Los peligrosos sueños de gloria del soldado Manning
David Alandete, El País
En pleno desierto iraquí, en una base militar a 60 kilómetros de Bagdad, el soldado Bradley Manning, de 22 años, sentía la amargura y la soledad del aislamiento. Pasaba turnos de 14 horas, siete días a la semana, frente a una pantalla, analizando información sobre el enemigo para incluirla en las bases de datos clasificadas del Ejército estadounidense.
En aquellas interminables jornadas, rodeado por otros soldados, un calor de 43 grados y tormentas de arena, en una batalla que no sentía como suya, descubrió en su interior el desapego que sentía hacia su país y sus guerras. No tenía una relación especialmente cercana con su padre, que fue soldado como él y vivía en Oklahoma. Ni con su madre, que se había mudado tiempo atrás a Gales. Fue educado en el catolicismo, pero en su placa del Ejército lucía la palabra "humanista".
En aquellas estancias militares se sentía un don nadie y soñaba con cambiar el mundo. De ser Manning, un soldado más, a ser Manning, el héroe que dejaría en evidencia el cinismo occidental.
En noviembre de 2009, vio clara su oportunidad. Como analista de inteligencia, categoría 35F, usaba unos ordenadores conectados a dos redes ultrasecretas del Pentágono: SIPRNet y JWCIS. Los documentos que por allí transitaban mostrarían los abusos bélicos de su país. Por motivos de seguridad, no tenían puertos USB. Pero por un error del Ejército, sí disponían de reproductores y grabadores de CD. Manning orquestó entonces una operación de película. Y le funcionó. Rotuló un CD virgen: "Lady Gaga". Entró a su puesto. Se sentó ante la pantalla. E inició un largo playback de la canción Telephone, de la mencionada cantante. Como en una película de espionaje, actuaba como un doble agente: fingía escuchar música mientras descargaba documentos críticos para la seguridad nacional.
Ya tenía el material. El siguiente paso era darle una salida, hacer de aquellos documentos el pasaporte a una vida de gloria y heroísmo para el soldado Bradley Manning.
En una serie de conversaciones que el soldado tuvo entre el 21 y el 25 de mayo con el pirata informático estadounidense Adrián Lamo, de 29 años -famoso por haberse infiltrado en 2002 en redes como la del diario The New York Times y por haberse entregado finalmente al FBI- Manning le dijo que le había entregado todos esos documentos al portal de documentos clasificados Wikileaks.
"Era información muy vulnerable. Y, bueno, se la mandé a Wikileaks. Dios sabe lo que sucederá a partir de ahora. Espero que haya una gran discusión mundial, debates, reformas. Si no es así, estamos condenados como especie", le dijo, según las transcripciones de esas conversaciones que obran en poder de Lamo. Este le preguntó qué haría si el Pentágono le descubría: "Intentaría contar mi versión de los hechos antes de que lo manipularan todo para retratarme como Nidal Hasan
[el acusado del asesinato de 13 soldados en Fort Hood]".
Era una premonición certera. Detenido en Irak y trasladado a Kuwait en mayo, en confinamiento desde entonces y enviado el pasado viernes a Virginia, en Estados Unidos, a Manning se le acusa de haber robado documentos secretos entre el 19 de noviembre y el 27 de mayo, entre ellos dos vídeos que muestran matanzas de civiles en Irak y Afganistán. Se le investiga por la revelación de 260.000 mensajes cifrados del Departamento de Estado. Y ahora, fuentes del Pentágono dicen tener pruebas más que suficientes que le relacionan con la filtración de los 92.000 documentos clasificados sobre la guerra de Afganistán.
Fue Lamo quien delató a Manning. "Fue una cuestión de conciencia", asegura a EL PAÍS en entrevista telefónica. "Me pareció que lo que estaba haciendo era terriblemente irresponsable. Estaba poniendo la seguridad nacional y las vidas de mucha gente en peligro". Ahora Lamo está colaborando con el Ejército norteamericano y, seguramente, deberá testificar en contra del soldado.
¿Qué llevó a Manning a ponerse en las manos de alguien que le acabaría delatando? Como reputado hacker, que logró infiltrarse en redes muy protegidas, Lamo era un modelo para muchos piratas informáticos, fácil de localizar, además, en la Red. "Manning buscaba respeto y aprobación", explica Lamo. "Vio que había artículos y vídeos sobre mí y creyó que contactándome encontraría una forma de reafirmarse, de confirmar que lo que estaba haciendo era correcto. Me contacta mucha gente como él y yo nunca les he delatado. Pero en esta ocasión vi que esto se le podía ir fácilmente de las manos. Por eso informé al Ejército".
Esta semana, tanto el presidente de Afganistán, Hamid Karzai, el de EE UU, Barack Obama, como el jefe del Estado Mayor Conjunto norteamericano, Mike Mullen, han asegurado que la filtración de los documentos de Afganistán provocará, probablemente, las muertes de soldados y colaboradores afganos. Mullen ha ido más lejos. Ha dicho que Wikileaks y sus gestores "pueden tener ya las manos manchadas por la sangre de algún joven soldado o de alguna familia afgana".
El viernes, fuentes del Pentágono confirmaron que, además, el Ejército está tratando de averiguar si, durante un permiso en enero, durante el cual viajó a Boston, Manning le entregó los CD con material clasificado a amigos suyos, que los podrían haber puesto también al servicio de Wikileaks.
En sus conversaciones con Lamo, Manning queda retratado como una persona infeliz y atormentada. "He estado aislado demasiado tiempo", dice. "Tomo pastillas como un loco". "Siento que abusan de mí como de una mula de carga". "Quiero que la gente vea la verdad". "Ya no creo que haya gente buena y mala. Hay una serie de países que actúan siempre a favor de su propio interés".
En esas conversaciones, facilitadas por el hacker Lamo, hay un momento en el que este le pregunta: "¿Hay algo que no haya sido publicado?". Manning responde: "Tendría que preguntarle a Assange".
Julian Assange es el fundador de Wikileaks, un periodista australiano que ha publicado en esa red los documentos de Afganistán. Lamo asegura que el soldado le reveló en sus conversaciones que Assange sabía que estaba infiltrándose en las redes del Pentágono y que le dio acceso prioritario a los servidores de Wikileaks.
"Yo creo que Assange guió a Manning, le dijo qué tipo de documentos serían valiosos. Wikileaks manipuló a Manning", asegura Lamo. La única prueba con la que cuenta Lamo son esas conversaciones y el hecho de que, al menos dos documentos que el soldado robó -el vídeo de un ataque con helicópteros en Bagdad, en 2007, en el que fallecieron 12 civiles, y dos cables de la Embajada de Estados Unidos en Islandia- han sido publicados en Wikileaks.
Este diario intentó contrastar las acusaciones con el fundador de Wikileaks, que ni las confirmó ni las desmintió. La única respuesta a dos correos electrónicos y una llamada telefónica fue emitida por un portavoz: "Por motivos de política y legislación, Wikileaks no habla sobre fuentes".
El Pentágono espera poder ampliar pronto sus cargos contra el soldado Manning, para incluir las filtraciones de Afganistán. Puede que este soñara con que su país le saludara un día como un héroe por su decencia moral. El viernes, sin embargo, llegó a la base militar de Quantico esposado, en régimen de aislamiento, enfrentado a la posibilidad de que se le juzgue por alta traición.
En pleno desierto iraquí, en una base militar a 60 kilómetros de Bagdad, el soldado Bradley Manning, de 22 años, sentía la amargura y la soledad del aislamiento. Pasaba turnos de 14 horas, siete días a la semana, frente a una pantalla, analizando información sobre el enemigo para incluirla en las bases de datos clasificadas del Ejército estadounidense.
En aquellas interminables jornadas, rodeado por otros soldados, un calor de 43 grados y tormentas de arena, en una batalla que no sentía como suya, descubrió en su interior el desapego que sentía hacia su país y sus guerras. No tenía una relación especialmente cercana con su padre, que fue soldado como él y vivía en Oklahoma. Ni con su madre, que se había mudado tiempo atrás a Gales. Fue educado en el catolicismo, pero en su placa del Ejército lucía la palabra "humanista".
En aquellas estancias militares se sentía un don nadie y soñaba con cambiar el mundo. De ser Manning, un soldado más, a ser Manning, el héroe que dejaría en evidencia el cinismo occidental.
En noviembre de 2009, vio clara su oportunidad. Como analista de inteligencia, categoría 35F, usaba unos ordenadores conectados a dos redes ultrasecretas del Pentágono: SIPRNet y JWCIS. Los documentos que por allí transitaban mostrarían los abusos bélicos de su país. Por motivos de seguridad, no tenían puertos USB. Pero por un error del Ejército, sí disponían de reproductores y grabadores de CD. Manning orquestó entonces una operación de película. Y le funcionó. Rotuló un CD virgen: "Lady Gaga". Entró a su puesto. Se sentó ante la pantalla. E inició un largo playback de la canción Telephone, de la mencionada cantante. Como en una película de espionaje, actuaba como un doble agente: fingía escuchar música mientras descargaba documentos críticos para la seguridad nacional.
Ya tenía el material. El siguiente paso era darle una salida, hacer de aquellos documentos el pasaporte a una vida de gloria y heroísmo para el soldado Bradley Manning.
En una serie de conversaciones que el soldado tuvo entre el 21 y el 25 de mayo con el pirata informático estadounidense Adrián Lamo, de 29 años -famoso por haberse infiltrado en 2002 en redes como la del diario The New York Times y por haberse entregado finalmente al FBI- Manning le dijo que le había entregado todos esos documentos al portal de documentos clasificados Wikileaks.
"Era información muy vulnerable. Y, bueno, se la mandé a Wikileaks. Dios sabe lo que sucederá a partir de ahora. Espero que haya una gran discusión mundial, debates, reformas. Si no es así, estamos condenados como especie", le dijo, según las transcripciones de esas conversaciones que obran en poder de Lamo. Este le preguntó qué haría si el Pentágono le descubría: "Intentaría contar mi versión de los hechos antes de que lo manipularan todo para retratarme como Nidal Hasan
[el acusado del asesinato de 13 soldados en Fort Hood]".
Era una premonición certera. Detenido en Irak y trasladado a Kuwait en mayo, en confinamiento desde entonces y enviado el pasado viernes a Virginia, en Estados Unidos, a Manning se le acusa de haber robado documentos secretos entre el 19 de noviembre y el 27 de mayo, entre ellos dos vídeos que muestran matanzas de civiles en Irak y Afganistán. Se le investiga por la revelación de 260.000 mensajes cifrados del Departamento de Estado. Y ahora, fuentes del Pentágono dicen tener pruebas más que suficientes que le relacionan con la filtración de los 92.000 documentos clasificados sobre la guerra de Afganistán.
Fue Lamo quien delató a Manning. "Fue una cuestión de conciencia", asegura a EL PAÍS en entrevista telefónica. "Me pareció que lo que estaba haciendo era terriblemente irresponsable. Estaba poniendo la seguridad nacional y las vidas de mucha gente en peligro". Ahora Lamo está colaborando con el Ejército norteamericano y, seguramente, deberá testificar en contra del soldado.
¿Qué llevó a Manning a ponerse en las manos de alguien que le acabaría delatando? Como reputado hacker, que logró infiltrarse en redes muy protegidas, Lamo era un modelo para muchos piratas informáticos, fácil de localizar, además, en la Red. "Manning buscaba respeto y aprobación", explica Lamo. "Vio que había artículos y vídeos sobre mí y creyó que contactándome encontraría una forma de reafirmarse, de confirmar que lo que estaba haciendo era correcto. Me contacta mucha gente como él y yo nunca les he delatado. Pero en esta ocasión vi que esto se le podía ir fácilmente de las manos. Por eso informé al Ejército".
Esta semana, tanto el presidente de Afganistán, Hamid Karzai, el de EE UU, Barack Obama, como el jefe del Estado Mayor Conjunto norteamericano, Mike Mullen, han asegurado que la filtración de los documentos de Afganistán provocará, probablemente, las muertes de soldados y colaboradores afganos. Mullen ha ido más lejos. Ha dicho que Wikileaks y sus gestores "pueden tener ya las manos manchadas por la sangre de algún joven soldado o de alguna familia afgana".
El viernes, fuentes del Pentágono confirmaron que, además, el Ejército está tratando de averiguar si, durante un permiso en enero, durante el cual viajó a Boston, Manning le entregó los CD con material clasificado a amigos suyos, que los podrían haber puesto también al servicio de Wikileaks.
En sus conversaciones con Lamo, Manning queda retratado como una persona infeliz y atormentada. "He estado aislado demasiado tiempo", dice. "Tomo pastillas como un loco". "Siento que abusan de mí como de una mula de carga". "Quiero que la gente vea la verdad". "Ya no creo que haya gente buena y mala. Hay una serie de países que actúan siempre a favor de su propio interés".
En esas conversaciones, facilitadas por el hacker Lamo, hay un momento en el que este le pregunta: "¿Hay algo que no haya sido publicado?". Manning responde: "Tendría que preguntarle a Assange".
Julian Assange es el fundador de Wikileaks, un periodista australiano que ha publicado en esa red los documentos de Afganistán. Lamo asegura que el soldado le reveló en sus conversaciones que Assange sabía que estaba infiltrándose en las redes del Pentágono y que le dio acceso prioritario a los servidores de Wikileaks.
"Yo creo que Assange guió a Manning, le dijo qué tipo de documentos serían valiosos. Wikileaks manipuló a Manning", asegura Lamo. La única prueba con la que cuenta Lamo son esas conversaciones y el hecho de que, al menos dos documentos que el soldado robó -el vídeo de un ataque con helicópteros en Bagdad, en 2007, en el que fallecieron 12 civiles, y dos cables de la Embajada de Estados Unidos en Islandia- han sido publicados en Wikileaks.
Este diario intentó contrastar las acusaciones con el fundador de Wikileaks, que ni las confirmó ni las desmintió. La única respuesta a dos correos electrónicos y una llamada telefónica fue emitida por un portavoz: "Por motivos de política y legislación, Wikileaks no habla sobre fuentes".
El Pentágono espera poder ampliar pronto sus cargos contra el soldado Manning, para incluir las filtraciones de Afganistán. Puede que este soñara con que su país le saludara un día como un héroe por su decencia moral. El viernes, sin embargo, llegó a la base militar de Quantico esposado, en régimen de aislamiento, enfrentado a la posibilidad de que se le juzgue por alta traición.