EE UU traspasa al Ejército iraquí la lucha contra los insurgentes
Bagdad, El País
El optimismo brotó ayer de boca de los mandos militares de Estados Unidos y del vicepresidente Joseph Biden, quien ofició la ceremonia celebrada en Bagdad que puso punto final oficialmente a las operaciones de combate de las tropas norteamericanas en Irak, y en la que el general Ray Odierno cedió el testigo a su colega Lloyd Austin. El general Austin tiene por delante 16 meses para entrenar y asesorar a un Ejército iraquí inexperto que afronta la tarea de no dar respiro a una insurgencia que la semana pasada demostró capacidad para detonar coches bombas en 13 ciudades.
Los líderes políticos locales discreparon del panorama dibujado por Biden. Y los ciudadanos iraquíes, por mucho que detesten a los estadounidenses, están escarmentados por la incompetencia de sus dirigentes políticos y desean, paradójicamente, que los soldados extranjeros continúen velando por su seguridad.
"El desarrollo de las fuerzas de seguridad iraquíes ha sido significativo y les encomiendo que tomen el mando y proporcionen seguridad", proclamó Austin en Camp Victoria, una gran base situada cerca del aeropuerto de la capital. Algunos jefes militares iraquíes, entre ellos el jefe del Estado Mayor, no acaban de coincidir con Austin. Hace un par de semanas declaraba que las fuerzas armadas iraquíes no estarían consolidadas hasta 2020. En todo caso, y si la situación se agravara, siempre podrán recibir la ayuda de los 50.000 soldados que permanecerán en los cuarteles para adiestrar a los soldados iraquíes. La nueva misión, bautizada con el nombre de Nuevo Amanecer, es vista por una gran mayoría de iraquíes como el anticipo de un eventual crepúsculo. En el campo político, Biden empleó un lenguaje alambicado para expresar su confianza. "Me he reunido", aseguró el vicepresidente, "con cada uno de los grupos que obtuvieron parte de los votos en las elecciones y estoy absolutamente convencido de que se están acercando a la capacidad de formar Gobierno, que será un Gabinete que represente el resultado de las elecciones, que fue muy disputado".
No se entrevistó con todos los partidos relevantes, porque los chiíes de la Corriente Sadrista, el partido del clérigo radical chií Múqtada al Sáder, que cuenta con 40 escaños en un Parlamento de 325 asientos, jura que nunca negociará con un Gobierno que, consideran, ocupa su país. Biden también se congratuló de que la violencia se haya reducido a niveles desconocidos desde 2003.
"Realmente no hay nada decidido hasta ahora. Hay negociaciones y programas de Iraquiya y de Estado de la Ley [los partidos que obtuvieron 91 y 89 escaños, respectivamente], pero también desacuerdos. Hasta ahora hay progresos, pero no podemos decir que habrá Gobierno en unos días. Creo que el señor Biden ha sido muy optimista", declaró a Reuters Osama al Nujaifi, uno de los líderes de Iraquiya.
El optimismo brotó ayer de boca de los mandos militares de Estados Unidos y del vicepresidente Joseph Biden, quien ofició la ceremonia celebrada en Bagdad que puso punto final oficialmente a las operaciones de combate de las tropas norteamericanas en Irak, y en la que el general Ray Odierno cedió el testigo a su colega Lloyd Austin. El general Austin tiene por delante 16 meses para entrenar y asesorar a un Ejército iraquí inexperto que afronta la tarea de no dar respiro a una insurgencia que la semana pasada demostró capacidad para detonar coches bombas en 13 ciudades.
Los líderes políticos locales discreparon del panorama dibujado por Biden. Y los ciudadanos iraquíes, por mucho que detesten a los estadounidenses, están escarmentados por la incompetencia de sus dirigentes políticos y desean, paradójicamente, que los soldados extranjeros continúen velando por su seguridad.
"El desarrollo de las fuerzas de seguridad iraquíes ha sido significativo y les encomiendo que tomen el mando y proporcionen seguridad", proclamó Austin en Camp Victoria, una gran base situada cerca del aeropuerto de la capital. Algunos jefes militares iraquíes, entre ellos el jefe del Estado Mayor, no acaban de coincidir con Austin. Hace un par de semanas declaraba que las fuerzas armadas iraquíes no estarían consolidadas hasta 2020. En todo caso, y si la situación se agravara, siempre podrán recibir la ayuda de los 50.000 soldados que permanecerán en los cuarteles para adiestrar a los soldados iraquíes. La nueva misión, bautizada con el nombre de Nuevo Amanecer, es vista por una gran mayoría de iraquíes como el anticipo de un eventual crepúsculo. En el campo político, Biden empleó un lenguaje alambicado para expresar su confianza. "Me he reunido", aseguró el vicepresidente, "con cada uno de los grupos que obtuvieron parte de los votos en las elecciones y estoy absolutamente convencido de que se están acercando a la capacidad de formar Gobierno, que será un Gabinete que represente el resultado de las elecciones, que fue muy disputado".
No se entrevistó con todos los partidos relevantes, porque los chiíes de la Corriente Sadrista, el partido del clérigo radical chií Múqtada al Sáder, que cuenta con 40 escaños en un Parlamento de 325 asientos, jura que nunca negociará con un Gobierno que, consideran, ocupa su país. Biden también se congratuló de que la violencia se haya reducido a niveles desconocidos desde 2003.
"Realmente no hay nada decidido hasta ahora. Hay negociaciones y programas de Iraquiya y de Estado de la Ley [los partidos que obtuvieron 91 y 89 escaños, respectivamente], pero también desacuerdos. Hasta ahora hay progresos, pero no podemos decir que habrá Gobierno en unos días. Creo que el señor Biden ha sido muy optimista", declaró a Reuters Osama al Nujaifi, uno de los líderes de Iraquiya.