Viaje al interior del Gran Colisionador de Hadrones
Margarita Rodríguez
BBC Mundo
Para muchos científicos, el Consejo Europeo de Investigación Nuclear (CERN), donde se encuentra el Gran Colisionador de Hadrones, es una especie de país de las maravillas, donde la pasión por la ciencia es el conejo blanco que, de seguirlo, los llevará a grandes descubrimientos.
A la World Wide Web se suman importantes hallazgos -como el descubrimiento de partículas fundamentales- que han conseguido pioneros de la ciencia desde 1954.
Esa mañana, el clima estaba de nuestro lado, aunque no el estacionamiento del CERN. Era de suponerse: estamos hablando de una organización que agrupa a 10.000 científicos e ingenieros de 80 países, así que encontrar un lugar para aparcar no fue tan sencillo.
En los últimos años, la popularidad de este centro ha aumentado por la puesta en funcionamiento del Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés), una máquina en forma de anillo que mide 27 kilómetros de longitud y que está a una profundidad que oscila entre los 50 y los 150 metros.
"Debajo de nosotros están ocurriendo millones de colisiones de protones a una velocidad muy cercana a la de la luz", le dijo a BBC Mundo el investigador mexicano Gerardo Herrera, quien nos guió en el recorrido.
Retos
Los propios científicos reconocen la complejidad del LHC y, más aún, el reto de explicar lo que esta máquina busca a quienes no están familiarizados con la física de partículas (disciplina que se encarga de estudiar los ladrillos más pequeños de la naturaleza), como la materia oscura, la antimateria, los protones, los quarks, los gluones…
El Gran Colisionador es importante porque el estudio de los choques frontales de partículas que suceden en su interior les permitirá a los investigadores profundizar su conocimiento sobre la materia, la energía, el espacio y el tiempo.
Uno de sus objetivos en recrear las condiciones en las que se originó el Universo y confirmar la existencia de la partícula conocida como bosón de Higgs o también llamada "partícula de Dios".
Este bosón es clave no sólo para comprender por qué todas las otras partículas tienen masa, sino también para entender la materia oscura, que los cosmólogos creen que domina el Universo.
Viaje en el tiempo
Aunque se trata de uno de los centros más avanzados de la ciencia en todo el planeta, visitar el CERN es un viaje al pasado, es tratar de remontarse a unos 13.700 millones de años.
"La intención del LHC es llevar iones de plomo a interactuar a muy alta energía de tal manera que en el momento de la interacción, en el momento en que estos dos iones choquen, se creen -por unos instantes- unas condiciones de temperatura y de densidad tan altas como las que existían unos microsegundos después del origen del Universo", explicó Herrera.
Lo que los científicos del CERN esperan es que los experimentos del LHC proporcionen las piezas necesarias para terminar de armar un rompecabezas lleno de vacíos.
Un beneficio paralelo -pero no menos importante- es que, mientras persiguen el objetivo de descifrar lo que pasó después del Big Bang, están desarrollando tecnologías clave en áreas como la medicina, las comunicaciones y la industria.
En el mundo de Alice
El profesor Herrera nos guió por la parte superficial de Alice, uno de los cuatro detectores del acelerador de partículas más poderoso del mundo y de la historia.
Apenas entramos a este lugar, que parece un depósito gigante con tubos de metal en sus paredes, nos llamó la atención el ruido persistente que genera el sistema de refrigeración de helio. Es un sonido similar al del motor de una nevera.
El objetivo de ese sistema es inyectarle helio al Gran Colisionador de Hadrones para evitar que se pueda recalentar.
Los protones circulan en direcciones opuestas en el anillo de 27 kilómetros.
En Alice, pudimos ver el ascensor que permite bajar al túnel donde está el LHC. Para llegar a él, nos desplazamos por un pasillo estrecho donde hay pequeñas escaleras de metal.
Al igual que los otros detectores, el propósito de esta estructura es registrar toda la información que arrojan las colisiones de partículas.
Alice pesa 10.000 toneladas, mide 16 metros de altura y tiene 26 metros de profundidad.
Pese a que cada detector tiene su propio cuarto de control, donde se monitorean las colisiones que suceden en esa sección del anillo, el LHC tiene una sala de control general que supervisa toda la actividad.
Se trata de un recinto amplio, muy bien iluminado, lleno de personas, computadoras y pantallas, un lugar donde nunca se duerme y que se parece a los que muestran las películas de ciencia ficción.
Babel
Tras visitar el centro de operaciones del acelerador, una observación empírica surgió: "Es hora de almorzar", dijo el físico mexicano.
En ese momento el clima había dejado de estar de nuestro lado. Una persistente lluvia nos acompañó hasta el comedor del CERN, un salón con grandes ventanales y con mucho movimiento.
El lugar estaba totalmente lleno. Algunos esperaban con paciencia que se desocupara un asiento en uno de los largos mesones que, quizás, también existieron en la Torre de Babel. El aroma de la comida se mezclaba con diversidad de culturas, idiomas, nacionalidades y saberes.
"Muchos colaboradores y estudiantes de todo el mundo vienen por algunas temporadas y se quedan en los dormitorios del CERN. Otros viven en pueblos aledaños al laboratorio", contó la física colombiana Marta Losada, nuestra siguiente guía.
Latinoamericanos
Tras la experiencia gastronómica, los investigadores nos condujeron al detector más grande: el Atlas, donde trabaja Losada.
"Atlas busca entender el origen de la masa de las partículas fundamentales y descubrir nuevas interacciones para hacer experimentos de precisión sobre las partículas que sí conocemos. También explora nuevos posibles estados de la materia", le explicó a BBC Mundo.
En Atlas nos dijeron que, gracias al acelerador, los científicos desarrollan una tecnología que también promete revolucionar las telecomunicaciones: la computación Grid.
Los científicos del CERN provienen de diferentes países. Hay decenas de latinoamericanos.
Se trata de una red que agrupa decenas de miles de computadoras de todo el planeta que contienen la información que emana el LHC.
Para llegar a las diferentes instalaciones, atravesamos varias veces en automóvil -en trayectos de minutos- la frontera franco-suiza, donde se extienden las instalaciones del Consejo Europeo de Investigación Nuclear.
Al final de nuestra visita, nos reunimos con un grupo de las decenas de investigadores latinoamericanos que colaboran en el CERN.
Todos ellos destacaron lo "apasionante" que es ser parte de uno de los experimentos más importantes de la historia.
"Para un físico de partículas, éste es el mejor lugar en el que se puede estar (...) Es como ser astronauta y estar en la NASA o como jugar al fútbol y estar en la selección nacional", le dijo a BBC Mundo el científico argentino Fernando Monticelli.
El deseo de encontrar respuestas a preguntas fundamentales de la física y de querer entender el Universo en su plenitud reunió a Monticelli y a sus colegas latinoamericanos en Europa.
Todos ellos calificaron la experiencia de "maravillosa" y, ante la pregunta de cómo llegaron allí, sólo dieron una respuesta: persiguiendo al conejo blanco.
BBC Mundo
Para muchos científicos, el Consejo Europeo de Investigación Nuclear (CERN), donde se encuentra el Gran Colisionador de Hadrones, es una especie de país de las maravillas, donde la pasión por la ciencia es el conejo blanco que, de seguirlo, los llevará a grandes descubrimientos.
A la World Wide Web se suman importantes hallazgos -como el descubrimiento de partículas fundamentales- que han conseguido pioneros de la ciencia desde 1954.
Esa mañana, el clima estaba de nuestro lado, aunque no el estacionamiento del CERN. Era de suponerse: estamos hablando de una organización que agrupa a 10.000 científicos e ingenieros de 80 países, así que encontrar un lugar para aparcar no fue tan sencillo.
En los últimos años, la popularidad de este centro ha aumentado por la puesta en funcionamiento del Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés), una máquina en forma de anillo que mide 27 kilómetros de longitud y que está a una profundidad que oscila entre los 50 y los 150 metros.
"Debajo de nosotros están ocurriendo millones de colisiones de protones a una velocidad muy cercana a la de la luz", le dijo a BBC Mundo el investigador mexicano Gerardo Herrera, quien nos guió en el recorrido.
Retos
Los propios científicos reconocen la complejidad del LHC y, más aún, el reto de explicar lo que esta máquina busca a quienes no están familiarizados con la física de partículas (disciplina que se encarga de estudiar los ladrillos más pequeños de la naturaleza), como la materia oscura, la antimateria, los protones, los quarks, los gluones…
El Gran Colisionador es importante porque el estudio de los choques frontales de partículas que suceden en su interior les permitirá a los investigadores profundizar su conocimiento sobre la materia, la energía, el espacio y el tiempo.
Uno de sus objetivos en recrear las condiciones en las que se originó el Universo y confirmar la existencia de la partícula conocida como bosón de Higgs o también llamada "partícula de Dios".
Este bosón es clave no sólo para comprender por qué todas las otras partículas tienen masa, sino también para entender la materia oscura, que los cosmólogos creen que domina el Universo.
Viaje en el tiempo
Aunque se trata de uno de los centros más avanzados de la ciencia en todo el planeta, visitar el CERN es un viaje al pasado, es tratar de remontarse a unos 13.700 millones de años.
"La intención del LHC es llevar iones de plomo a interactuar a muy alta energía de tal manera que en el momento de la interacción, en el momento en que estos dos iones choquen, se creen -por unos instantes- unas condiciones de temperatura y de densidad tan altas como las que existían unos microsegundos después del origen del Universo", explicó Herrera.
Lo que los científicos del CERN esperan es que los experimentos del LHC proporcionen las piezas necesarias para terminar de armar un rompecabezas lleno de vacíos.
Un beneficio paralelo -pero no menos importante- es que, mientras persiguen el objetivo de descifrar lo que pasó después del Big Bang, están desarrollando tecnologías clave en áreas como la medicina, las comunicaciones y la industria.
En el mundo de Alice
El profesor Herrera nos guió por la parte superficial de Alice, uno de los cuatro detectores del acelerador de partículas más poderoso del mundo y de la historia.
Apenas entramos a este lugar, que parece un depósito gigante con tubos de metal en sus paredes, nos llamó la atención el ruido persistente que genera el sistema de refrigeración de helio. Es un sonido similar al del motor de una nevera.
El objetivo de ese sistema es inyectarle helio al Gran Colisionador de Hadrones para evitar que se pueda recalentar.
Los protones circulan en direcciones opuestas en el anillo de 27 kilómetros.
En Alice, pudimos ver el ascensor que permite bajar al túnel donde está el LHC. Para llegar a él, nos desplazamos por un pasillo estrecho donde hay pequeñas escaleras de metal.
Al igual que los otros detectores, el propósito de esta estructura es registrar toda la información que arrojan las colisiones de partículas.
Alice pesa 10.000 toneladas, mide 16 metros de altura y tiene 26 metros de profundidad.
Pese a que cada detector tiene su propio cuarto de control, donde se monitorean las colisiones que suceden en esa sección del anillo, el LHC tiene una sala de control general que supervisa toda la actividad.
Se trata de un recinto amplio, muy bien iluminado, lleno de personas, computadoras y pantallas, un lugar donde nunca se duerme y que se parece a los que muestran las películas de ciencia ficción.
Babel
Tras visitar el centro de operaciones del acelerador, una observación empírica surgió: "Es hora de almorzar", dijo el físico mexicano.
En ese momento el clima había dejado de estar de nuestro lado. Una persistente lluvia nos acompañó hasta el comedor del CERN, un salón con grandes ventanales y con mucho movimiento.
El lugar estaba totalmente lleno. Algunos esperaban con paciencia que se desocupara un asiento en uno de los largos mesones que, quizás, también existieron en la Torre de Babel. El aroma de la comida se mezclaba con diversidad de culturas, idiomas, nacionalidades y saberes.
"Muchos colaboradores y estudiantes de todo el mundo vienen por algunas temporadas y se quedan en los dormitorios del CERN. Otros viven en pueblos aledaños al laboratorio", contó la física colombiana Marta Losada, nuestra siguiente guía.
Latinoamericanos
Tras la experiencia gastronómica, los investigadores nos condujeron al detector más grande: el Atlas, donde trabaja Losada.
"Atlas busca entender el origen de la masa de las partículas fundamentales y descubrir nuevas interacciones para hacer experimentos de precisión sobre las partículas que sí conocemos. También explora nuevos posibles estados de la materia", le explicó a BBC Mundo.
En Atlas nos dijeron que, gracias al acelerador, los científicos desarrollan una tecnología que también promete revolucionar las telecomunicaciones: la computación Grid.
Los científicos del CERN provienen de diferentes países. Hay decenas de latinoamericanos.
Se trata de una red que agrupa decenas de miles de computadoras de todo el planeta que contienen la información que emana el LHC.
Para llegar a las diferentes instalaciones, atravesamos varias veces en automóvil -en trayectos de minutos- la frontera franco-suiza, donde se extienden las instalaciones del Consejo Europeo de Investigación Nuclear.
Al final de nuestra visita, nos reunimos con un grupo de las decenas de investigadores latinoamericanos que colaboran en el CERN.
Todos ellos destacaron lo "apasionante" que es ser parte de uno de los experimentos más importantes de la historia.
"Para un físico de partículas, éste es el mejor lugar en el que se puede estar (...) Es como ser astronauta y estar en la NASA o como jugar al fútbol y estar en la selección nacional", le dijo a BBC Mundo el científico argentino Fernando Monticelli.
El deseo de encontrar respuestas a preguntas fundamentales de la física y de querer entender el Universo en su plenitud reunió a Monticelli y a sus colegas latinoamericanos en Europa.
Todos ellos calificaron la experiencia de "maravillosa" y, ante la pregunta de cómo llegaron allí, sólo dieron una respuesta: persiguiendo al conejo blanco.