Obama clama un esfuerzo a gran escala para crear el empleo
Sandro Pozzi, Nueva York, El País
Hasta el presidente Barack Obama lo dice. La economía de Estados Unidos crece, pero no lo suficientemente rápido como para combatir la lacra del paro. Y aunque admite que no hay una la "solución mágica" que permita acabar con los problemas que frenan la expansión, ha intentado ofrecer un rayo de esperanza, al decir que su equipo prepara nuevas vías para reactivar el crecimiento y la creación de empleo. El que supuestamente iba a ser el verano de la recuperación, se le escapa a Obama. Los retos que tiene EE UU ante si, dijo, "son serios, nadie lo pone en duda". "Llevó una década excavar este agujero y llevará más de lo que nos gustaría salir", ha advertido tras reunirse en la Casa Blanca con su equipo económico, para hacer balance de la situación e identificar "medidas adicionales" que den un impulso adicional al motor, que dice presentará en breve.
"Demasiados negocios siguen sufriendo y demasiadas personas buscando empleo", ha reiterado Obama, que garantizó que está comprometido a diario con hacer lo posible para generar el crecimiento que permita restaurar el daño creado por la recesión. Por eso ha hablado de un "esfuerzo a gran escala", que pasa por redoblar la inversión en energías limpias, extender los recortes de impuestos a la clase media, modernizar las infraestructuras y fomentar la inversión empresarial en EE UU con incentivos fiscales.
Pobre primavera
Obama intentó así mostrar un cierto control. Pero el nerviosismo del presidente era evidente. El pobre dato de crecimiento de la primavera y el desplome en las ventas de vivienda, publicados mientras estaba de vacaciones, alimentan la inquietud sobre la fragilidad de la económica, que se ve lastrada por un paro persistentemente alto. El viernes se publica la evolución del empleo de agosto, para el que se esperan 105.000 despidos netos y un repunte de una décima del paro, al 9,6%.
Pero como señala el presidente "no se crece lo rápido que sería necesario". Los economistas Goldman Sachs calculan que haría falta una expansión a una tasa anualizada del 5% para que se notara una mejora en el empleo. En el segundo trimestre se creció al 1,6%. Esto plantea un dilema a la Casa Blanca, que debe reconfortar al ciudadano a la vez que se hace eco de su frustración.
Y a la incertidumbre macroeconómica, se le suma la política. La economía se está colocando en el centro del debate de cara a las legislativas del 2 de noviembre, donde los demócratas arriesgan con perder asientos que le priven la doble mayoría en el Congreso. Y los republicanos aprovechan la ansiedad para cargar contra la estrategia económica de la Casa Blanca. El paquete de estímulos adoptado en la primavera de 2009, valorado en 862.000 millones de dólares, empieza a peder vigor. Y desde el ala conservadora en el Capitolio se remiten a los datos de crecimiento, empleo y vivienda para cuestionar su eficacia y poner en evidencia que este gasto colosal está hipotecando la prosperidad de generaciones futuras.
Obama responde diciendo que la prioridad ahora pasa por seguir apoyando el crecimiento. Y por eso ha reclamado que se apruebe su iniciativa para ampliar el crédito a las pequeñas y medianas empresas, las principales generadoras de empleo del país. Ese plan también incluye la suspensión del pago de determinados impuestos vinculados a las ganancias de capital.
No hay tiempo para "juegos"
"Así tendrán más incentivos para invertir", ha reiterado. Pero su frustración es evidente, porque ese mini paquete de estímulos orientado a la generación de empleo lleva meses bloqueado en Washington. Y las futuras medidas que presente pueden correr la misma suerte. "No hay motivos para que se dilate más el proceso", ha dicho, "las pymes y las comunidades que viven de ellas no están para juego políticos, no pueden esperar"
La parálisis en el Capitolio, por tanto, según Obama, va en detrimento de la recuperación. En la víspera de su discurso, el presidente habló en una entrevista de que hay medidas que se pueden adoptar para estimular el crecimiento, pero ninguna de ellas funcionar por si sola. Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, garantizó el viernes que si pasa algo inesperado, actuará para evitar un escenario deflacionista al estilo japonés.
Wall Street, que no confía mucho en la capacidad del presidente para lidiar con la situación actual, sobre todo si sus aliados pierden la mayoría en el Congreso. Ahora concentra ahora toda su atención en los datos de empleo que se publicarán esta semana, incluido el de productividad el jueves. Antes de que hablara Obama, los principales índices del parqué neoyorquino se dejaban entorno un 0,6%, que se aceleraron ligeramente hacia el cierre.
Hasta el presidente Barack Obama lo dice. La economía de Estados Unidos crece, pero no lo suficientemente rápido como para combatir la lacra del paro. Y aunque admite que no hay una la "solución mágica" que permita acabar con los problemas que frenan la expansión, ha intentado ofrecer un rayo de esperanza, al decir que su equipo prepara nuevas vías para reactivar el crecimiento y la creación de empleo. El que supuestamente iba a ser el verano de la recuperación, se le escapa a Obama. Los retos que tiene EE UU ante si, dijo, "son serios, nadie lo pone en duda". "Llevó una década excavar este agujero y llevará más de lo que nos gustaría salir", ha advertido tras reunirse en la Casa Blanca con su equipo económico, para hacer balance de la situación e identificar "medidas adicionales" que den un impulso adicional al motor, que dice presentará en breve.
"Demasiados negocios siguen sufriendo y demasiadas personas buscando empleo", ha reiterado Obama, que garantizó que está comprometido a diario con hacer lo posible para generar el crecimiento que permita restaurar el daño creado por la recesión. Por eso ha hablado de un "esfuerzo a gran escala", que pasa por redoblar la inversión en energías limpias, extender los recortes de impuestos a la clase media, modernizar las infraestructuras y fomentar la inversión empresarial en EE UU con incentivos fiscales.
Pobre primavera
Obama intentó así mostrar un cierto control. Pero el nerviosismo del presidente era evidente. El pobre dato de crecimiento de la primavera y el desplome en las ventas de vivienda, publicados mientras estaba de vacaciones, alimentan la inquietud sobre la fragilidad de la económica, que se ve lastrada por un paro persistentemente alto. El viernes se publica la evolución del empleo de agosto, para el que se esperan 105.000 despidos netos y un repunte de una décima del paro, al 9,6%.
Pero como señala el presidente "no se crece lo rápido que sería necesario". Los economistas Goldman Sachs calculan que haría falta una expansión a una tasa anualizada del 5% para que se notara una mejora en el empleo. En el segundo trimestre se creció al 1,6%. Esto plantea un dilema a la Casa Blanca, que debe reconfortar al ciudadano a la vez que se hace eco de su frustración.
Y a la incertidumbre macroeconómica, se le suma la política. La economía se está colocando en el centro del debate de cara a las legislativas del 2 de noviembre, donde los demócratas arriesgan con perder asientos que le priven la doble mayoría en el Congreso. Y los republicanos aprovechan la ansiedad para cargar contra la estrategia económica de la Casa Blanca. El paquete de estímulos adoptado en la primavera de 2009, valorado en 862.000 millones de dólares, empieza a peder vigor. Y desde el ala conservadora en el Capitolio se remiten a los datos de crecimiento, empleo y vivienda para cuestionar su eficacia y poner en evidencia que este gasto colosal está hipotecando la prosperidad de generaciones futuras.
Obama responde diciendo que la prioridad ahora pasa por seguir apoyando el crecimiento. Y por eso ha reclamado que se apruebe su iniciativa para ampliar el crédito a las pequeñas y medianas empresas, las principales generadoras de empleo del país. Ese plan también incluye la suspensión del pago de determinados impuestos vinculados a las ganancias de capital.
No hay tiempo para "juegos"
"Así tendrán más incentivos para invertir", ha reiterado. Pero su frustración es evidente, porque ese mini paquete de estímulos orientado a la generación de empleo lleva meses bloqueado en Washington. Y las futuras medidas que presente pueden correr la misma suerte. "No hay motivos para que se dilate más el proceso", ha dicho, "las pymes y las comunidades que viven de ellas no están para juego políticos, no pueden esperar"
La parálisis en el Capitolio, por tanto, según Obama, va en detrimento de la recuperación. En la víspera de su discurso, el presidente habló en una entrevista de que hay medidas que se pueden adoptar para estimular el crecimiento, pero ninguna de ellas funcionar por si sola. Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, garantizó el viernes que si pasa algo inesperado, actuará para evitar un escenario deflacionista al estilo japonés.
Wall Street, que no confía mucho en la capacidad del presidente para lidiar con la situación actual, sobre todo si sus aliados pierden la mayoría en el Congreso. Ahora concentra ahora toda su atención en los datos de empleo que se publicarán esta semana, incluido el de productividad el jueves. Antes de que hablara Obama, los principales índices del parqué neoyorquino se dejaban entorno un 0,6%, que se aceleraron ligeramente hacia el cierre.