McCain intenta salvar su escaño en el Senado con un giro a la derecha
David Alandete, Washington, El País
"Mis posiciones políticas no han cambiado". Con esa frase, y a pesar de ella, el senador republicano por Arizona John McCain culminaba esta semana una larga campaña de primarias en la que ha virado lentamente hacia la derecha. Viendo peligrar su escaño, McCain ha endurecido sus posiciones, sobre todo en materia de inmigración, para dejar de ser el rebelde del Senado y pasar a cortejar al movimiento ultraconservador del Tea Party.
Mañana, McCain se la juega en unas primarias que también se celebrarán en Florida, Alaska, Oklahoma y Vermont. Los republicanos de Arizona decidirán si es él quien representa a su partido, por quinta vez, en las elecciones legislativas de noviembre, o si le conceden una primera oportunidad al radical J. D. Hayworth, miembro en la Cámara de Representantes entre 1995 y 2007 y presentador de radio jaleado por el Tea Party.
Al principio de las primarias, el equipo de McCain se vio en apuros. En noviembre, solo le sacaba un 2% de ventaja a Hayworth en las encuestas. El recién llegado criticaba en sus mítines la capacidad de compromiso de McCain con los demócratas y, sobre todo, lo que calificaba de "oferta de amnistía", una ley migratoria propuesta por McCain en 2006, dos años antes de ser candidato en las elecciones presidenciales que habría de ganar Barack Obama.
"Nosotros sabemos de qué estamos hablando aquí", exclamó Hayworth en un mitin del Tea Party en marzo. "Se trata de una palabra, es fácil de describir: ¡Amnistía! Y es algo erróneo". En 2006, efectivamente, McCain se alió con el león progresista del Congreso, Ted Kennedy, para lograr que se aprobara una medida de reforma migratoria en el Senado, nunca ratificada en la Cámara de Representantes. Ofrecía la legalización a los siete millones de inmigrantes sin papeles que habían entrado en EE UU antes de 2001, previo pago de multa.
Las cosas han cambiado. Las encuestas le dan ahora a McCain una cómoda ventaja sobre J. D. Hayworth. La última, de la empresa Rasmussen, le otorgaba una victoria por 22 puntos. En el camino, se ha dejado 15 millones de euros en anuncios, y ha renunciado a la capacidad de compromiso con los demócratas en asuntos como la reforma medioambiental o la ratificación de la nueva jueza del Supremo, Elena Kagan.
Además, ha renunciado a apoyar cualquier medida de reforma migratoria que se considere moderadamente conciliadora. Ha pedido un aumento del número de soldados de la Guardia Nacional en la frontera con México y, sobre todo, ha apoyado la polémica ley migratoria de Arizona, aprobada en abril.
La Casa Blanca considera que esa norma es inconstitucional, porque confiere a los policías la autoridad de comprobar la situación migratoria de cualquier ciudadano del que sospechen que no tiene papeles, lo que podría llevar a la discriminación racial. Una demanda de Washington congeló cautelarmente las partes más polémicas de esa ley en julio.
El 26 de abril, durante un mitin, McCain la tildó de "buen instrumento" para controlar la inmigración ilegal. "Entiendo por qué los legisladores de Arizona la aprueban", dijo. "Siempre he hecho lo que sea necesario para ganar", reconoció el senador en una entrevista concedida a Politics Daily la semana pasada.
Tal debió de ser la preocupación de McCain por perder las primarias hace unos meses, que le pidió a Sarah Palin, ahora líder del Tea Party, que hiciera campaña por él en Arizona. Tras las elecciones de 2008, en las que Palin había sido su candidata a la vicepresidencia, ambos políticos mantuvieron unas relaciones más bien frías.
En la noche de la derrota presidencial de 2008, McCain prohibió a Palin pronunciar un discurso con el que pretendía mejorar sus posibilidades de cara a las elecciones de 2012. Por el contrario, en la reunión del Tea Party de marzo dejó que la protagonista fuera, casi únicamente, ella.
Palin intentó convencer a los asistentes de que McCain era uno de ellos: "Seamos francos. Con respecto al Tea Party, este bonito movimiento, todos somos parte de él. Todos". En aquel escenario, desapareció McCain el centrista, el moderado, "el rebelde", como se hacía llamar en el Senado.
En la campaña presidencial de 2008, el senador comenzaba muchos de sus mítines con un grito de guerra: "Amigos míos, me llaman el rebelde". Una semana después del mitin con Palin, concedió una entrevista a Newsweek. La remató con una sucinta frase que da fe del viraje de McCain en este año: "En realidad yo nunca me consideré un rebelde".
"Mis posiciones políticas no han cambiado". Con esa frase, y a pesar de ella, el senador republicano por Arizona John McCain culminaba esta semana una larga campaña de primarias en la que ha virado lentamente hacia la derecha. Viendo peligrar su escaño, McCain ha endurecido sus posiciones, sobre todo en materia de inmigración, para dejar de ser el rebelde del Senado y pasar a cortejar al movimiento ultraconservador del Tea Party.
Mañana, McCain se la juega en unas primarias que también se celebrarán en Florida, Alaska, Oklahoma y Vermont. Los republicanos de Arizona decidirán si es él quien representa a su partido, por quinta vez, en las elecciones legislativas de noviembre, o si le conceden una primera oportunidad al radical J. D. Hayworth, miembro en la Cámara de Representantes entre 1995 y 2007 y presentador de radio jaleado por el Tea Party.
Al principio de las primarias, el equipo de McCain se vio en apuros. En noviembre, solo le sacaba un 2% de ventaja a Hayworth en las encuestas. El recién llegado criticaba en sus mítines la capacidad de compromiso de McCain con los demócratas y, sobre todo, lo que calificaba de "oferta de amnistía", una ley migratoria propuesta por McCain en 2006, dos años antes de ser candidato en las elecciones presidenciales que habría de ganar Barack Obama.
"Nosotros sabemos de qué estamos hablando aquí", exclamó Hayworth en un mitin del Tea Party en marzo. "Se trata de una palabra, es fácil de describir: ¡Amnistía! Y es algo erróneo". En 2006, efectivamente, McCain se alió con el león progresista del Congreso, Ted Kennedy, para lograr que se aprobara una medida de reforma migratoria en el Senado, nunca ratificada en la Cámara de Representantes. Ofrecía la legalización a los siete millones de inmigrantes sin papeles que habían entrado en EE UU antes de 2001, previo pago de multa.
Las cosas han cambiado. Las encuestas le dan ahora a McCain una cómoda ventaja sobre J. D. Hayworth. La última, de la empresa Rasmussen, le otorgaba una victoria por 22 puntos. En el camino, se ha dejado 15 millones de euros en anuncios, y ha renunciado a la capacidad de compromiso con los demócratas en asuntos como la reforma medioambiental o la ratificación de la nueva jueza del Supremo, Elena Kagan.
Además, ha renunciado a apoyar cualquier medida de reforma migratoria que se considere moderadamente conciliadora. Ha pedido un aumento del número de soldados de la Guardia Nacional en la frontera con México y, sobre todo, ha apoyado la polémica ley migratoria de Arizona, aprobada en abril.
La Casa Blanca considera que esa norma es inconstitucional, porque confiere a los policías la autoridad de comprobar la situación migratoria de cualquier ciudadano del que sospechen que no tiene papeles, lo que podría llevar a la discriminación racial. Una demanda de Washington congeló cautelarmente las partes más polémicas de esa ley en julio.
El 26 de abril, durante un mitin, McCain la tildó de "buen instrumento" para controlar la inmigración ilegal. "Entiendo por qué los legisladores de Arizona la aprueban", dijo. "Siempre he hecho lo que sea necesario para ganar", reconoció el senador en una entrevista concedida a Politics Daily la semana pasada.
Tal debió de ser la preocupación de McCain por perder las primarias hace unos meses, que le pidió a Sarah Palin, ahora líder del Tea Party, que hiciera campaña por él en Arizona. Tras las elecciones de 2008, en las que Palin había sido su candidata a la vicepresidencia, ambos políticos mantuvieron unas relaciones más bien frías.
En la noche de la derrota presidencial de 2008, McCain prohibió a Palin pronunciar un discurso con el que pretendía mejorar sus posibilidades de cara a las elecciones de 2012. Por el contrario, en la reunión del Tea Party de marzo dejó que la protagonista fuera, casi únicamente, ella.
Palin intentó convencer a los asistentes de que McCain era uno de ellos: "Seamos francos. Con respecto al Tea Party, este bonito movimiento, todos somos parte de él. Todos". En aquel escenario, desapareció McCain el centrista, el moderado, "el rebelde", como se hacía llamar en el Senado.
En la campaña presidencial de 2008, el senador comenzaba muchos de sus mítines con un grito de guerra: "Amigos míos, me llaman el rebelde". Una semana después del mitin con Palin, concedió una entrevista a Newsweek. La remató con una sucinta frase que da fe del viraje de McCain en este año: "En realidad yo nunca me consideré un rebelde".