha dedicado a ahorrar gran parte de estos recursos. En 2008 las reservas internacionales equivalían a 41% del PIB y hoy ascienden a 8.400 millones, bordeando 47% del producto nacional. “Hoy Bolivia tiene reservas comparables a las de China”, afirma Gabriel Torres, analista de la agencia clasificadora de riesgo Moody’s. “Si Brasil tuviera un nivel comparable, sería del orden de 1 billón de dólares (un millón de millones)”.
Mark Weisbrot, codirector del Center for Economy and Policy Research Center, un think tank con sede en Washington DC, señala que Bolivia tomó la mejor decisión: “El gobierno ya había implementado un oportuno programa de obras públicas cuando estalló la crisis, lo mantuvo y agregó recursos adicionales para estimular la economía”. En 2008 se inyectó 6% del PIB en desarrollo de infraestructura, obras públicas, bonos de consumo y otras inversiones. En 2009, el gasto aumentó a 10,1% del PIB.
Después vino otra decisión macroeconómica que dio resultados. El gobierno tomó la decisión impopular de mantener un sistema híbrido de banda cambiaria móvil, que consiste en una tasa de cambio fija que se reajusta constantemente, aunque el público no necesariamente se entere. El gobierno trabajó para crear confianza en la moneda local (el boliviano) y se las arregló para convencer a los agentes económicos de “bolivianizar” sus activos financieros, lo que desdolarizó parcialmente las transacciones.
La inflación aumentó puntualmente en marzo de 2008, pero el gobierno resistió las presiones para reducir el crecimiento, apostando a que se trataba de un shock externo (debido principalmente al alza de los precios de la energía). Y ganó la apuesta: hoy la inflación está en 0,8% y la deuda bajó de 84% del PIB en 2003, a 37% en 2010.
Aunque no es fácil obtener cifras, en un país como Bolivia también hay que tomar en cuenta el sector informal. “Nuestra economía ha sufrido un proceso de informalización muy fuerte”, dice Chávez. Según este economista, al menos 800 millones de los 5.000 millones de dólares que el país importa anualmente son bienes de contrabando. Y a esto hay que sumarle el narcotráfico.
La producción de coca ha sido durante décadas una constante en la economía boliviana y el gobierno de Morales reconoce que se trata de una batalla continua.
Pese a que los cultivos de coca subieron este año 1%, un estudio de la ONU afirma que la política de control está mostrando resultados y que ésta ha llevado a una diversificación en los cultivos.
A pesar del impacto de los sectores informales, la mayoría de los analistas concuerda en que la economía marcha bien. “Inflación controlada, superávit fiscal, crecimiento moderado. Parece que están siguiendo las recetas del FMI, el Banco Mundial y otras instituciones, a pesar del discurso que tiene el presidente Morales”, dice Chávez, que se desempeñó en altos cargos económicos en los gobiernos anteriores a Evo Morales.
Incluso opositores acérrimos reconocen los logros de Evo Morales. “Considero que la economía boliviana pasa por su mejor momento: desde la crisis del año 2000, la economía ha tenido un crecimiento y auge sostenido”, dice Javier Leigue Herrera, diputado nacional por Santa Cruz de la Sierra, del partido Convergencia Nacional. Sin embargo, el diputado se lamenta de la falta de independencia y autonomía entre el Banco Central y las autoridades de gobierno. “Es el Ministerio (de Economía) el que dirige, controla y supervisa la economía nacional”.
¿Demasiado ahorro?
El ministro Arce tiene un secreto: “El verdadero motivo de nuestro crecimiento no es el boom de las materias primas”, señala con tranquilidad este economista, sentado frente a una gran mesa de reuniones, en el piso 19 de un edificio que domina el centro de La Paz. “Pensemos en este país como un avión. Antes tenía un solo motor, las exportaciones de materias primas, y nos habríamos estrellado al caer esos precios. Pero ahora tenemos otro motor: la demanda interna. Ése es nuestro secreto”.
Con un índice de pobreza que supera 60%, y la mitad de estas personas en la extrema pobreza, crear un mercado interno no es una tarea fácil. Pero la demanda interna está creciendo a un sólido 6% anual, por encima del 2% y 3% que había antes de que Evo Morales asumiera la presidencia. Varios indicadores reflejan la importancia de este crecimiento, pero Arce pone énfasis en las tendencias bancarias. En 2006 había unos 360 millones de dólares en depósitos, la mayoría en depósitos a plazo fijo y 20% en cajas de ahorro. En 2010, 36% de los depósitos estaban en cajas de ahorro. “Es una muestra de que la gente tiene excedentes para ahorrar y que hay confianza en nuestros bancos”, afirma el ministro.
Ese dinero adicional, dice Arce, es el resultado del llamado “nuevo modelo económico social productivo” que ha impulsado el gobierno y que incluye un programa de bonos de apoyo para adultos mayores, escolares, embarazadas y madres solteras para redistribuir la riqueza nacional.
El gobierno también ha estimulado al sector productivo. En 2007 creó el Banco de Desarrollo Productivo, que el año pasado ofreció pequeños préstamos, de unos 10.000 dólares en promedio, a unos 15.000 pequeños productores. También está la Empresa de Apoyo a la Producción de Alimentos (Emapa), que ofrece créditos sin interés, y que compra mercadería directamente a los pequeños y medianos productores, la que luego revende al resto de la población. El resultado ha sido un aumento de 17% en la superficie plantada por pequeños y medianos agricultores, y una mayor estabilidad en los precios del azúcar, arroz y otros productos de la canasta básica.
El nuevo oro.
El futuro dorado de Bolivia probablemente sea de color plata. El impresionante salar de Uyuni es la llanura de sal más grande del mundo y contiene la mitad de las reservas conocidas de litio, el componente principal de baterías para vehículos eléctricos. Es un mercado al que muchos le auguran un crecimiento exponencial en los próximos 10 años, y que podría resultar aún más significativo que el gas para la economía boliviana.
“Tenemos grandes esperanzas en el litio, porque pertenece al pueblo boliviano”, dice Marcelo Castro, jefe de operaciones de la planta piloto ubicada en los bordes del salar. Según la nueva Constitución boliviana, la explotación de litio no se puede vender a una empresa extranjera. La construcción de la planta está casi lista y se prevé que el próximo año comience a producir carbonato de litio, la materia prima de las baterías. “Pero ya no queremos ser meros exportadores de materias primas. Nos vamos a industrializar para asegurarnos de capitalizar plenamente las utilidades de nuestros recursos naturales”, dice Castro.
El gobierno aspira a producir los compuestos químicos de mayor valor agregado, como el litio metálico, y algún día incluso las baterías y los vehículos. Es un sueño de largo plazo y el país se lo ha tomado con calma. Las autoridades dicen que sólo trabajarán con empresas extranjeras dispuestas a asociarse con el Estado. Algunos economistas temen que esta actitud pueda espantar definitivamente a los inversionistas.
De momento el gobierno no ha firmado ningún acuerdo con empresas extranjeras, pero interés no falta.
Pero tanto o más importante que la mera exportación de litio, afirman los analistas, es la capacidad de Bolivia de diversificar su economía. El 83% de los trabajadores produce apenas 25% del PIB, mientras que 65% del producto proviene de sectores que emplean a sólo 9% de la fuerza laboral. “El gran desafío es desarrollar la industria agropecuaria, la industria forestal y la manufactura, mirando el mercado mundial”, dice Gary Rodríguez, ejecutivo del Instituto Boliviano de Comercio Exterior.
Pese al sorprendente desempeño macroeconómico de Bolivia, los inversionistas son muy cautos de poner su dinero en un país cuyo presidente tiene una retórica encendida, aunque muchas veces sus palabras sean más radicales que sus acciones. Tal vez ésta sea una de las razones por las que agencias como Moody’s aún le otorgan calificaciones pobres a la deuda boliviana, situándola en el rango B1 y B2: la fortaleza económica aún es débil, aún existe una fragilidad institucional y una alta vulnerabilidad frente a los riesgos coyunturales.
Pero el sostenido crecimiento está mostrando resultados. “Bolivia es cada vez menos un país de bajos ingresos y está entrando de a poco a la categoría de los países de ingreso medio”, dijo Felipe Jaramillo, director del Banco Mundial para Bolivia, Perú, Chile, Venezuela y Ecuador, a un medio local durante una entrevista reciente en La Paz.
Tercer productor de coca
Bolivia es el tercer productor de coca del mundo y las hectáreas destinadas al cultivo de la hoja de coca han aumentado desde que Evo Morales Ayma asumió. Sin embargo, el alza —que este año ha sido de 1 por ciento— es menor a la de Perú y Colombia, los mayores productores de coca del mundo.
El gasto debería ser mayor
Algunos critican que, con reservas por 8.000 millones de dólares, el gasto podría ser mayor. “Es mucha plata guardada para un país en que faltan caminos, hospitales y escuelas”, dice Chávez. Pero el ministro Arce afirma que la mentalidad de ahorro es de corto plazo: “El mediano es para deshacer reservas”.
Jean Friedman-Rudovsky
La Razón
Terminaba 2009, el año de la mayor contracción económica mundial en décadas, y Bolivia, el país más pobre de Sudamérica, y gobernado por un presidente de retórica izquierdista, recibía los elogios del Fondo Monetario Internacional (FMI). Sí, leyó bien.
“Los directores ejecutivos felicitan a las autoridades bolivianas por su sólida gestión macroeconómica y una eficaz respuesta política para mitigar el impacto de la crisis global”, se lee en un informe que el consejo ejecutivo del FMI publicó en enero de 2010. “El crecimiento ha sido uno de los más altos de América Latina y la inflación ha caído significativamente”.
La lista de elogios es amplia y proviene de instituciones de tradición económica conservadora: una política fiscal sólida, una actitud favorable a algunas reformas y una flexibilidad en administrar una banda cambiaria móvil. En parte gracias a ello, la economía boliviana creció 3,4% en 2009, el crecimiento más alto de toda América. En 2008 registró un fuerte 6,1%.
Es porque la Bolivia de Morales se ha transformado en el alumno más aplicado del bloque de países que componen el ALBA (Alternativa Bolivariana para América Latina), el grupo de países liderado por la Venezuela de Hugo Chávez. Bolivia no sólo ha salido airosa de la crisis, sino también de los prejuicios políticos hacia un gobierno que, por su discurso de izquierda y tinte indigenista, no estaba precisamente entre los favoritos del establishment económico, ni tampoco de esta revista.
Pero el país que pelea por dejar el cetro de ser el más pobre de Sudamérica (algunos estudios señalan que habría sobrepasado a Paraguay en ingreso per cápita) ha tenido un sorprendente desempeño económico en el que se han combinado buena suerte, ingenio administrativo y un sólido manejo fiscal. “A nivel macro, Bolivia está mostrando resultados interesantes y, de hecho, destacables”, dice Gonzalo Chávez, un académico formado en la Universidad de Harvard que dirige la maestría para el desarrollo de la Universidad Católica Boliviana.
Las autoridades aún enfrentan un coro de críticas, especialmente respecto de la austeridad fiscal en un país donde más del 60% de la población está en la pobreza. Además, Bolivia no logra subir sus tasas de inversión (una de las más bajas del hemisferio), continúa con dificultades para atraer capitales foráneos y requiere mejorar su gestión administrativa, así como su infraestructura, una de las peores del continente. Pero el análisis de las bases económicas de Bolivia lleva a una conclusión: el horizonte luce hoy más promisorio que nunca para este país.
La apuesta fiscal
Cuando la economía mundial comenzó a tambalearse en 2008, Bolivia pudo colapsar. Los bajos precios de las materias primas eran una pésima noticia para un país que obtiene 80% de sus ingresos de estos bienes. Además, su segunda mayor fuente de recaudación son las remesas del extranjero, que siempre caen cuando hay recesión en los países desarrollados.
Uno de cada cuatro bolivianos vive fuera del país; enviaron 1.023 millones de dólares a sus familias en 2009. Una cifra equivalente a 5,8% del PIB, la proporción más alta de remesas en Sudamérica. La inestabilidad política en los llanos de la región oriental, controlada por la oposición, siguió afectando a un presidente popular en el resto del país, sembrando dudas acerca de la posibilidad de mantener siquiera algún nivel de inversión extranjera. Y ese mismo año Washington revocó las preferencias comerciales para Bolivia.
Sin embargo, la economía boliviana ha crecido sistemáticamente desde que Evo Morales llegó a la presidencia en 2006. El promedio de crecimiento bajo su gobierno ha sido de 5,2% anual, la tasa de expansión más alta de los últimos 30 años. Gran parte de ello se debe al auge en los precios de los commodities. Pero Bolivia también supo aprovechar mejor esta bonanza que otros países de la región. Parte de eso se consiguió con la nacionalización de la industria de hidrocarburos en mayo de 2006, una polémica medida que obligó a las petroleras que operaban en el país a renegociar las regalías que pagaban al gobierno, incrementando la participación del Estado en las utilidades del sector de 20% a 80%.
“Antes la plata se iba”, dice Luis Arce, ministro de Economía y Finanzas de Bolivia. “Ahora se queda acá”.
Entre 2004 y 2008 el Estado obtuvo ingresos de 3.500 millones de dólares, pasando de una recaudación per cápita de 58 a 401 dólares. Esto explica el grueso del aumento de los ingresos fiscales de los últimos seis años, que hoy representan 20% del PIB, contra un promedio de 18,7% del gobierno estadounidense en los últimos 40 años. Y el gobierno se ha dedicado a ahorrar gran parte de estos recursos. En 2008 las reservas internacionales equivalían a 41% del PIB y hoy ascienden a 8.400 millones, bordeando 47% del producto nacional. “Hoy Bolivia tiene reservas comparables a las de China”, afirma Gabriel Torres, analista de la agencia clasificadora de riesgo Moody’s. “Si Brasil tuviera un nivel comparable, sería del orden de 1 billón de dólares (un millón de millones)”.
Mark Weisbrot, codirector del Center for Economy and Policy Research Center, un think tank con sede en Washington DC, señala que Bolivia tomó la mejor decisión: “El gobierno ya había implementado un oportuno programa de obras públicas cuando estalló la crisis, lo mantuvo y agregó recursos adicionales para estimular la economía”. En 2008 se inyectó 6% del PIB en desarrollo de infraestructura, obras públicas, bonos de consumo y otras inversiones. En 2009, el gasto aumentó a 10,1% del PIB.
Después vino otra decisión macroeconómica que dio resultados. El gobierno tomó la decisión impopular de mantener un sistema híbrido de banda cambiaria móvil, que consiste en una tasa de cambio fija que se reajusta constantemente, aunque el público no necesariamente se entere. El gobierno trabajó para crear confianza en la moneda local (el boliviano) y se las arregló para convencer a los agentes económicos de “bolivianizar” sus activos financieros, lo que desdolarizó parcialmente las transacciones.
La inflación aumentó puntualmente en marzo de 2008, pero el gobierno resistió las presiones para reducir el crecimiento, apostando a que se trataba de un shock externo (debido principalmente al alza de los precios de la energía). Y ganó la apuesta: hoy la inflación está en 0,8% y la deuda bajó de 84% del PIB en 2003, a 37% en 2010.
Aunque no es fácil obtener cifras, en un país como Bolivia también hay que tomar en cuenta el sector informal. “Nuestra economía ha sufrido un proceso de informalización muy fuerte”, dice Chávez. Según este economista, al menos 800 millones de los 5.000 millones de dólares que el país importa anualmente son bienes de contrabando. Y a esto hay que sumarle el narcotráfico.
La producción de coca ha sido durante décadas una constante en la economía boliviana y el gobierno de Morales reconoce que se trata de una batalla continua.
Pese a que los cultivos de coca subieron este año 1%, un estudio de la ONU afirma que la política de control está mostrando resultados y que ésta ha llevado a una diversificación en los cultivos.
A pesar del impacto de los sectores informales, la mayoría de los analistas concuerda en que la economía marcha bien. “Inflación controlada, superávit fiscal, crecimiento moderado. Parece que están siguiendo las recetas del FMI, el Banco Mundial y otras instituciones, a pesar del discurso que tiene el presidente Morales”, dice Chávez, que se desempeñó en altos cargos económicos en los gobiernos anteriores a Evo Morales.
Incluso opositores acérrimos reconocen los logros de Evo Morales. “Considero que la economía boliviana pasa por su mejor momento: desde la crisis del año 2000, la economía ha tenido un crecimiento y auge sostenido”, dice Javier Leigue Herrera, diputado nacional por Santa Cruz de la Sierra, del partido Convergencia Nacional. Sin embargo, el diputado se lamenta de la falta de independencia y autonomía entre el Banco Central y las autoridades de gobierno. “Es el Ministerio (de Economía) el que dirige, controla y supervisa la economía nacional”.
¿Demasiado ahorro?
El ministro Arce tiene un secreto: “El verdadero motivo de nuestro crecimiento no es el boom de las materias primas”, señala con tranquilidad este economista, sentado frente a una gran mesa de reuniones, en el piso 19 de un edificio que domina el centro de La Paz. “Pensemos en este país como un avión. Antes tenía un solo motor, las exportaciones de materias primas, y nos habríamos estrellado al caer esos precios. Pero ahora tenemos otro motor: la demanda interna. Ése es nuestro secreto”.
Con un índice de pobreza que supera 60%, y la mitad de estas personas en la extrema pobreza, crear un mercado interno no es una tarea fácil. Pero la demanda interna está creciendo a un sólido 6% anual, por encima del 2% y 3% que había antes de que Evo Morales asumiera la presidencia. Varios indicadores reflejan la importancia de este crecimiento, pero Arce pone énfasis en las tendencias bancarias. En 2006 había unos 360 millones de dólares en depósitos, la mayoría en depósitos a plazo fijo y 20% en cajas de ahorro. En 2010, 36% de los depósitos estaban en cajas de ahorro. “Es una muestra de que la gente tiene excedentes para ahorrar y que hay confianza en nuestros bancos”, afirma el ministro.
Ese dinero adicional, dice Arce, es el resultado del llamado “nuevo modelo económico social productivo” que ha impulsado el gobierno y que incluye un programa de bonos de apoyo para adultos mayores, escolares, embarazadas y madres solteras para redistribuir la riqueza nacional.
El gobierno también ha estimulado al sector productivo. En 2007 creó el Banco de Desarrollo Productivo, que el año pasado ofreció pequeños préstamos, de unos 10.000 dólares en promedio, a unos 15.000 pequeños productores. También está la Empresa de Apoyo a la Producción de Alimentos (Emapa), que ofrece créditos sin interés, y que compra mercadería directamente a los pequeños y medianos productores, la que luego revende al resto de la población. El resultado ha sido un aumento de 17% en la superficie plantada por pequeños y medianos agricultores, y una mayor estabilidad en los precios del azúcar, arroz y otros productos de la canasta básica.
El nuevo oro.
El futuro dorado de Bolivia probablemente sea de color plata. El impresionante salar de Uyuni es la llanura de sal más grande del mundo y contiene la mitad de las reservas conocidas de litio, el componente principal de baterías para vehículos eléctricos. Es un mercado al que muchos le auguran un crecimiento exponencial en los próximos 10 años, y que podría resultar aún más significativo que el gas para la economía boliviana.
“Tenemos grandes esperanzas en el litio, porque pertenece al pueblo boliviano”, dice Marcelo Castro, jefe de operaciones de la planta piloto ubicada en los bordes del salar. Según la nueva Constitución boliviana, la explotación de litio no se puede vender a una empresa extranjera. La construcción de la planta está casi lista y se prevé que el próximo año comience a producir carbonato de litio, la materia prima de las baterías. “Pero ya no queremos ser meros exportadores de materias primas. Nos vamos a industrializar para asegurarnos de capitalizar plenamente las utilidades de nuestros recursos naturales”, dice Castro.
El gobierno aspira a producir los compuestos químicos de mayor valor agregado, como el litio metálico, y algún día incluso las baterías y los vehículos. Es un sueño de largo plazo y el país se lo ha tomado con calma. Las autoridades dicen que sólo trabajarán con empresas extranjeras dispuestas a asociarse con el Estado. Algunos economistas temen que esta actitud pueda espantar definitivamente a los inversionistas.
De momento el gobierno no ha firmado ningún acuerdo con empresas extranjeras, pero interés no falta.
Pero tanto o más importante que la mera exportación de litio, afirman los analistas, es la capacidad de Bolivia de diversificar su economía. El 83% de los trabajadores produce apenas 25% del PIB, mientras que 65% del producto proviene de sectores que emplean a sólo 9% de la fuerza laboral. “El gran desafío es desarrollar la industria agropecuaria, la industria forestal y la manufactura, mirando el mercado mundial”, dice Gary Rodríguez, ejecutivo del Instituto Boliviano de Comercio Exterior.
Pese al sorprendente desempeño macroeconómico de Bolivia, los inversionistas son muy cautos de poner su dinero en un país cuyo presidente tiene una retórica encendida, aunque muchas veces sus palabras sean más radicales que sus acciones. Tal vez ésta sea una de las razones por las que agencias como Moody’s aún le otorgan calificaciones pobres a la deuda boliviana, situándola en el rango B1 y B2: la fortaleza económica aún es débil, aún existe una fragilidad institucional y una alta vulnerabilidad frente a los riesgos coyunturales.
Pero el sostenido crecimiento está mostrando resultados. “Bolivia es cada vez menos un país de bajos ingresos y está entrando de a poco a la categoría de los países de ingreso medio”, dijo Felipe Jaramillo, director del Banco Mundial para Bolivia, Perú, Chile, Venezuela y Ecuador, a un medio local durante una entrevista reciente en La Paz.
Tercer productor de coca
Bolivia es el tercer productor de coca del mundo y las hectáreas destinadas al cultivo de la hoja de coca han aumentado desde que Evo Morales Ayma asumió. Sin embargo, el alza —que este año ha sido de 1 por ciento— es menor a la de Perú y Colombia, los mayores productores de coca del mundo.
El gasto debería ser mayor
Algunos critican que, con reservas por 8.000 millones de dólares, el gasto podría ser mayor. “Es mucha plata guardada para un país en que faltan caminos, hospitales y escuelas”, dice Chávez. Pero el ministro Arce afirma que la mentalidad de ahorro es de corto plazo: “El mediano es para deshacer reservas”.