Le Monde elogia a España y la pone como ejemplo para Francia
París, As
El diario francés Le Monde alaba el juego español durante el Mundial y lo pone como ejemplo de lo que debería hacer la nueva Francia de Laurent Blanc tras el rotundo fracaso de Sudáfrica. Éste es el texto firmado por François Bégaudeau en Le Monde en su edición del pasado lunes 12 de julio.
La victoria del pensamiento
Aquellos que nacieron al fútbol en los años 80 crecieron con el recuerdo heredado y sin las imágenes de equipos legendarios a los que la memoria colectiva añade un año: la Hungría de 1954, el Brasil de 1970, la Holanda de 1974. Después las competiciones se sucedieron sin que los llegados más tarde vieran emerger una selección nacional digna de ser gloriosa leyenda de calendario. Hoy, está hecho. Incluso con la estrategia carnicera de los holandeses, incluso aunque la final no haya visto al mejor jugador del mundo dar la victoria a los suyos -alegría por justicia, justicia por alegría- ahora exisitiría la España de 2010.
Algunos preferirán decir: la España de 2008. Poco importa. Un equipo marcado por su identidad de juego, y el juego es una larga historia. El producido por España desde hace dos o tres años viene de los años 70 y de un país cuyos representantes contemporáneos degradan el color naranja. Después se exilia a Barcelona, donde Cruyff perpetúa y afirma, como entrenador, el arte del pase ya inventado una vez en el Ajax. Los campeones del mundo de hoy provienen en su mayor parte de la política de formación impulsada en aquel contexto.
Entre tanto, hizo falta que los dirigentes españoles rompieran la rivalidad entre los internacionales del Barça y del Real Madrid. Para esto ayudó mucho una derrota : aquella contra Francia (1-3) en los octavos de final del Mundial de 2006. En una entrevista concedida antes del Mundial, Torres recordaba que aquel trauma declinó en el seno de La Roja en una profunda reflexión. En aquella época el Barcelona ganaba todo : ése es el estilo que se adoptó.
Un gran equipo se construye pensando, y los grandes pensamientos se alimentan de observaciones. La mañana siguiente de la derrota alemana de 2008 contra España, Joachim Löw miró a su verdugo para comprender las propuestas de su supremacía y adoptó algunas con la felicidad conocida. Igual que un escritor va por delante del lector, un gran entrenador va por delante de un buen analista de partidos de otros.
En esta hora de la reconstrucción nacional, los actores del futbol francés harían bien en observar los equipos que ahora tienen doce largos de ventaja. En lugar de qué: de los cascos. Laurent Blanc no quiso decir nada durante su conferencia de prensa, excepto que se prohibirán los cascos, tal y como predijo Rama Yade. En 2004, Domenech marcó su llegada con la imposición de espinilleras en los entrenamientos. Hoy, la herramienta principal para la reconstrucción es de nuevo el látigo.
Una lógica de guerra civil redentora, cuando lo que haría falta sería abrirse al mar abierto de un fútbol cuya etapa sudafricana ha confirmado la dimensión mundial. Las mismas causas producirán los mismos efectos y Francia permanecerá como una nación en el segundo plano del fútbol. Nada grave. Dejando a los compatriotas caminando, veremos a Xavi y a Iniesta dando pases. Y cuando ellos se retiren nos quedará su recuerdo duradero, eterno.
El diario francés Le Monde alaba el juego español durante el Mundial y lo pone como ejemplo de lo que debería hacer la nueva Francia de Laurent Blanc tras el rotundo fracaso de Sudáfrica. Éste es el texto firmado por François Bégaudeau en Le Monde en su edición del pasado lunes 12 de julio.
La victoria del pensamiento
Aquellos que nacieron al fútbol en los años 80 crecieron con el recuerdo heredado y sin las imágenes de equipos legendarios a los que la memoria colectiva añade un año: la Hungría de 1954, el Brasil de 1970, la Holanda de 1974. Después las competiciones se sucedieron sin que los llegados más tarde vieran emerger una selección nacional digna de ser gloriosa leyenda de calendario. Hoy, está hecho. Incluso con la estrategia carnicera de los holandeses, incluso aunque la final no haya visto al mejor jugador del mundo dar la victoria a los suyos -alegría por justicia, justicia por alegría- ahora exisitiría la España de 2010.
Algunos preferirán decir: la España de 2008. Poco importa. Un equipo marcado por su identidad de juego, y el juego es una larga historia. El producido por España desde hace dos o tres años viene de los años 70 y de un país cuyos representantes contemporáneos degradan el color naranja. Después se exilia a Barcelona, donde Cruyff perpetúa y afirma, como entrenador, el arte del pase ya inventado una vez en el Ajax. Los campeones del mundo de hoy provienen en su mayor parte de la política de formación impulsada en aquel contexto.
Entre tanto, hizo falta que los dirigentes españoles rompieran la rivalidad entre los internacionales del Barça y del Real Madrid. Para esto ayudó mucho una derrota : aquella contra Francia (1-3) en los octavos de final del Mundial de 2006. En una entrevista concedida antes del Mundial, Torres recordaba que aquel trauma declinó en el seno de La Roja en una profunda reflexión. En aquella época el Barcelona ganaba todo : ése es el estilo que se adoptó.
Un gran equipo se construye pensando, y los grandes pensamientos se alimentan de observaciones. La mañana siguiente de la derrota alemana de 2008 contra España, Joachim Löw miró a su verdugo para comprender las propuestas de su supremacía y adoptó algunas con la felicidad conocida. Igual que un escritor va por delante del lector, un gran entrenador va por delante de un buen analista de partidos de otros.
En esta hora de la reconstrucción nacional, los actores del futbol francés harían bien en observar los equipos que ahora tienen doce largos de ventaja. En lugar de qué: de los cascos. Laurent Blanc no quiso decir nada durante su conferencia de prensa, excepto que se prohibirán los cascos, tal y como predijo Rama Yade. En 2004, Domenech marcó su llegada con la imposición de espinilleras en los entrenamientos. Hoy, la herramienta principal para la reconstrucción es de nuevo el látigo.
Una lógica de guerra civil redentora, cuando lo que haría falta sería abrirse al mar abierto de un fútbol cuya etapa sudafricana ha confirmado la dimensión mundial. Las mismas causas producirán los mismos efectos y Francia permanecerá como una nación en el segundo plano del fútbol. Nada grave. Dejando a los compatriotas caminando, veremos a Xavi y a Iniesta dando pases. Y cuando ellos se retiren nos quedará su recuerdo duradero, eterno.