Boca Juniors 2010, un modelo bajo sospecha


José Vladimir Nogales
Todo lo que podía salir mal a Boca, le salió en su cancha frente a San Lorenzo (que volvió a jatarse, victorioso, de su paternidad). De un plumazo se cuestionó un modelo con una fachada formidable y nada por detrás. La demorada reaparición de Riquelme y la expulsión ayer del sulfúrico Gary Medel, destapó miserias que superaron las peores sospechas sobre la competencia de la plantilla boquense. Al primer contratiempo, el equipo -que jugaba a nada- entró en estado de pánico. Puede resultar muy discutible una defensa compuesta por tres hombres, vulnerable por las bandas y sin un retroceso suficiente de los laterales-volante para ocupar racionalmente los espacios, mucho más con Matías Jiménez desempeñándose como lateral izquierdo, posición que desconoce, y con Clemente Rodríguez como lateral-volante derecho, cuando su utilidad por izquierda, como lateral convencional, había sido mayúscula en otras campañas (además de su bajo estado de forma, parece no haber asimilado aún los dictados del nuevo manual de funciones). Nuevamente incapaz de generar juego (a Boca le cuesta muchísimo producir con la pelota), estaban puestas las bases para una catástrofe. Borghi, sin embargo, continúa convencido en la utilidad y conveniencia de un sistema negado, vehementemente, por funcionamiento y resultados. Y al adiestrador le dio por insistir, seguro como está de sus ideas, con su fórmula en el peor partido posible, con la defensa muy mal cosida frente a un rival que no perdió el tiempo. San Lorenzo atacó con ideas, rapidez y vehemencia. Armó un partido frenético, irrespirable para Boca, que se cayó a pedazos. San Lorenzo no sólo jugó con vigor, clase y puntería, sino que hurgó una por una en todas las heridas del cuadro xeneize.

¿Por qué la generación de juego resulta tan dificultosa en Boca? ¿Exibe, el mal juego, relación lineal con el cuestionado dispositivo táctico o existe una disimulada insuficiencia de recursos (potenciada por la ausencia de Riquelme) para echar a andar la maquinaria?

Con el sistema de tres zagueros en el epicentro del debate, tiende a olvidarse que las mayores dificultades de cuadro boquense residen en el trabajo con la pelota antes que en su capacidad para recuperarla. Puede ser cierto que, defensivamente, exhiba flaquezas (fundamentalmente la porosidad por las bandas y el sufriente desacomodo ante los cambios de frente), pero poco tiene que ver el aporte o rendimiento de los tres zagueros con la nula capacidad colectiva para concebir proyectos ofensivos.

Con el balón en propiedad, Boca funciona con un aire caótico. Ni hay dibujo, ni nadie capaz de poner las cosas en orden. Chávez (como Escudero en otros partidos) no encontró el hilo al fútbol y Clemente recorría las millas de costumbre sin demasiada claridad. Por lo demás, Palermo no parecía especialmente motivado, ni Viatri desplegaba la eficiacia de costumbre. Sin juego periférico que les brinde suministro, ninguno gravita. Entonces, a falta de alimentación, los dos tanques se estorban, se quitan espacio y reducen, aún más, el escaso poder ofensivo.

Tampoco salió bien parada la idea de Battaglia y Medel en el doble pivote, no al menos en campos de gran dificultad. Alguien se tiene que ocupar de ciertos trabajos ofensivos que no se aprecian en Boca, que viene de crear muy pocas ocasiones de gol en el torneo. El cotejo con el ascendido All Boys dio reveladora pauta de la realidad de Boca en este torneo y anunció el partido que ayer se vio en la Bombonera, donde había otro ánimo por la inesperada victoria sobre el líder Vélez. Boca multiplicó los errores y no encontró respuesta para la derrota. Por muchos atacantes que Borghi ponga en la formación, la precariedad de su juego con la pelota le aboca a demasiados partidos de esta clase, a desplomes categóricos que obligan a pensar en gravísimas descompensaciones del equipo. Sin evoluciones por las bandas, Boca depende del juego interior. Al no disponer de elemento para contribuir en la gestación delegada al enganche (tanto Medel como Battaglia no tienen tanto fútbol como para aportar significativamente en la elaboración), éste se somete a la superioridad numérica que impone el rival y termina asfixiado, sin gravitación. Para peor, no existiendo un atacante que busque por afuera, la coexistencia entre Viatri y Palermo revélase químicamente incompatible.

Quedó claro, ayer y en cotejos precedentes, que al juego de Boca le faltó el punto de fantasía necesario para desestabilizar a los curtidos defensas y centrocampistas rivales. Ese punto corresponde a Riquelme, el jugador que eleva el vuelo de su equipo. Sin él, Boca fue más persistente que peligroso. Su inspiración procedió de nadie, con el equipo desmadejado y sin respuestas futbolísticas ni anímicas.

La evidente carencia de recursos para dar forma a una idea (la de Borghi) deja muy mal parados a técnico y dirigentes en cuanto a su responsabilidad en la confección de la plantilla. El técnico debió advertir que, para plasmar su idea, precisaba de algunos especialistas. Lo hizo, pero con un enfoque excesivamente restrictivo. El diagnóstico de la malaria se concentró en la defensa, pasando por alto necesidades de mitad de campo para arriba. Del mismo modo, la miópe perspectiva de los dirigentes al valorar (con más sentimiento que razón) las condiciones de ciertos jugadores (Mouche está sobrevaluado) impuso limitantes que ahora se sufren, tanto en la aplicación del módulo pregonado por Borghi como para el eventual diseño de alguna variante.

Puede que a los dirigentes de Boca, con Ameal a la cabeza, no les importe demasiado padecer fracasos de esta magnitud. De alguna forma se vende la idea de que Boca está por encima de los resultados. No es verdad. Por muchas estrellas que tenga, por infinita que sea su popularidad, por ajeno que le resulte las mundanas contigencias del fútbol, Boca es un equipo de fútbol. Uno con cualidades reducidas y con acentuados defectos. Defectos que le trasladan de lo excelso a la vulgaridad, sin término medio.

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