EE UU pugna con Irán por tutelar el futuro de Irak
Bagdad, Agencias
"¿Es usted de Irán?". La pregunta del policía a las puertas del Hotel Baghdad, en la orilla oriental del Tigris, no es baladí. En 2003, los fieles chiíes iraníes acudían en masa a los santuarios de Kerbala y Nayaf después de años de cierre de la frontera de Irak con el país vecino -Sadam Husein prohibía su peregrinación-, pero hoy los turistas religiosos colman también hoteles y pensiones en Bagdad y los analistas políticos aseguran que la presencia de enviados iraníes en los ministerios iraquíes, aunque silenciosa, es notoria. Teherán y Washington, que cuenta con 50.000 soldados en suelo iraquí, compiten por tutelar el país invadido en 2003. Pero es Irán, que comparte 1.300 kilómetros de linde con Irak, que creó varios de los partidos políticos que hoy gobiernan en Bagdad y alguna milicia, y que acogió a prominentes jefes políticos y clérigos que huían de la feroz represión del dictador iraquí, quien extiende lentamente su influencia mientras amaina la de Estados Unidos.
Paradójicamente, ambos rivales han compartido al alimón el respaldo al primer ministro iraquí, el chií Nuri al Maliki. Y no parece que ese apoyo vaya a desvanecerse ahora que el jefe del Ejecutivo en funciones -tras las elecciones de marzo pasado, los partidos iraquíes han sido incapaces de formar Gobierno- negocia con sus rivales para seguir en el cargo. ¿Por qué esa sospechosa comunión de intereses entre dos países cuyas relaciones son tan amargas desde el triunfo de la revolución del imán Jomeini, en 1979? Probablemente, no conviene abrir ahora más frentes con Irán.
"Los americanos están difundiendo la especie de que Teherán no es tan influyente en Irak. Sí lo es, y muchísimo. Hay guiños entre Irán y Estados Unidos", afirma un diplomático occidental.
Maliki representaba a todos los partidos chiíes antes de las elecciones del pasado marzo. Incluso algunos grupos kurdos y suníes le respaldaban. Esto agradaba a Estados Unidos, ansioso por cierta estabilidad para ejecutar el repliegue a sus bases en Irak -y la retirada total el último día de 2011- con los menores sobresaltos posibles.
Pero la coalición se quebró antes de los comicios y el Consejo Supremo Islámico Iraquí, de nítida inspiración iraní, y la Corriente Sadrista -su líder, Múqtada al Sáder, estudia ahora en Irán- se desmarcaron del jefe del Gobierno, que también encabeza una coalición chií bautizada con el nombre de Estado de la Ley.
El vacío político es una complicación más que el vicepresidente estadounidense, Joseph Biden, trata de resolver estos días. En este país, que cada vez se asemeja más a Líbano, donde las injerencias de las potencias extranjeras y de los países circundantes son una constante histórica, sin embargo, parece sobrar la paciencia.
"Irán es ahora el principal jugador en Irak", dice el profesor de Ciencias Políticas Sadi al Azaui, quien sugiere que Teherán intentará interferir subrepticiamente, si ello es posible. "Irán y Estados Unidos buscan su propio beneficio. Washington perderá capacidad de influir, y Teherán apoyará a Maliki porque será, si es elegido, un primer ministro más débil al que será más sencillo presionar políticamente". Un político laico, que prefiere ocultar su nombre, algo muy común en Irak, sostiene que "Washington y Teherán tienen un pacto para apoyar a Maliki".
"Desde 2008", añade el citado diplomático, "no ha habido un acontecimiento político relevante relativo a Irak que no haya merecido una visita oficial al más alto nivel de los líderes iraquíes a Teherán. El acuerdo para la retirada de las tropas de Estados Unidos de las ciudades iraquíes, firmado en julio de 2009, se fue a explicar a Irán; las enmiendas a la ley electoral en noviembre de 2009 también, y para el asunto de la desbaazificación [el veto a la clase dirigente y a los funcionarios del régimen de Sadam a participar en la vida política], en enero de este año, los dos vicepresidentes iraquíes volaron a Washington y antes de regresar a Bagdad hicieron escala en Teherán. Pero lo más llamativo es que Maliki comentó en marzo que viajaba a Teherán para abordar los asuntos de Irak".
Es vox pópuli que el primer ministro permite el contrabando de petróleo a Irán, cuyo régimen celebrará que el vencedor en las urnas, el secular Iyad Alaui, no se haga con el despacho del primer ministro. Además, los gobernantes iraquíes no consideran en absoluto una intromisión el hecho de que empresas iraníes construyan hoteles en Nayaf, Kerbala y Samarra y viviendas en barrios chiíes de Bagdad. Al fin y al cabo, no cesan de hacer llamamientos a compañías foráneas para que inviertan en un país hecho trizas.
"¿Es usted de Irán?". La pregunta del policía a las puertas del Hotel Baghdad, en la orilla oriental del Tigris, no es baladí. En 2003, los fieles chiíes iraníes acudían en masa a los santuarios de Kerbala y Nayaf después de años de cierre de la frontera de Irak con el país vecino -Sadam Husein prohibía su peregrinación-, pero hoy los turistas religiosos colman también hoteles y pensiones en Bagdad y los analistas políticos aseguran que la presencia de enviados iraníes en los ministerios iraquíes, aunque silenciosa, es notoria. Teherán y Washington, que cuenta con 50.000 soldados en suelo iraquí, compiten por tutelar el país invadido en 2003. Pero es Irán, que comparte 1.300 kilómetros de linde con Irak, que creó varios de los partidos políticos que hoy gobiernan en Bagdad y alguna milicia, y que acogió a prominentes jefes políticos y clérigos que huían de la feroz represión del dictador iraquí, quien extiende lentamente su influencia mientras amaina la de Estados Unidos.
Paradójicamente, ambos rivales han compartido al alimón el respaldo al primer ministro iraquí, el chií Nuri al Maliki. Y no parece que ese apoyo vaya a desvanecerse ahora que el jefe del Ejecutivo en funciones -tras las elecciones de marzo pasado, los partidos iraquíes han sido incapaces de formar Gobierno- negocia con sus rivales para seguir en el cargo. ¿Por qué esa sospechosa comunión de intereses entre dos países cuyas relaciones son tan amargas desde el triunfo de la revolución del imán Jomeini, en 1979? Probablemente, no conviene abrir ahora más frentes con Irán.
"Los americanos están difundiendo la especie de que Teherán no es tan influyente en Irak. Sí lo es, y muchísimo. Hay guiños entre Irán y Estados Unidos", afirma un diplomático occidental.
Maliki representaba a todos los partidos chiíes antes de las elecciones del pasado marzo. Incluso algunos grupos kurdos y suníes le respaldaban. Esto agradaba a Estados Unidos, ansioso por cierta estabilidad para ejecutar el repliegue a sus bases en Irak -y la retirada total el último día de 2011- con los menores sobresaltos posibles.
Pero la coalición se quebró antes de los comicios y el Consejo Supremo Islámico Iraquí, de nítida inspiración iraní, y la Corriente Sadrista -su líder, Múqtada al Sáder, estudia ahora en Irán- se desmarcaron del jefe del Gobierno, que también encabeza una coalición chií bautizada con el nombre de Estado de la Ley.
El vacío político es una complicación más que el vicepresidente estadounidense, Joseph Biden, trata de resolver estos días. En este país, que cada vez se asemeja más a Líbano, donde las injerencias de las potencias extranjeras y de los países circundantes son una constante histórica, sin embargo, parece sobrar la paciencia.
"Irán es ahora el principal jugador en Irak", dice el profesor de Ciencias Políticas Sadi al Azaui, quien sugiere que Teherán intentará interferir subrepticiamente, si ello es posible. "Irán y Estados Unidos buscan su propio beneficio. Washington perderá capacidad de influir, y Teherán apoyará a Maliki porque será, si es elegido, un primer ministro más débil al que será más sencillo presionar políticamente". Un político laico, que prefiere ocultar su nombre, algo muy común en Irak, sostiene que "Washington y Teherán tienen un pacto para apoyar a Maliki".
"Desde 2008", añade el citado diplomático, "no ha habido un acontecimiento político relevante relativo a Irak que no haya merecido una visita oficial al más alto nivel de los líderes iraquíes a Teherán. El acuerdo para la retirada de las tropas de Estados Unidos de las ciudades iraquíes, firmado en julio de 2009, se fue a explicar a Irán; las enmiendas a la ley electoral en noviembre de 2009 también, y para el asunto de la desbaazificación [el veto a la clase dirigente y a los funcionarios del régimen de Sadam a participar en la vida política], en enero de este año, los dos vicepresidentes iraquíes volaron a Washington y antes de regresar a Bagdad hicieron escala en Teherán. Pero lo más llamativo es que Maliki comentó en marzo que viajaba a Teherán para abordar los asuntos de Irak".
Es vox pópuli que el primer ministro permite el contrabando de petróleo a Irán, cuyo régimen celebrará que el vencedor en las urnas, el secular Iyad Alaui, no se haga con el despacho del primer ministro. Además, los gobernantes iraquíes no consideran en absoluto una intromisión el hecho de que empresas iraníes construyan hoteles en Nayaf, Kerbala y Samarra y viviendas en barrios chiíes de Bagdad. Al fin y al cabo, no cesan de hacer llamamientos a compañías foráneas para que inviertan en un país hecho trizas.