Lucha antidroga trinacional tiene rostro de mujer
Senda Tres, Chimoré
Cimbra el Patio de Honor cementado del Centro de Entrenamiento Internacional Antinarcóticos Garras del Valor (CEIAGA), en Senda Tres, en el municipio de Chimoré, centro boliviano, donde 55 féminas trotan, en pelotón, acompasadamente mientras entonan, con voces rasposas y al unísono, cánticos de milicia: "El fusil/ es/ nuestro/ amor/ (..) siempre/ hay/ que/ trotar/, está/ prohibido/ caminar".
Cincuenta y cinco mujeres de las policías de Bolivia, Panamá y Ecuador han aprobado un exigente entrenamiento impartido durante 80 días, en el tropical Chapare boliviano, otrora emporio de la droga.
El CEIAGA egresó a 55 policías mujeres, de 82 postulantes. La diferencia, 27, no alcanzaron a superar las exigentes barreras del entrenamiento antinarcóticos Garras del Valor y del IV Curso Complementario Avanzado.
"Todas somos gatas, antes de llegar a ser garras", regodea una boliviana, de poco de más de 1,50 metros, de complexión gruesa, antes de soltar una mirada de esas que traspasan.
"El garra, el leopardo no duerme, descansa, porque siempre debe estar alerta", repone otra que se alinea para cumplir el peculiar requisito de la merienda, tras una mañana de ejercicio sin resuello.
Plantado sobre una pila de músculos, el capitán José Manuel Castro, enfundado en traje de campaña camuflado es el jefe instructor, amado y odiado a la vez y quien reparte 'las fichas' del 'rancho' (almuerzo).
"A mi decadencia, 5 pechadas, coooomenzar", ruge el hombre, encargado de rematar a las aspirantes a policías antidrogas a las que obligará, si quieren la ingesta, a realizar una retahíla de ejercicios antes de comer.
Sus pupilas, todas enfundas en uniforme y tocadas por esos sombreros de ala ancha, no dubitan: al piso si quieren comer.
Es el turno de la ecuatoriana Alicia Angélica Bóquez García, que en plástico desplazamiento se horizontaliza para enumerar "15 pechadas", cada una de tres repeticiones.
"¡Un, dos, tres: un!", corean sus compañeras con voces ahogadas por la fatiga mientras emulan a la ecuatoriana de cabello azabache, ojos negros, pestañas ensortijadas y labios carmesí y un respetable 1,76 m de estatura física.
Es el último día, más bien las últimas horas del feroz entrenamiento.
Ordenes, marchas, ejercicios agotadores y una disciplina estricta son factores que describen al CEIAGA, donde todo se hace más pesado por el calor que sofoca en el trópico de Cochabamba.
"Las policías femeninas somos indispensables en las trancas, para la revisión de las mujeres, ya que algunas llevan la droga en su cuerpo y un hombre no puede revisarlas", hace notar la boliviana Tania Ayaviri, distinguida como 'Garra de Honor', en el III Curso Avanzado.
"El curso de garras nos enseñó a ser fuertes, porque una parte del entrenamiento es aprender sobrevivencia en la selva en condiciones hostiles, poca comida y, agua, lo necesario", según la ecuatoriana Carla Fernández compañera de Bóquez y otra quiteña, Mercedes Jubel Espinoza.
Fernández fue becada por la Unidad Antinarcóticos Pichincha, acantonada en Quito.
A su turno, la panameña Eyda María Jiménez, plantea su convicción de que "es mejor estar siempre de uniforme y en alerta porque los operativos son sorpresivos, incluso en la madrugada".
Estas féminas antidroga se han especializado, también, en primeros auxilios, navegación terrestre diurna y nocturna, comunicación, armas, explosivos, patrullajes en diferentes especialidades, respeto de los derechos humanos, salto de confianza, a más de 7 metros de altura con y sin equipo y a rapel.
La instrucción central consistió en supervivencia en agua, supervivencia en jungla, puntería avanzada, combate y acondicionamiento físico en que las estudiantes fueron sometidas a caminatas de largo aliento de 4.800, 9.600 y 14.400 metros contra reloj y con equipo completo, con un peso de 15 kg.
Cimbra el Patio de Honor cementado del Centro de Entrenamiento Internacional Antinarcóticos Garras del Valor (CEIAGA), en Senda Tres, en el municipio de Chimoré, centro boliviano, donde 55 féminas trotan, en pelotón, acompasadamente mientras entonan, con voces rasposas y al unísono, cánticos de milicia: "El fusil/ es/ nuestro/ amor/ (..) siempre/ hay/ que/ trotar/, está/ prohibido/ caminar".
Cincuenta y cinco mujeres de las policías de Bolivia, Panamá y Ecuador han aprobado un exigente entrenamiento impartido durante 80 días, en el tropical Chapare boliviano, otrora emporio de la droga.
El CEIAGA egresó a 55 policías mujeres, de 82 postulantes. La diferencia, 27, no alcanzaron a superar las exigentes barreras del entrenamiento antinarcóticos Garras del Valor y del IV Curso Complementario Avanzado.
"Todas somos gatas, antes de llegar a ser garras", regodea una boliviana, de poco de más de 1,50 metros, de complexión gruesa, antes de soltar una mirada de esas que traspasan.
"El garra, el leopardo no duerme, descansa, porque siempre debe estar alerta", repone otra que se alinea para cumplir el peculiar requisito de la merienda, tras una mañana de ejercicio sin resuello.
Plantado sobre una pila de músculos, el capitán José Manuel Castro, enfundado en traje de campaña camuflado es el jefe instructor, amado y odiado a la vez y quien reparte 'las fichas' del 'rancho' (almuerzo).
"A mi decadencia, 5 pechadas, coooomenzar", ruge el hombre, encargado de rematar a las aspirantes a policías antidrogas a las que obligará, si quieren la ingesta, a realizar una retahíla de ejercicios antes de comer.
Sus pupilas, todas enfundas en uniforme y tocadas por esos sombreros de ala ancha, no dubitan: al piso si quieren comer.
Es el turno de la ecuatoriana Alicia Angélica Bóquez García, que en plástico desplazamiento se horizontaliza para enumerar "15 pechadas", cada una de tres repeticiones.
"¡Un, dos, tres: un!", corean sus compañeras con voces ahogadas por la fatiga mientras emulan a la ecuatoriana de cabello azabache, ojos negros, pestañas ensortijadas y labios carmesí y un respetable 1,76 m de estatura física.
Es el último día, más bien las últimas horas del feroz entrenamiento.
Ordenes, marchas, ejercicios agotadores y una disciplina estricta son factores que describen al CEIAGA, donde todo se hace más pesado por el calor que sofoca en el trópico de Cochabamba.
"Las policías femeninas somos indispensables en las trancas, para la revisión de las mujeres, ya que algunas llevan la droga en su cuerpo y un hombre no puede revisarlas", hace notar la boliviana Tania Ayaviri, distinguida como 'Garra de Honor', en el III Curso Avanzado.
"El curso de garras nos enseñó a ser fuertes, porque una parte del entrenamiento es aprender sobrevivencia en la selva en condiciones hostiles, poca comida y, agua, lo necesario", según la ecuatoriana Carla Fernández compañera de Bóquez y otra quiteña, Mercedes Jubel Espinoza.
Fernández fue becada por la Unidad Antinarcóticos Pichincha, acantonada en Quito.
A su turno, la panameña Eyda María Jiménez, plantea su convicción de que "es mejor estar siempre de uniforme y en alerta porque los operativos son sorpresivos, incluso en la madrugada".
Estas féminas antidroga se han especializado, también, en primeros auxilios, navegación terrestre diurna y nocturna, comunicación, armas, explosivos, patrullajes en diferentes especialidades, respeto de los derechos humanos, salto de confianza, a más de 7 metros de altura con y sin equipo y a rapel.
La instrucción central consistió en supervivencia en agua, supervivencia en jungla, puntería avanzada, combate y acondicionamiento físico en que las estudiantes fueron sometidas a caminatas de largo aliento de 4.800, 9.600 y 14.400 metros contra reloj y con equipo completo, con un peso de 15 kg.