Ayer, cuando todos perdimos
Antonio Peredo Leigue
Rebelión
Los dirigentes del comité cívico de Potosí fueron recibidos como héroes después de la larga jornada de negociación en Sucre, iniciada el jueves 12 hasta ayer lunes 16. Pero, en realidad, los potosinos gritaban su alivio porque terminaron ese largo paro que sufrió cada uno de ellos. Hay muchas heridas que curar. Hay muchos resentimientos que persistirán. Nada de esto puede tasarse en dinero.
Quienes hablan de pérdidas en millones para Potosí, para Bolivia y para las empresas de turismo, siguen pensando que el dinero está por encima de todo.
Un corto pliego de demandas, seis en total, que estuvo largo tiempo esperando una respuesta, se convirtió en protesta y ésta en un paro que estuvo a punto de estallar en varios enfrentamientos.
La minimizada oposición, financiada desde afuera, hizo de las suyas y alentó las posiciones de fuerza. Celebró, seguramente festejó, el desgaste que sufrió el gobierno. Pero no deben engañarse; de aquí no saldrá ninguna simpatía para ellos. El cambio no es un plan de este gobierno, no es el programa de un partido o un frente. El cambio es una necesidad del pueblo y, el pueblo, seguirá adelante con su decisión.
Potosí, en su heroica resistencia contra la negligencia de las autoridades, tiene que recuperar todo lo que perdió, porque perdió mucho. Pobre, tremendamente empobrecido, porque dio toda su riqueza a cambio de nada. La industrialización de Europa fue posible, allá en los siglos XVII y XVIII, porque se vaciaron las entrañas del Cerro Rico. ‘Vale un Potosí’ es frase admirativa de riqueza. Pero Potosí, la ciudad de Potosí y todo el departamento, tiene los índices mayores de atraso y pobreza porque nada quedó para ellos.
Los bolivianos les debemos mucho a esa región pero, sobre todo, a esa ciudad. Y les debemos, no sólo el despojo de cinco siglos, sino la permanente desatención a sus problemas; desatención que sigue siendo la misma de ayer, de hace diez años y de medio siglo atrás. Perdimos todos nosotros, porque un pueblo nuestro, muy nuestro, dejó de tener confianza en mañana. Así lo dijeron, en medio de la celebración, dos viejos mineros que repitieron: “siempre va a ser así”.
Perdimos como gobierno, porque se anunció que el presidente Evo Morales y sus ministros no serían bienvenidos en Potosí. Si, si. En Potosí, allá donde el MAS siempre obtuvo más del 60% de votación. Que el Presidente tiene derecho de llegar a todos los departamentos, a todas las ciudades de Bolivia, es una verdad. Pero también lo es que ya no habrá alegría.
Pero ¿qué o quién nos derrotó a todos? Es fácil encontrar culpables. Ya se han señalado algunos y hasta se han mencionado nombres. Aún más: la oposición regocijada publicó fotos de quienes supuestamente ganaron en este conflicto. Nada de esto es cierto. Todos sufrimos una gran derrota. Nos derrotó la visión estrecha, nos derrotó la soberbia, nos derrotó la incapacidad de conversar cada día con la gente. Las puertas han vuelto a cerrarse. Viejas y nuevas paredes separan a las personas.
Nosotros también debemos curar nuestras heridas. Sin protestar, porque nosotros tenemos parte de culpa. Reconociendo nuestros errores, para comenzar a enmendarlos. Se lo debemos a Potosí pero, sobre todo, se lo debemos al país que sigue creyendo en nuestro gobierno.
Rebelión
Los dirigentes del comité cívico de Potosí fueron recibidos como héroes después de la larga jornada de negociación en Sucre, iniciada el jueves 12 hasta ayer lunes 16. Pero, en realidad, los potosinos gritaban su alivio porque terminaron ese largo paro que sufrió cada uno de ellos. Hay muchas heridas que curar. Hay muchos resentimientos que persistirán. Nada de esto puede tasarse en dinero.
Quienes hablan de pérdidas en millones para Potosí, para Bolivia y para las empresas de turismo, siguen pensando que el dinero está por encima de todo.
Un corto pliego de demandas, seis en total, que estuvo largo tiempo esperando una respuesta, se convirtió en protesta y ésta en un paro que estuvo a punto de estallar en varios enfrentamientos.
La minimizada oposición, financiada desde afuera, hizo de las suyas y alentó las posiciones de fuerza. Celebró, seguramente festejó, el desgaste que sufrió el gobierno. Pero no deben engañarse; de aquí no saldrá ninguna simpatía para ellos. El cambio no es un plan de este gobierno, no es el programa de un partido o un frente. El cambio es una necesidad del pueblo y, el pueblo, seguirá adelante con su decisión.
Potosí, en su heroica resistencia contra la negligencia de las autoridades, tiene que recuperar todo lo que perdió, porque perdió mucho. Pobre, tremendamente empobrecido, porque dio toda su riqueza a cambio de nada. La industrialización de Europa fue posible, allá en los siglos XVII y XVIII, porque se vaciaron las entrañas del Cerro Rico. ‘Vale un Potosí’ es frase admirativa de riqueza. Pero Potosí, la ciudad de Potosí y todo el departamento, tiene los índices mayores de atraso y pobreza porque nada quedó para ellos.
Los bolivianos les debemos mucho a esa región pero, sobre todo, a esa ciudad. Y les debemos, no sólo el despojo de cinco siglos, sino la permanente desatención a sus problemas; desatención que sigue siendo la misma de ayer, de hace diez años y de medio siglo atrás. Perdimos todos nosotros, porque un pueblo nuestro, muy nuestro, dejó de tener confianza en mañana. Así lo dijeron, en medio de la celebración, dos viejos mineros que repitieron: “siempre va a ser así”.
Perdimos como gobierno, porque se anunció que el presidente Evo Morales y sus ministros no serían bienvenidos en Potosí. Si, si. En Potosí, allá donde el MAS siempre obtuvo más del 60% de votación. Que el Presidente tiene derecho de llegar a todos los departamentos, a todas las ciudades de Bolivia, es una verdad. Pero también lo es que ya no habrá alegría.
Pero ¿qué o quién nos derrotó a todos? Es fácil encontrar culpables. Ya se han señalado algunos y hasta se han mencionado nombres. Aún más: la oposición regocijada publicó fotos de quienes supuestamente ganaron en este conflicto. Nada de esto es cierto. Todos sufrimos una gran derrota. Nos derrotó la visión estrecha, nos derrotó la soberbia, nos derrotó la incapacidad de conversar cada día con la gente. Las puertas han vuelto a cerrarse. Viejas y nuevas paredes separan a las personas.
Nosotros también debemos curar nuestras heridas. Sin protestar, porque nosotros tenemos parte de culpa. Reconociendo nuestros errores, para comenzar a enmendarlos. Se lo debemos a Potosí pero, sobre todo, se lo debemos al país que sigue creyendo en nuestro gobierno.