Tras la goleada, Maradona no quiso ir a sala de prensa.

Ya había pasado mucho tiempo del final del partido y de la conferencia de prensa del entrenador de Alemania. Casi no quedaban jugadores del equipo de Löw en el vestuario y la gente de FIFA comenzaba a inquietarse por la demora de Maradona en su rueda de prensa en medio de los rumores de plantón. Incluso, desde la intimidad del vestuario albiceleste, entre los llantos de los jugadores y la desolación de la delegación, se filtraba que ni el presidente de la AFA, Julio Grondona, podía convencer a Diego para que fuera a la sala de prensa del Green Point de Ciudad del Cabo. La sensación en salón desbordado de medios de comunicación era la misma: Maradona duda de su continuidad y se piensa seriamente dar un portazo. De repente, movimientos frenéticos de la seguridad, aparece Maradona y reina el silencio.

Noqueado, abatido, y con los ojos hinchados por el llanto, Maradona se rebeló ante la parafernalia mediática y plantó cara. Su primera respuesta fue un monólogo extenso, una catársis futbolística con excusas maquilladas y pocas intenciones de ejercer autocrítica del 0-4. Desde su análisis, Maradona vio un partido distinto al que juzgaron los periodistas. Acorralado por su carácter, se molestó cuando le preguntaron si en su país alguien se podría alegrar de su derrota y fue intolerante ante alquien que le dijo: "Argentina fue un equipo partido". Incluso, se irritó cuando un periodista crítico le hizo dos preguntas consecutivas: "¿Te tengo que volver a responder a vos", desafió. A la defensiva, subrayó lo mejor de su equipo, minimizó (casi sin reconocer) los defectos y regateó sobre su continuidad. Su entorno dice que quiere irse, pero tomará la decisión cuando lo hable con sus hijas Dalma Y Giannina. Tiene contrato hasta la Copa América de 2011, pero sabe que anímicamente necesita otra mano de Dios.

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