Alemania vive el ocaso de Merkel
Bohn, El País
Angela Merkel no necesitó grandes esfuerzos de campaña para conquistar la que, según decía, era su meta política. Mañana se cumple un año de la victoria electoral que le permitió deshacerse del Partido Socialdemócrata (SPD) para formar su segundo Gobierno. Esta vez sin componendas con los rivales políticos, sino en coalición con los liberales: eternos prometidos de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) que ella preside.
Festejada por analistas y políticos de todo el mundo, Frau Europa pisaba la cumbre de su carrera cuando formó su coalición de centro-derecha justo a tiempo para los fastos del vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín. Disfrutó en ese mes de noviembre una apoteosis simbólica ante el pleno del Congreso de Estados Unidos, que la recibió con una ovación cerrada en una de esas ocasiones con vocación de acontecimiento histórico: la primera vez en más de medio siglo que un canciller federal de Alemania recibía tal homenaje. Pero si el aniversario del Muro sirvió de aparatoso festejo nupcial para CDU y FDP bajo la mirada de medio mundo, podría sospecharse que tanta alegría los dejó exhaustos. Un año después, Merkel intenta detener la caída libre en la que entró su coalición a los pocos meses.
Las encuestas de aniversario son demoledoras. El viernes, la cadena estatal ZDF publicó su segundo barómetro político de septiembre. Según el muestreo, Merkel tendría que hacer las maletas en la Cancillería si hoy domingo se celebrasen elecciones. El SPD obtendría el 30% (23% en las elecciones 2009) de los votos y la CDU, el 31% (33,8% en 2009). Los liberales entrarían en el Parlamento por los pelos, con un 5% de los votos. a años luz de aquel 14,7% del 27 de septiembre de 2009. Los Verdes, cuyo auge se nutre del declive liberal y de la debilidad de los dos grandes partidos, obtendrían un inaudito 19% (10% en 2009), y el partido La Izquierda obtendría el 9%. SPD y Verdes tendrían así la mayoría en el Bundestag. Es el peor resultado para el Gobierno en lo que va de legislatura. También el peor resultado de los democristianos registrado por el barómetro de la ZDF.
En lo personal, el sondeo señala que el líder parlamentario socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier supera en popularidad a Merkel. Era algo impensable hace un par de años. Sin duda, su reciente decisión de abandonar unas semanas la política para donarle un riñón a su esposa contribuyó a este repunte. Pero si logra consolidarlo una vez recuperado de la operación quirúrgica, sus cualidades políticas y personales convertirían al que fuera vicecanciller y ministro de Exteriores del primer Gobierno de Merkel (2005-2009) en un rival temible. El espectacular auge de Los Verdes y el declive liberal pondrían el resto para sentenciar a Merkel.
Los malos augurios llegan también desde el rico y conservador sudoeste de Alemania. Baden-Württemberg es el tercer Estado federado por Producto Interior Bruto (PIB), por extensión y por población. Además es un baluarte democristiano desde poco después de su fundación, en 1952. Pues bien, los sondeos indican que la CDU podría perder su bastión suabo en las elecciones regionales de marzo. Tras la derrota electoral de hace cinco meses en el crucial Estado de Renania del Norte-Westfalia, un relevo en Stuttgart desataría un terremoto de consecuencias imprevisibles en la sede de la CDU en Berlín.
La semana pasada, un caricaturista dibujó a Merkel en una Cancillería rodeada por los miles de manifestantes que salieron a protestar contra su política nuclear. En el dibujo, alguien le aconsejaba que lo mirase "por el lado bueno". "Nos permite sentir de nuevo que somos conservadores", precisaba la caricatura. Al postergar el apagón nuclear hasta pasado 2040, Merkel reabrió este mes un frente dormido desde hacía años. La masiva manifestación del 18 de septiembre ponía en evidencia el riesgo asumido por la canciller. Paradójicamente, el osado envite a los partidos de la oposición, todos partidarios del apagón nuclear en 2022, y a los votantes puede ser una estrategia para contener el declive de su Gobierno. Se trata de afilar el perfil y de recuperar la iniciativa; en resumen, de demostrar que el Gobierno no está en coma irreversible.
Está por ver si acentuará su perfil conservador, como le exigen los halcones de su partido. Cuando deja Berlín para visitar las ciudades medianas de Renania o Suabia, el viajero tiene menos dificultades para recordar qué era la CDU bajo el enorme peso de Helmut Kohl: un enorme partido tradicional, católico y patriarcal del Oeste alemán. Pero la Konrad-Adenauer Haus permanece hoy bajo control de Angela Merkel, hija de un pastor protestante y crecida en la Alemania Oriental. Para sus críticos conservadores, de los cuales hace poco que han abandonado sus cargos ejecutivos varios pesos pesados como Roland Koch o Erika Steinbach, Merkel ha "socialdemocratizado" su partido en los últimos seis años. Sus defensores creen que su flexibilidad ideológica es una de las claves de su éxito. Puede que lo crea ella también.
Se ha desatado recientemente una gran polémica en torno al libro Alemania se suprime, del directivo del Bundesbank y militante del SPD Thilo Sarrazin. Las tesis anti-islámicas y racistas del provocador Sarrazin encontraron apoyos en los dos grandes partidos alemanes, así como una enorme resonancia social. La canciller Merkel criticó al socialdemócrata y sugirió su expulsión del banco central. Poco después, acudió a la entrega de un premio al dibujante danés Kurt Westergaard "por su compromiso con la libertad de expresión". Es el autor de la caricatura de Mahoma con una bomba en el turbante, por la que algunos musulmanes se dijeron ofendidos hasta el punto de tratar de asesinarlo. Para muchos, Merkel mantuvo el equilibrio entre la defensa de las libertades civiles y la convicción racional de que, sencillamente, la economía y la sociedad alemanas necesitan inmigrantes para no colapsar en las próximas décadas. Todavía está pendiente un debate efectivo sobre su integración en la sociedad.
La ofensiva otoñal de Merkel por recuperar la iniciativa política dentro y fuera del partido podría darle algunos éxitos. La cita electoral de marzo en Baden-Württemberg será un buen termómetro. A su favor juegan las excelentes cifras de empleo y de crecimiento económico. También sus propias cualidades pragmáticas de mediadora. En su contra están los riesgos propios de quien toma decisiones: la oposición a los nuevos plazos atómicos o el descontento por los recortes sociales. Gajes del oficio, más fáciles de encajar que la debacle de sus socios liberales.
Angela Merkel no necesitó grandes esfuerzos de campaña para conquistar la que, según decía, era su meta política. Mañana se cumple un año de la victoria electoral que le permitió deshacerse del Partido Socialdemócrata (SPD) para formar su segundo Gobierno. Esta vez sin componendas con los rivales políticos, sino en coalición con los liberales: eternos prometidos de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) que ella preside.
Festejada por analistas y políticos de todo el mundo, Frau Europa pisaba la cumbre de su carrera cuando formó su coalición de centro-derecha justo a tiempo para los fastos del vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín. Disfrutó en ese mes de noviembre una apoteosis simbólica ante el pleno del Congreso de Estados Unidos, que la recibió con una ovación cerrada en una de esas ocasiones con vocación de acontecimiento histórico: la primera vez en más de medio siglo que un canciller federal de Alemania recibía tal homenaje. Pero si el aniversario del Muro sirvió de aparatoso festejo nupcial para CDU y FDP bajo la mirada de medio mundo, podría sospecharse que tanta alegría los dejó exhaustos. Un año después, Merkel intenta detener la caída libre en la que entró su coalición a los pocos meses.
Las encuestas de aniversario son demoledoras. El viernes, la cadena estatal ZDF publicó su segundo barómetro político de septiembre. Según el muestreo, Merkel tendría que hacer las maletas en la Cancillería si hoy domingo se celebrasen elecciones. El SPD obtendría el 30% (23% en las elecciones 2009) de los votos y la CDU, el 31% (33,8% en 2009). Los liberales entrarían en el Parlamento por los pelos, con un 5% de los votos. a años luz de aquel 14,7% del 27 de septiembre de 2009. Los Verdes, cuyo auge se nutre del declive liberal y de la debilidad de los dos grandes partidos, obtendrían un inaudito 19% (10% en 2009), y el partido La Izquierda obtendría el 9%. SPD y Verdes tendrían así la mayoría en el Bundestag. Es el peor resultado para el Gobierno en lo que va de legislatura. También el peor resultado de los democristianos registrado por el barómetro de la ZDF.
En lo personal, el sondeo señala que el líder parlamentario socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier supera en popularidad a Merkel. Era algo impensable hace un par de años. Sin duda, su reciente decisión de abandonar unas semanas la política para donarle un riñón a su esposa contribuyó a este repunte. Pero si logra consolidarlo una vez recuperado de la operación quirúrgica, sus cualidades políticas y personales convertirían al que fuera vicecanciller y ministro de Exteriores del primer Gobierno de Merkel (2005-2009) en un rival temible. El espectacular auge de Los Verdes y el declive liberal pondrían el resto para sentenciar a Merkel.
Los malos augurios llegan también desde el rico y conservador sudoeste de Alemania. Baden-Württemberg es el tercer Estado federado por Producto Interior Bruto (PIB), por extensión y por población. Además es un baluarte democristiano desde poco después de su fundación, en 1952. Pues bien, los sondeos indican que la CDU podría perder su bastión suabo en las elecciones regionales de marzo. Tras la derrota electoral de hace cinco meses en el crucial Estado de Renania del Norte-Westfalia, un relevo en Stuttgart desataría un terremoto de consecuencias imprevisibles en la sede de la CDU en Berlín.
La semana pasada, un caricaturista dibujó a Merkel en una Cancillería rodeada por los miles de manifestantes que salieron a protestar contra su política nuclear. En el dibujo, alguien le aconsejaba que lo mirase "por el lado bueno". "Nos permite sentir de nuevo que somos conservadores", precisaba la caricatura. Al postergar el apagón nuclear hasta pasado 2040, Merkel reabrió este mes un frente dormido desde hacía años. La masiva manifestación del 18 de septiembre ponía en evidencia el riesgo asumido por la canciller. Paradójicamente, el osado envite a los partidos de la oposición, todos partidarios del apagón nuclear en 2022, y a los votantes puede ser una estrategia para contener el declive de su Gobierno. Se trata de afilar el perfil y de recuperar la iniciativa; en resumen, de demostrar que el Gobierno no está en coma irreversible.
Está por ver si acentuará su perfil conservador, como le exigen los halcones de su partido. Cuando deja Berlín para visitar las ciudades medianas de Renania o Suabia, el viajero tiene menos dificultades para recordar qué era la CDU bajo el enorme peso de Helmut Kohl: un enorme partido tradicional, católico y patriarcal del Oeste alemán. Pero la Konrad-Adenauer Haus permanece hoy bajo control de Angela Merkel, hija de un pastor protestante y crecida en la Alemania Oriental. Para sus críticos conservadores, de los cuales hace poco que han abandonado sus cargos ejecutivos varios pesos pesados como Roland Koch o Erika Steinbach, Merkel ha "socialdemocratizado" su partido en los últimos seis años. Sus defensores creen que su flexibilidad ideológica es una de las claves de su éxito. Puede que lo crea ella también.
Se ha desatado recientemente una gran polémica en torno al libro Alemania se suprime, del directivo del Bundesbank y militante del SPD Thilo Sarrazin. Las tesis anti-islámicas y racistas del provocador Sarrazin encontraron apoyos en los dos grandes partidos alemanes, así como una enorme resonancia social. La canciller Merkel criticó al socialdemócrata y sugirió su expulsión del banco central. Poco después, acudió a la entrega de un premio al dibujante danés Kurt Westergaard "por su compromiso con la libertad de expresión". Es el autor de la caricatura de Mahoma con una bomba en el turbante, por la que algunos musulmanes se dijeron ofendidos hasta el punto de tratar de asesinarlo. Para muchos, Merkel mantuvo el equilibrio entre la defensa de las libertades civiles y la convicción racional de que, sencillamente, la economía y la sociedad alemanas necesitan inmigrantes para no colapsar en las próximas décadas. Todavía está pendiente un debate efectivo sobre su integración en la sociedad.
La ofensiva otoñal de Merkel por recuperar la iniciativa política dentro y fuera del partido podría darle algunos éxitos. La cita electoral de marzo en Baden-Württemberg será un buen termómetro. A su favor juegan las excelentes cifras de empleo y de crecimiento económico. También sus propias cualidades pragmáticas de mediadora. En su contra están los riesgos propios de quien toma decisiones: la oposición a los nuevos plazos atómicos o el descontento por los recortes sociales. Gajes del oficio, más fáciles de encajar que la debacle de sus socios liberales.