El presidente de Italia rechaza un adelanto electoral
Lucía Magi, Bolonia, El País
Italia no puede permitirse ahora inciertas aventuras políticas; necesita un Gobierno estable, que actúe para consolidar las tímidas mejoras económicas. El jefe de Estado de Italia, Giorgio Napolitano, intentó ayer con este concepto pacificar las agitadas aguas del país transalpino y poner un freno a la deriva hacia un adelanto electoral que la política italiana experimenta tras la rúptura de la alianza entre el primer ministro, Silvio Berlusconi, y Gianfranco Fini, cofundador del gobernante Pueblo de la Libertad (PDL).
No han durado mucho las vacaciones del presidente de la República italiana. Apenas nueve días en la pequeña isla de Stromboli, en el mar de la Sicilia, desde donde ha seguido con inquietud los líos romanos. Napolitano (Nápoles, 1925) rompió ayer su silencio en una entrevista con el diario L' Unità en la cual intenta calmar el patio. "Una vez más ha estallado un clima de polémicas y debates exasperados y se está difundiendo un sentimiento de grave precariedad e incertidumbre por lo que pueda suceder en el plano de la gobernabilidad", dice preocupado. "Por el interés del país, debe rebajarse el tono, deben detenerse las campañas venenosas y las instituciones deben dedicarse a consolidar la recuperación económica".
Napolitano también defiende a Fini que, tras romper con Berlusconi, es objeto de una dura campaña por parte de medios conservadores. Tras la ruptura, Fini, que es presidente del Congreso, ha formado su propio grupo parlamentario y ha dejado en minoría al Gobierno. "Cuando el objeto de la agresión es un alto cargo del Estado se pone en riesgo la vida institucional del país", afirma Napolitano.
Fini está en el centro de un escándalo destapado por Il Giornale, propiedad del hermano de Berlusconi: la Fiscalía de Roma investiga una supuesta estafa en la venta de un apartamento en Montecarlo que heredó la extinta formación que lideraba, Alianza Nacional.
"Todo el mundo debería reflexionar", dicen en coro los finianos de Futuro y Libertad, el grupo parlamentario formado por los tránsfugas. "Los que fomentan esta irresponsable campaña son algunos miembros del PDL y del Gobierno".
El tono no parece más tranquilo en el otro bando de la antigua casa común. Los partidarios de Berlusconi leen la entrevista de Napolitano como un intento de enderezar las decisiones institucionales fuera de la vía indicada por la Constitución republicana y consideran que las elecciones son el único remedio democrático en caso de una crisis.
Crisis que, oficialmente, no está abierta. Sin los 33 diputados expulsados, el PDL y la Liga Norte no tienen la mayoría en el Congreso. Sin embargo, todavía no han sido derrotados en ninguna votación. En septiembre, Berlusconi presentará al Parlamento un nuevo programa. Si logra la confianza de los disidentes, el Ejecutivo seguirá. En caso contrario, disolverá el Gabinete y el balón pasará a Napolitano. En lugar de convocar elecciones tres años antes de lo previsto y con una complicada coyuntura económica, el presidente podría empezar una ronda de consultas para construir una nueva mayoría. Esa posibilidad gusta a la oposición, pero no al Cavaliere.
Italia no puede permitirse ahora inciertas aventuras políticas; necesita un Gobierno estable, que actúe para consolidar las tímidas mejoras económicas. El jefe de Estado de Italia, Giorgio Napolitano, intentó ayer con este concepto pacificar las agitadas aguas del país transalpino y poner un freno a la deriva hacia un adelanto electoral que la política italiana experimenta tras la rúptura de la alianza entre el primer ministro, Silvio Berlusconi, y Gianfranco Fini, cofundador del gobernante Pueblo de la Libertad (PDL).
No han durado mucho las vacaciones del presidente de la República italiana. Apenas nueve días en la pequeña isla de Stromboli, en el mar de la Sicilia, desde donde ha seguido con inquietud los líos romanos. Napolitano (Nápoles, 1925) rompió ayer su silencio en una entrevista con el diario L' Unità en la cual intenta calmar el patio. "Una vez más ha estallado un clima de polémicas y debates exasperados y se está difundiendo un sentimiento de grave precariedad e incertidumbre por lo que pueda suceder en el plano de la gobernabilidad", dice preocupado. "Por el interés del país, debe rebajarse el tono, deben detenerse las campañas venenosas y las instituciones deben dedicarse a consolidar la recuperación económica".
Napolitano también defiende a Fini que, tras romper con Berlusconi, es objeto de una dura campaña por parte de medios conservadores. Tras la ruptura, Fini, que es presidente del Congreso, ha formado su propio grupo parlamentario y ha dejado en minoría al Gobierno. "Cuando el objeto de la agresión es un alto cargo del Estado se pone en riesgo la vida institucional del país", afirma Napolitano.
Fini está en el centro de un escándalo destapado por Il Giornale, propiedad del hermano de Berlusconi: la Fiscalía de Roma investiga una supuesta estafa en la venta de un apartamento en Montecarlo que heredó la extinta formación que lideraba, Alianza Nacional.
"Todo el mundo debería reflexionar", dicen en coro los finianos de Futuro y Libertad, el grupo parlamentario formado por los tránsfugas. "Los que fomentan esta irresponsable campaña son algunos miembros del PDL y del Gobierno".
El tono no parece más tranquilo en el otro bando de la antigua casa común. Los partidarios de Berlusconi leen la entrevista de Napolitano como un intento de enderezar las decisiones institucionales fuera de la vía indicada por la Constitución republicana y consideran que las elecciones son el único remedio democrático en caso de una crisis.
Crisis que, oficialmente, no está abierta. Sin los 33 diputados expulsados, el PDL y la Liga Norte no tienen la mayoría en el Congreso. Sin embargo, todavía no han sido derrotados en ninguna votación. En septiembre, Berlusconi presentará al Parlamento un nuevo programa. Si logra la confianza de los disidentes, el Ejecutivo seguirá. En caso contrario, disolverá el Gabinete y el balón pasará a Napolitano. En lugar de convocar elecciones tres años antes de lo previsto y con una complicada coyuntura económica, el presidente podría empezar una ronda de consultas para construir una nueva mayoría. Esa posibilidad gusta a la oposición, pero no al Cavaliere.