La historia de David Villa

Johannesburgo, Olé
Una rotura de fémur a los 4 años no es un buen auspicio para alguien que sueña con ser futbolista. David Villa, hoy el mayor goleador de España en la historia de los mundiales, no comenzaba su carrera de la mejor manera, pero el oportunismo de goleador hizo de aquella tragedia una bendición: con la ayuda de su padre, Villa aprendió a dejar de jugar con la derecha para utilizar la zurda.

Hoy ambidiestro y goleador, la relación del delantero del Barcelona con la izquierda no termina en una cuestión de perfiles. Su bisabuelo llegó a España proveniente de Rusia con el apodo de Trotsky, en honor a uno de los ideólogos de la Revolución bolchevique de 1917. "¿Creéis en Dios?", le preguntó un párroco al ancestro de Villa cuando iba a oficializar su casamiento; "Ahí cerca de mi casa no vive...". Respuesta anarquista al 100%.

La ideología revolucionaria fue transmitida a la siguiente generación: uno de los hijos de Trotsky heredó su nombre, los otros dos niños fueron llamados Stalin y Lenin (políticos e intelectuales de la Rusia Roja) y la única niña, abuela de Villa, Libertad. Con el advenimiento de la dictadura de Franco en España, esos nombres con reminiscencias comunistas dejaron de estar permitidos y Libertad tomó el nombre de Carmen.

Pero si bien el manejo de la izquierda permaneció intacto en Villa, algo se perdió en el camino: en la Eurocopa que consagró a la Selección española debutó con tres goles a Rusia por las eliminatorias para el Mundial 2006. Mientras, el viejo y difunto Trotsky sufría tal vez al lado de un nuevo conocido, Dios, tal vez en el Infierno, tal vez en ninguna parte.

Goles como esos fueron los que lo salvaron de la tortuosa vida de la gente de su pueblo natal, Tuilla. Ex localidad minera, hoy en día tiene menos de mil habitantes consecuencia de la reestructuración de la industria española. Pero esa actividad la supieron practicar padre, José Manuel, y le dio su apodo, "Guaje" -así es como se denominan en España a los niños que bajan a alcanzar agua a los trabajadores subterráneos-. Hoy en Tuilla ya no se escuchan ruidos de picas contra la piedra. Lo único que hace recordar a aquellos tiempos son los cartuchos que se utilizaban para realizar las aberturas, esos cartuchos que hoy explotan ante cada gol del Guaje.

Y vaya si han sonado explosiones: sus constantes anotaciones lo han llevado cada vez más arriba, desde el Langreo al Gijón, luego al Zaragoza, más tarde el Valencia y ahora el olimpo, el Barcelona, tal vez el club más grande del mundo, y como dice su slogan, "Más que un club". Cuarenta millones de euros fue la cifra pagada por él.

Modelo de McDonald's, Adidas y otras marcas famosas, Villa sólo conserva aquella ideología comunista desde su zurda, intimidante como su derecha. A un partido de la gloria, toda España está pendiente de sus goles. Desde arriba y debajo de la tierra, como en Tuilla. El Guaje, delantero explosivo, sabe que tiene los cartuchos preparados para los festejos.

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